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No sé si Juan Pablo Villanueva era, como yo, un incondicional de El ala oeste de la Casa Blanca. Nunca se lo pregunté, ni tuve oportunidad de sugerirle que se comprara alguna temporada de esta serie de culto. Estoy segura de que le hubiera gustado. Le hubiera gustado porque, más allá de las andanzas del presidente Bartlet en la ficción, de unos guiones inteligentes y precisos, El ala oeste transmite ambición y emoción. Ambición de un país mejor, ambición de gobernar para todos, ambición de superar divisiones. Y emoción por la certidumbre de que la política auténtica es aquella que nace de la vocación genuina de servicio a los demás.

Ambición y emoción. Ésos han sido dos rasgos que han caracterizado tanto la trayectoria profesional de Juan Pablo Villanueva como su vida personal.

Ambición de contribuir, desde los medios de comunicación, a lograr un país mejor, una España mejor. Ambición de evitar sectarismos inútiles y acercarse a los demás sin prejuicios. Ambición de reunir, de superar divisiones, sin traicionar nunca los principios propios. Y también emoción, la emoción que surge ante alguien que no entiende su trabajo si no es como un modo de servir a la sociedad a la que uno pertenece.

Porque, igual que la política, él entendía el periodismo como una tarea de servicio público. Y por eso siempre tuvo muy claro que el papel —y la responsabilidad— de los medios de comunicación en las sociedades democráticas es fundamental. Tanto, que debe contar con el concurso de los mejores en cada campo.

De Juan Pablo recordaré siempre su afabilidad, su inconformismo, su ánimo para evitar el desánimo y superar los obstáculos de todo tipo que aparecieran en su camino. Y su confianza en los demás. Recuerdo muy bien aquel día de 1998 en el que me ofreció incorporarme como columnista a La Gaceta. «Escribe de lo que quieras». Después de muchas dudas, escribí mi primer artículo sobre Bill Clinton, entonces enredado por el caso Lewinski. Casualidades de la vida. La política estadounidense estuvo presente en aquel texto, y lo está también en el inicio de esta despedida. Querido Juan Pablo: somos muchos los que no vamos a olvidarte.

Asesora en el Parlamento Europeo