El organismo humano es, con toda certeza, la máquina más perfecta que existe en la naturaleza. A pesa r de siglos de estudios cada vez más sofisticados y profundos, todavía no conocemos con exactitud infinidad de componente s de sus estructura s ni cómo funcionan o se interrelacionan entre sí. El deportista de élite dispone de un cuerpo bien dotado para el ejercicio físico, al que ha ido mejorando en su rendimiento por entrenamientos cada vez más complicados, fatigantes y que exigen una dedicación total. La competencia e s cada vez mayor y se buscan nuevos sistemas para apurar hasta el limite las posibilidades naturales de estos organismos, para que actúen con la máxima capacidad y eficacia en la ejecución de un determinado movimiento o acción deportiva. Ello supone, en numerosos casos, un desgaste muy por encima del habitual de sus estructura s celulares, que requieren una continua renovación y mejora con el fin de responder a las crecientes demandas que se les exigen. Para mantener el equilibrio homeostótico interior, evitando lesiones, agotamiento o desnutrición, hay que dar al organismo una dieta equilibrada y con aporte calórico suficiente, que, unida a las necesarias horas de descanso reparador, le permitan asimilar los fuerte s y continuados requerimientos físicos y seguir funcionando a su máxima capacidad.
Cómo rendir más
Pero, ¿no hará falta nada más, cuando se está rozando el límite de las posibilidades de cada uno? ¿Y si con una pequeña ayuda biológica, con un aporte de sustancias suplementarias, se pudiera mejorar más el rendimiento de un deportista de élite? Hay ocasiones en que faltan componentes esenciales en la dieta de un deportista y suplementa r con vitaminas, calcio u otro oligoelemento, es no sólo aconsejable, sino necesario. También existen métodos basados en experiencias científicas para inducir, de forma natural, a un mayor acopio de reservas energéticas, como el sobrealmacenamiento de glucógeno muscular ante s de un maratón. Pero no parece conveniente, ni siquiera rentable a largo plazo, la administración de sustancias suplementarias que sólo conduzcan a una supuesta mejora inmediata del rendimiento atlético, de muy difícil atribución, siguiendo criterios científicos, a ese tratamiento. Y mucho menos recomendable cuando esos suplementos no cumplan con los mínimos requisitos exigibles para su uso humano. Hay que conocer con exactitud la composición molecular de lo que se toma o se inyecta (a veces, sólo s e sabe el nombre comercial del fármaco) y qué efectos fisiológicos, primarios y secundarios, ocasionan o puede n producir en un organismo humano sano, a corto y largo plazo. Y, por supuesto, ponerlo en conocimiento del deportista previamente y de la forma más clara posible.
Además, no parece imprescindible usar estos suplementos artificiales para poder llegar a triunfar plenamente en un deporte de alta competición. Muchos atletas, sobreponiéndose a lesiones o enfermedades, Cegaron y s e mantienen en la cumbia del deporte mundial, siendo unos acérrimos defensores y practicante s de la no utilización de fármacos para la mejora del rendimiento deportivo. Sigue habiendo, como ellos han demostrado, métodos naturales para mejorar las condiciones innatas de cada uno y llegar al máximo de sus posibilidades. Será quizás un recorrido más lento y más costoso, pero mucho más gratificante y beneficioso para la salud física y mental del deportista.
Por otro lado, está la falta de ética, la poca honradez deportiva de intentar competir con la «teórica» ventaja que proporciona el uso de tratamientos farmacológicos, haciendo trampas, en definitiva, al resto de los competidores. Y si esas ventajas fueran, en algunos casos, ciertas, habría que premiar al mejor equipo de científicos que apoyara biológicamente a un atleta, más que a este mismo, usado como animal de experimentación, a veces sin su expreso conocimiento o al menos total comprensión del tratamiento recibido y de sus posibles efectos de todo tipo.
Naturalmente, las federaciones deportivas que controlan las competiciones de alto nivel han puesto en marcha equipos de científicos que tratan de evitar ese uso y abuso de fármacos estimulante s en el deporte mundial y han prohibido las sustancias de ese tipo par a las que ya existen métodos fiables y reprodúceles de detección. Es lo que llamamos el control «antidopaje». Pero hay otras sustancias o método s cuya detección es por ahora muy costosa, muy complicada o aún no está desarrollada, y por ello, aunque está n explícitamente prohibidas, no puede n detectarse en los controles habituales. En la carta olímpica se alude a la ilegalidad de utilizar cualesquiera método s artificiales que favorezcan de forma no natural el rendimiento deportivo. En ese capitulo entrarían la hormona del crecimiento y otros tratamientos hormonales (eritropoyetina y gonadotropina coriónica), así como la autotiansfusión de sangre. Por último, hay otras sustancias, como la carnitina, que son aparentemente inocuas aunque tampoco se haya demostrado su acción positiva en deportistas y no están prohibidas.
Efectos negativos
Entre los posibles efectos secundarios a causa de la ingestión de sustancia s complementaria s los más peligrosos son los provocados por los tratamientos hormonales. Se han descrito un gran número de efectos a corto plazo y normalmente reversibles, «asociados» con este tipo de suplementación, a veces distintos en hombre s y mujeres: trastornos psíquicos (cambios de humor, agresividad, libido), fisiológicos (hipertensión, acné, retención de fluidos, insomnio) y cambios relacionados con la funcionalidad y control gonadal (incluyendo los que afectan a voz y pelo). Tras dejar el «tratamiento» se han descrito una mayor tendencia a las afecciones viriales o infecciosas, por cambios del sistema inmunológico. Hay otras a largo plazo como posibles hepatomas, de muy difícil comprobación por ahora. Pero, sin embargo, hace algún tiempo murió un culturista americano d e 24 años d e un cáncer d e hígado, en el que se pudo demostrar un a relación causa-efecto entre la toma por él durante años de anaboüzantes esteroideos y su muerte.
La apariencia del cuerpo puede cambiar también, aunque eso depende mucho de los entrenamientos que se acompañe n a la toma de anaboüzantes. En un lanzador aumenta la mas a muscular POT los ejercicios d e pesa s y en un fondista aumenta n sobre todo los eritrocitos. Además, todos estos tratamientos pueden crear una cierta dependencia, más psicológica que biológica. El deportista se «acostumbra» a su inyección o toma dianas, o ante s de ciertas competiciones, y si le falta tiende a pensar que no será capaz de rendir adecuadamente. Se conocen muchos casos en que la administración de un «placebo» hace el mismo efecto, es decir, sub e la «moral» del deportista.
Por otro lado, no se puede n hacer las cosa s improvisando sobre la marcha y sin un protocolo de experimentación científica correcto y basad o en conocimientos o técnicas fiables y reproducibles. Por su «mal copiar» métodos «usados en el extranjero» se han causad o ya en España, en época s no muy lejanas, hepatitis al transfundir sangre a fondistas de sus parientes cercanos, Y peor aún es no decir al usuario lo que se le da o engañarle diciendo que son «vitaminas» cuando se le administra otra cosa y luego da positivo en un control antidopaje, como les ha pasado a algunos deportista s españoles. No se puede pretender investigar para obtener unos beneficios «teóricos» en el rendimiento de un deportista, sin las debidas garantías de que el resultado no vaya a ser perjudicial par a la salud de esa persona .