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La ópera «Carmen» siempre ha tenido mucho éxito en todas partes y especialmente en España desde su fracasado estreno inicial en París en 1875. Se ha considerado que es la plasmación operística del «Mito de Carmen». Alguna enciclopedia de la especialidad llega a dedicarle ¡ir capítulo especial bajo el título «Una ópera perfecta».

Lamento disentir en ésto, como en otras muchas cosas, de la mayoría. Para mí hay un par de docenas de óperas mejores que esta aunque he de confesar que algunas con menos predicamento entre los aficionados. Por otro lado el «Mito de Carmen» me ha parecido siempre falso y propio de un país como el nuestro, eternamente dispuesto a fascinarse con lo extranjero y especialmente con lo francés.

Tópico y absurdo

El argumento de la ópera «Carmen» no sólo es topiquero que eso, tal vez, sería lo de menos; es que es absurdo y tiene bastantes disparates y desatinos en sus personajes y en la proyección de los mismos lo cual es más importante todavía, porque la gente es como es desde el principio hasta el fin, no cambia tan absolutamente.

Resulta anómalo que la pelea de una obrera de una fábrica de tabacos con otra sea resuelta sin más trámites por un oficial del ejército disponiendo la prisión de una de las contendientes.

Cualquiera que haya entrado alguna vez en un cuartel sabe que a los sargentos no se les llama D. José o D. Juan, sino Sargento Gómez o incluso Sargento de Guardia o Sargento de Cuartel.

D. Manuel García Morente, gran filósofo y musicólogo y además andaluz, siempre decía que es impensable un tabernero sevillano
llamado Lilas Pastia (a mí más bien me suena a griego) que encima tiene el establecimiento «junto a las murallas de Sevilla».

Para terminar con este pequeño muestrario resulta disparatado que un torero entre de pronto en esa taberna cantando a voz en cuello, sin que venga a cuento para nada. «Torero ten cuidado». Yo no consigo imaginarme a Manolete en su época o a Espartaco en la actual cometiendo semejante dislate.

¿Qué pasa pues con la ópera «CARMEN»?; pues, además del papanatismo hispánico antes mencionado, que la música de Bizet es muy buena y sumamente original, adelantada a su época. La música salva muchas veces argumentos de óperas que no se sostienen; un ejemplo puede ser Los Puritanos de Bellini. El genio de este hombre consigue convertir un bodrio propio de mentecatos en una ópera espléndida.

Recientemente se ha «puesto» CARMEN en Madrid, en el Teatro de ía Zarzuela. Las comillas obedecen a que la puesta en escena del Sr. Pizzi no me ha gustado nada. La ha «puesto» mal. Pobre, mala, hasta absurda en el cuarto acto y encima sustituyendo, lo cual es risible, los Dragones de Alcalá por guardias civiles mal trajeados, innecesarios y anacrónicos.

La orquesta tocó espléndidamente, sonó muy bien, aunque esta vez el excelente director que es Antonio Ros Marbá la llevó, en mi opinión, excesivamente deprisa para mi gusto. Los coros muy bien también, cada vez mejor. Ei francés de los niños detestable; que pronuncien ese idioma algo mejor no es fácil, pero tampoco me parece absolutamente imposible.

Y vamos con los cantantes, empezando lógicamente por los más importantes para terminar con los que pudiéramos llamar secundarios.

Teresa Berganza

Teresa Berganza hizo una protagonista magnífica. Tengo debilidad por esta mezzo madrileña que mide perfectamente sus posibilidades y ha conseguido hacer una «Carmen» espléndida. Tal vez se le noten un poco los aflos, lo que por otra parte es obvio, pero ello no empaña su excelente versión del personaje tanto en el canto como en la representación e interpretación teatrales.

Luis Lima no es tenor para ser el protagonista de la ópera. Lima es un estupendo tenor lírico ligero y yo le he visto en Madrid hacer un «Rodolfo» en «La Boheme» de primera. También hace un excelente papel en «Don Carlos», quizá el mejor del momento a consecuencia de la enfermedad de José Carreras, aquél inolvidable Don Carlos. Pero lo que no puede ser Lima es D. José, que requiere un tenor «spínto» con matices dramáticos como pudiera ser, por ejemplo, Plácido Domingo. El tercer acto, por esto, no le salió bien. No obstante, en Londres ya había hecho el papel; se ve que el hombre es recalcitrante y reiterativo en los errores.

Justino Díaz en un bajo barítono que a mí no me ha gustado nunca. Su especialidad es «Yago», personaje sumamente difícil que desempeña solo discretamente; claro que con Plácido Domingo haciendo de «Otelo» la cosa se favorece mucho. Como Escamillo estuvo discreto; al principio peor y fué mejorando, esta es la verdad.

Micaela no era María Bayo sino Teresa Verdera. Vaya por delante que a mí me parece la Bayo una de las mejores sopranos del mundo de su generación. Pero su sustitución por la cantante citada no puede tener como consecuencia la frialdad conque el público trató a Teresa Verdera, en mi opinión muy buena soprano y que se desempeñó muy bien en su difícil pero agradecido papel.

María José Sánchez y Lola Casariego hicieron unas deliciosas «Trasquila» y «Mercedes» personajes más importantes de lo que parecen. Estupendamente ambas en cuanto a tono, gracia, movimientos.,.; magníficas.

De los cantantes masculinos secundarios estuvieron muy bien José Antonio Carril y Santiago Sánchez Jericó como los contrabandistas «El Dancairo» y «El Remendado» (por cierto que en la ópera parece que Gibraltar queda junto a Sevilla). Discreto Jorge Chaminé como «Zúñiga» y regular Fernando Balboa como «Morales»; decididamente este barítono gallego no acaba de gustarme.

En suma, una representación buena, no excepcional de la ópera «Carmen» obra que tanto más la veo tanto menos perfecta me parece.

El Sr. Mérimée se inventó demasiadas cosas sobre España sin razón aparente. Creo que lo mejor que se puede hacer con él es, como dice un amigo mío, muy gracioso, llegada la ocasión, evidentemente, utilizar su extraño nombre para desear a los amigos feliz Navidad y Próspero… Mérimée.