¿Tiene aún sentido leer a los clásicos del pensamiento económico? Poca duda cabe de que la mayor parte de mis colegas economistas darían un no con pocas matizaciones como respuesta. Los datos en su favor parecen, por una parte, irrebatibles. En la mayoría de las universidades más prestigiosas del mundo, la enseñanza de la historia de las doctrinas económicas ha desaparecido por completo o desempeña un papel de mínima importancia, ya que se piensa que el economista contemporáneo poco tiene que aprender de las ideas del pasado. Pero, paradójicamente, la investigación en este campo parece vivir, al mismo tiempo, una época de esplendor. Nunca, en efecto, ha habido tantas revistas académicas dedicadas a la historia de las doctrinas económicas; y nunca se han publicado tantos libros sobre estos temas como los que están apareciendo en nuestros días.
La universidad española no es, desde luego, ajena a este fenómeno, y cada vez es mayor el número de obras de autores clásicos que pueden ser leídas en nuestra lengua en traducciones fiables y ediciones cuidadas. Y, lo que es tal vez incluso más relevante, no se trata ya sólo de los autores más conocidos; también otros economistas, hasta ahora considerados como «de segunda fila» se van incorporando a este proceso de popularización.
Tal es el marco en el que hay que situar la nueva antología de textos de la historia del pensamiento económico preparada por los profesores Julio Segura y Carlos Rodríguez Braun, cuya principal característica es, precisamente, que pone el énfasis en autores o textos no traducidos nunca al español o —como en el caso de Say— en textos traducidos hace mucho tiempo en ediciones que resulta casi imposible encontrar. El contenido puede sorprender, por tanto, un poco al lector no especialista. En la primera parte, dedicada a la escuela clásica de Economía política, no aparecen, en efecto, ni Adam Smith, ni Ricardo, ni Malthus ni J.S. Mili. Pero hay textos de J. Anderson, de J. Pennington o de M. Longfield, por citar sólo algunos de aquéllos cuyos nombres dirán menos al lector de hoy, pero que desempeñaron un papel relevante en su época. En la segunda parte, dedicada a la Economía neoclásica, los nombres resultan, en todos los casos, bien conocidos, si bien causa alguna sorpresa que dentro de la escuela neoclásica, cuyos orígenes suelen situarse en el último tercio del siglo XIX, se incluyan dos autores, Beccaria y Bernouilli, que pertenecen, tanto histórica como culturalmente al siglo XVIII. La justificación para su inclusión en este apartado es clara, sin embargo. Lo relevante aquí no es el momento histórico en el que escribieron, sino el contenido de sus obras, que permite establecer un evidente punto de conexión entre sus trabajos y lo que harían los economistas un siglo más tarde.
La última parte, dedicada al equilibrio general y la Economía matemática, es sin duda la que más dificultades de comprensión presenta. Uno de los trabajos incluidos, el artículo de Barone «El ministro de la producción en un Estado colectivista», tiene una importancia e interés indudables. Más discutible es la inclusión de dos textos de Wald y von Neumann que, aunque tienen una gran relevancia y son trabajos básicos para entender la moderna teoría del equilibrio general resultarán, seguramente, de una complejidad matemática excesiva para la inmensa mayoría de los posibles lectores de esta antología.
La estructura del libro es, ciertamente, novedosa en España. Pero conviene señalar que tanto la segunda como la tercera parte de esta obra resultan, en buena medida, deudoras de la excelente antología Precursors in Mathematical Economics, que prepararon en el año 1968 William Baumol y Stephen Goldfeld, y que a muchos economistas nos ha servido como introducción valiosísima al estudio de la evolución de la Economía matemática. Tres de los seis textos de la segunda parte y tres de los cuatro textos de la tercera de la antología de Segura y Rodríguez Braun habían sido seleccionados, en efecto, también por Baumol y Goldfeld para su citado libro.
El resultado final de este esfuerzo editorial es, sin duda, muy positivo. Los textos están bien traducidos y la edición ha sido cuidada con el estilo y con el alto nivel científico habitual en los trabajos de los profesores Segura y Rodríguez Braun. Una antología de esta naturaleza forzará necesariamente a abrir el ámbito de la historia del pensamiento económico a campos y autores que aún resultan poco conocidos en nuestro país.