Estas líneas se escriben con motivo de la publicación del tomo II/1 de Política, cultura y sociedad en la España de Franco (1939-1975) cuyo autor es el profesor Gonzalo Redondo (Universidad de Navarra) y que narra el devenir histórico de España entre agosto de 1947 y junio de 1951.
Ciertamente se puede afirmar que «la Historia no sirve para nada», pero, a la vez podemos asegurar, que si se quiere ayudar a configurar el futuro, es necesario saber historia. Toda persona interesada en conocer «su tiempo» e intervenir en él, encontrará en este libro una ocasión de reflexión, una herramienta útil de manera especial para todos aquellos interesados hoy en participar en la «cosa pública».
Es inevitable, casi biológico, que cada cierto tiempo los españoles nos planteemos la pregunta ¿qué es España? Y ¿quiénes somos los españoles? La identidad de una sociedad desde el punto de vista cultural y político es un proceso de siglos; ¿quién podrá fijar la fecha que marca el inicio de nuestra realidad histórica actual?
La reflexión sobre el ser histórico de España es el argumento con el que se inicia el libro de Gonzalo Redondo. El autor estudia las respuestas que entre 1947 y 1956 formularon tres personalidades de la cultura española -Menéndez Pidal, Sánchez Albornoz y Américo Castro- a esa problemática. No obstante sus diferentes peripecias y vicisitudes personales, los tres intelectuales estaban de acuerdo en la existencia de una «conciencia nacional» en los españoles, y en el papel rector que debían asumir las minorías dirigentes para conformar esa conciencia nacional. Tres personalidades liberales, bien en el exilio o centradas exclusivamente en su trabajo, coincidían en una visión que armonizaba conciencia nacional y minoría dirigente.
A la configuración de esa «conciencia nacional» empeñaron su esfuerzo las diversas y minoritarias «minorías dirigentes» del franquismo desde distintas instituciones del Estado o provinciales. Se trataba de imponer desde el Estado a los ciudadanos una conciencia «nacional y católica», que entendían como única y verdadera, y que cuyo abandono y negación por parte de liberal-demócratas, socialistas, demócratas radicales y comunistas había sido el origen de los problemas de España.
Gonzalo Redondo individualiza y presenta las iniciativas que con este objetivo fueron formuladas en España por las minorías dirigentes desde 1947. Unas minorías que, entre 1947 y 1951, mantuvieron una colaboración absoluta y estrecha. No será sino a partir de 1951 cuando se produzca la fractura y, finalmente, la confrontación total. Hasta 1951 esa unión básica va ser completa en lo que consideraron la oportunidad excepcional de construir lo que el autor denomina «Estado tradicional» . Es decir, una respuesta cultural y política que pretendía cimentar de modo definitivo la historia de España y consolidar un régimen duradero por ser el «verdadero». Se trató del intento de imponer una particular interpretación de la historia sobre la sociedad, al mismo tiempo que se controlaba la vida social para garantizar que se recibía y se aceptaba la adecuada interpretación histórica.
Aquel intento es la historia de un gran fracaso, a pesar de que en él pusieron su empeño las principales figuras intelectuales y políticas de España: Pedro Laín, Calvo Serer, Ruiz-Giménez, Ángel Herrera, Pérez-Embid, Tovar, José Luis L. Aranguren, Alfredo Sánchez Bella…
Este volumen, unido al que abarca el periodo 1951-1956, supone un paso de gran alcance en el estudio que Gonzalo Redondo ha realizado en los últimos veinte años en la Universidad de Navarra sobre política y cultura, desde 1931 hasta 1956. Como realidades unidas a su trabajo investigador, el profesor Redondo ha consolidado un grupo de investigadores en Historia de España en el siglo XX, siempre en un contexto europeo, y un fondo histórico de archivos personales en el que ya están integrados más de ciento cuarenta archivos. Estamos, por tanto, ante la obra de un gran académico.
Este segundo tomo de la vida cultural y política de la sociedad española durante cuatro años de mandato personal y autoritario de Francisco Franco es realmente «una obra mayor».
El hecho de haber utilizado más de un centenar de archivos personales, que muestran las ideas de buena parte de los dirigentes que trataron de configurar en esos años la vida política y cultural -en su sentido más amplio-, bastaría para constatar la importancia y novedad de esta publicación.
Hablar de política y cultura en la sociedad significa abarcarlo todo, porque todo importa a la hora de analizar cómo se intentó configurar desde el Estado una sociedad -en aquellos años, la española- de acuerdo con unos determinados planteamientos. Un proyecto político y cultural que era mayoritario, podemos decir único, en los políticos, intelectuales, universitarios, personas de cultura de España desde 1947. Quizás el único proyecto un tanto divergente, iniciado por Ortega y Marías, también estudiado por Redondo, se agostó al poco de nacer.
El lector tiene la impresión de que Gonzalo Redondo ve España en el tiempo de Franco como un campo de pruebas privilegiado para el historiador. Es un ámbito bien delimitado cronológicamente; además, los grupos y personalidades que buscaron conformar política y culturalmente la sociedad eran limitados e identificables. Por ello, el estudio de sus proyectos «sólo» exige paciencia, dedicación y esfuerzo, que es lo que transmite Redondo en estas páginas, aunque todo historiador sabe que en el fondo siempre hay aspectos y cuestiones que quedan en penumbra por no haber podido consultar un archivo u otros motivos.
Si, como es ya sabido, la ética del historiador está en agotar las fuentes, la utilización de un centenar de archivos personales, con correspondencia privada, diarios inéditos o que sólo se conocen parcialmente, ha permitido a Gonzalo Redondo renovar los enfoques historiográficos y superar los excepcionales trabajos que nos había ofrecido desde 1992. Su rigor y capacidad de matizar, en lo referente a los conceptos empleados, sitúan al profesor Redondo en la frontera de la renovación de la historiografía sobre la España del siglo XX, desde aquel inolvidable libro Las empresas políticas de José Ortega y Gasset en 1970.
El fondo de archivos y documentación para la historia del siglo XX en la Universidad de Navarra exige dos palabras. Hecho realidad por el trabajo de Gonzalo Redondo, con la ayuda de la extraordinaria «archivera-conservadora» que es Inés Irurita y del profesor Fernando de Meer, es una gran instalación para la investigación avanzada en historia, a partir de fuentes primarias, única en el mundo académico continental.
En esta obra de Gonzalo Redondo nos encontramos ante un historiador que entiende que «la Historia es el campo de la acción libre de Dios y de los hombres», y además «no existen leyes de ningún tipo a las que la Historia deba ajustarse». Por tanto, para el autor el hombre no está solo, pero es completamente libre para llevar a cabo las decisiones y proyectos con los que desea comprometerse. Es libre, incluso, para ignorar que no está solo.
Estamos ante un historiador de personas y de los proyectos de las personas, convencido de que ni el presente ni el futuro se ganan llenando el recuerdo de explicaciones falsificadas. Redondo entiende que el valor de la historia no está en servir de apoyo a proyectos políticos o discursos sobre la normalidad o anormalidad de la historia de España, por poner un ejemplo. Tampoco como instrumento para la creación de una supuesta conciencia nacional. La historia tiene sentido al tratar de comprender y rastrear en su profundidad las decisiones libres que las personas adoptaron y cómo trataron de hacerlas realidad en el ámbito en el que les tocó vivir, y de acuerdo a qué parámetros. La consecuencia de esas acciones es el presente. No somos el resultado de corrientes de la historia sino de decisiones libres tomadas por personas como nosotros.
En consecuencia, Gonzalo Redondo narra una historia de España en la que se van entrelazando las personas y sus proyectos políticos y culturales. Entendiendo política y cultura en su sentido amplio y profundo. Esto hace que, por un lado, no estemos ante una historia de las minorías, sino de las personas que integran esas minorías. No obstante, el objeto de estudio son todas las minorías que trataron de conformar esa conciencia nacional. Dentro de las minorías que existieron le merece una atención especial aquella que gozaba de un mayor grado de autonomía respecto del Estado: la eclesiástica.
La totalidad del volumen es como una sinfonía en la que de modo armónico aparecen, al compás riguroso de la cronología, los personajes, las iniciativas con las que desde instituciones estatales o provinciales, pretendieron conformar la sociedad española, los dirigentes eclesiásticos -esenciales para configurar esa determinada conciencia nacional, que era entendida como católica- y las minorías monárquicas -imprescindibles para asegurar el futuro de un Estado que se ha constituido en reino-. Todos ellos desarrollando sus acciones al mismo tiempo y en un contexto internacional determinado -guerra fría- y condicionados por un Vaticano que seguía viendo como transitorio un régimen, que hacía de su pretendido carácter católico una de sus señas de identidad política.
El lector se introduce inmediatamente en el diálogo planteado por Redondo, pues los problemas que analiza son de un alcance permanente. ¿Cuál es la función de la minoría que se dedica a la vida pública? El autor es absolutamente claro en este aspecto. El único sentido que puede tener es ayudar a promover el desarrollo libre, la vida social y nunca condicionarla, predeterminarla o anularla.
Son las personas que componen la sociedad las que deben decidir qué quieren ser y cómo se quieren organizar, y no unas minorías las que pretendan hacer escribir al resto al dictado de sus proyectos. Es la vida libre de las personas en sociedad, problemática, contradictoria y difícil, lo que debe centrar la labor de las minorías y no la imposición de sus particulares proyectos. Esa tentación en la que cayeron tantos ejemplares y sus dóciles.
Se ha dicho de un conocido intelectual francés del siglo XX que era como una «planta vieja de un mundo más viejo que florecía misteriosamente en un suelo pobre; sin embargo, esa vieja planta era necesaria para proteger a los árboles más jóvenes». Creo que esa expresión también puede ser válida para Gonzalo Redondo. Sus obras transmiten pasión por la persona y por su libertad, condición imprescindible para que ésta pueda tomar decisiones responsables, verdadero camino para la mejora de la sociedad.