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Imaginemos un mundo en el que las tradiciones orales nunca se hubieran puesto por escrito, en el que no hubiera libros. Entonces:

—Nuestro sentido de la historia, del auge y caída de imperios y naciones, sería totalmente distinto: la escritura ha inspirado el auge y la caída de los imperios y de las naciones.
—Muchas de las ideas filosóficas y políticas nunca habrían visto la luz, porque la literatura que las originó no se habría escrito.
—Casi todos los credos religiosos desaparecerían.

Martin Puchner: "El poder de las ideas o cómo han cautivado al ser humano, de la Ilíada a Harry Potter" (Crítica, Barcelona, 2019)

Martin Puchner, en El poder de las historias o cómo han cautivado al ser humano, de la Ilíada a Harry Potter (Crítica, Barcelona, 2019), defiende esas tesis e ilustra cómo las historias y la literatura han creado el mundo que tenemos hoy, cómo los textos escritos son los códigos que definen la identidad de los pueblos y la forma en que los seres humanos organizan sus vidas.

Se vale para ello de dieciséis textos fundamentales de entre los más de cuatro mil años de literatura universal. Y lo hace de forma viva: el autor ha viajado a escenarios originales para hilvanar su propio relato: por ejemplo, al sur del Sahara, donde aún se recita la epopeya de Sunjata, y a la selva Lacandona, en la que viven los zapatistas, herederos de la cultura maya del Popol Vuh.

El libro de Martin Puchner, catedrático de Literatura comparada en la Universidad de Harvard, es pues una contribución a la historia de la cultura desde la perspectiva de cómo transforman el mundo la aparición de la escritura, la imprenta o, en la actualidad, las nuevas formas de escritura relacionadas con internet.

En la Introducción, Puchner afirma:

«La literatura no es solo para los amantes de los libros, puesto que desde su aparición cuatro mil años atrás, ha conformado la vida de los seres humanos que pueblan el planeta Tierra.»

«Los principales protagonistas de la historia de la literatura no son necesariamente los autores profesionales, sino… un inesperado elenco de personajes, desde los contables mesopotámicos… hasta los piratas de los marjales en el golfo de México».

Entre esos protagonistas juegan un papel muy destacado los personajes de la Biblia,  «un texto fundacional».

“Los textos fundacionales solían estar custodiados por sacerdotes que los atesoraban en el corazón de los imperios y naciones, mientras que los reyes los impulsaban porque sabían que un relato podía justificar conquistas y proporcionar cohesión cultural.» 

Al principio, los textos fundacionales surgieron en muy pocos lugares, «pero a medida que se extendía su influencia fueron apareciendo nuevos textos hasta que el globo se fue pareciendo más y más a un mapa organizado por la literatura, por los textos fundacionales que dominaban una determinada región». El creciente poder de esta clase de textos situó a la literatura «en el centro de muchos conflictos, entre ellos las guerras de religión.»

Pero no solo las guerras de religión. La Guerra Fría era en gran medida una guerra entre textos fundacionales: «La Unión Soviética se había fundado a partir de las ideas articuladas en un texto mucho más reciente que la Biblia: El manifiesto comunista, escrito por Marx y Engels y leído con avidez por Lenin, Mao, Ho y Castro.»

Efectos secundarios: las lenguas «muertas»

Los inventos relativos a la escritura a menudo iban acompañados de inesperados efectos secundarios, «puesto que la conservación de textos antiguos significaba mantener artificialmente vivas las lenguas en que estaba escritos. Por ende, los estudiantes han tenido que aprender lenguas muertas desde entonces».

El volumen de Martin Puchner se desarrolla en cuatro fases:

La primera trata el periodo dominado por pequeños grupos de escribas conocedores, solo ellos, de los complicados sistemas de escritura arcaica y que, por consiguiente, controlaban los textos que recopilaban de los narradores, textos como La epopeya de Gilgamesh, la Biblia hebrea y la Ilíada y la Odisea.

La segunda abarca el tiempo de «maestros carismáticos como Buda, Sócrates y Jesús».

En la tercera «empezaron a emerger los autores individuales».

Por último está «la era de la producción en masa y de la alfabetización en masa, con periódicos y octavillas»… hasta la revolución con el internet de nuestros días.

Estas cuatro fases, junto con las historias y las invenciones que las hicieron posibles, «crearon un mundo conformado por la literatura. Un mundo en el que las religiones se basan en libros y las narraciones se fundamentan en textos, un mundo en el que conversamos habitualmente con voces procedentes del pasado e imaginamos que podemos dirigirnos a los lectores del futuro».

Índice

Introducción: el amanecer de la tierra.
Mapa y cronología del poder de las historias.
Capítulo 1. El libro de cabecera de Alejandro.
Capítulo 2. Rey del universo: de Gilgamesh y Asurbanipal.
Capítulo 3. Esdras y la creación de las Sagradas Escrituras.
Capítulo 4. Enseñanzas de Buda, Confucio, Sócrates y Jesús.
Capítulo 5. Murasaki y La novela de Genjila primera gran novela de la historia universal.
Capítulo 6. Mil y una noches con Sherezade.
Capítulo 7. Gutenberg, Lutero y el nuevo público de la imprenta.
Capítulo 8. El Popol Vuh y la cultura maya: una segunda tradición literaria independiente.
Capítulo 9. Don Quijote y los piratas.
Capítulo 10. Benjamin Franklin: empresario de los medios de comunicación en la República de las Letras.
Capítulo 11. Literatura universal: Goethe en Sicilia.
Capítulo 12. Marx, Engels, Lenin, Mao: ¡lectores del Manifiesto comunista, uníos!
Capítulo 13. Ajmátova y Solzhenitsin: literatura contra el estado soviético.
Capítulo 14. La Epopeya de Sunyata y los artesanos de la palabra de África occidental.
Capítulo 15. Literatura postcolonial: Derek Walcott, poeta del Caribe.
Capítulo 16. De Hogwarts a la India.
Agradecimientos, notas, créditos de las ilustraciones, índice alfabético.

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.