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Reseña del libro de Antonio Pau «Hölderlin. El rayo envuelto en canción» (Editorial Trotta, Madrid, 2008, 424 páginas)

«A nosotros, poetas, corresponderesistir la tormenta de Dios, desnuda la cabeza, y coger con las manos el rayo del Padre, y transmitir al pueblo envuelto en canción el don del cielo»

(Hölderlin, Wie wenn am Feiertage…)

Estos significativos versos de Hölderlin inspiran el subtítulo tan bien elegido (el rayo envuelto en canción) de la biografía que comentamos. Sin embargo, para título del comentario de la obra de Pau que se recoge a continuación, hemos preferido tomar un pensamiento de su epistolario. «Temo que al final me vaya a pasar lo que al antiguo Tántalo, que se acercó a los dioses más de lo que podía soportar», escribió Hölderlin, en una carta fechada en 1801. En su oficio de poeta, Hölderlin empeñó todo su ser, llegando más allá de lo que su salud le permitía. Al lector de la biografía le corresponderá juzgar, si pudo resistir en sus manos el rayo el tiempo suficiente como para transmitirlo envuelto en canción.

LA PERSONALIDAD DEL POETA

El lector se forma una imagen física del poeta como un hombre robusto, de buena estatura, educado. Lo que unido a la mirada de sus ojos claros, formaría en conjunto un porte externo varonil y atractivo, si no fuera porque con frecuencia su comportamiento retraído y talante abatido, hacen pensar que la impresión que produciría su conocimiento dependería bastante del estado de ánimo que tuviera en ese momento. De su sensibilidad en el modo de expresar sus sentimientos hacia los demás, recoge Pau las luces: agradecimiento hacia la familia que lo cuidó en su enfermedad, cariño protector hacia su hermano menor, amor filial a su madre a pesar de que haya datos para pensar fundadamente que no era bien correspondido-, amistad leal demostrada durante años; y las sombras: el biografiado es susceptible en demasía, y lo sabe, frío en circunstancias en las que cabría esperar otra reacción; cambiante en sus juicios; excesivamente inseguro ante las personas que admira. Tal vez algunos de estos rasgos deban ser interpretados como pródromos de su grave enfermedad psíquica posterior.

Si los poemas deben tener, en opinión de Hölderlin, cólera y reflexión, entusiasmo y sobriedad, elemento celestial y elemento terrestre (así lo recoge Pauen la Nota preliminar de su obra), se diría que en la posición de Pau respecto a Hölderlin se dan también esos contrastes: es un poeta frente a otro poeta. Pau sabe apreciar y presentar al lector el valor épico y lírico de la obra del biografiado, pero no se identifica con su mundo interior. Hay, por una parte, una velada compasión hacia la persona del poeta, que le lleva a reflejar los pequeños detalles cotidianos que hacen más comprensibles sus largos años de encierro en una torre. Hay algunos pasajes tan bien escritos que el lector casi parece sentir la humedad en sus huesos paseando a orillas del Neckar, y comprende que Hölderlin tenga frío y pida botas de invierno y calcetines de lana, o siente la inquietud de las idas y venidas de un loco pisando con fuerza en la habitación exagonal de la torre que ocupaba, y admira a la familia Zimmer, a la vez que se formula las mismas preguntas que Pau ante la ausencia de visitas al enfermo por parte de su madre o de sus hermanos, y le reprocha a aquélla su incapacidad para entender que desde su encierro, el hijo no podía dar más variedad a sus cartas.

Se llega a captar que a pesar de la monotonía de los días iguales y de los estrechos límites de un periodo de tiempo tan largo, su vida no puede resumirse sin más en la locura incurable que padecía. No, seguía manifestando su sensibilidad a través de la música, ocasionalmente de la poesía, y del amor hacia su familia y hacia los Zimmer, que le cuidaban. Se diría que Pau es como un buen médico, que cuando ve a un enfermo, no piensa: todo en él está podrido. El autor deja constancia de que con la grave enfermedad, el poeta pasa a un segundo plano, pero el hombre sigue viviendo, y le sigue interesando como persona. Como decía Gracián, «persona es lo más difícil de la vida».

Pienso que hay sin duda una gran admiración hacia la obra por la fuerza expresiva y por la sonoridad de la pluma de este gran poeta. Pero en la medida en que desde la altura a la que-según sus críticos y el mismo Hölderlin- se sube el poeta, lo que divisa es su propio mundo interior (pág.12), y éste está lleno de tintes sombríos, no parece que el biógrafo se identifique del todo con el biografiado. Este aserto puede apreciarse, por ejemplo, cuando Pau afirma que tal vez Schlegel tenía razón al afirmar que los Himnos de Hölderlin eran una retahíla interminable de rimas.

TRASFONDO LUTERANO EN LA VIDA Y OBRA DEL POETA

Hölderlin se formó para ser pastor evangélico-luterano, y en la última etapa de sus estudios lo hizo nada menos que en la Tübinger Stift. Cualquier persona universitaria que haya vivido durante algunos años en Alemania sabe bien lo que eso significa. Para hacerse una idea de la importancia de la formación en la escolástica protestante que se recibía en esta institución, y de lo selecto de su alumnado, baste tener presente que Hölderlin, Hegel y Schelling ocuparon la misma habitación en la Tübinger Stift (pág. 65).

Pero la formación luterana del poeta, se inicia en la infancia, en el seno de su propia familia, y Hölderlin permanece a mi juicio anclado en esa visión del hombre y de sus relaciones con Dios hasta el final de su vida. Aunque ciertamente puedan advertirse en su obra momentos en los que siente a Dios no ya lejano sino ausente, y haya en su vida conductas morales (adulterio con Susette) que no se adecuen a la formación recibida, sabe rectificar como lo haría un piadoso luterano. Anotamos de intento piadoso, no pietista. La visión del hombre que tiene Hölderlin, en nuestro criterio no está determinada por el pietismo que, en opinión de Pau, influyó desde la infancia en el poeta. Aunque tanto las decisiones personales de Hölderlin como los temas de su obra estén decisivamente influidos por su fe, ello no significa que su religiosidad influya en su obra del mismo modo que lo hace la de Dostoievski en sus personajes, como analizó a fondo Romano Guardinien su obra Religiöse Gestalten in Dostojewskijs Werk.

Refiriéndose a un poema escrito por Hölderlin a los quince años, Pau afirma que «la omnipotencia de Dios se contrapone a la fragilidad humana. La vida es un «curso de dolores» (Bahn der Leiden) en el que sólo brillan algunos «instantes celestiales» (Himmelaugenblicke). Es un poema atravesado de principio a final por un sentimiento religioso, pero no un poema de blanda piedad infantil, sino todo lo contrario: se aprecia ya una disociación entre lo humano y lo divino, entre la vida del hombre y el «Dios ausente», que tanto se repetirá a lo largo de la obra de Hölderlin» (pág. 17).

Más que de educación pietista, tal vez habría que hablar de educación protestante o evangélico-luterana. Quizá este matiz crítico no sea del todo justo, porque haya otras pruebas y argumentos sobre los que pueda basarse efectivamente la educación pietista de Hölderlin de modo irrefutable -y que Pau conoce, pero que por los necesarios límites editoriales de toda biografía no haya podido consignar aquí-, sin embargo, a mi modo de ver, los que aparecen en el libro no son del todo concluyentes. Entre los aportes que hace el autor de esta biografía sobre el pietismo en la educación del biografiado, están el que Hölderlin conservó durante toda su vida un libro de oraciones titulado Gelassenheitsgebet, que Pau traduce como «oración por la resignación», y que en mi opinión habría sido preferible traducir como «oración de abandono». Resignación, en el sentido pietista, se expresa en la literatura mística y ascética en alemán con el término ergeben, no con el de gelassen; ciertamente, el término que mejor expresa en esa lengua la actitud de abandono confiado no es gelassen sino geborgen. Hay también libros de oraciones que llevan ese título Geborgenheitsgebet y que por tanto expresan mejor la relación de confianza (no de resignación) del hombre con Dios, pero esos libros son católicos, no luteranos, y Hölderlin había sido educado en una familia y en una escuela luterana, no necesariamente pietista, a no ser que se considere que todos los luteranos son pietistas.

ROMANTICISMO E IDEALISMO EN LA VIDA Y OBRA DEL POETA

En la obra que comentamos el espíritu idealista y romántico se refleja en el amor apasionado a la patria del poeta, que se apunta ya cuando Hölderlin conoce algunas ciudades de la cuenca del Rin, en uno de sus primeros viajes, y que llega a su culmen en los capítulos XXI a XXIV, en los que se recoge las dos obras tal vez más conocidas de Hölderlin: Hiperion y Empédocles. El primero manifiesta su amor a la patria emprendiendo la tarea de educar a su pueblo y el segundo, se suicida por él. Pero como se sabe, en la pluma de Hölderlin, Empédocles no llega a morir: una muestra más de las contradicciones del espíritu romántico. Y una nueva manifestación de la distancia entre biógrafo y biografiado, puede verse en el modo en que valora Pau la figura de Empédocles (poeta que se suicida por su pueblo): «Pero, ¿qué significa el suicidio por la patria? En el fondo, nada. Y ésta es la razón por la que Hölderlin no pudo terminar su tragedia, a pesar de hacer tres intentos y de buscar en cada uno de ellos, motivos diferentes que llevaran al poeta a arrojarse al Etna» (pág. 209).

En mi opinión, estas obras hay que conectarlas con el primer programa del idealismo alemán, que elaboraron Hölderlin, Hegel y Schelling (págs. 68-69), y en el que se aludía a la idea de un Estado estético, para llegar al cual se hacía necesaria la educación de los ciudadanos en la belleza. Hölderlin pensaba que la elaboración de una nueva mitología (la mitología de la razón), era el método adecuado para esa educación de los ciudadanos en el «monoteísmo de la razón y del corazón y el politeísmo de la imaginación y del arte». La exposición de los capítulos mencionados, y la presentación del Das älteste Systemprogramm des deutschen Idealismus constituyen los capítulos más valiosos de la biografía por lo que se refiere al romanticismo e idealismo de Hölderlin. Ideales que contrastaban con la vida real del poeta, que cuando tuvo conocimiento de la sangre que se cobraba la Revolución en Francia, dejó de admirarla y de sentirse comprometido con la idea de constituir en su patria una república de hombres libres.

El lector, a lo largo de su lectura, confirmará que Pau ha contribuido con su libro a que el tiempo sea «puntualmente preciso y misericordioso» (esta cita es la última frase de la última carta que se conserva de Hölderlin a su madre, y al mismo tiempo, como señala Pau en la pág. 349 -siguiendo a Bertraux-, una cita literal de Sófocles en Edipo, rey) con este gran poeta, porque a lo largo de estas páginas, ha conseguido que en unas ocasiones alce el pensamiento pidiendo con Hölderlin «coraje y amor en todos los corazones» (traducción que hace el autor del verso de los cantos Mut und Liebe dort in jeder Burst, pág. 64), y en otras se sienta contagiado de su ambición de paz y quietud.

Profesora de Derecho Eclesiástico del Estado. Universidad Complutense de Madrid