Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

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Profesor titular de Historia Medieval. Universidad CEU- San Pablo
Nueva Revista

El Edicto de Milán y la realeza imperial constantiniana

En la introducción al catálogo de la exposición organizada este año en Milán en torno a la conmemoración del mil trescientos aniversario de este fundamental evento, su comisaria, Gemma Sena Chiesa, utiliza la expresión falso storico para calificar al Edicto y símbolo epocale para expresar la enorme trascendencia que, a pesar de ello, se le ha atribuido desde la Antigüedad Tardía. En efecto, el Edicto de Milán puede ser calificado con propiedad de falso storico desde un cierto punto de vista. Se trata, en realidad, de un mero documento (litterae) de disposiciones burocráticas dirigido a los principales dignatarios de la administración imperial, que sería confirmado después por el emperador de Oriente, Licinio, en Nicomedia. Pero enseguida se transformó en la narrativa constantiniana brillantemente fabricada por el obispo Eusebio de Cesarea y, sobre todo, en la leyenda medieval posterior, en una solemne declaración de intenciones hasta convertirse en la expresión más conocida de aquella revolución social, espiritual y política que supuso el triunfo del cristianismo en el Imperio Romano y llevará a la formación de la identidad del Occidente medieval y moderno. A la luz de esto, sin duda no resulta exagerado utilizar la expresión símbolo epocal para calificarlo. Tan poderoso será el simbolismo político-religioso de este documento que obligará en los siglos altomedievales a la cancillería pontificia a poner sobre el tapete otro, la llamada Donación de Constantino, resultado de una burda falsificación, en el que se producía una reinvención de la figura del emperador. Este documento tuvo tal influencia que consiguió que en la memoria medieval el autocrático liberador de la Iglesia, el nuevo Moisés, se transformara en un humilde y sumiso súbdito del Papado, el palafrenero de san Silvestre a quien hacía entrega incondicional de todo el Imperio. El cesaropapismo cristiano del relato eusebia no se vería así contrarrestado por otra exageración de similar potencia: la hierocracia pontificia. Por supuesto, ambos extremos tergiversaban el verdadero sentido de lo sucedido en Milán en 313. Pero no solo la falsa Donación de Constantino (Constitutum Constantini) contribuiría a la cuidadosa reconstruccióndel legado político del emperador por parte delos círculos intelectuales del entorno pontificio. En este sentido, cabe resaltar los Actus Silvestri, una colección denarraciones legendarias entre las que ocupa un lugar relevanteun supuesta Vita del papa san Silvestre, contemporáneo(pont. 314-335) de Constantino. La leyenda, forjadaa finales del siglo V, presenta al papa Silvestre como principal protagonista de la conversión y bautismo de Constantinoe inspirador de su política religiosa (cf. Tessa Canella,Gli Actus Silvestri. Genesi di un legenda su Costantino imperatore, Espoleto, 2006). En efecto, la versión legendaria que ofrece esta Vita de un Constantino bautizado en Roma por san Silvestre poco después del 312 tuvo una enorme fortuna y trascendencia histórica tanto en Oriente como en Occidente hasta el punto de que fue la única vigente durante toda la Edad Media hasta que en el siglo XV se demostró su falsedad (cf. Ramón Teja, «El poder de la Iglesia imperial: el mito de Constantino y el papado romano», Studia Historica.Historia Antigua, 24, 2006). Con todo,...