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Fernando Otero ha vertido al español las principales novelas de Dostoievski. Otero ha recibido varios premios y distinciones internacionales por sus traducciones.


Avance 

Mishkin Ediciones toma el nombre del príncipe Mishkin, héroe de la novela El idiota (1869) de Fiódor Mijáilovich Dostoievski (1821-1881). Y Mishkin Ediciones se ha sumado a la celebración del centenario de Dostoievski con la publicación de El jugador, la novela más autobiográfica del gran escritor ruso. 

Fiódor M. Dostoievski, Anna G. Dostoiévskaia: «Anatomía de un ludópata. Generación, éxtasis y muerte de «El jugador»». Mishkin Ediciones, 2023. Traducción y «Nota a los textos» de Fernando Otero

La primera referencia de su pasión por el juego la encontramos en una carta de F. M. Dostoievski de septiembre de 1863. Había viajado ese verano a Europa por motivos de salud y aprovechado la oportunidad para visitar Wiesbaden, ciudad alemana conocida por su casino. Cuatro días de juego bastaron para quedar enganchado. La experiencia del riesgo, el cálculo vertiginoso y la osada apuesta del todo o nada se convirtieron de inmediato en una de las supremas formas de vida para el novelista.

Fernando Otero (Madrid, 1960) ha traducido al castellano las principales novelas de Dostoievski. También ha traducido para Mishkin Ediciones El seminario, de N. Pomialovski (publicada en Vremia, la revista editada por los hermanos Dostoievski, en 1862), y la biografía novelada de Marc Chagall, Vuela un aeroplano, de F. Gorenstein. Otero ha recibido varios premios y distinciones internacionales por sus traducciones. Su conocimiento de Dostoievski le ha permitido transmitir impecablemente el tono, entre irónico y desesperado, de El jugador, así como el de las cartas que Dostoievski escribió cuando le arrollaba su ludopatía. Antes de ni siquiera empezar a redactar El jugador, en una crisis financiera muy notable, Dostoievski había comprometido la explotación económica de todas sus obras si no entregaba el manuscrito en un plazo determinado. No lo hubiera conseguido sin la ayuda de la taquigrafía Anna Grigórievna Snitkina (1846-1917), con quien se casó en febrero de 1867. Las Memorias de Anna Grigórievna, de las que en esta edición se han seleccionado los capítulos correspondientes al período anterior y posterior a El jugador (1867), se publicaron póstumamente, en 1923. De ello trata Otero en las Notas a los textos que abren este volumen y que reproducimos en Nueva Revista. La referencia bibliográfica es:

Fiódor M. Dostoievski, Anna G. Dostoiévskaia: Anatomía de un ludópata. Generación, éxtasis y muerte de El jugador. Mishkin Ediciones, 2023. Traducción y Nota a los textos de Fernando Otero.


Artículo

Con permiso de sus creaciones monumentales —muy especialmente, Crimen y castigo (1866) y Los hermanos Karamázov (1880)—, la novela breve El jugador (1866) es, a buen seguro, la obra más popular y leída de Fiódor Mijáilovich Dostoievski (1821-1881). Tenemos constancia, por su correspondencia, de que ya en septiembre de 1863, si no antes, proyectaba escribir una obra —a esas alturas, tal vez un relato no muy extenso— en la que se vieran reflejados, por una parte, su conocimiento de los círculos de expatriados rusos en Europa (el propio Dostoievski había empezado a viajar al extranjero en 1862, y le habían llamado la atención el comportamiento y las actitudes de los rusos que vivían de forma temporal o permanente lejos de la patria); por otra parte —y sobre todo—, sus propias experiencias como jugador de ruleta, afición a la que estaba entregado, al parecer, desde junio de 1862, con una intensidad que condicionaría de forma radical su existencia durante cerca de una década (hasta abril de 1871).

Sin embargo, no fue hasta octubre de 1866 cuando el escritor, en circunstancias rocambolescas, acometió la redacción de esta breve novela. Esas circunstancias, por lo demás, fueron las que propiciaron el encuentro del escritor con la que pronto, en febrero de 1867, se convertiría en su segunda esposa y madre de sus hijos: Anna Grigórievna Snitkina (1846-1918), joven contratada para colaborar como taquígrafa en el proceso de escritura de El jugador. Ella contribuyó así a la hazaña de concluir la novela en menos de un mes; de esta manera, se satisfacían las leoninas condiciones que Dostoievski se había visto obligado a aceptar en el contrato firmado con el editor Stellovski y que habrían supuesto para el novelista —en caso de no entregar a tiempo (antes del 1 de noviembre) el texto— la pérdida de los derechos de explotación de sus obras, pasadas y futuras, durante nueve años; es decir, Dostoievski se habría visto privado en todo ese tiempo de su único medio de vida.

El escritor había accedido a firmar ese contrato empujado por la necesidad de obtener, en un momento de extremos apuros económicos (uno de tantos en su vida), un anticipo que le permitiría «salvar los muebles» —en el sentido casi literal de la expresión— durante una temporada, pues el periodo de composición de El jugador coincide con una época en extremo agitada —en todos los aspectos, empezando por el financiero— de la biografía de Fiódor Dostoievski, una biografía que, como es bien sabido, no fue precisamente parca en sobresaltos ni emociones fuertes. En los años que siguieron al regreso del novelista a San Petersburgo, a finales de 1859, tras una década de presidio y exilio en Siberia, asistimos a la reanudación —trabajosa pero firme— de su carrera literaria, que se había visto abruptamente interrumpida por su detención y posterior condena en 1849. A ello habían contribuido sus intentos de asentarse en el plano profesional, de la mano de su hermano Mijaíl Mijáilovich (1820-1864), en el mundo del periodismo, con la fundación de la revista «literaria y política» Vremia [El Tiempo]. En su breve andadura (1861-1863), Vremia alcanzó un éxito considerable (llegó a superar los cuatro mil suscriptores, una cifra muy estimable para la época) e iba camino de convertirse en una fuente de ingresos estable para los hermanos Dostoievski, así como en una plataforma eficaz para el despegue de la carrera literaria de Fiódor. Sin embargo, y a pesar de la tibieza ideológica de la revista, afín a los planteamientos de los eslavófilos, Vremia despertó el recelo de la censura, hasta el punto de que la aparición en abril de 1863 de un artículo de Nikolái Strájov, «Rokovói voprós» [Una cuestión fatídica], donde el levantamiento nacional polaco de enero de ese año se abordaba, a juicio de las autoridades rusas, sin el suficiente celo patriótico, motivó el cierre de la publicación. Aunque a comienzos de 1864 los Dostoievski fueron autorizados a lanzar una nueva cabecera, Epoja [Época], lo cierto es que esta no obtuvo ni de lejos el éxito de su predecesora.

El fallecimiento repentino, en julio de 1864, con apenas cuarenta y tres años, de Mijaíl Dostoievski —dejando una viuda y cinco huérfanos, a quienes Fiódor se esforzó siempre por auxiliar, en la medida de sus escasas posibilidades— supuso la sentencia de muerte para la revista. Esta acabaría echando el cierre en febrero de 1865, lastrada por una deuda considerable que el novelista se vio obligado a asumir, agravándose de este modo el estado, siempre precario, de sus finanzas.

Se trata de una etapa no menos tormentosa de la vida sentimental del escritor. Dostoievski se había casado en 1857, en el destierro siberiano, con María Dmítrievna Isáieva (1824-1864), Konstant de soltera. Pero hacia 1860, ya en San Petersburgo, la relación entre los cónyuges es muy distante y —sin llegar a producirse la ruptura formal— el matrimonio está virtualmente acabado. Hacia esa misma época, a María Dmítrievna le diagnostican una tuberculosis severa que la obligará a vivir el resto de sus días sometida a sucesivos internamientos y periodos de reposo, hasta su muerte —en la que estará presente, a pesar de todo, el propio Dostoievski— en Moscú, en abril de 1864. Entretanto, en 1861, el novelista había conocido a Apollinaria Prokófievna Súslova (1840-1918), una joven estudiante con veleidades literarias, con la que entablaría una relación turbulenta y discontinua, con sucesivos encuentros y desencuentros en Rusia y en el extranjero, que acabaría en 1865 de una forma humillante para el escritor (el cual buscaría, no obstante, venganza literaria mediante la introducción en sus obras de una serie de personajes femeninos —empezando precisamente por la Polina de El jugador—, inspirados en la figura de Apollinaria Súslova). En paralelo, en 1864, al poco de enviudar, Dostoievski también habría tentado —en vano— con una propuesta matrimonial a otra joven, Anna Vasílievna Korvin-Krukóvskaia (1843-1887) —que pasaría a la posteridad como Anna Jaclard—, notoria feminista y revolucionaria, hermana de la eminente científica Sofia Vasílievna Kovalévskaia.

En este contexto tan convulso en todos los ámbitos —también en el de la salud: no olvidemos que Dostoievski padecía de epilepsia y que en algunas temporadas sufrió ataques frecuentes y severos—, ya en la primera salida del novelista al extranjero, en verano de 1862, se produce, en apariencia, su caída fatal en las garras de la ruleta. Los siguientes viajes, en 1863 y 1865 (principalmente por Alemania, Francia, Italia y Suiza), programados en principio, como el primero, con el objetivo de reposar y tratarse de su enfermedad, así como de conocer en persona la realidad de Europa occidental, acaban convirtiéndose en una suerte de tours ludopáticos por los principales casinos alemanes. En ellos el escritor consume su tiempo y su dinero, siempre menguante, en las salas de ruleta, cuando no se ve obligado a pensar en la mejor manera de afrontar —o eludir— las inevitables secuelas del juego: penurias constantes, deudas, empeños, peticiones de anticipos, pagarés, esperas angustiosas e ignominiosos sablazos. Ni siquiera el matrimonio de Dostoievski con Anna Grigórievna —que le aportó, con todo, considerables dosis de sosiego— puso fin inmediato a esta situación, y habrá que esperar a abril de 1871 para que, poco antes del regreso de la familia a Rusia, tras cuatro largos años de exilio —los Dostoievski, recién casados, habían escapado de Rusia en abril de 1867, para evitar que los modestos beneficios que les había reportado la publicación de Crimen y castigo acabaran en manos de los acreedores—, el escritor ponga definitivamente fin a su adicción.

Dostoievski, como tantos otros literatos, era un grafómano impenitente y, además de sus incontables páginas narrativas y periodísticas, escribió y recibió centenares de cartas, en ocasiones de considerable extensión. Se ha conservado una parte importante de su correspondencia, aunque, inevitablemente, son también muy numerosas las cartas perdidas. No nos ha llegado, en ese sentido, ninguna en la que relate sus primeros contactos con la ruleta, aunque tenemos evidencia indirecta de que el acontecimiento tuvo que producirse en el verano de 1862 —tal vez el 12 de junio (según el calendario juliano vigente entonces en Rusia; 24 de junio del calendario gregoriano), en la localidad alemana de Wiesbaden—, gracias a la breve pero elocuente recriminación de su hermano Mijaíl en su carta del 27 de junio (9 de julio), que recogemos en esta selección. A partir de 1863, por el contrario, son muchas las misivas escritas y recibidas por Dostoievski que hacen referencia, en ocasiones con toda crudeza, a su situación. Hemos seleccionado unas cuantas, remitidas a distintos parientes, amigos, amadas, colegas, editores y colaboradores, redactadas entre 1863 y 1867, en un deseo de mostrar hasta qué punto la pasión por el juego, con sus secuelas económicas, afectó a todas las esferas de la vida del autor y al conjunto de sus relaciones personales. De paso, incluimos algunas cartas en las que se hace referencia al proceso de creación de El jugador y a las vicisitudes editoriales que lo rodearon. Añadimos dos breves notas de Mijaíl Dostoievski. La ya mencionada, de 1862, por contener la que —hasta donde sabemos— es la primera referencia expresa a la entonces incipiente ludopatía de su hermano. La de 1863, porque, junto con las dos cartas sucesivas de Fiódor Dostoievski a Varvara Dmitrievna Konstant, hermana de María Dmitrievna, la primera mujer del escritor, más la respuesta de Fiódor a Mijaíl, forma una secuencia epistolar que nos permite hacernos una idea de la angustiosa situación económica del novelista y el caos vital en el que estaba sumido.

Para la traducción de la correspondencia aquí recogida nos hemos basado, por lo general, en los textos que aparecen en el decimoquinto tomo de las Obras completas en quince tomos, publicado por la editorial Naúka en Leningrado en 1996. Las dos cartas de Mijaíl, así como algunas de las misivas del propio Fiódor Dostoievski, las hemos traducido a partir de fuentes de acceso libre en internet.

Los fragmentos seleccionados de las Memorias (Vospominania, en el original) de Anna Grigórievna Dostoiévskaia se han traducido a partir del texto que publicó en Moscú la editorial Naúka, en 1987. Aunque se trata de una edición levemente expurgada de los recuerdos de la viuda del escritor, esa circunstancia no afecta a los pasajes aquí recogidos.

Por lo que respecta a El jugador, apareció por primera vez, como ya hemos señalado, de la mano del editor Fiódor Stellovski, en el tercer tomo de las Obras completas de Dostoievski; la obra vio la luz en San Petersburgo, a finales de 1866. El título previsto, que figuraba al frente del manuscrito, era Roulettemburgo (en el original, Ruletenburg) —la localidad ficticia, inspirada en buena medida en Wiesbaden, en la que transcurre la mayor parte de la acción de la novela—, pero el editor exigió que se adoptara un título «más ruso», y Dostoievski consintió en llamarla, escuetamente, El jugador (en ruso, Igrok). Nuestra traducción se basa en el texto que figura en el cuarto tomo de las Obras completas en quince tomos, que publicó la editorial Naúka en Leningrado en 1989.


Texto reproducido aquí con la autorización expresa de © Mishkin Ediciones y de © Fernando Otero, a quienes Nueva Revista agradece cordialmente.

Fotografía principal: cubierta del libro tratada en canva.com