Javier Marrodán

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Periodista del Diario de Navarra y coautor del libro Itinerario universal de Francisco de Javier
Nueva Revista

La herencia de un hombre santo

En 1976, un equipo de Televisión Española dirigido por el antropólogo José Antoni o Jáuregui logró entrevistar en su despacho de Delhi a Indira Gandhi, entonces presidenta de la India, la democracia más poblada del mundo. Los periodistas se interesaron por el recuerdo que cinco siglos antes había dejado en el país San Francisco Javier y ella improvisó un balance con una frase aparentemente sencilla: «Cuando alguien enferma en la India, sea un hindú o un musulmán, invoca a San Francisco Javier».No se trata de una afirmación aislada. La actual embajadora del subcontinente indio en España, Surkayanthi Tripathi, asistió el pasado 7 de abril a los actos celebrados en Javier (Navarra) con motivo del quinto centenario del nacimiento del misionero. «Toda la India conoce la figura de San Francisco Javier», explicó entonces. Y relató que ella misma había estudiado en uno de los muchos colegios de su tierra que llevan el nombre del infatigable jesuita. «En mi país tenemos mucho respeto por San Francisco. Para nosotros es de la India, es nuestro santo». Aquel mismo día, en el flamante auditorio que se ha construido con ocasión del Año Javeriano, se celebró una solemne eucaristía presidida por el cardenal Rouco y concelebrada por más de treinta obispos españoles. Proclamó la primera lectura la religiosa Ida Rodrigues, que nació en Goa, la gran capital portuguesa de ultramar, y que desciende de una familia católica cuyos antepasados más lejanos se remontan a la época de los descubridores. En la actualidad es la superiora de las Misioneras de Cristo Jesús, una congregación fundada hace unas décadas en Javier y que cuenta con trescientos veinte religiosas repartidas en once países. «Mi padre también se llamaba Francisco Javier», sonríe Ida Rodrigues al acabar de revelar las relaciones tan estrechas que unen su propia biografía con la figura del santo.Es imposible calibrar el alcance que tuvo el trabajo misionero de San Francisco Javier, que murió a los cuarenta y seis años y que únicamente dedicó once a la predicación, incluidos los treinta y seis meses que consumió a bordo de las embarcaciones que le permitieron recorrer el agitado mapamundi de la época.La India es quizá un caso emblemático. El país roza los 1.100 millones de habitantes y los católicos no superan el 3 %. Sin embargo, el nombre y la imagen de Javier son referencias casi inevitables: al santo se le puede encontrar en los grandes retablos de las iglesias coloniales y en pinturas piadosas y modestas de capillas recónditas, pero también en colegios y universidades, en sellos de correos y en libros de historia. Más importante aún se antoja su relación con las comunidades cristianas de los actuales estados de Kerala, Goa Tamil Nadu, los que concentran un mayor número de católicos, o con los cientos de miles de peregrinos que acuden anualmente a la basílica del Bom Jesús, donde descansan sus restos. Hay otro dato muy elocuente : la Compañía de Jesús, que ha conocido periodos de esplendor y persecuciones, y que estuvo suprimida...