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De Homero a Kafka (75 clásicos para una geografía del alma)
Rafael Gómez Perez
Ediciones Rialp, 206 pp.

Un humilde barbero reconoce enseguida a un elegante peluquero, qué digo peluquero, a un estilista. Esto es el Rafael Gómez Pérez en este libro: un hermano mayor del barbero de los libros. Va a los grandes clásicos de Homero a Kafka y selecciona fragmentos, que da casi siempre también en versión original. Pero él no lo hace para ofrecer un rápido atajo de o hacia la lectura, como aquí, sino para ir configurando un delicioso retrato puntillista del hombre: “Los anteriores textos han sido escogidos para que pudieran dar, en conjunto, una geografía del alma, una visión del ser humano, una antropología”.

En la intención del libro, ha pesado más que el título (De Homero a Kafka), el subtítulo: 75 clásicos para una geografía del alma. Es legítimo, porque nadie ha tomado tanto las medidas al ser humano como los grandes maestros y esa ha sido una de las razones de toda la vida para leer. La selección hace gala, sin embargo, quizá irremediablemente, de cierta arbitrariedad. Con las obras no hay sorpresas, son las canónicas, pero Gómez Pérez escoge los fragmentos de esas obras según su interés particular de cartógrafo espiritual con un meditado plan de viaje. No busca el sentido de la vida completo y complejo que ofrece cada obra concreta, sino que escribe una obra (ésta, la suya) en busca de su propio sentido, apoyándose aquí y allá en los grandes autores. Por ejemplo, de santa Teresa de Jesús destaca su amor a la verdad, verdadero, sin duda, pero deja sin reseñar su gracia, su ascética, su mística, su alma aventurera. O de Jorge Manrique escoge una glosa mediana y no las Coplas a la muerte de su padre. En cambio, de Tomás Moro hace un movimiento audaz: no recurre a su archifamosa y archidifícil Utopía, sino a la maravillosa De tristitia Christi.

En resumen, Gómez Pérez no ofrece un canon occidental (como sí realizó Nueva Revista en su número 144, La biblioteca de occidente, tan recomendable), sino apenas de pasada. Está escribiendo, en realidad, un ensayo personal, un acercamiento íntimo al alma humana según sus criterios, preferencias, sensibilidad y meditaciones. Que los libros que repasa son indiscutibles, lo sabemos desde el título, que sus reflexiones y conclusiones son hondas, amenas, discretas y deliciosas lo comprobará el curioso lector que explore su geografía.

El barbero esta vez recoge algunas citas diversas que ya ha recortado –para nosotros–Gómez Pérez, poniendo por delante la fuente y entre corchetes, si acaso, mi comentario personal:

La Ilíada de Homero. Helena se consuela de sus males porque: “en el futuro lleguemos a ser temas de canciones en boca de hombres venideros”. [La metaliteratura nació, qué fascinante, a la par de la literatura.]

Las suplicantes de Esquilo piden ser juzgadas por el rey: “Sólo con el sufragio de tu mente”. [Guiño autoritario de graciosa modernidad.]

Tito Livio en Ab Urbe condita: “Nuestro tiempo, en que no podemos soportar ni nuestros vicios ni sus remedios”. [La frase también se aplica, como ella misma advierte literalmente, a nuestro tiempo.]

Marco Aurelio en Meditaciones: “Buenos maestros en casa, en eso hay que gastar de forma espléndida”. [Lo que me consuela de mis gastos en libros.]

Santa Teresa de Jesús en su correspondencia: “En fin, en fin, la verdad padece, pero no perece”.

Lady Macbeth en Macbeth: “Unsex me here”. [En inglés se entiende mejor. Una pionera de la ideología de género.]

Calderón de la Barca en Lances de amor y fortuna: “El silencio es retórica de amantes”.

Cornaille en El Cid: “Que el hombre sin honor no te merecería”. [El héroe lo dice a doña Jimena, después de haber matado a su padre, explicándoselo. El honor a veces es así de difícil.]

Molière en Don Juan: “Los vicios de moda pasan por ser virtudes”.

Pascal en Pensamientos: “Hombre honrado. Sólo esa cualidad universal me gusta”.

Charles Dickens en Los papeles póstumos del club Picwick. Dice Sam Weller con su acento cockney: “Vich I call addin’ insult to injury, as the parrot said ven they not only took him from his native land, but made him talk the English langwidge arterwards”. [Esta vez dejo la cita en inglés porque su gracia la vemos los que llevamos, también con un acento irremediable, ay, una vida -larga como la de un loro- estudiando inglés.]

S. Eliot en Los cuatro cuartetos: “La única sabiduría que podemos esperar adquirir / es la de la humildad: la humildad no termina nunca”.

Poeta, crítico literario y traductor.