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Los estudiantes de Wyoming Catholic College emprenden su carrera universitaria con una aventura en las montañas del Wind River, una de las múltiples cordilleras del gran ecosistema de Yellowstone. Durante 21 días caminan cerca de 200 kilómetros, ascienden unos 4000 metros, preparan su propia comida, duermen bajo un cielo estrellado y aprenden habilidades básicas de supervivencia en la montaña. Tres semanas son suficientes para formar una pequeña comunidad, adoptar posiciones de liderazgo, enfrentarse a dificultades, peligros naturales y agotamiento. Hay quienes ven estos días como un rito de paso, un desafío físico e intelectual que sirve como fundamento de la educación que continuará en las aulas por ese camino que va del asombro a la sabiduría.

Una educación para el ocio y la libertad

Aparte de sumergir a jóvenes estudiantes en la belleza áspera de las Montañas Rocosas, la excursión tiene la singular ventaja de dar un tono épico al comienzo de la singladura universitaria y de sugerir que los años en la universidad van a ser una aventura apasionante. ¿Cómo podría ser de otra manera si es una época para descubrir mundos extraños, comprometerse con la búsqueda de la verdad, hacerse grandes preguntas y forjar amistades en el empeño por responderlas? El hecho de que la mayoría de los jóvenes no vayan a la universidad con la expectativa de tener una aventura intelectual es, tal como lo ha visto el filósofo estadounidense Allan Bloom, uno de los síntomas de la decadencia de las universidades contemporáneas, en donde se ha fraguado la sospecha y el desencanto por la noción de la verdad.

En lugar de privilegiar la indagación por la verdad, el empeño de las universidades se ha centrado en ofrecer una multitud de programas y una creciente flexibilidad curricular que permita a los estudiantes escoger lo que deseen. Sin embargo, a falta de una visión de conjunto y sin una idea clara de los fines de la educación, la universidad no puede ofrecer más que algo semejante a la oferta de un supermercado: una variedad de alimentos para el gusto del consumidor. A este modelo de multiversidad se le puede aplicar la caracterización que Platón hace de los sofistas como «vendedores ambulantes de las mercancías de que se nutre el alma» (Protágoras, 313c). Y así como el tendero en un supermercado no tiene por qué saber cuáles son los alimentos saludables, tampoco el sofista se ocupa de lo que es bueno o nocivo para el alma, ni la multiversidad de lo que es una educación como un bien intrínseco y distinto a lo que un diploma pueda atestiguar.

A falta de una visión de conjunto y sin una idea clara de los fines de la educación, la universidad acaba pareciéndose a un supermercado: gran variedad de oferta a gusto del consumidor

En lugar de abrirles las puertas a un supermercado, Wyoming Catholic College invita a sus estudiantes a un banquete. En la tradición de las artes liberales, todos los estudiantes cursan un mismo currículo. Tienen cursos de humanidades, teología, filosofía, música y bellas artes, matemáticas y ciencia, retórica y latín. Como las asignaturas están ordenadas de tal manera que unas son fundamento de otras y todas se relacionan entre sí, Wyoming Catholic no acepta créditos transferidos de otras universidades. Su idea de educación se distingue así de la de otros programas en artes liberales que, al poner el énfasis en la libre elección de las clases, han contribuido a crear una opinión cada vez más generalizada de que una educación liberal es un cierto batiburrillo de ciencias y humanidades. En realidad, la sabiduría a la que aspira una educación liberal requiere un conocimiento ordenado y la integración de los saberes entre sí y en la propia alma. El currículo ya establecido que ofrece Wyoming Catholic ofrece un mapa claro a quienes apenas están conociendo la tradición y no saben aún cuál es el orden de los saberes que deben estudiar. Dada la amplitud de disciplinas que caracteriza su currículo, los estudiantes cursan asignaturas que no hubieran elegido por iniciativa propia y que precisamente por su dificultad o extrañeza suponen la ocasión de forjar los hábitos intelectuales que perfeccionan al ser humano.

Una educación no es equivalente a la capacitación para el mercado laboral. El principal fin de la educación en Wyoming Catholic College es la perfección de cada estudiante respecto a la humanidad que tienen en común, no en cuanto a aquello que los distinguirá posteriormente como ingenieros o carpinteros; algo insólito en una época que mide el éxito de una universidad en términos de empleabilidad y que ha olvidado la noción de que en la vida humana hay una jerarquía de fines. A los estudiantes se les recuerda que el objetivo próximo de la educación que allí reciben es prepararlos para el ocio —el fundamento de toda cultura, atendiendo al significado del término latino otium—antes que para un trabajo en específico. La especialización vendrá después y se verá enriquecida por la educación generalista adquirid. Sin está educación previa, los especialistas terminan convirtiéndose en los «sabios-ignorantes» de los que habla Ortega y Gasset en La rebelión de las masas, aquellos que se comportan en todas las cuestiones que ignoran con la petulancia de quien se considera un sabio por conocer bien su mínimo rincón del universo.

La perfección de cada estudiante respecto a la humanidad que todos tienen en común es el fin de esta universidad; algo insólito en una época que mide el éxito en términos de empleabilidad

Inmersos en la realidad

Glenn Arbery, el presidente de Wyoming Catholic College, suele hablar de «inmersión» para explicar lo que distingue al centro y su educación en el modo poético. A diferencia del conocimiento científico, el conocimiento poético es aquel que tiene lugar en la experiencia emocional del asombro. Este modo elemental de entrar en contacto con la realidad corresponde a lo que Platón llamaba los modos poéticos de la gimnástica y la música, llamados a cultivar los sentidos externos e internos, sobre todo la imaginación y la memoria, a través de la experiencia de la realidad, ya sea directamente, mediante actividades que requieran ejercicio físico, o indirectamente, a través de historias y poemas.

De acuerdo a ese ideal inmersivo, los estudiantes comienzan con aquella incursión en las montañas rocosas, equivalente al primer curso del «Programa de Liderazgo Experiencial, y continúa con otras como la expedición de invierno, que incluye largas travesías de esquí de fondo y la construcción de refugios para pasar la noche en la nieve. La educación gimnástica también incluye un programa de equitación en uno de los ranchos locales. No en vano, a Wyoming se le conoce como el estado vaquero de los Estados Unidos y su símbolo icónico es el de un jinete en un caballo dando corcovos. A través del programa de equitación, los estudiantes exploran las raíces del lugar y experimentan un arte ancestral que provee puntos de reflexión sobre la naturaleza de uno de los animales más nobles y el tradicional simbolismo —que encontramos, por ejemplo, en el Fedro de Platón— del dominio del caballo como imagen del dominio de sí.

A través de la práctica de la equitación los estudiantes exploran las raíces del lugar. A través de los siglos y la lectura de Platón llegan ecos del dominio de los caballos como dominio de sí

Una educación en el modo poético

De acuerdo con el profesor y escritor John Senior, quien inspiró gran parte de los ideales y métodos educativos de Wyoming Catholic College, el propósito de la gimnástica no es solo el entrenamiento del cuerpo con vistas a la salud y el descanso, sino la educación de la agudeza de los sentidos. La palabra «gimnástica» proviene del griego gymnos, «desnudo», dada la costumbre que tenían los atletas griegos de entrenar desnudos. Senior le da un nuevo giro al significado de gymnos e interpreta la gimnástica como la experiencia «desnuda» de la realidad. En esta acepción, la gimnástica es el fundamento de toda educación pues, como reza el dicho escolástico, no hay nada en el entendimiento que no esté previamente en los sentidos. Es esta experiencia directa lo que Wyoming Catholic College ofrece a sus estudiantes a través de la inmersión en la naturaleza, en las fuentes primarias de la tradición occidental, en el latín que está en los orígenes de esta tradición (como lengua viva: loquendo, colloquendo et scribendo), en la liturgia (tanto romana como bizantina) y en Lander, la ciudad donde tienen lugar las clases, que bien podría ser el escenario de un western contemporáneo.

Junto a la gimnástica, la música es el otro aspecto de la educación poética de la que hablaba John Senior y que guía el currículo de Wyoming Catholic College. Si la gimnástica es el encuentro «desnudo» con la realidad, por música se entiende la participación en la realidad a través del arte, en particular la poesía y la narrativa, especialmente adecuadas para despertar el asombro. La literatura ocupa un lugar central en el currículo, como elemento esencial para formar los sentidos, la imaginación y los sentimientos. En el documento fundacional de Wyoming Catholic College, Robert Carlson, discípulo de John Senior, cita las bellas palabras de Lorenzo en El mercader de Venecia: «El hombre que no tiene música en sí, ni se emociona con la armonía de los dulces sonidos, es apto para las traiciones, las estratagemas y las malignidades; los movimientos de su alma son sordos como la noche y sus sentimientos tenebrosos como el Erebo. No os fiéis jamás de un hombre así. Escuchad la música». Uno de los mayores tesoros que los estudiantes se llevan al graduarse es el de una veintena de poemas en la memoria. Esa intimidad con ​​Shakespeare, Donne, Keats, Blake, Wordsworth, Hopkins, Yeats, Frost es música que llevarán dentro de sí y que seguirá siendo fuente de alegría y consuelo durante años.

Gimnástica y música guían el currículo de Wyoming Catholic College. La primera entendida como encuentro «desnudo» con la realidad y la segunda como participación en la misma

La educación en el modo poético es el horizonte en el que se desarrollan todas las clases, pero es también el nombre de una asignatura, «Introducción al Modo Poético», que pretende ayudar a los estudiantes a hacer del objeto de sus estudios materia para la vida. En la descripción de esta se lee: «La encarnación de la cultura no ocurre únicamente ni principalmente en los niveles más altos de influencia social, sino que se realiza, ante todo, en la comunidad local y ‘alrededor del hogar’. La Odisea debería ser una historia contada durante la cena, y recitar poesía es una forma exquisita de pasar el tiempo con amigos. El curso ayuda a los estudiantes a reflexionar sobre su ocio y les ofrece la oportunidad de practicar varios pasatiempos gimnásticos y musicales». Aunque cada año el curso tiene matices distintos, los estudiantes podrían esperar lo siguiente durante las siete sesiones de las que consta. Comienza con una cena en casa de uno de los profesores, como un recordatorio de que es alrededor de la mesa donde surgen las más animadas conversaciones. Allí tienen lugar las primeras discusiones filosóficas acerca de la naturaleza del conocimiento poético. La siguiente sesión gira en torno a los cuentos de hadas, con la guía de los apuntes de C.S. Lewis sobre el tema, y la narración de algunos de los ejemplos que los estudiantes atesoran desde su infancia. Otras clases versarán sobre el arte, el teatro, la danza. En la sesión dedicada al arte, los estudiantes pueden elegir entre caligrafía, acuarela o pintura de iconos en vidrio, pero antes deben completar una tarea: contemplar un amanecer o un atardecer y tomar nota de lo que va pasando en el cielo y en sus cabezas. Finalmente, una noche irán todos a las montañas a ver las estrellas y, mientras localizan las constelaciones, se narrarán unos a otros las historias mitológicas que les dieron nombre.

El cultivo de la atención en la era digital

Fieles a su misión de ofrecer una auténtica inmersión en la realidad, Wyoming Catholic College ha prohibido desde sus inicios en el 2007 el uso de móviles en el campus. Al comienzo de cada semestre, los estudiantes entregan sus móviles y se desentienden de ellos, con la sola excepción de viajes fuera de la ciudad o alguna emergencia. Es un requisito que cada vez sorprende menos. Incluso en los ámbitos más liberales, ya no hay quien niegue los estragos que los móviles han causado en la atención y en la comunicación entre los jóvenes. Y sin embargo, los estudios se reciben con un encogimiento de hombros, una sensación de impotencia y una vaga esperanza de que la humanidad saldrá triunfante de alguna manera. La postura de Wyoming Catholic College ha sido más radical y sincera. Los estudiantes siguen teniendo acceso a wifi a través de sus ordenadores personales, así que las oportunidades que les brinda internet siguen estando a su alcance. Sin embargo, la universidad reconoce que lo que ofrece internet en los ordenadores es distinto a lo que ofrece en los móviles. Los mismos estudiantes se dan cuenta de los beneficios y abrazan la norma como una liberación. Sin las distracciones más fáciles, los efectos académicos e interpersonales en toda una comunidad universitaria son prodigiosos. Los visitantes de Crux, el café universitario que está en el corazón de Lander, suelen notar la ausencia de móviles, las conversaciones animadas, los rincones de lectura. Si, como dice el filósofo Gregorio Luri, «la atención es el nuevo cociente intelectual», no es exagerado decir que en Wyoming Catholic College se encuentra una comunidad intelectual privilegiada de estudiantes universitarios.

Con excepciones, los móviles no están permitidos en el campus. La norma redunda en el cultivo de la atención y, finalmente, los estudiantes la ven como una liberación

Los liberal arts colleges y la aventura universitaria

En Wyoming Catholic College la noción de que los años universitarios son una aventura está presente desde el comienzo, cuando reciben sus primeras lecciones en las montañas, el pórtico del asombro por el que entran a estudios más filosóficos. El tono épico de los primeros días se extiende a las clases, donde se discute con seriedad los grandes libros, continuando así esa conversación con los muertos comenzada mediante la lectura. Esa promesa de que en Wyoming les espera una aventura, tanto intelectual como física, en el aula y la montañas, es un ideal que muchos jóvenes quisieran oír, pero que pocas universidades pueden ofrecer.

Recientemente, al hilo de la publicación del ensayo Una educación liberal. Elogio de los grandes libros, del profesor de filosofía José María Torralba, ha resurgido el debate acerca de la educación universitaria. La buena recepción del libro manifiesta un deseo de recuperar la tradición humanística Europea y traer al mundo hispano el modelo norteamericano de la educación liberal a través de seminarios sobre los grandes libros de nuestra cultura. El core curriculum del que habla Torralba en su libro se puso en práctica primero en la Universidad de Columbia y luego en la de Chicago. Es el modelo que mejor se puede aplicar en universidades ya existentes, como se hizo en la Universidad de Navarra bajo el liderazgo del mismo Torralba. Sin embargo, también existe ese otro modelo de los liberal arts colleges, universidades cuyo número de estudiantes por lo general no supera los 500 y que ofrecen grados en artes liberales y otras disciplinas humanísticas. Entre estas se encuentra el paradigmático St. John’s College (en Maryland y Nuevo México), Thomas Aquinas College (en California y Massachusetts), Thomas More College (en New Hampshire), Hillsdale College (en Michigan) y Wyoming Catholic College. En Estados Unidos, a pesar del pragmatismo que lo caracteriza, hay más de 200 liberal arts colleges, y sigue habiendo espacio para que sigan naciendo nuevos, como el Hildegard College, que planea abrir sus puertas en el 2023, o Ralston College, que este año ha recibido a los primeros estudiantes en un Máster en Humanidades. Aunque hay gran diversidad entre los liberal arts colleges y no todos gozan del mismo prestigio, los aquí mencionados tienen la búsqueda de la verdad en el corazón de su misión, y la seriedad de su empeño atrae cada vez más a un mayor número de estudiantes.

La renovada discusión en el mundo hispano sobre los grandes libros y las artes liberales ha demostrado el creciente interés por una educación de este estilo. Cabría esperar que tanto en España como en Latinoamérica se abra la posibilidad de instituciones educativas superiores que recuperen la tradición de una educación liberal, con currículos basados en los grandes clásicos y comunidades académicas pequeñas. El catedrático de Derecho, Pablo Salvador Coderch ha trazado algunas líneas que harían posible comenzar una institución de este tipo en Barcelona. Sería un gran triunfo replicar algo así en Hispanoamérica, con el canon adaptado a esta tradición, tan rica en pensadores, novelistas y poetas.

Poeta, premio Adonáis en 2018 por "El libro Bello es el riesgo". Graduada en Filosofía por la Universidad de Navarra.