Aún no habíamos terminado de sentarnos «a manteles» en el discreto reservado de «El Puchero» de la madrileña calle de Larra —punto de encuentro de alguno de los artífices de la transición, tal y como reza el azulejo conmemorativo que lo recuerda— cuando ya Antonio Fontán, tres días antes de recibir el inesperado ataque a su grandísimo corazón, empezaba a dar instrucciones: «Lo que os voy a decir no corre prisa, pero es urgente».
Por supuesto que hablábamos de su querido diario Madrid y de la fundación que lleva el nombre de aquella apasionante aventura de hace nada más que treinta y nueve años. Fontán nos hablaba a sus colaboradores de la inquietud que sentía y qué debíamos hacer para solucionar los temas institucionales pendientes. De alguna manera, me parece ahora, sólo tres meses después, intuía la urgencia —quién lo podía pensar en aquel instante—, de sentar bases seguras para poder pensar en el futuro, en nuevos proyectos e ideas, en la ilusión porque la Fundación Diario Madrid entrase de lleno en el compromiso, ya iniciado hace años, de contribuir a la mayor dignificación de la profesión periodística y en transmitir a las nuevas generaciones de profesionales lo que significó el espíritu y el ejemplo de pluralidad, libertad e independencia que confluyeron en el tiempo que a él le gustaba definir como los cinco años del «Madrid independiente» (1966-1971), bajo su dirección.
Seguro que Antonio Fontán había dado vueltas a lo largo de aquella mañana al mensaje, al mandato, que nos quería transmitir, con su peculiar manera de mandar. Sabía cómo hacer partícipes de un proyecto a los numerosos equipos profesionales que dirigió. Con ese carácter lo conocimos cuando llegó al diario Madrid, en el año 1966, y así ha seguido en su larga vida de responsabilidades políticas, universitarias y periodísticas. En el transcurso del almuerzo, entre mis notas de trabajo, anoté su frase: «No prisa, sí urgencia». Sin duda, no lo podría haber expresado más sencillamente ni mejor, para que impulsáramos nuestros quehaceres. Ha sido emocionante encontrar ahora esa anotación entre mis cuartillas. Antonio Fontán tenía —suaviter in modo, fortiter in re— esa virtud de la determinación que Stefan Zweig atribuye a Cicerón en sus Momentos estelares de la humanidad: «En medio de la confusión general Cicerón se revela como el único capaz de mostrar determinación». Y a Cicerón, uno de los personajes más queridos, estudiados y traducidos por Fontán, lo considera «como espíritu libre para quien servir a una dictadura está por debajo de su dignidad y de su honor».
Sabía dirigir. Así lo percibí en aquellos primeros encuentros de 1966 en el Madrid. Yo había llegado al periódico pocos meses antes, convocado por Pedro Crespo García («Harpo», después en ABC y en Tiempo Nuevo) para hacer, como colaboradores, unas páginas semanales destinadas al mundo de la educación, tema que luego sería uno de los ejes informativos y de opinión del periódico. Me pidió que continuara haciendo mi trabajo y que me incorporase al nuevo equipo que empezaba a formarse.
Enseguida me contó su proyecto: teníamos que conseguir que la educación, con mayúsculas, empezase a ser importante en España. El objetivo: que la hasta entonces escasa dotación del Ministerio de Educación pasase a la cabeza de los Presupuestos Generales del Estado. Ese sería el primer indicio del cambio de mentalidad hacia la democracia en España. Es fácil entender lo que un joven periodista, en el inicio de su carrera, experimentó al sentirse partícipe del sueño de un director «de los de entonces».
El Gobierno (Franco, Carrero Blanco, Fraga, Sánchez Bella…) multó y acabó cerrando el Madrid con un pretexto legal, porque no admitía que allí se estuviera gestando «el prólogo del cambio» que pronto habría de llegar. No toleraba su línea editorial, ni los artículos con firma, ni el ejercicio de la libertad de expresión, ni los chistes de Chumy Chúmez, ni el nacimiento de su pionera Sociedad de Redactores…, ni nada. Y cada cual emigró a nuevas tareas. Fontán a la política, como se cuenta en estas mismas páginas y tanto se ha escrito tras su fallecimiento. Otros, allá donde fue posible, pese al estigma que cayó sobre casi todos los que trabajaron en el Madrid y que no fueron «amnistiados» hasta la llegada de la democracia.
El reencuentro profesional, porque el vínculo de amistad siempre se mantuvo, llegó hace veinte años con la fundación de Nueva Revista de Política, Cultura y Arte y la participación de redactores del Madrid en su consejo editorial. Después, hace diez años, de nuevo con la llamada del diario Madrid. Había que relanzar la Fundación Rafael Calvo Serer, hoy Fundación Diario Madrid, de la que Fontán fue nombrado presidente, que quería recoger el testigo del periódico. En esa tarea nos volvimos a unir. Y comenzamos a colaborar antiguos accionistas, redactores, colaboradores y trabajadores del periódico. «Parece increíble, quién nos iba a decir que casi cuarenta años después se sigue hablando del Madrid y que aquí estamos los mismos, en la calle Larra, en el edificio donde nació El Sol hace noventa años», nos decía Fontán al patronato de la fundación hace sólo unos meses, mientras miraba la reproducción de la última portada del Madrid del 25 de noviembre de 1971, con el histórico «Adiós» en la columna de salida de la primera página, que él firmó. En definitiva, el diario Madrid fue realidad y símbolo de una época, como tituló Carlos Barrera su tesis doctoral.
«Quién no recuerda —escribió en «ABC de las Letras» (18-10-08) Luis Alberto de Cuenca, en su crítica al libro de Fontán Príncipes y humanistas— su etapa como director del diario Madrid en una época en que ese periódico se erigió en portavoz de la futura democracia y pagó un alto precio por ello. Fue en sus páginas donde me inicié, a los dieciocho años recién cumplidos, en la crítica literaria, y fue en su sede donde estreché por vez primera la mano de don Antonio». El testimonio de la trayectoria periodística de Antonio Fontán queda recogido en el texto del profesor Barrera en estas mismas páginas, pero sí hay que decir que en los últimos veinte años el profesor, político y periodista Antonio Fontán compartió sus estudios y publicaciones sobre los clásicos, también recogidos en estas páginas por la profesora Virginia Bonmatí, con actividades en la empresa periodística, entre otras, Nueva Revista; con la Fundación Diálogos (en el último año); con la Asociación de la Prensa de Madrid y la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) como presidente de la Comisión de Quejas y Deontología y, desde luego, muy especialmente, como presidente de la Fundación Calvo Serer, del consejo de administración de la mercantil Madrid, Diario de la Noche, S.A., y de la Fundación Diario Madrid.
El profesor Manuel Núñez Encabo, catedrático de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense y vicepresidente de la citada comisión de la FAPE, ha escrito que Antonio Fontán representa un hito en la historia del periodismo. «Ser periodista es el hilo conductor y permanente de su personalidad polifacética. Esta Comisión que puso en marcha el presidente de la APM y de la FAPE, Fernando González Urbaneja —continúa Núñez Encabo—, ha demostrado que el ejercicio de la profesión periodística es compatible con la libertad de expresión de los emisores-periodistas y medios de comunicación y el derecho a la información veraz y los derechos fundamentales de los emisores-ciudadanos. La comisión ha mantenido el más alto rigor en sus actuaciones debido a la sabia presidencia de Antonio Fontán, que regía sus actuaciones bajo el principio básico que a veces comentábamos del timeo hominem unius libri, con ese compromiso prioritario de la lealtad institucional al servicio de la comisión, en el marco de la FAPE. El magisterio de Fontán debe ser el mejor ejemplo para seguir recorriendo el camino de los nuevos retos del periodismo multimedia en la nueva etapa ya comenzada de la convergencia entre telecomunicaciones, prensa, audiovisual e Internet».
También tienen el sello de Antonio Fontán las múltiples actividades desarrolladas por la Fundación Diario Madrid, comprometida como antes se cita con el ejemplo de dignidad que representó el Madrid. A las iniciativas para el mejor desarrollo y estímulo de los profesionales de la comunicación corresponden las varias exposiciones de foto- grafía de conocidos profesionales, algunas de ellas sacadas del propio archivo gráfico de la fundación («Madrid al paso»), procedente de los fondos de El Heraldo de Madrid, el diario Madrid y otras colecciones recientemente incorporadas y que suman cerca de doscientas mil imágenes, todas ellas ya catalogadas, digitalizadas y en proceso de comercialización.
Del mismo modo, y en varios casos con la valiosa colaboración de Miguel Ángel Aguilar desde la Asociación de Periodistas Europeos, Antonio Fontán ha enriquecido con su prólogo la edición de la colección «Los libros del Madrid» Chumy Chúmez, Francisco (Cuco) Cerecedo, Moncho Goicoechea, Miguel Logroño, en preparación; las exposiciones de las caricaturas de Onésimo I. Anciones para las entrevistas del semanario Tiempo, que firmaron Carlos Luis Álvarez (Cándido) y Nativel Preciado; de Primeras Páginas (100 portadas históricas) de Josep Bosch; las fotografías periodísticas de Cuco Cerecedo (Francisco Cerecedo en su XXV aniversario); de Enrique Cano sobre la transición (Personal- mente); así como de Ryszard Kapuscinski (África en la mirada); los encuentros de la Casa Árabe (Voces de Irak); presentaciones de libros sobre periodismo (Cuatro siglos de periodismo en España de Mari Cruz Seoane y María Dolores Saiz); Cuadernos del Madrid, publicación sobre medios de comunicación y la presentación de la Colección Grandes Pensadores (RBA Editores / Editorial Gredos), que hizo recordar a Antonio Fontán ante el ministro Ángel Gabilondo, que hacía sesenta años que había publicado sus primeros estudios y traducciones de los clásicos en la Editorial Gredos. Precisamente esta fue su última comparecencia en un acto público en la fundación.
Dedicó igualmente toda su atención y buen hacer a la colaboración con las actividades de la Asociación para la Defensa de la Transición y a la cátedra de la Transición de la Universidad Europea de Madrid. También a los Premios de Periodismo Rafael Calvo Serer que otorga la Fundación Diario Madrid y que cuentan en su nómina con personalidades como Hugh Thomas, Francisco Pinto Balsemao, Guillermo Luca de Tena, Carlos Sentís, José Javier Uranga, Ángel Arnedo, Manuel Fernández Areal, Ricardo Estarriol y Andrés Romero. Y este año, en su novena edición, el periodista y escritor francés Philippe Nourry, autor de las biografías Francisco Franco, la conquista del poder, Juan Carlos, un rey para los republicanos y La novela de Madrid recientemente publicada por Planeta. Nourry prepara ahora una «Historia de España». El acta del jurado del premio, que dejó firmada Antonio Fontán, anuncia que se entregará en la próxima primavera. Él habría deseado ser anfitrión de este acto y acompañar al periodista Nourry, excepcional cronista de la transición española. Entre las personalidades encargadas de la solemne entrega de los premios en el aula de actos de la sede de la fundación, han figurado los Príncipes de Asturias, los duques de Soria, la infanta doña Pilar, Esperanza Aguirre y José María Aznar. Políticos de todas las tendencias, empresarios, periodistas, universitarios y el más amplio espectro del mundo de la cultura se han dado cita cada año en estos premios.
Han sido muchas sus iniciativas, con el apoyo de un patronato que ha sabido dar rumbo al espíritu del Madrid y cuyos miembros se proponen mantener e impulsar en esta nueva etapa en la que desde el afecto al amigo y el respeto al profesional nos sentimos un tanto huérfanos, pero ilusionados por el futuro y continuadores de su esfuerzo. De este propósito son buena prueba las actividades que Antonio Fontán dejó en el telar y que pronto irán viendo la luz. Entre ellas los protocolos de colaboración con la Universidad de Alcalá de Henares (con la exposición de viñetas en la prensa internacional «La letra con humor entra»), con el Instituto de la Lengua Castellano y Leonés y el seminario de la Fundación Iberoamérica Europa sobre «El rol de los think tanks en América Latina».