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Al interrogante sobre la primera mundialización responderé con la presentación de una ciudad del último tercio del siglo XVI en el extremo de América del Sur: Córdoba del Tucumán o Córdoba de la Nueva Andalucía[1]. Para empezar, algunos datos, de lo particular a lo general.

El sevillano Jerónimo Luis de Cabrera la fundó el 6 de julio de 1573, proveniente de la corriente conquistadora del norte (Perú).
En 1577 Lorenzo Suárez de Figueroa trasladó sus escasos pobladores al actual emplazamiento, demarcando las 70 manzanas que la formaron[2].

Primer trazado de la ciudad de Córdoba
Primer trazado de la ciudad de Córdoba en 1577 por Lorenzo Suárez de Figueroa.

En julio de 1553, Francisco de Aguirre había fundado Santiago del Estero, luego de varios traslados en busca de un sitio protegido de los ataques indígenas y en 1563 fue designada capital de la Gobernación del Tucumán.

La gesta fundacional, realizada por un puñado de hombres, fue compleja y se desarrolló en imponentes escenarios geográficos que dificultaban integrar las regiones. Sin embargo, se organizaron los territorios (virreinatos, gobernaciones y capitanías) y contactaron en lo económico, afianzándose las relaciones sociales y culturales.

América se había mantenido, durante siglos, encapsulada en su propio territorio, pues los aborígenes no intentaron asentarse más allá de los océanos circundantes[3]. Europa, en cambio, por necesidad y vocación exploradora, especialmente España y Portugal, reconocieron la costa africana y arribaron al Oriente. Vasco de Gama alcanzó la India antes de finalizar el siglo XV.

Fue la monarquía española quien desde 1492 hasta las primeras décadas del siglo XIX, concretó la mundialización de lo hispano, abarcando desde el Nuevo Mundo hasta Asia, con Filipinas como centro irradiador. La fractura de la unidad del orbe ibérico se produjo con las independencias americanas, apoyadas por Inglaterra, quedándole solo dos enclaves ultramarinos: Cuba y Filipinas (1898).

UN MUNDO GLOBAL EN EL SIGLO XVI

El mundo fue global desde el primer viaje de circunnavegación realizado por Magallanes y Elcano en 1519-1522, al unir los dos extremos conocidos de la tierra, al atravesar la Quarta Orbis Pars o Mundo Nuevo[4]. Así comenzó el conocimiento material de América que fue acompañado de una serie de acciones espirituales, entrando en crisis el concepto del mundo histórico europeo[5].

España, como nexo entre dos mundos, apoyó las expediciones que prometían proporcionar unidad al planeta. Dos fueron las principales: el descubrimiento del Mar del Sur (Pacífico) por Vasco Núñez de Balboa en 1513 y el Estrecho de Todos los Santos por Hernando de Magallanes en 1520.

La idea de unidad y pertenencia, sostenida por la Monarquía, perduraba aún en 1803, cuando Francisco Xavier Balmis concretó la Expedición de la Vacuna contra la viruela, la que se aplicó desde México hasta Filipinas, incluyendo toda la América Meridional[6].

Existieron enfrentamientos entre españoles y aborígenes, pero también alianzas, que llevaron al reconocimiento de una nobleza indígena[7]. La asimilación de la diversidad permitió que, a la par que se fundaban ciudades de matriz hispánica se construía un nuevo andamiaje social con los naturales y africanos, a quienes necesitaron para las tareas agrícolas y mineras. Las Leyes de Indias, amalgamaron el ius comune con las costumbres indígenas y con esa normativa y otras específicas organizaron el territorio civil y eclesiástico.

Existieron enfrentamientos entre españoles y aborígenes, pero también alianzas, que llevaron al reconocimiento de una nobleza indígena

La relación del peninsular con los indígenas fue de apoyo y oposición, de rechazo y colaboración, según las regiones, porque un corto número de europeos no podría haber realizado la conquista de millones de indígenas. Las disputas entre éstos, previas al descubrimiento, viabilizaron la ocupación. La monarquía española se enfrentó a un mundo diferente, pero contaba con la experiencia de los guanches en Canarias y los negros que habitaban la península[8].

EL EJEMPLO DE CÓRDOBA DEL TUCUMÁN

En este escenario Córdoba del Tucumán, mantenía relación, tanto con la Metrópoli como con las principales ciudades del Caribe, Nueva España y Perú, que actuaron como centros irradiadores de políticas y actividades misionales.

La Corona apoyó regularmente a los expedicionarios que buscaban rutas más rápidas y seguras por tierra y por mar, aconsejando épocas del año para transitarlas según los climas[9]. El desarrollo cartográfico hispano asombró al mundo, pues permitió conocer el perfil de las nuevas tierras.

España desde el siglo XV trasplantó sus instituciones políticas, jurídicas y sociales a un plano internacional, produciéndose un movimiento migratorio constante, supeditado a los medios de transporte en cada etapa[10]. La expedición de Colón y la de Magallanes-Elcano, transformaron la geografía, la alimentación e introdujeron cambios demográficos sustanciales y perdurables y se extendió la cultura hispánica a las cuatro partes del mundo, haciendo ciertas las palabras de San Ignacio de Loyola: «El bien cuanto más universal, más divino».

Alegoría del triunfo de los jesuitas en Europa, Asia, África y América Iglesia de San Pedro de Lima
Alegoría del triunfo de los jesuitas en Europa, Asia, África y América. Iglesia de San Pedro de Lima.

Córdoba del Tucumán participó de la mundialización a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII. Hasta la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776, dependió del Virreinato del Perú y mantuvo una constante relación con el Alto Perú (Charcas) y Chile.

En 1604, fue erigida cabecera de la Provincia Jesuítica del Paraguay con el P. Diego de Torres como Provincial. Comprendía las gobernaciones de Paraguay, Río de la Plata, Tucumán y la Capitanía General de Chile. Consideraron que Córdoba era la ciudad más adecuada por su ubicación geográfica, superando la importancia que podía tener Santiago de Chile, Asunción o Santiago del Estero. Pedro Lozano S.J. expresó que fue elegida por el buen temple de la tierra y la facilidad para sustentar mayor número de personas, al ser mejor abastecida que otras ciudades de aquellas gobernaciones[11].

En 1604, Córdoba fue erigida cabecera de la Provincia Jesuítica del Paraguay, al considerarse la ciudad más adecuada por su ubicación geográfica e importancia

Se habían asentado en los solares asignados: franciscanos (1575),  jesuitas (1599), mercedarios (1601) y dominicos (1604). Los monasterios femeninos se fundaron en 1613 el de Santa Catalina de Sena y en 1638 las carmelitas de San José[12].

A partir de la Real Ordenanza de Intendentes de 1782, Córdoba fue capital de la Gobernación Intendencia de ese nombre, incluyendo las subintendencias de Mendoza, San Juan, San Luis y La Rioja. Las subdivisiones tenían por finalidad achicar las jurisdicciones para lograr un control efectivo de los territorios, sobre todo en aspectos fiscales[13].

El obispado de Córdoba del Tucumán se creó en 1570 como sufragáneo de la arquidiócesis de Charcas, y tuvo por cabecera Santiago del Estero, pero en 1699 se trasladó su catedral a Córdoba, junto con el Seminario Conciliar de Loreto. El obispado se dividió en 1806, con dos sedes eclesiásticas, una en Salta y la otra en Córdoba.

UNA CIUDAD UNIVERSITARIA

La ciudad tuvo estudios superiores desde 1613 y otorgó grados universitarios a partir de 1622. Le habían precedido las universidades de Santo Domingo (1538), México (1551), Charcas (1552), Lima (1553), Santa Fe de Bogotá (1580), Quito (1558) y Manila (1590)[14]. La universidad le otorgó un papel protagónico en esta región meridional de América. Tuvo dos facultades, Artes y Teología, donde los jóvenes ingresaban una vez cursados dos años de gramática latina. Concluidos los estudios en Artes (lógica, física, metafísica) se obtenía el máximo grado de esa Facultad: Maestro. En la de Teología podía ser Bachiller, Licenciado y Doctor[15]. La fundación jesuita, adquirió importante fama y estuvo siempre actualizada en los contenidos que se dictaban, receptando la reforma que se realizó en las universidades con la dinastía borbónica[16]. Por su prestigio receptó alumnos de otras ciudades de la Gobernación tucumana, de Buenos Aires, Chile, Perú, el denominado Alto Perú, Montevideo, Paraguay, España y hasta hubo dos de Filipinas[17].

La educación femenina se realizaba en los hogares y pasó a ser sistemática para un grupo con el obispo fray José Antonio de San Alberto, a fines del siglo XVIII, al fundar el Colegio de Niñas Huérfanas[18].

VIDA COTIDIANA

Los jesuitas atendieron la principal botica de la ciudad, a la que llegaban libros sobre el tema, que se sumaban a los estudios locales sobre plantas medicinales y engrosaban la llamada «librería grande» de la universidad[19]. De acuerdo a los títulos: el saber jurídico se sustentaba en el derecho romano, el económico en el mercantilismo y la teología en el probabilismo moral, frente al rigorismo de cuño jansenista[20].

La ciudad contó con una activa vida religiosa vertebrada en las treinta y seis cofradías que existieron, con sus procesiones, rogativas y una acendrada piedad familiar. La religión y el idioma fueron los principales legados de España a América, lo que modeló un modo de ser y de entender la vida y la muerte. Las cofradías, asociaciones de laicos, aunque participaran religiosos de ambos cleros, funcionaron como asociación de socorro, que ayudaban en vida y especialmente en el último trance, con la preparación de los funerales y las misas por el alma[21].

A Córdoba le circundaba un entorno rural de chacras y estancias, donde se producían bienes de subsistencia, entre los que destacó la ganadería. Eran centros de invernada para las mulas que se vendían en Potosí, lo que significó un comercio importante para toda la gobernación, al ser trasladadas por el Camino Real a Potosí[22]. Córdoba era el nudo de ese Camino que conducía a Charcas, Potosí y, a través de Tarija, a Moxos y Chiquitos, enlazó el Atlántico y el Pacífico, por el llamado «carril de los chilenos» que llevaba a Valparaíso y mantuvo una fluida relación con las misiones guaraníes del Noreste. La importancia que había adquirido el comercio interno de este gran espacio decayó con la creación del Virreinato del Río de Plata, que ahogó las economías regionales.

Córdoba fue un importante centro ganadero favorecido por una buena red comercial en la que destacaba su lugar como cruce de caminos

Viajeros franceses e ingleses y, en especial, los miembros de la Compañía de Jesús ‒muchos centroeuropeos‒ dejaron descripciones de los caminos y los modos de transportar personas y cargas en las travesías, en textos y en cartas que enviaban a sus parientes o compañeros de orden en Europa[23]. Quienes tenían Santiago de Chile o Lima como meta de su viaje, ingresaban al continente por Buenos Aires, y pasaban por Córdoba hacia San Juan o Mendoza, desde donde trasponían la Cordillera de los Andes para llegar a Santiago o al puerto de Valparaíso, si iban a continuar su ruta por mar hasta El Callao.

En Córdoba se comerciaban abundantes géneros europeos y asiáticos, además de los de Castilla. Un ejemplo son las telas que recibían el nombre de su lugar de origen, como musulmana, bretaña, holandilla, ruán, siciliana, cambray, polonesa, junto a otras que no incluían un toponímico en su nombre, pero procedían del Languedoc o de Flandes. No faltaron los productos chinos como sedas, zaraza y el almizcle. Recordemos que la regularidad del Galeón de Manila surtía Acapulco y de allí se repartían las mercancías suntuarias al resto del continente por rutas, generalmente marítimas, que unían México con Perú[24]. En los inventarios de bienes cordobeses se distinguía la procedencia de las vajillas de China, Sajonia, Inglaterra, Holanda, Francia, Génova, Portugal o España, mientras en alimentación y mobiliario los quesos y manteca procedían de Flandes y el té y el queso de Holanda, como los muebles de Alemania y tapicería también de Flandes[25].

España protagonizó la primera mundialización que impregnó todos los espacios ‒como Córdoba‒, porque construyó sociedades como las peninsulares, preocupadas y ocupadas por la evangelización de los infieles y, a su vez, por mantener la fe y brindar asistencia espiritual a los españoles que se trasladaban a América. Lo civil y lo canónico se complementó en un proyecto de persona diseñado por la teología ‒teólogos juristas y juristas teólogos‒, que concebían al hombre, en su sentido genérico, como sujeto central de todas las acciones terrenales encaminadas a la trascendencia.

NOTAS

[1] Sobre el tema expuse en el I Congreso Internacional Hispano-americano. Mundo Hispánico-Mundo Global: memoria y futuro, celebrado en Madrid en junio de 2022.

[2] Luque Colombres, C., Para la historia de Córdoba, tomo I, Córdoba, Biffignandi Ediciones, 1971. Sobre los 110 hombres que formaron la hueste de Cabrera ver Moyano Aliaga, A., Los fundadores de Córdoba: su origen y radicación en el medio, Córdoba, Instituto de Estudios Históricos «Roberto Levillier», 1990.

[3] RIVET, P.,  Los orígenes del hombre americano, México, FCE, 1960, p. 189. Rivet sostenía que los pobladores americanos llegaron desde Siberia, Australia y Melanesia.

[4] COMELLAS, J.L., La primera vuelta al mundo, Madrid, Rialp, 2012.

[5] Mario Hernández Sánchez-Barba, Colección Homenajes, GÓMEZ DÍEZ, F.J. y Hernández- RUIGÓMEZ, A. (ed.), Tomo II: Generaciones y mentalidades. Estudios de Teoría de la Historia, Madrid, Editorial Universidad Francisco de Vitoria, 2019, pág. 219.

[6] Martínez de Sánchez, A.M., De la variolización a la vacuna. España y la primera misión internacional de inmunización contra la viruela, Revista de la Junta Provincial de Historia de Córdoba, nº 32, segunda época, Córdoba, 2020, págs. 271-285. Archivo General de Indias, Legajo 1558-A.

[7] Rojas de, J.L., OLKO, J. y Cruz Pazos, P. (Coords. dossier), La nobleza indígena en la Nueva España: entre la tradición y la novedad, Revista Española de Antropología Americana, vol. 41, nº 2, Madrid, Universidad Complutense, 2011.

[8] Desde el siglo XIV existía en Sevilla una cofradía fundada por africanos cristianizados. Mena-García, C., «Las Hermandades de Sevilla y su proyección americana. Estudio comparativo de la cofradía de Nuestra Señora de los Ángeles o “de los negritos” de Sevilla y de la cofradía de Santa Ana de Panamá», López Jordán, Pilar, Estrategias de poder en América Latina, 2000, págs. 129-150.

[9] Martínez de Sánchez, A.M., «Córdoba del Tucumán y el Pacífico. Caminos que la enlazaron entre dos océanos», El tiempo histórico de Mario Hernández Sánchez-Barba, Gómez Díez, F.J. y Hernández Ruigómez, A. (Coord.), Cap. 19, Madrid, Universidad Francisco de Vitoria, 2019, págs. 279-304.

[10] Lobos, H.R. y Gould, E.G.S. El trasiego humano del viejo al nuevo mundo. Córdoba siglos XVI y XVII, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1998. Romero Iruela, L. y Galbin Díez, M. del C., Catálogo de pasajeros a Indias durante los siglos XVI, XVII Y XVIII, Sevilla, Archivo General de Indias, 1980.

[11] Lozano, P., Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay, tomo I, Madrid, Viuda de Manuel Fernández y del Supremo Consejo de la Inquisición, 1754, pág. 734.

[12] Martínez de Sánchez, A.M., Formas de la vida cotidiana en Córdoba (1573-1810). Espacio, tiempo y sociedad, Córdoba, CIECS-CONICET-UNC, 2011, págs. 68, 90 y 91.

[13] Martínez de Sánchez, A.M., «Vida cotidiana en la gobernación del Tucumán (siglos XVI-XVIII)», Nieva, G-, González Fasani, A.M. y CHILIGUAY, A.N., (Coords.), La Antigua Gobernación del Tucumán. Política, Sociedad y Cultura (S. XVI al XIX), Salta, Ed. Milor, 2020, Parte IV, págs. 575-615.

[14] FURLONG, G.,  Historia Social y Cultural del río de la Plata, 1536-1810, El trasplante social, Buenos Aires, tea. 1969, pág. 277 y ss.

[15] Benito Moya, S.G.A., La Universidad de Córdoba en tiempos de reformas (1701-1810), Córdoba, Centro de Estudios Históricos «Prof. Carlos S.A. Segreti», CONICET, 2021 pág. 33.

[16] Benito Moya, S.G.A., Reformismo e ilustración. Los Borbones en la Universidad de Córdoba, Córdoba, Centro de Estudios Históricos «Prof. Carlos S.A. Segreti», 2000, págs. 41 y ss.

[17] Benito Moya, S.G.A., La Universidad de Córdoba…, op.cit., págs. 66 a 71. Datos trabajados en el Archivo del Colegio de Monserrat, Archivo General e Histórico de la Universidad Nacional de Córdoba y Archivo del Arzobispado de Córdoba.

[18] García Montaño, C., Vida cotidiana en tres instituciones educativas cordobesas: Convictorio de Monserrat, Seminario conciliar de Loreto y Casa de Niñas Huérfanas (1767-1807), EDUCC, 2019.

[19] Vera de Flachs, M.C., «Textos clásico de medicina en la botica jesuítica del Paraguay», Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija, 13, 2010, pp. 117-135. Un ejemplo es el libro Materia médica misioneras. Herbolario guaraní del siglo XVII, atribuido a Pedro de Montenegro.

[20] Benito Moya, S.G.A., «Ideas, lecturas y circulación de saberes. Bibliotecas del Tucumán del siglo XVIII», CANCINO, H., de la Mora, R., Medeiros de Menezes, L. y Benito Moya, S.G.A., (Eds.), Miradas desde la historia social y la Historia intelectual, América Latina en sus culturas: de los procesos independentistas a la globalización, Córdoba, CEH Prof. Carlos Segreti, FFyH-UCC-Universidad Veracruzana e Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales, 2012, págs. 777-804.

[21] Martínez de Sánchez, A.M., Cofradías y obras pías en Córdoba del Tucumán, Córdoba, EDUCC, 2006.

[22] Lobos, H.R., «La revolución y el comercio interior. Análisis de la desintegración del mercado virreinal rioplatense a partir del caso cordobés», Anuario de Estudios Americanos, tomo XLVII, Sevilla, CSIC, 1990, págs. 401 y 410. Calvimonte, L.Q. y Moyano Aliaga, A., El Antiguo camino real al Perú en el norte de Córdoba, Córdoba, El Copista, 1996.

[23] «El Río de la Plata visto por viajeros alemanes del siglo XVIII, según cartas traducidas por Juan Mühn, S.J.», Revista del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, tomo VII, Montevideo, 1930, págs. 229-325. «Cartas e informes de misioneros jesuitas extranjeros en Hispanoamérica». Selección, traducción y notas de Matthei, M., Tercera parte:1724-1735, Anales de la Facultad de Teología, vol. XXII (1972), Cuaderno 3, Santiago, Universidad Católica de Chile, 1972, págs. 285-304.

[24] Martínez de Sánchez, «Vida cotidiana en la gobernación del Tucumán…», op.cit., págs. 584 y 604.

[25] Martínez de Sánchez, Formas de la vida  cotidiana…, op.cit., pág. 42.

Ana María Martínez de Sánchez es historiadora, investigadora de UNC-CONICET. Academia Nacional de la Historia (Argentina)