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La Historia actual, según la clásica observación de Furet, ha multiplicado su curiosidad y transformado en histórico codo lo real, gracias a la afirmación de la autonomía de las «superestructuras -la política y la cultura- y a una preocupación fundamental por el individuo -sus emociones, sentimientos, valores, formas de comportamiento o estados de ánimo, etc.-. «Muchos historiadores -escribe Stone- piensan que la cultura del grupo e incluso la voluntad del individuo son, en ppteiicia, causas y agentes de cambio tan importantes, al menos, como las fuerzas impersonales de la producción material y el crecimiento demográfico. Ninguna razón teórica lograría que éstas dictasen invariablemente ta ley de aquéllas y no al revés; se puede incluso decir que hay multitud de ejemplos de lo contrario».

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Hoy en día, pues, todo es Historia. Todo acontecimiento, ha dicho Paul Veyne, es digno de la Historia. El historiador establece libremente su campo de estudio y libremente construye su trama -los hechos no hablan por sí mismos- desgajándola del campo inmenso, infinito, de la realidad vivida. Por otra parre, vuelve la Historia con personas singulares, retorna la biografía, se presta atención al acontecimiento, resurge la narrativa histórica, o como reivindica Simón Schama, el «arte de contar historias», lo que exige al historiador sentido estético, sensibilidad, imaginación al fin. «La Historia, además, no puede olvidar que la existencia humana está plenamente impregnada de valores y que [desdeñarlo] es pensar con la historia una tarea inhumana» (T. Todorou). Y Paul Veyne defiende una Historia «integral», fundada en la unidad de la trama y en la inteligibilidad de los procesos por encima del continuum espacio-temporal de lo real: una Historia, en definitiva, en la que han desaparecido las «grandes líneas», es decir, los «metarrelatos» -una Historia de hechos y problemas-.

Ante un panorama de tan increíble riqueza, ¿cómo espigar en las cosechas de Clío? ¿Con qué criterio? El indiscutible nivel alcanzado -aunque no pocos sectores estén todavía escasamente cultivados- aconsejan reducir el campo a la Historiografía española, con apenas una única singularidad, Y también tener en cuenta periodos históricos diversos. Ante todo, señalar esta excepción: Pensar con la historia. Ensayos sobre la transición a la modernidad (Taurus, Madrid, 2001), de Carl E. Schorske, autor de Viena, fin-de-siècle (Gustavo Gili, Barcelona, 1981), un libro ya clásico de historia cultural. Schorske investiga la génesis histórica de la conciencia cultural moderna, tomando Viena, condensador simbólico de los valores de Europa y núcleo generador de muchas de ías ramas culturales del siglo XX, como centro de su estudio. Otros temas del libro son la concepción de la ciudad en los siglos XIX y XX; la Basilea decimonónica de Burckhardt y Bachófen, el neomedievalismo inglés, de Coleridge, Pugin y Disraeli; las trayectorias entrecruzadas de William Morris y Richard Wagner; el conflicto entre las dos culturas, la Barroca y la Ilustrada, «la de la gracia y la de la palabra», que se disputan el alma de Viena, la arquitectura de Otto Wagner y Adolf Loos como crítica de la cultura; la formación y evolución de Gusrav Mahler; la lucha por la verdad y la ética de Karl Kraus; la evolución hacia el historicismo de Freud, para, frente a Hitler, salvar a los judíos, vincularlos al mundo de los gentiles –Moisés y la religión monoteísta– en cuanto portadores del más alto modelo de civilización que tuvo en el Egipto de Akenatón su primer y efímero momento.

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Empezamos a contar -no ha sido hasta ahora frecuente- con síntesis de historia universal o europea de excelente nivel. Un buen ejemplo son, La Europa del siglo XVIII (Ediciones Península, Barcelona, 2001), de Luis Miguel Enciso, y El mundo contemporáneo. Siglos XIX y XX (Taurus, Madrid, 2001), de Ramón Villares y Ángel Bahamonde.

La larga y fecunda trayectoria como investigador del profesor Enciso culmina en este libro, cuya extensión y densidad permite mostrar de forma clara y precisa, no obstante su complejidad, el Siglo de las Luces: la demografía y la sociedad, los proyectos y realidades económicas, la Ilustración, la transformación de los Estados y la diplomacia y los conflictos bélicos. La síntesis de Villares y Bahamonde expone, con amplia información, los grandes cambios ocurridos en el mundo durante el «largo siglo XIX», analizado desde una perspectiva eurocéntrica que se va haciendo progresivamente mundial a lo largo del «corto siglo XX». Concluye el libro con el estudio de la sociedad actual caracterizada por el extraordinario desarrollo tecnológico y la globalización económica.

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Antonio Domínguez Ortiz, maestro de historiadores, cumple, después de una fecunda trayectoria, un confesado viejo sueño: perfilar la imagen de una España «madre de pueblos» y transmitir esa imagen a un público extenso. España. Tres milenios de Historia (Marcial Pons, Madrid, 2001), cumple tales aspiraciones, con osada sabiduría, en un momento en el que la realidad de España se cuestiona. Las reflexiones de Domínguez Ortiz abarcan desde que el conjunto de los pueblos que viven «en la piel de toro» adquiere un sentido de unidad, al menas visto desde las noticias que nos suministran griegos y romanos. «Puede decirse -escribe- que desde la Edad de Hierro hay ya en la Península ciertos factores de unidad e interrelación entre sus pueblos. Por eso no me parece exagerado hablar de Trimilenario».

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Otro importante historiador, Jordi Nadal, ofrece el resultado de sus lecturas y reflexiones sobre la España Imperial: España en su cenit (Crítica, Barcelona, Z001). Fresco de un gran Imperio, que resultó inviable a largo plazo por sus limitaciones económicas y estructurales, y sólo posible mediante el esfuerzo político centralizador y económico, y subsiguiente agotamiento, de Castilla. Nadal se refiere a la «provincialización» de las demás regiones -así Cataluña no es «ni autonomía, ni integración, tan sólo [es] una fórmula perfecta de desgobierno»- que sentirán el progresivo alejamiento de la Monarquía.

Los notables de Madrid. Las bases sociales de la Revolución liberal española (Alianza Editorial, Madrid, 2000), de Jesús Cruz, supone una crítica, sólidamente argumentada, al paradigma de la Revolución burguesa y su fracaso, que ha venido dominando ampliamente nuestra Historiografía. Los cambios producidos en España entre 1808 y 1853 fueron sobre todo políticos Y tuvieron, por su intensidad y rapidez, carácter revolucionario. Tales cambios supusieron una transformación social que no llegó a sus últimas consecuencias -el establecimiento de una sociedad de clases medias- debido al atraso económico español durante el siglo XIX. Concluye Cruz: «En vez de revolución burguesa y sociedad burguesa, dejémoslo en revolución liberal y sociedad de notables para un mayor entendimiento de nuestra historia».

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Isabel Burdiel y Manuel Pérez Ledesma, han coordinado Liberales, agitadores y conspiradores. Biografías heterodoxas del siglo XIX {Espasa Biografías, Madrid, 2000). Con un esclarecedor prólogo de Isabel Burdiel -«La dama de blanco, Notas sobre la biografía histórica»-, el libro reúne a relevantes historiadores: Juan Francisco Fuentes, Irene Castells, Carlos Serrano, Anna María García Rovira, Juan Pan-Montojo, Adrián Shubert, María Cru: Romeo, Josep M. Fradera, Jordi Canal, Manuel Pérez Ledesma y Ramiro Reig, quienes se ocupan, respectivamente, del Abate Marchena, Torrijos, Mariana Pineda, Eugenio de Aviraneta, Mendizábal, Espartero, la Condesa de Espoz y Mina, Prim, Ruiz Zorrilla, Nakens y Vicente Blasco lbáñez. Muestra del auge del género, estas biografías de heterodoxos, conspiradores y agitadores no pretenden exaltar a estos personajes, sino, más modestamente, recordar que «la historia se hizo, también, con ellos».

Los amigos políticos. Partidos, elecciones y caciquismo en la Restauración (1875-1900) (Marcial Pons, Madrid, 2001), de José Varela Ortega, escrito en su versión inglesa a principios de los años setenta y traducido al castellano hace casi veinticinco años, se reedita ahora, mejorado y con un prólogo de Raymond Carr. Merece la pena reseñarlo aquí. Se trata de un libro que no sólo renovó profundamente nuestro conocimiento de la Restauración -y con ello de la Historiografía española- sino que, apoyado en un pleno dominio de las fuentes, una excelente exposición y una singular agudeza interpretativa, permanece vivo y actual.

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La síntesis de Ángel Viñas, Franco, Hitler y el estallido de la Guerra Civil. Antecedentes y consecuencias (Alianza Editorial, Madrid, 2001), revisa y actualiza, con nueva documentación y la más reciente bibliografía, un libro, también clásico, del autor, La Alemania nazi y el 18 de julio. La tesis principal se mantiene: el apoyo del Tercer Reich fue absolutamente esencial para que el golpe militar de 1936 desembocara en una Guerra Civil. Supuso también una profunda alineación política, ideológica, diplomática, del Nuevo Estado con Alemania, que resistió a los embaces de la Segunda Guerra Mundial con un altísimo costo humano y económico. Nuevos aspectos se ponen ahora de relieve, especialmente en torno a la cooperación hispanoalemana; el empleo de gases tóxicos en la Guerra de África, el papel revalorizado de Beigheder, agregado militar en Berlín, y se subraya la continuidad de aquella relación: Alemania seguiría siendo, una vez concluida la posguerra, uno de los puntales de nuestra política exterior.

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La utilización de documentos personales -autobiografías, memorias, diarios…- como fuente histórica es creciente, sin contar con el interés humano que éstas entrañan con frecuencia. Diversas razones avalan en esre sentido la calidad de la obra Memòries d’un catalanista. 50 anys de vida politica a Catalunya (1932-1982) (Pagés editors, Lleida, 2001), de Marcel-lí Moreta. En primer lugar, es necesario destacar la larga trayectoria política del autor: militante de la Lliga con Cambó, concejal con el alcalde Porcioles y diputado de la UCD de Adolfo Suárez. Las Memòries se insertan en una larga serie de memorias catalanas del siglo XX -Hurtado, Ametller, Llates, Ribé, Garriga i Massó, Ortúñez, Ibáñez Escofet- debidas a personajes que, aunque no ocuparon posiciones de máximo relieve, sí estuvieron cercanos a acontecimientos importantes, transmitiéndonos el ambiente social, el clima político o el detalle significativo. Se trata, como resume Joan B. Culla, su prologuista, «[…] de los records de l’observador lucid que, situat en una posició discreta pero sovint estratègica, no viscut gairabé tot el nou-cents catalá i espagnal, n’ha compartit les eufòries, n’ha partit el desastres i n’ha experimentat las contradiccions».

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La España democrática, el periodo comprendido entre los años 1975 y 2000, se narra e interpreta de modo destacable en la última obra de Charles Powell. España en democracia, 1975-2000. Las claves de la profunda transformación de España (Plaza & Janés, Barcelona, 2001) establece un adecuado marco histórico no sólo desde la fundamental perspectiva política, sino teniendo en cuenta los factores económicos, sociales e internacionales. El libro ha sido galardonado con el IV Premio Así Fue. La España rescatada 2001. El autor cuenta cómo muchos de los desafíos históricos de España se han superado: consolidación de un régimen político plenamente legítimo, estable y eficaz; aceptación por el Ejército de la supremacía civil, separación sin conflictos de la Iglesia y el Estado, plena integración de España en el mundo de las relaciones internacionales. Un reto permanece, en cambio, sin solución: «el planteado por la diversidad cultural y política de los pueblos de España, hasta el punto de seguir condicionando de forma decisiva la calidad y solidez de [nuestra) democracia».