Durante muchos años, las teorías económicas de John Kenneth Galbraith, favorables a la intervención del Estado en la economía privada, siguiendo la estela del británico John Maynard Keynes, disfrutaron de gran popularidad en lodo el mundo, y no sólo entre los expertos en la materia, ya que fueron aceptadas por amplios sectores de las sociedades occidentales.
Pero la economía intervencionista, en mayor o menor grado, según los países y circunstancias, trajo consecuencias muy negativas para garantizar el crecimiento económico exigido por las naciones más desarrolladas. A John K. Galbraith le sustituyeron nuevas figuras de economistas liberales, defensores de la economía privada y partidarios de reducir la intervención del Estado al mínimo indispensable.
Naturalmente, Galbraith — que pasa ya de los ochenta años— no ha renunciado a sus ideas anteriores y se muestra contrario al liberalismo económico representado por los espectaculares logros de la política implantada por el ex-presidente Ronald Reagan.
Galbraith ha buscado en esta ocasión la sátira irónica en un relato novelado en el que el fondo puramente económico priva sobre cualquier otra pretensión literaria, aunque justo es reconocer que el veterano profesor utiliza con dignidad los recursos lingüísticos propios de una persona que, a lo largo de su vida, ha escrito gran número de estudios, ensayos y artículos en revistas especializadas.
Nos cuenta el autor los brillantes resultados obtenidos por un profesor de la Universidad de Harvard, que decide simultanear la actividad docente con su participación en el negocio bursátil, aplicando un sistema de su invención, que practica auxiliado por un ordenador capaz de relacionar los datos que le suministra.
La clave fundamental del método es canalizar la actividad bursátil en el sentido contrario a las tendencias a la baja o alza, con lo cual el inteligente profesor consigue amasar una considerable fortuna. Logra John K. Galbraith describir con detalle el complejo funcionamiento de) sistema de Bolsa americano, señalando los fallos desde unos planteamientos contrarios a la economía capitalista entendida en sentido liberal.
El protagonista demuestra el comportamiento irracional de las operaciones bursátiles, al mismo tiempo que se burla de los «expertos» y apunta críticas a las instituciones y leyes encargadas de regular su funcionamiento. El estilo empleado por el autor y lo complicado de una trama que sólo captarán los entendidos convierte su novela en un episodio reservado para un público de élite, capaz de comprender las sutilezas intelectuales de Galbraith y los mecanismos que mueven los mercados de valores bursátiles. El propósito irónico del autor se cumple a través de este relato, en el que desarrolla una tesis propia de cualquiera de sus ensayos, recubierta del lenguaje literario, que le da una mayor facilidad de difusión entre los aficionados al género novelístico.
Da la impresión de que Galbraith se ha divertido escribiendo su obra, dejando en ella constancia de cierto sentido del humor capaz de suavizar el pesimismo predominante en otros estudios de teoría económica publicados con anterioridad.