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Julio Carabaña. Catedrático de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, especializado en sociología de la educación, desigualdad y movilidad social. Ha sido director del Centro Nacional de Investigación y Documentación Educativa (CIDE) y de la Revista Española de Sociología.


Avance

La conocida metáfora del ascensor alude a la movilidad social, y no siempre se aplica con el necesario rigor científico, lo que da origen a confusiones acerca de si está detenido o averiado. ¿De verdad la movilidad social ha disminuido o empeorado en los años pasados? se pregunta el autor. Para responder aclara dos conceptos sociológicos: la movilidad global, que se refiere al conjunto de una sociedad, y la movilidad particular que se refiere a partes de esa sociedad, como las clases profesionales. La global se expresa en porcentajes de toda la población, y la movilidad particular en porcentajes de cada parte o clase. Carabaña comparó en un estudio el cambio en la movilidad particular entre 1991 y 2005-11 (fundiendo las encuestas del INE de estos dos años); y en otro tanto la movilidad particular como la global entre 2005 y 2019. Limitando el examen a los entrevistados de entre 26 y 35 años, los datos de 1991 reflejaban el funcionamiento del ascensor social en el ciclo económico 1960 a 1990 (desarrollismo y crisis del petróleo) y los datos de 2019 reflejaban cómo funcionó en el ciclo de 1991 a 2019 (burbuja y Gran Recesión). El análisis comparativo muestra que el ascensor ha funcionado mejor en 2019 que en 1991: los vástagos de todas las clases, desde los agricultores a los no manuales medios, aumentaron entre las dos fechas su movilidad ascendente. Y aunque han mejorado tanto la movilidad particular masculina y la femenina, esta última lo ha hecho en mayor medida, sobre todo en los últimos quince años, los de la Gran Recesión. Respecto a la movilidad global ascendente, aumentó en España, entre 2005 y 2019, en unos seis puntos y quedó igual la descendente, disminuyendo los inmóviles (los que se quedan en la misma clase social), compensando sobradamente el efecto del cambio estructural. Y eso tanto entre los hombres como entre las mujeres. 

En resumen, que durante el último ciclo económico los hombres han llegado solo un poco más alto que en el anterior, dependiendo igual de sus orígenes; en tanto que las mujeres han llegado mucho más arriba, pero dependiendo cada vez más del punto de partida. Lejos de estropearse —concluye el autor— el ascensor social aceleró, si bien los trayectos parecen depender más del punto de salida.


La pregunta es ¿funciona el «ascensor social»? Me pareció un buen tema para el seminario Pensar el siglo XXI, que dirige mi colega y amigo Emilio Lamo de Espinosa en UNIR. Había yo estado leyendo algunos escritos suyos sobe los usos de la Sociología, el más importante de los cuales, por encima de servir a la ingeniería social de gobiernos y organizaciones, sería contribuir al conocimiento que las sociedades tienen de sí mismas a través de la ilustración de los ciudadanos. No es preciso un elevado sentido de la obligación moral para que un sociólogo que ha estudiado un tema con algún detenimiento intente contribuir a esa tarea ilustradora de su disciplina; bastará para ello con ser testigo de cómo ocupan los medios de comunicación ideas equivocadas sobre el asunto, lanzadas no pocas veces por think-tanks y ONG y tomadas -¡ay!- de sociólogos más amigos de la publicidad que del rigor.

Es el caso, sin duda, de la idea del ascensor social detenido o averiado.  Antes —se dice—la escuela servía para que los hijos de obreros y campesinos llegaran a profesiones de cuello blanco, de cuyo ejercicio podían vivir mejor que sus padres. Antes nos acercamos al ideal meritocrático, según el cual «un hombre no vale más que otro si no hace más que otro»—así lo dijo Cervantes— y la posición social depende de lo que cada cual logre y no de lo que herede. Ahora —se dice— todo va peor, no hay sitio arriba, subir es más difícil, esforzarse, vano; la herencia social, creciente; el código postal, cada vez más determinante. 

Las metáforas basan su fortuna en que son fáciles de comprender, pero eso mismo las suele hacer desgraciadas: al final falsean lo que primero alumbraron. Todo el mundo sabe lo que es un ascensor, pero la movilidad social no es reducible a un ascensor. El ascensor estropeado sugiere de inmediato que ya no se asciende como antes en la escala social, pero ¿qué pasa con el descensor? Aquí la metáfora se hace confusa: puede parecer que la avería está en que aumenta la movilidad descendente («los jóvenes vivirán peor que sus padres»), a otros les sugiere que está en que disminuye (techo pegajoso, las clases privilegiadas heredan cada vez más el privilegio).

Lo que hay realmente detrás de la metáfora es la movilidad social. ¿De verdad la movilidad social ha disminuido o empeorado en los años pasados?

Distintos conceptos de movilidad

Lo primero de todo hay definir los conceptos, para saber de qué estamos hablando. Quizás lo más urgente sea distinguir la movilidad social de la movilidad escolar y de la movilidad económica; es tarea fácil, tan fácil como distinguir entre títulos académicos, profesiones e ingresos, pero a los economistas les ha dado últimamente por confundir las cosas llamando social a la movilidad de ingresos. Y como los economistas son gente influyente, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), publicó en 2018 bajo el título A Broken Social Elevator?, un estudio que trata en un 90% de movilidad económica y en un 10% de movilidad social. Así que conviene reivindicar el término social para lo social, aunque nadie esté libre de pecado: también el término social es exagerado para lo que solemos estudiar los sociólogos, que es tan solo la movilidad profesional u ocupacional.

Dentro de esta movilidad profesional, es clave diferenciar entre movilidad global y movilidad particular. El criterio es sencillo. La movilidad global se refiere al conjunto de una sociedad, la movilidad particular a partes de esa sociedad, como las clases profesionales. Operativamente, la movilidad suele expresarse en porcentajes; la movilidad global se expresa en porcentajes de toda la población, la movilidad particular en porcentajes de cada parte o clase.

Hay, además, una gran diferencia entre ver la movilidad global en términos absolutos o relativos. La movilidad global absoluta es la más simple: divide a los individuos según la relación entre su clase profesional y la de sus padres; la división más simple separa los que alcanzan una clase más alta (ascendentes), los que se quedan en una más baja (descendentes) y los que se quedan en la misma (inmóviles). Está, obviamente, muy ligada al cambio de la estructura de clases: la movilidad ascendente no puede aumentar si las clases altas no crecen. La movilidad global relativa se refiere a la dependencia entre el conjunto de las clases de origen y el conjunto de las clases de destino; no se mide con porcentajes, sino con medidas de asociación como la r de Peason o G2 y puede quedar igual, aunque la movilidad global absoluta cambie. Dentro de la movilidad global relativa todavía habría que diferenciar la fluidez social, pero, como solía decirse antaño, es mejor tratarla en cursos superiores.

La movilidad particular también se expresa en porcentajes, pero de cada clase de origen, y en ella la distinción entre el punto de vista absoluto y el relativo es más fluida. Vista la movilidad de una clase es casi imposible no pasar a compararla con la de otra, hasta que, llegados a la comparación conjunta de todas las clases, estamos en la movilidad global relativa.

Todos estos tipos de movilidad están desde luego relacionados, pero pueden evolucionar de modo muy distinto, y hasta opuesto. Tanto que, si alguien afirma, por ejemplo, que la movilidad social mejoró o empeoró, sin especificar de cuál se trata, podemos estar bastante seguros de que no entiende bien lo que está diciendo.

Cómo comparar correctamente

Además de los mismos conceptos hay que usar también las mismas categorías y medidas. Asombrosamente, desde hace ya tiempo, los sociólogos se han puesto de acuerdo sobre los pisos entre los cuales el ascensor mueve a la gente. Son las clases profesionales u ocupacionales propuestas por Erikson, Goldthorpe y Portocarero en 1979, que pueden unirse o separarse según convenga a la investigación (en las tablas 1 y 2 se usa una fusión en seis categorías).

Para establecer cómo han cambiado los diversos tipos de movilidad es crucial hacer la comparación entre individuos de la misma edad con encuestas distintas para cada momento del tiempo. Hasta hace poco, la evolución de la movilidad se estimaba con una sola encuesta, dividiendo a los entrevistados por edad, con lo que se atribuye al periodo de nacimiento el efecto de la movilidad intra generacional. Desde hace unos años, va siendo posible disponer de dos encuestas separadas por un período de por lo menos 15 años, que permiten eliminar el sesgo de la movilidad intra generacional comparando a la misma edad.

Por no apreciar debidamente este sesgo, el presente autor llegó a la conclusión de que la movilidad particular no había cambiado con el tiempo en España. Los datos que usé fueron los obtenidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 1991, mediante la Encuesta Sociodemográfica (ESD) del INE, de gran tamaño (N>150,000) y precisión. El error se ha podido corregir gracias a la European Union Survey on Income and Living Conditions (EUSILC), una encueta anual que en España lleva a cabo el INE con el nombre de Encuesta de Condiciones de Vida (ECV). Las de 2005, 2011 y 2019 incorporan un módulo sobre transmisión intergeneracional de la pobreza, con muestras menores que la de la ESD (unos 30.000 individuos) pero suficientes para estudiar la movilidad profesional por grupos de edad. Con estos datos, he comparado en un estudio (Carabaña (2020) el cambio en la movilidad particular entre 1991 y 2005-11 (fundiendo las encuestas de estos dos años), y en otro tanto la movilidad particular como la global entre 2005 y 2019 (Carabaña, 2023). Sintetizo a continuación sus principales resultados.

La movilidad profesional en España entre 1991 y 2019

Limitando el examen a los entrevistados de entre 26 y 35 años, los datos de 1991 reflejan el funcionamiento del ascensor social en el ciclo económico 1960 a 1990 (desarrollismo y crisis del petróleo) y los datos de 2019 reflejan cómo funcionó en el ciclo de 1991 a 2019 (burbuja y Gran Recesión). Obsérvese que el período 1990-2019 es lo más cercano que tenemos al ahora: la movilidad social que podemos observar en 2019 es el resultado de fenómenos pasados.

La metáfora del ascensor social casa mejor con la movilidad particular, así que comenzaremos por ella, mostrando la tabla de movilidad de los jóvenes de 26 a 35 años en 1991 (tabla 1) y en 2019 (tabla 2). Se ve claramente que el ascensor ha funcionado mejor en 2019 que en 1991; en efecto, los vástagos de todas las clases, desde los agricultores a los no manuales medios, aumentaron entre las dos fechas su movilidad ascendente. Además, la mejora fue semejante en términos absolutos para todas las clases, lo que significa que en términos relativos fue mucho mayor para las clases medias y obreras. Esto es particularmente cierto si nos limitamos al acceso a la clase más alta, la de los profesionales; agricultores, obreros de la industria, empresarios y profesionales incrementaron su acceso en unos once puntos porcentuales, destacando todavía los 26 puntos de los no manuales medios y los 19 puntos de los trabajadores del comercio y los servicios.  Es decir, entre 1991 y 2019 la movilidad ascendente de todas las clases aumentó y se igualó. No es fácil localizar avería alguna en estas prestaciones del ascensor social.

No puede pasarse por alto la diferencia entre la evolución de la movilidad particular masculina y la femenina. Ambas han mejorado, pero mucho más la femenina, en particular en los últimos quince años, los de la Gran Recesión. Tomemos como muestra  el acceso a la clase profesional de hijos de obreros de la industria y profesionales; la tasa de los hijos de obreros ha pasado de 3% en 1991 a 7% en 2005 y a 9% en 2019; la de sus hermanas comenzó igual, con 3%, pero pasó a 13% ya en  2005 y ha llegado a 21% en 2019; la tasa de hijos de profesionales era de 45% en 1991, de 47% en 2006 y de 40% en 2019, lo que puede verse como un descenso; la tasa de las hijas de profesionales pasó de 36% en 1991 a 42% en 2005 y a 62% en 2019, lo que no es posible ver sino como un fuerte ascenso, concentrado, además, en los años de la crisis.  Las mujeres han pasado de tener una movilidad quizás algo inferior a la de los hombres en 1991 a tenerla mucho mejor en 2019. Hay que guardarse de interpretar estas diferencias como si hubiera dos espacios de movilidad segregados por sexo; hombres y mujeres tienen los mismos padres y compiten por los títulos escolares y profesionales en el mismo especio escolar y en el mismo mercado. En este espacio único, hay que reconocer que a las mujeres les ha ido notablemente mejor que a los hombres.

Podría ser que España fuera otra vez diferente. No se puede excluir, pues son pocos los países donde se ha hecho una comparación rigurosa a la misma edad en dos períodos distintos. Uno es Francia, donde Vallet (2017) ha encontrado que entre 1970 y 2003 mejoraron de forma continua las tasas de movilidad de todas las clases y, en particular, las de las clases bajas, sobre todo, entre las mujeres. Otro es el Reino Unido, donde Li y Devine (2011) compararon datos de 1990 y de 2005, obteniendo resultados similares a los de Vallet, aunque con una mejora muy pequeña en la movilidad masculina. He podido calcular que el fenómeno se ha dado también entre 1970 y 2019 en dos antiguos países socialistas, Polonia y Hungría. Por último, la EUSILC permite comparar la movilidad en 2005 y 2019 en Austria, República Checa, Alemania, Francia, Hungría, Italia, Polonia, Portugal y Eslovaquia, con mejoras en la movilidad particular iguales o mayores que las de España. Si el ascensor social se ha estropeado, no sabemos dónde ha sido.

¿No será que la avería del ascensor social no se nota en la movilidad particular, sino en la movilidad global? Al cabo, es ahí, y concretamente en la absoluta, donde la OCDE ha encontrado que mengua la movilidad ascendente y crece la descendente (2018: 168). El fallo es que la OCDE no se percata de que eso es una consecuencia automática del cambio estructural, pese a citar al respecto a Goldthorpe (2016).  De todas formas, en España la movilidad global ascendente aumentó entre 2005 y 2019 en unos seis puntos y quedó igual la descendente, disminuyendo los inmóviles, compensando sobradamente el efecto del cambio estructural. Y eso tanto entre los hombres como entre las mujeres. 

Al contrario que la absoluta, la movilidad global relativa sí que parece haber disminuido ligeramente entre 1991 y 2019. Los hijos llegan más lejos, pero dependiendo más de la clase de los padres. Para ser exactos, conviene separar de nuevo hombres de mujeres. La dependencia de los hombres ha variado tan poco como su movilidad particular; así, en 2005 la r de Pearson era de 0,368 y en 2019 de 0,369; en cambio, la de las mujeres ha aumentado, concretamente de 0,278 en 2005 a 0,338 en 2019.

Resumiendo, durante el último ciclo económico los hombres han llegado solo un poco más alto que en el anterior, dependiendo igual de sus orígenes; en cambio, las mujeres han llegado mucho más arriba, pero dependiendo cada vez más del punto de partida. Lejos de estropearse, el ascensor social aceleró, pero los trayectos parecen depender más del punto de salida. Queda pendiente explicar esta paradoja.  

Referencias

Carabaña, Julio (1999). Dos estudios de movilidad intergeneracional. Argentaria-Visor.

Carabaña, Julio (2020) «El ascensor social se aceleró. Mejoras en la movilidad particular de clase durante el último ciclo económico en España». Pp. 271-300 en Olga Salido y Sandra Fachelli (eds). Perspectivas y fronteras en el estudio de la desigualdad social: movilidad social y clases sociales en tiempos de cambio. CIS.

Carabaña, Julio (2023) «Más estudios, menores ingresos, mejores profesiones: el ascensor social se ha seguido acelerando en España entre 2005 y 2019». Pp. 125-168 en Eduardo Bandrés, Juan Carlos Rodríguez y Julio Carabaña, Tres aproximaciones a la desigualdad social en España: rentas disponibles, rentas ampliadas  y ocupaciones. FUNCAS.  

Erikson, Robert y Goldthorpe, John H. (1992). The Constant Flux: A Study of Class Mobility in Industrial Societies. Oxford University Press.

Erikson, Robert; Goldthorpe, John H. y Portocarero, Lucienne (1979). «Intergenerational Class Mobility in Three Western European Societies: England, France and Sweden». The British Journal of Sociology, 30(4), pp. 415-441.

Goldthorpe, John (2016). «Social class mobility in modern Britain: changing structure, constant process». Journal of the British Academy, 4, pp. 89-111. Disponible en: DOI 10.5871/jba/004.089

Li, Yaojun y Devine, Fiona (2011). «Is Social Mobility Really Declining? Intergenerational Class Mobility in Britain in the 1990s and the 2000s». Sociological Research Online, 16(3) 4: 1-25. DOI:10.5153/sro.2424

OECD (2018).  A Broken Social Elevator? How to Promote Social Mobility. Paris: OECD Publishing. Disponible en:  https://doi.org/10.1787/9789264301085-en

Vallet, Louis-André (2017). «Mobilité entre générations et fluidité sociale en France. Le rôle de l’éducation».  Revue de l’OFCE, 150(1), pp. 27-67. Disponible en: DOI 10.3917/reof.150.0027.


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