Tiempo de lectura: 8 min.

David Mamet es un prestigioso y prolífico escritor en varios géneros (teatro, novela, ensayo, articulismo), además de guionista y director de cine. Su obra teatral Glengarry Glen Ross obtuvo el premio Pulitzer. Sus numerosos guiones (de Los intocables de Eliot Ness a Vania en la calle 42) le han valido dos candidaturas a los Oscar. Ha impartido clases de teatro en Yale y en la Universidad de Nueva York.


Avance

Más allá de lo que conocemos como cultura woke y sus manifestaciones más inmediatas: teoría racial, corrección política, degradación de la universidad y las consiguientes restricciones a la libertad de expresión, se desarrolla una feroz batalla cultural y política de la que dicho fenómeno sería la punta del iceberg. En esta recopilación de artículos, David Mamet ataca esos aspectos más evidentes, pero entra, sobre todo, en el fondo político del asunto que, en Estados Unidos, reviste en su opinión una gravedad extrema. Su visión no puede ser más pesimista. Marcados por la obligada brevedad del artículo periodístico, los textos son especialmente contundentes, primando los recursos literarios sobre el razonamiento detenido y matizado. Para Mamet, Estados Unidos asiste a una guerra civil en ciernes en la que está en juego su propia democracia constitucional. Por encima de sus múltiples aspectos (la enseñanza, la prensa, la política, las medidas contra la COVID, el uso del lenguaje…), señala como un asunto capital el que un sector político (la izquierda) no se limite a rechazar las ideas del adversario, sino que le niegue su derecho a existir.


Artículo

Una advertencia importante para que nadie se llame a engaño: pese al subtítulo, que está también en la edición original, con su referencia a la muerte de la libertad de expresión, y a la frase de contraportada en la edición española sobre «cómo la cultura woke nos empobrece intelectualmente y amenaza la democracia», esas cuestiones no tienen en el libro la presencia que dichas frases pueden hacer pensar. Este es una recopilación de artículos del reconocido escritor, dramaturgo, guionista y director de cine David Mamet. Los temas de los textos son variados. Destacan la política y la actual situación social en Estados Unidos, la cultura y cuestiones relacionadas con el oficio del propio Mamet, el judaísmo, y por supuesto salpican los artículos frecuentes alusiones o referencias a los asuntos antedichos. Pero quien busque un ensayo sobre esos asuntos —la muerte de la libertad de expresión, la cultura woke— es fácil que se sienta decepcionado.

David Mamet: «Himno de retirada». Deusto, 2023

Por otro lado, ante estos textos, el lector puede tener la misma sensación que ante algunas de las películas de Mamet, las de intriga más enrevesada (digamos La trama, El último golpe o Spartan), que resultan tan brillantes y envolventes como difíciles de seguir o captar en todos sus pormenores. También en estos artículos salta de un tema a otro, practica la elipsis, la ironía, el sobreentendido, interrumpe un desarrollo para retomarlo (o no) más adelante. Se entienden bien sus diatribas y descalificaciones a la izquierda, pero no siempre se entiende bien la trabazón interna de unos artículos notablemente digresivos. Algunas referencias a nombres de la política y la cultura estadounidenses, poco o nada familiares para el lector español, son una pequeña dificultad añadida para el acercamiento de dicho lector al libro. El sentido del propio título del volumen tampoco queda muy claro. El título original, tomado de un poema de Rudyard Kipling, es Recessional, que puede traducirse efectivamente como Himno de retirada o Himno de fin de oficio (religioso), y las dos versiones aparecen —de modo algo contradictorio— en esta edición española: la primera, en el título del volumen y en el del artículo final; y la segunda, cuando se citan los versos de Kipling. ¿A qué puede aludir tal título? Tal vez al negro futuro de los Estados Unidos, teniendo en cuenta que el poema, con su alusión a un momento final, expresa, como ha dicho un crítico, tanto el orgullo por el Imperio Británico como la tristeza de que tuviera el final de otros imperios.

Una guerra civil en ciernes

En todo caso, estamos ante un conjunto de textos literarios, densos, brillantes a menudo, y salpicados de referencias a esas cuestiones que anuncia el subtítulo. Y que, desde luego, muestran de modo contundente la tristeza o el temor (¿un tanto alarmistas?) por la situación actual y el previsible futuro de su país. Ya en la introducción, Mamet sostiene que, «inmersos en una guerra civil prodrómica», lo que está en juego actualmente es nada menos que la democracia constitucional estadounidense. Da a entender, en la estela de Trump y buena parte de sus seguidores, que la izquierda ha robado las últimas elecciones, y habla del peligro derivado de que un sector político (se sobreentiende que la izquierda) no se limita a rechazar la postura de su adversario, «sino su derecho a existir».

En el conjunto de artículos (38) que sigue, y dentro de su carácter misceláneo, las cuestiones relativas a la cultura woke, libertad de expresión y batallas culturales aledañas, siguen apareciendo. Y sea por el talante del autor o por las exigencias del género (la brevedad), si es que no por ambos, Mamet practica más la diatriba, el ataque descalificador, que el razonamiento desarrollado. Así, «los políticos han sido siempre una confederación de putas», y los periódicos se han transmutado «en órganos de propaganda del Gobierno… en desvergonzados mercaderes del odio y del pánico». Si a eso se suma la degradación de la universidad, nos encontramos, según Mamet, con que los tres motores clásicos de la cohesión cultural están en su lecho de la muerte, con las apocalípticas consecuencias previsibles.

Tampoco desciende a delicadezas o matices a la hora de clasificar a la izquierda en tres grupos: idiotas, idiotas malvados y salvajes. Al último grupo pertenecen «los marxistas, los anarquistas y los estafadores raciales», pero las «depredaciones» de estos serían imposibles sin la complicidad de los idiotas, antes llamados tontos útiles. Quien quiera alguna precisión añadida sepa que entre «los estafadores raciales» incluye a Barack Obama, que un «movimiento marxista-anarquista americanófobo» es Black Lives Matter. Y en cuanto a los tontos útiles, «los pardillos progres no solo han envalentonado a la izquierda enfebrecida para que destruya la cultura —el objetivo declarado del marxismo—, sino que la han invitado a ello». Como en las afirmaciones anteriores sobre los políticos y la prensa, aquí da por hecho que la destrucción de la cultura es un objetivo declarado del marxismo sin necesidad de más explicaciones.

Otras veces, Mamet sustituye la afirmación tajante por la sugerencia, pero que no deja lugar a dudas. Como en esta suerte de silogismo: «El presidente Trump denunció a la China comunista, la declaró nuestra enemiga y una explotadora, y dio pasos para corregir la situación. El Instituto de Virología de Wuhan dejó suelto sin querer un virus en el mundo occidental, el cual reaccionó destruyendo su economía. Hoy, el zapatero de la esquina me ha preguntado si sabía de algún local en alquiler en la zona, porque los chinos han comprado todo el edificio».

Ante Trump, «la izquierda se hizo pipí»

El autor, que sostiene que «los Estados Unidos conservadores llevan enfrentándose a su crisis existencial desde la hegemonía de Obama», llega a hablar del poder de un «Estado profundo», ese ente del gusto de un notorio conspiranoico como Daniel Estulin. Y a los clásicos ingenuos que piensan que «eso no puede pasar aquí», les aclara que ya está pasando y constata «la chatarra en que la izquierda ha convertido este país». Sus críticas se dirigen a diversos blancos, pero el fundamento que las sostiene es común, tiene que ver con esa amenaza que él detecta de destrucción de la nación. «Ahora, la izquierda marxista está destripando nuestro país. Ensoberbecidos con cada batalla que ganan, amplían el alcance de sus actividades: de humillar a alguien se pasa a incluirlo en una lista negra; de los piquetes, a la destrucción; de las manifestaciones, a los disturbios. Al igual que ocurre con los impuestos, lo que quieren es todo lo que tengamos, y ¿quién podría detenerlos? Aquí entra en escena Donald Trump. Miró a la izquierda y nos informó de que hacía mucho tiempo que los conocía: eran los mismos rufianes, ladrones, tramposos y putas con los que había estado haciendo negocios toda su vida. Se formó en la industria de la construcción. Y la izquierda se hizo pipí».

Mamet, por supuesto, se muestra en contra de lo que llama la «ciencia» (así, entre comillas) del calentamiento global, a la que considera «una opinión indemostrable» y que relaciona con casos de intromisión de la política en la ciencia, como el de Lysenko en la Rusia estalinista, o de asesores políticos despistados, como el consejero de Churchill que, también con «pruebas científicas» rechazó la posibilidad de que los alemanes estuvieran desarrollando las bombas aéreas V-2. Igual que se muestra en contra de las medidas para combatir la reciente pandemia: «los ciudadanos obedientes que iban con mascarilla… estaban haciendo un cursillo de esclavitud». Las mascarillas le parecen el equivalente moderno de los ajos que la gente se colgaba antiguamente en el cuello para protegerse de los hombres lobo. El asunto le da pie para una comparación y una nueva exposición de la idea-fuerza del libro: «El virus, aquí, es el Gobierno. Si no se hace nada, acabará matando, como cualquier enfermedad, al organismo huésped. El problema no es que el electorado vote mal, sino que el poder absoluto no permitirá ningún cambio. Churchill, Roosevelt, Stalin y la izquierda actual son como el inspirado arquitecto aficionado: no pueden admitir siquiera la posibilidad de la discrepancia, ni, por tanto, tolerarán tener cerca a nadie que pueda admitirla, incluido el Colegio Electoral; así, el electorado es libre de airear su frustración, morirse de hambre o irse a hablar con su párroco. Cuando está débil, el cuerpo político, al igual que el físico, es vulnerable a las infecciones oportunistas. Cuatro años de histeria contra Trump, chantaje racial, catástrofe económica diseñada y disturbios han sometido al cuerpo político estadounidense a unas amenazas —a la Constitución, a la religión, a la razón— que un organismo sano podría haber ignorado». Y más adelante: «El confinamiento fue la manipulación de una respuesta a un fenómeno natural por parte de quienes están en el poder. En esto se parece a la insistencia de la izquierda en el calentamiento global: el miedo da poder a los Gobiernos que, como siempre, son las herramientas de los plutócratas. ¿Por qué los plutócratas, los milmillonarios y quienes controlan nuestras comunicaciones querrían el cierre de la economía? Para poder recomprarla de forma barata».

La neolengua es una forma de influir en la conducta

La manipulación del lenguaje, lo que, siguiendo a Orwell, llama neolengua, es, por supuesto, otro de sus blancos, y al tratarlo se muestra igual de demoledor y taxativo. «Hace tiempo que nuestras universidades dejaron de enseñar historia, pero los anarquistas la han leído con provecho. Estos semánticos, muy pragmáticos, saben que se puede influir en la conducta influyendo en la forma de hablar y, por tanto, de pensar». Muestras de esa manipulación las ve Mamet en llamar Planificación Familiar a una empresa cuya razón de ser «es erradicar la familia con hijos», o justicia social a la anarquía y a la negación del ideal de justicia. Y ya que la neolengua «es la tarjeta de visita de la anarquía», «cuando los anarquistas consoliden su poder… los progresistas que los catapultaron al poder acabarán contra las cuerdas, tarde o temprano».

El teatro es otro de los muchos asuntos presentes en el libro. Y también aquí se muestra pesimista y crítico. Antes, en la «prehisteria» (sic) se podía ver buen teatro. Hoy, cuando la cultura estadounidense está «dominada por mojigatos envenenados», «lo único que hay en cartel son espaldarazos al pensamiento correcto». «Pocos, por muy gais que sean, irán a ver una obra lamentable sólo porque trata sobre ser gay. Los gais no necesitan que nadie les explique qué es ser gay, y los negros, en cuanto humanos, probablemente no irán a ver una obra mala sólo porque trata sobre ser negro, o porque la haya escrito un afroestadounidense».

Cuanto toca el asunto de la educación, abogando por la supresión de los colegios y atacando el papel de los profesores («una máquina de dinero, que paga favores al partido, y proveedora del servicio básico del adoctrinamiento»), el lector se puede preguntar si está ante una provocación irónica o el autor habla en serio. «Algunos profesores son buenos… Nos acordamos toda la vida del querido profesor de taller o entrenador. ¿Quién se acuerda de un profesor de lengua? ¿Estoy defendiendo, pues, la abolición de los colegios? Sí. ¿De qué sirven? Los niños están aprendiendo más en el parque que en el colegio… Pueden aprender a leer con la ayuda de sus padres o hermanos mayores. Habiendo aprendido a leer, pueden aprender todo lo demás que necesiten… Si quieren que sus hijos lleguen a ser autónomos en algún momento, los padres podrían replantearse esos doce años de desperdicio de curiosidad intelectual, receptividad y maleabilidad».

Este es, en resumen, el libro de un intelectual norteamericano indignado y alarmado por una situación que va más allá de la libertad de expresión y la cultura woke. Hacia el final, remacha su diagnóstico para que quede claro: «Ahora estamos inmersos en una gran guerra civil. Es la oferta de libertad (la democracia constitucional estadounidense) lo que está en liza, y la tiranía de la izquierda le enseña la zanahoria y el palo a una población legítimamente preocupada. El palo es la inclusión en listas negras, el acoso y las acciones legales que, si nos descuidamos, ya no serán meras acusaciones culturales, sino demandas penales seguidas del encarcelamiento y, después, del asesinato autorizado».

Periodista cultural.