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Napoleón solía burlarse de los ingleses, de los que decía que solo eran una nación de tenderos… ¡pero qué tenderos! Este país de comerciantes no solo venció al emperador de los franceses, sino que en el transcurso de los siglos XVIII y XIX se hizo, en nombre del libre comercio, con el total monopolio de las rutas de suministro con Asia. Puede que los hijos de la Gran Bretaña tengan tendencia a adornar sus méritos y a presentarse más altos, más listos y más fuertes de lo que realmente han sido a lo largo de la historia, pero hay que reconocer que aquí, en lo referido a la Compañía Británica de las Indias Orientales, no han exagerado ni un ápice.

La anarquía. Desperta Ferro. 560 págs. 26,55 € (papel) / 11,39 € (digital). Traductor: Javier Romero Muñoz.

Al contrario, los historiadores británicos han preferido rebajar con agua y bonitas palabras el agresivo dominio que llegó a ejercer en la India una empresa privada donde los grandes hombres de negocios, muchos parlamentarios y hasta ministros, tenían invertidas cantidades millonarias.

Inglaterra era una nación de segunda y resignada a tomar las migajas que España y Portugal dejaban desguarnecidas en su control abusivo de océanos, islas y continentes

El historiador y escritor escocés William Dalrymple narra en su libro La anarquía: La Compañía de las Indias Orientales y el expolio de la India, editado en España por Desperta Ferro, la crónica de cómo esta empresa logró ascender desde la nada hasta convertirse en el todo a costa del declinante Imperio mongol. Sus maldades. Sus victorias militares… Y los enormes tejemanejes que construyeron su inesperado poder.

A principios del siglo XVII, Inglaterra era una nación de segunda y resignada a tomar las migajas que España y Portugal dejaban desguarnecidas en su control abusivo de océanos, islas y continentes. Sin embargo, en esas fechas un grupo de desheredados londinenses se organizó en una pequeña iniciativa que, lejos de las facilidades que ofrecía la costa este de Norteamérica, quiso seguir el ejemplo de la exitosa aventura holandesa en el Pacífico.

A diferencia del modelo español, donde la batuta colonizadora la portaba la Corona, los holandeses apostaron por que fueran los mercaderes quienes medraran a su gusto en los puertos más lejanos. La fórmula estaba hecha a prueba de bombas: si la aventura funcionaba, los privados se repartían los beneficios y sorteaban la costosa labor de crear hospitales, caminos y universidades allí por donde pasaban, como sí hacía España; pero si las cosas se desmadraban, eran los ejércitos del Estado quienes acudían al rescate.

 Dalrymple coloca al lector a bordo de los cochambrosos primeros barcos que arribaron en la India, con timidez y miedo al Gran Kan, para luego zambullirle en el caos que siguió a las guerras internas

Al calor de los beneficios holandeses, la Compañía Británica de las Indias Orientales llevó al siguiente escalón la experiencia capitalista. William Dalrymple coloca al lector a bordo de los cochambrosos primeros barcos que arribaron en la India, con timidez y miedo al Gran Kan, para luego zambullirle en el caos que siguió a las guerras internas y al ascenso de esta compañía privada con más soldados a su mando que la propia Monarquía británica.

Con un pulso narrativo que hace palidecer a muchas novelas, el ensayo emplea una monstruosa cantidad de documentación de archivos indios y británicos para desgranar la trayectoria de «la más grande sociedad de mercaderes del universo». «Un imperio dentro de un imperio». Memoria escrita del colonialismo más salvaje.

[Artículo publicado originalmente en ABC Cultural]

Redactor en la sección de Historia de ABC. Autor de "Los Austrias, el imperio de los chiflados" y "Los Borbones y sus locuras".