Hace quinientos años Canarias empezó a ser la punta meridional de Europa, La conquista del archipiélago coincide con el descubrimiento de América y, bien pronto, además de punta, las islas son puente entre el viejo y el nuevo continente. Santa Cruz de la Palma se convierte, a lo largo del siglo XVI, en el tercero de los puertos que jalonan la principal ruta del recién estrenado Imperio, que empieza en Amberes. pasa por Sevilla y concluye en La Habana. En este obligado camino se desarrolla un tráfico comercial intenso y. afortunadamente para las islas, no tarda en producir réditos culturales.
Para la Europa mercantilista de entonces, el archipiélago canario se identifica con «las islas del azúcar» y desde esta producción hay que entender la relación comercial que, a lo largo de los siglos XVI y XVII, se mantiene con Flandes y que. como contrapartida a las exportaciones, permite obtener no sólo manufacturas, sino también tablas pintadas y esculturas, que hoy constituyen una parte sustantiva de nuestro patrimonio artístico.
Son las tres islas de mayor atracción económica. Tenerife, Gran Canaria y La Palma, las que acumulan las mejores obras de arte. El tríptico de la Adoración de los Reyes, en el pintoresco barrio de Taganana, en Tenerife; el de la parroquia de Santiago, en la misma isla; el de la ermita de Las Nieves de Agaete, en Gran Canaria, y el deslumbrante retablo de la iglesia de San Juan, en Telde, también en esta última isla, son ejemplos destacados de lo que decimos. Pero es en la isla de La Palma donde se concentran las mejores imágenes y no pocas tablas, llegadas, en su mayoría, a lo largo del siglo XV!, sobre todo a partir del incendio y saqueo de la capital por el pirata francés Leclerq, en 1573.
No parece que los anunciados fastos del Quinto Centenario del Descubrimiento hayan previsto darle al archipiélago canario la relevancia que, evidentemente, tuvo en el salto Atlántico, Ni tampoco que la celebración cultural con que se pretende arropar aquella primera experiencia del expansionismo europeo, vaya a recoger esta presencia de Europa en las Islas. Y resaltar, recoger y exhibir, en forma conveniente, un legado tan importante como el flamenco en La Palma, no dejaría de ser una gratificante sorpresa que ampliaría el horizonte cultural de una presumible mayoría para la que es desconocido, dejando fuera de dudas la vinculación temprana a Europa de unas islas que ahora mismo, con la integración de España en la CEE, no hacen sino continuar una tradición ligada a etapas de esplendor cultural y de crecimiento económico.
El Gobierno de Canarias ya hizo el loable esfuerzo de reunir las tallas y tablas flamencas de La Palma para exhibirlas conjuntamente en 1985, con motivo de la lustral Bajada de la Virgen de su santuario a la capital insular, editando un interesante catálogo con valiosas aportaciones de los profesores Hernándfez Perera, Díaz Padrón, Galante Gómez y Negrín Delgado y propiciando una representación del patrimonio catalogado en la «Europalia 85», Con todo, su ausencia de las celebraciones del 92, no dejaría de ser una lamentable omisión.
Dice el profesor Hernández Perera que, exceptuando el retablo de Telde, «ninguna otra isla supera a La Palma por el número y calidad de esculturas flamencas que actualmente conserva». Y cita a la Virgen de ta Encarnación, traída de Flan des en 1525 —sobreviviente, por tanto, del saqueo de Leclercq— que, con el Arcángel San Gabriel presidía el altar de la iglesia bajo la advocación de la Virgen, formando parte de un retablo dorado, bastante alterado después de sucesivos deterioros. Y continúa con un repertorio de imágenes impregnadas de goti cismo —Santa Catalina, Santa Lucía, San Sebastián y San Miguel—, amén de otras de corte renacentista —Virgen de los Remedios, en Los Llanos de Aridane.
Conjuntos más valiosos
Destacables son también los grupos, tan caros a la retórica flamenca, como las series de Santa Ana y Niño o la de las «Piedades». Las parroquias de San Francisco, en Santa Cruz de la Palma; la ya citada de Los Llanos; la de San José, en Breña Baja ; la de Las Angustias, en la entrada a la Caldera de Taburiente; la de Montserrat, en Los Sauces, y la de Los Dolores, también en Santa Cruz de La Palma, albergan los mejores ejemplos.
Y la referencia quedaría incompleta si no mencionáramos otras tallas exentas como las de San Miguel Arcángel, San Luis Rey de Francia, Virgen de la Victoria, la del Rosario, la de la Candelaria y, sin duda, algún etcétera.
Y, por supuesto, habría que extender la relación a la espléndida colección de tablas pintadas por Ambrosius Francke’n. Pourbus Et Viejo y Aertsen, exhaustivamente analizadas y descritas por el profesor Díaz Padrón en la publicación, antes citada, del Gobierno de Canarias. Todo este conjunto patrimonial, de indudable valor, se localiza en una isla de poco más de 7(X) kilómetros cuadrados que. evidentemente, de su incorporación a los circuitos comerciales de la expansión española que coincide con et descubrimiento, sacó una nunca desmentida vocación cultural, con iniciativas e inquietudes más que probadas. Y avalada, también, por una indeclinable y pionera vocación democrática que se tradujo en la proclamación en el siglo XVIII del primer Ayuntamiento —el de Santa Cruz de La Palma— elegido popularmente de toda España; en su rápida incorporación a las corrientes ¡lustradas —liberalismo y masonería—, e, incluso, en su no adhesión al levantamiento militar de! general Franco, en julio de 1936.