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Javier Rupérez es político y diplomático. Fue diputado y senador; y embajador de España ante la Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación en Europa, la OTAN y los Estados Unidos. 

Emilio Lamo de Espinosa es catedrático emérito de Sociología. Miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Vicepresidente de UNIR. Fue presidente del Instituto Elcano. Premio Nacional de Sociología y Ciencia Política.

Avance 

El siglo XX ha conocido dos guerras mundiales y una cifra de muertos de 230 millones, pero también el mayor y mejor organizado esfuerzo por preservar la paz, con la creación de Naciones Unidas, señalaron Emilio Lamo de Espinosa y Javier Rupérez respectivamente. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, surgió la ONU, “una versión reformada, mejor organizada y mejor vista de la Sociedad de Naciones”, que establecía “la renuncia al uso de la fuerza” y una serie de principios como los derechos humanos y las libertades fundamentales. Con la caída de la URSS, se abrió un breve periodo de diez años, en el que ganaron las democracias, las libertades y el mercado, pero tras los atentados del 11-S, con la nostalgia de Putin por el imperialismo soviético y la aparición de China, como superpotencia económica y militar, se han creado tensiones que amenazan la paz.

Actualmente hay dos polos de conflicto: Indo-Pacífico y la guerra de Ucrania. Respeto del primero, “hay que respetar a China, con cuidado pero sin miedo, porque dependemos de China y esta depende de Occidente”, como pone de manifiesto el papel de la UE. En la invasión de Ucrania ha pesado la ideología, la nostalgia de Putin, expresada en la frase “la caída de la URSS es la catástrofe geopolítica más grande del siglo”, así como un problema de victimismo existencial de Rusia. Según Rupérez, “hay que ganar la guerra a Putin, como se hizo con Hitler”; sin embargo es dudoso que sea posible, apunta Emilio Lamo. ¿Qué salidas caben? Que las élites político-militares quieran parar la locura de Putin, conjuras internas, que medie China, o quizá un alto el fuego a la coreana, una tregua indefinida. La conclusión, expuesta por Lamo de Espinosa, es que “la paz es algo inestable, por lo que hay que luchar” y que debe construirse sobre la interdependencia y la cooperación. 

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A la vista de lo que nos enseña la historia; lo sucedido en el siglo XX, con dos guerras mundiales; y las tensiones del convulso escenario actual no aspiramos a una paz perpetua pero si a algún tipo de paz transitoria, por interdependencia. Estas han sido algunas de las conclusiones a las que han llegado el político y diplomático Javier Rupérez, y el catedrático Emilio Lamo de Espinosa en el debate ¿Es posible la paz? celebrado en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). Se trata de una sesión del seminario Pensar el siglo XXI, dirigido por  Lamo de Espinosa, vicepresidente de UNIR. 

Este señaló que el sueño de la paz perpetua, “que planteó Kant en el siglo XVIII con su famoso tratado, no ha sido posible”. Para los polemólogos, “la paz es una excepción a la guerra, es una tregua”. Solo en el siglo XX, se calcula en 230 millones los fallecidos como consecuencia de la guerra. Y el objetivo de la ONU y de la Unión Europea es que nunca más se repitan las guerras mundiales. Incluso el periodo más largo de paz, desde 1945, ha reposado sobre el equilibrio inestable y la amenaza nuclear. 

“No aspiramos, por tanto, a una paz perpetua, pero sí al menos a una paz transitoria, es ¿eso posible?” planteó.

La experiencia fundamental en la historia reciente es “la paz de Versalles (1919), con los 14 puntos para la paz, del presidente norteamericano Wilson” destacó Javier Rupérez. Fue el germen de “la Sociedad de Naciones, pero las condiciones impuestas por la paz a Alemania, vencida en la Gran Guerra, fueron imposibles de cumplir y la raíz de una segunda guerra, como advirtió J. M. Keynes en Las consecuencias de la paz”.

Después de la Segunda Guerra Mundial, surge Naciones Unidas, “una versión reformada, mejor organizada y mejor vista de la Sociedad de Naciones”. 

El preámbulo de la Carta comienza diciendo: “Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles…” subrayó el diplomático. Y ¿qué es, en esencia, la ONU? “la renuncia al uso de la fuerza”. Además de una “serie de principios como los derechos humanos y las libertades fundamentales, la igualdad de sexos; y establece quien detenta el predominio del uso de la fuerza: la misma organización”. Lo cual supone “una evolución esperanzadora, aunque no perfecta”, en la lucha por la paz, apostilló.

Javier Rupérez.

A preguntas de Emilio Lamo de Espinosa sobre el periodo de seguridad y prosperidad, tras la caída de la URSS, y el “fin de la historia” del que hablaba Fukuyama, Javier Rupérez señaló que el politólogo norteamericano “tenía razón, porque hemos ganado las democracias, las libertades y el mercado”. Y “la Unión Soviética se viene abajo ella sola, sin que nadie tirara un tiro, porque no se tenía en pie”.

Pero esa ilusión de prosperidad y seguridad, “se estropea, a partir de 2001, con los atentados islamistas del 11-S”, lo cual produce una serie de reacciones; después Rusia intenta recuperar lo que había perdido con la caída de la URSS, y surge, por otro lado, China. Y llegamos a “un periodo enormemente complicado” como consecuencia de la “criminal invasión de Ucrania”.  A pesar de todo, añadió Rupérez, “no ha habido una Tercera Guerra Mundial; y Naciones Unidas sigue siendo un elemento de referencia indispensable”. “¿Alguien tiene mejores fórmulas que Naciones Unidas?, apostilló el diplomático.

Emilio Lamo estuvo de acuerdo en subrayar el paso que supone Naciones Unidas y el papel que juegan sus principios, pero objetó que “su capacidad efectiva es muy limitada”.

Para Lamo de Espinosa, el 11-S es el momento en el que “aflora el Tercer Mundo con una clara voluntad anti-occidental, anti-liberal”;  y fracasaron los intentos de Occidente de integrar a Rusia y China.

El catedrático señaló las zonas de conflicto que amenazan la paz: las dos fronteras de Europa (por el Este, con Rusia, y por el Sur); el enquistado conflicto de Oriente Medio: y en Asia, el Indo-Pacífico, sin contar con el ciberespacio, donde se libra un guerra sin tregua. 

Respecto al Indo-Pacífico, Javier Rupérez afirmó que “hay que respetar a China, con cuidado pero sin miedo, porque dependemos de China y esta depende de Occidente”. Pekín es consciente de sus limitaciones y de los riesgos que corre en su pulso con Occidente mucho más que hace cuatro años. 

“En sus reclamaciones de Taiwan, no está pensando en una acción belica, porque sabe que Estados Unidos tiene un compromiso firme de defensa de la isla”.

“Más me preocupa -añadió- que intente vender su sistema de progreso económico y autoritarismo político” al Tercer Mundo. Y que “se esté expansionando por África y América Latina, comprando físicamente tierras”.

«Desde la Unión Europea, la relación con China tiene tres dimensiones», expuso Emilio Lamo, «somos socios en muchas actividades; somos competidores en otros campos (tecnología, etc.); y somos rivales sistémicos». De suerte que «tenemos mucho que ganar abriendo el marco a las dos primeras dimensiones».

Ucrania: hay que ganar la guerra a Putin

La paz liberal que se había intentado con Rusia se rompió, según Rupérez, por la nostalgia por el imperio soviético  de Putin, expresada en la frase “la caída de la URSS es la catástrofe geopolítica más grande del siglo”., así como un problema histórico de victimismo existencial de Rusia. Emilio Lamo aludió, además, al “peso de la ideología, esa otra gran variable que explica las guerras, por encima de factores económicos”. 

Ante ello, no cabe “buscar una solución diplomática” -afirmó Rupérez-, sino “hacer que Putin se vaya de Ucrania, que no se lleve nada de lo que se ha quedado indebidamente y que pague la factura”. No podemos permitir que “el chantajista se salga con la suya, como hizo Hitler con los Sudetes” añadió. 

“Putin es otro chantajista”, que ante la tibia reacción occidental “tras la ocupación ilegal de Crimea, en 2014, tomó nota y ahora tenemos la invasión de Ucrania”. Por lo tanto, “hay que ganar la guerra a Putin, igual que se hizo con Hitler”. 

¿Crisis interna, alto el fuego?

¿Pero es posible ganar la guerra? planteó Lamo de Espinosa. ¿Qué soluciones habría? Rupérez señaló que está por ver que “las élites militares y políticas estén dispuestos a permitir que llegue hasta el final de su locura, teniendo en cuenta que Rusia está viviendo una situación agónica”. Por otro lado, “¿el mundo occidental, sobre todo EE.UU., va a seguir respetando esas fronteras, porque el ejército ruso no va a ninguna parte?”. Y luego está China, que “puede decir  hasta aquí hemos llegado”.

El problema, según Lamo de Espinosa, es que “Ucrania no va a renunciar a su soberanía. Y Putin no va a dar marcha atrás. En el medio plazo no se atisba una solución diplomática».

La duda es saber “quién de los dos contendientes en la guerra de desgaste tiene más fuelle para aguantar”.

Y algunos especulan sobre “la posibilidad de un alto el fuego, a la coreana, en una tregua indefinida”.

Lamo de Espinosa y Javier Rupérez.

Paz por cooperación

Emilio Lamo concluyó la sesión señalando que “La paz es algo inestable, que no no es dada, y por lo que hay que luchar”. De forma que la paz que tenemos que “articular y construir reposa sobre tres tercios”, dijo parafraseando la teoría de Robert Cooper. “Un primer tercio en una cierta hegemonía de las democracias o países liberales. El segundo tercio, es el equilibrio; tiene que haber equilibrio de poderes y respetar a los demás países, aunque no nos guste. Y el último tercio es la paz liberal, por interdependencia, es decir, la paz por cooperación, por colaboración”.

Doctor en Comunicación, periodista y escritor.