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NUEVA REVISTA no tiene como hilo conductor de sus contenidos la conmemoración de sucesivas efemérides, pero tampoco evita por principio la labor de mantener en estado de vigilia por este procedimiento obras y hechos que requieren recordación. Al concluir 2011 nos ha parecido imprescindible llamar la atención sobre dos autores contemporáneos que han cumplido este año aniversarios redondos, Chesterton (Londres, 1874-Beaconfield, 1936) y Borges (Buenos Aires, 1899-Ginebra, 1986), y murieron el mismo día del mismo mes con cincuenta años de diferencia. De Borges se ha culminado ya la publicación de sus Obras Completas que están a disposición en Emecé. Chesterton está a la espera de que se lleve a cabo la traducción completa al castellano que tiene proyectada el editor Abelardo Linares. Para quien le resulte más cómodo leer a Chesterton en español, hemos encargado a Luis Daniel González un dossier que supone una guía solvente de la abundante obra de Chesterton traducida ya a nuestra lengua y una invitación apremiante a su lectura. Por lo demás, la celebración conjunta de ambos aniversarios se justifica más allá de la simple coincidencia de fechas. Las palabras que siguen, de nuestro colaborador Enrique García-Máiquez, lo explican con nitidez.

No creían en la casualidad. Gilbert (Keith Chesterton) lo hacía en la Providencia y Georgie (Jorge Luis Borges) se paseaba por el laberinto de las causas, misterioso y exacto, con la providencia tal vez al fondo o en el centro o arriba o quién sabe. Por tanto, los dos verían muy simbólico que los aniversarios de sus muertes coincidan el mismo día, el 14 de junio. Un aniversario más gordo, el de Chesterton, claro, con 75 años de difunto; y otro, más celebrado, el de Borges, que cumple 25 años «bajo un árbol rarísimo, / en Ginebra», como escribió Víctor Botas.

Chesterton iluminó a Borges, dejándole en herencia ideas que el argentino supo hacer suyas. «He cometido el peor de los pecados / que un hombre puede cometer: no he sido / feliz», rezan unos versos borgianos inmejorables, que son puro Chesterton. El inglés había escrito este texto: «El que mata a un hombre, mata a un hombre. El que se suicida mata a todos los hombres: en la medida de sus fuerzas aniquila el mundo». Borges lo aprovechó para escribir «El suicida»: «No quedará en la noche una estrella. / No quedará la noche. / Moriré y conmigo la suma / del intolerable universo / … / Lego la nada a nadie». Cabe suponer que en las luchas entre la fe y el ateísmo que mantuvo hasta casi el final el agnóstico Borges, tendría mucho peso la fe rocosa del converso Chesterton.

Borges correspondió siendo un fervoroso propagandista de Chesterton. «Su obra es vastísima y no encierra ni una sola página que no ofrezca una felicidad», afirmó. Hablando de las difíciles soluciones a las historias de misterio, concluía: «Ejemplo de las buenas —y aun de las mejores— es cualquier relato de Chesterton». Sobre el gran poema épico chestertoniano, que tradujo, zanjaba: «Lepanto es una de las páginas de hoy que las generaciones del futuro no dejarán morir. Una parte de vanidad suele incomodar las odas heroicas; esta celebración inglesa de una victoria de los tercios de España y de la artillería de Italia no corre ese peligro. Su música, su felicidad, su mitología, son admirables». Y remataba: «Innecesario hablar de la magia y del brillo de Chesterton. Yo quiero ponderar otras virtudes del famoso escritor: su admirable modestia y su cortesía». En fin, el documento que ofrecemos a continuación no deja lugar a dudas.

Chesterton y Borges. Borges y Chesterton. Merece la pena volver la vista atrás y recordarlos conjuntamente.