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La trascendental relevancia literaria del Cancionero de Francisco Petrarca (1304-1374) ha eclipsado el resto de su obra. Su revolucionaria producción poética transformó la forma de entender la lírica e influyó de forma decisiva en autores posteriores, de Garcilaso de la Vega a William Shakespeare. Se le ha calificado de precursor del humanismo, aspecto que queda reflejado en todo su esplendor en su De Remediis utriusque fortunae, al que dedicó diez años, y del que ahora edita Acantilado una selección bajo el título Remedios para la vida.

José María Micó, autor en 2018 de la alabada traducción de la Divina Comedia que puso a Dante al alcance del lector del siglo XXI, ha sido el encargado de esta edición de los Remedios de Petrarca. El catedrático y poeta ha seleccionado y traducido, con el mismo espíritu, los más significativos de los 250 capítulos de la obra original.

Petrarca: Remedios para la vida
Acantilado, 2023. 192 págs.
12 euros (papel). Traducción y prólogo: José María Micó

Petrarca, que también fue precursor del ensayo moderno, recurre al diálogo para presentar esta especie de «summa moral», de forma que no estamos ante una rutinaria retahíla de consejos y admoniciones, sino ante una lectura fluida y amena de recomendaciones para una vida mejor. Los diálogos se establecen entre Razón, que va respondiendo a las inquietudes de cuatro personajes abstractos, las «principales pasiones del alma»: Gozo, Esperanza, Dolor y Temor.

Petrarca, que también fue precursor del ensayo moderno, recurre al diálogo para presentar sus recomendaciones para una vida mejor

Los clásicos, siempre modernos

Quizá lo que más sorprende de esta obra escrita hace siete siglos sea  la rabiosa actualidad de los temas abordados y su indudable interés para el mundo actual. Y eso es precisamente lo que la convierte en clásica, luego actual, que diría Juan Ramón Jimenez, al no verse afectada por el demoledor paso del tiempo. La clave está en que se trata de asuntos inherentes a la condición del ser humano, independientemente de la época que le haya tocado vivir.

Los remedios versan sobre grandes conceptos como la belleza, la juventud, la libertad, la amistad, la esperanza, la gloria, la fama o la muerte. Pero conviven con inusitada naturalidad con aspectos aparentemente nimios de la vida cotidiana, como las mascotas, la acumulación de libros, el tamaño de las casas, la pérdida del tiempo, el juego de la pelota, el insomnio o las pesadillas, que Petrarca eleva a la categoría de trascendentes. Unos y otros contribuyen a alcanzar lo que hoy llamaríamos bienestar emocional.

Grandes temas conviven con aspectos aparentemente nimios de la vida cotidiana. Del conjunto se desprende un equilibrio que hoy podría llamarse bienestar emocional

Las admoniciones desprenden el trasfondo humanista de toda la obra del genio italiano. Tienen como fondo el afán que le caracterizó por conciliar la herencia cristiana con el pensamiento de los clásicos grecolatinos. De hecho, recurre con frecuencia a citas —y también ejemplos vitales— de la Biblia o de santos cristianos, entremezcladas con otras de Sócrates, Aristóteles, Séneca  o Cicerón.  No en vano a él se debe la recuperación de obras de grandes pensadores de la Antigüedad.

Lo más útil para hacerse una idea de esos consejos es ver algunos ejemplos. A veces parece recurrir a la fina ironía, como cuando se refiere a la salud: «Ha sido tan nociva y peligrosa para muchos, que más les hubiese valido estar enfermos en la cama». O como cuando responde al que se queja de tener una casa pequeña: «¿Quieres que cualquier casa te parezca enorme? Piensa en la sepultura».

Un tertuliano llamado Petrarca

Con frecuencia, da la impresión de que nos está hablando de temas de debate del presente. Sobre la educación: «Creo adivinar que das más importancia a los títulos y diplomas: hoy en día no hay nada que se entregue más libremente, pero los títulos no bastan para hacer sabios a quienes no lo son». Sobre la superficialidad de la vida cultural: «En ninguna otra época ha habido tanta abundancia de escritores y comentaristas, ni tanta falta de hombres sabios y elocuentes (…) Ojalá escribiesen solamente los que saben y los que pueden, y los demás leyesen u oyesen». O sobre la polarización: «Dos extremos que distan lo mismo del centro, que es la virtud, son igualmente malos».

Petrarca escribe en presente continuo: «En ninguna otra época ha habido tanta abundancia de escritores y comentaristas (…). Ojalá escribiesen solamente los que saben»

Cuando el personaje Dolor se queja de que «la guerra civil nos destruye», Razón le hace esta recomendación. «Te ruego que evites ser uno de los que, con obras o con palabras, encienden el fuego de la contienda civil. Son muchos los que obran así y que, como si las heridas se debiesen a otros, acaban abrasados por el fuego que ellos mismos encendieron.»

Los Remedios para la vida constituyen una lectura deliciosa y una manera de adentrarse en uno de los grandes clásicos de la literatura universal y del pensamiento humanista. Pero, eso sí, requieren de una lectura sosegada, sin prisas, para extraer toda la sustancia que encierran estos consejos que en cada línea nos enfrentan a nuestra propia existencia. Lo que Petrarca escribió en el siglo XIV para sus contemporáneos sigue apelándonos con la misma intensidad que si lo hubiera escrito hoy mismo.


Algunos «remedios»

La memoria. Gozo se precia de «tener una gran memoria». Razón le responde: «Entonces tienes una espaciosa casa para los enojos, una casa llena de gentiles pinturas, donde son muchas las cosas que te dan fastidio».

La sabiduría. «Soy sabio», dice Gozo. «Si de verdad quieres serlo —replica Razón—, nunca pienses que lo eres. Saberse sabio es el primer escalón hacia la necedad, y el segundo es afirmarlo».

El juego de la pelota. «A ningún ingenio honesto le conviene un movimiento tan brusco, especialmente si se acompaña con tan insoportable griterío».

Casas magníficas. «Hay una regla que conviene por igual a las grandes casas y a las grandes ciudades, y es que no por ser grandes se vive mejor en ellas».

Los Libros. «Si quieres vanagloriarte de tus libros, sigue otra vía: no te precies de tenerlos, sino de entenderlos; no los guardes en tus anaqueles, sino en tu memoria; no en tu biblioteca, sino en tu entendimiento».

«Han hecho sabios a unos y locos a otros que tomaron de ellos más de lo que podían digerir».

La abundancia de riquezas. «Si las gastas se acabarán, y si las guardas no serás rico y estarás siempre afanado; no serás su dueño, sino su guardián».

La fama. «De nada ha servido a los muertos y muchas veces ha perjudicado a los vivos».

La esperada paz de ánimo. «En cuanto alcanzáis lo que deseabais, de nuevo enviáis vuestra esperanza más lejos, y después más lejos todavía».

La pérdida de tiempo. «Sé que entre los hombres es costumbre llamar tiempo perdido a todo lo que no se encamina a la avaricia, pero es precisamente el tiempo dedicado a ella el que de verdad se pierde».

La envidia. «¿No os parece  bastante vivir atormentados por los propios males, que no son pocos, para que además os atormenten los bienes ajenos, con lo que rematáis vuestra desgracia?».

La muerte. «Todos los que están alrededor de tu cama, todos cuantos has visto, oído y leído, todos cuantos podrías conocer, todos los nacidos o por nacer en cualquier tiempo y lugar han seguido o seguirán ese mismo camino. Piensa pues en la gran multitud de compañeros que van delante y detrás de ti y en los que mueren al mismo tiempo que tú, que no serán pocos. Creo que debes avergonzarte por lamentar algo que todos padecen, pues entre ellos no encontrarás ni uno solo a quien envidiar».

Periodista y editor de Nueva Revista. Es autor del ensayo "Los chicos de la prensa" (Nickel Odeón) y participa habitualmente en libros sobre cine de la editorial Notorious.