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“La desigualdad debe verse como un problema de calidad democrática” afirmó el catedrático de Economía Alfonso Novales en una sesión del seminario Pensar el siglo XXI, celebrada en la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR). El ponente, que es académico de Ciencias Morales y Políticas y autor de numerosos manuales de economía, subrayó en su intervención que la desigualdad debe preocuparnos porque “reduce el crecimiento y las posibilidades de progreso social, provoca conflictos sociales y económicos, afecta a la cohesión social y a la confianza en las instituciones”.

El seminario Pensar el siglo XXI es un ciclo de conferencias organizado por el Consejo Social de UNIR, y dirigido y moderado por el catedrático Emilio Lamo de Espinosa, de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

Alfonso Novales explicó en su intervención que “la desigualdad ya no es un problema solo de las economías en desarrollo sino que es un problema global”. Y puede tratarse de “desigualdad interna de un país, o entre países, o entre regiones”; o bien de  “desigualdad de renta, salud, educación, acceso a mercados de crédito… etc”. «Echo en falta -agregó- el debate de qué tipos de desigualdad, y en qué tramos de la distribución podemos soportar»

Entre 1980 y 2020 la desigualdad entre países ha caído y sin embargo ha aumentado la desigualdad interna de los países

Indicó que, entre 1980 y 2020, “la desigualdad entre países ha caído -básicamente por la liberalización económica en China y el comportamiento de la India-“ y sin embargo “ha aumentado la desigualdad interna de los países”.

Respecto al “efecto de la pandemia” sobre la igualdad, el catedrático indicó que “los países ricos han podido beneficiarse de grandes ayudas”, y que ha perjudicado mucho más a “países emergentes”, básicamente porque «el sistema de asistencia social no está suficientemente desarrollado” y por “el alto componente de informalidad del mercado laboral”.

A la hora de analizar la desigualdad es importante fijarse “en las causas y no sólo en los síntomas”. Así, “la causa de la desigualdad de género es que la sociedad ha asignado roles diferentes a hombres y mujeres”. El síntoma sería “la brecha salarial de género” que se debe, en parte, “a una sobrerrepresentación de mujeres en puestos de trabajo de remuneración baja y una representación escasa en puestos altos de empresa”; y en parte, “a la menor experiencia laboral”. Pero detrás de ello hay causas culturales, subrayó.

DESIGUALDAD Y POBREZA, DEBATES DISTINTOS

Novales matizó que la desigualdad y la pobreza son debates distintos. Así, en los regímenes comunistas, “hay gran igualdad de ingresos, pero tasas de progreso social muy reducidas y niveles de pobreza bastante altos”. Y puede haber “países muy ricos pero muy desiguales y países pobres pero igualitarios”.

Señaló, por otro lado, que la automatización también va a tener impacto en la igualdad: “No va a destruir empleo masivamente, pero sí va a alterar drasticamente las capacidades necesarias. Por eso el sistema educativo tiene que jugar un papel fundamental».

Rodolfo González.

En la sesión también intervino, como panelista, Rodolfo Gutiérrez, catedrático de Sociología de la Universidad de Oviedo, que indicó que comparadas con otras crisis, “las pandemias suelen tener impactos distributivos más altos” y que la del COVID “tendrá efectos duraderos sobre la desigualdad”.

“La globalización no está provocando un supuesto declive de las clases medias en Europa, en porciones de rentas”

Planteó también si “la globalización, el comercio, o el sesgo tecnológico, el diferencial de recompensas por cualificaciones” no están provocando “un supuesto declive de las clases medias en Europa, en porciones de rentas”; y afirmó que no están teniendo “un efecto generalizado y rotundo”. Aunque existen otros factores en las economías nacionales, “demográficos, el tamaño de los hogares, el impacto de los impuestos o el peso de la inmigración”.

Señaló asimismo que “tampoco es exactamente cierto que ese declive se traslade a la actitudes y a una polarización mayor de los comportamientos políticos”. Citó un estudio del equipo de Thomas Piketty, según el cual, la división que más ha cambiado ha sido la educativa: “la idea de que los más educados votan mucho menos a los partidos tradicionales de izquierda que el resto de la población se ha transformado: los más educados votan casi igual que el resto de la población a los partidos de izquierda”. Luego, no es rotundamente cierta la idea de que” la tendencia a la polarización venga causada por un refuerzo de las divisiones de clase”.

Donde los cambios han sido mayores ha sido en “la adhesión a los ideales meritocráticos, que han disminuido mucho tras la gran recensión”, después de haber aumentado en el final del siglo pasado y comienzos de este. Ha descendido, por ejemplo, el porcentaje de personas que “creen que trabajar duro es fundamental en la vida”.

Respecto al instrumento fundamental de lucha contra la pobreza, el ingreso mínimo vital que se ha incorporado en España a nivel estatal, González indica que “cada día necesita más revisión”. Ya que se creó para los que no trabajaban, para los que tenían niveles de exclusión altos, y estaba pensado para que fuera predominantemente incompatible con la participación laboral. Pero “ahora que la pobreza se ha extendido a segmentos ocupados o parcialmente ocupados ese instrumento ve reducida su eficacia; y tiene riesgos de cronificación si no se combina con estímulos a la participación laboral”.

Elisa Chuliá.

Finalmente intervino Elisa Chuliá, profesora titular de la UNED, y exdecana de su Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. Manifestó que la desigualdad ha cobrado mucha preponderancia pero resulta un asunto “opaco y resbaladizo”, porque cuesta comprender que es “un compuesto de desigualdad entre países y de desigualdad interna de cada país; y porque no es fácil medir la desigualdad local y global por falta de disponibilidad de datos”.

“El análisis de la desigualdad global tiene menor utilidad política que la desigualdad social”

Considera Chuliá que “el análisis de la desigualdad global tiene menor utilidad política que la desigualdad social”. Esta última está aumentando en los países desarrollados, y es “preciso reducirla, mediante instrumentos como las políticas redistributivas”.

Opinó, finalmente, que a “los gobiernos les interesa reducir la desigualdad global por razones de carácter ético, más que empírico”, ya que la desigualdad está asociada al sufrimiento de la gente; la humillación; la imposibilidad de controlar su vida y la inequidad en los procesos políticos, que les impiden defender mejor sus intereses.