Guillermo Cisneros Pérez
La formación de hoy, la economía de mañana
Las decisiones en materia de formación tienen su impacto a muy largo plazo. La recuperación económica de un país tiene necesariamente que venir de quienes, tras su proceso de formación, estén en condiciones de realizar una actividad económica relevante para desarrollar el tejido productivo del país a través de la innovación. La disponibilidad de estos profesionales de adecuada calificación determinará directamente la capacidad futura de un país para progresar, o incluso, para atravesar las crisis económicas aprovechando en ellas las oportunidades que ofrece la reestructuración de los mercados de bienes y servicios. Países como Alemania, Francia e Inglaterra son plenamente conscientes de esta situación y no han dudado en ir a buscar a estos profesionales fuera de sus fronteras.
Un informe reciente de la asociación alemana de ingenieros (1) (VDI), el European Engineering Report 2004-10, pone de manifiesto cómo en la sociedad considerada como el «motor económico» de la Unión Europea, el número de profesionales trabajando en el ámbito de la ingeniería es cuatro veces superior a los que trabajan en España, siendo la población de Alemania próxima al doble de la población española. Y aporta este mismo informe algunos datos adicionales sobre la demografía de esta población como que en España, casi el 50% de los «trabajadores empleados en ingeniería» son menores de 34 años o el preocupante dato que casi el 30% de los «ingenieros egresados» (titulados que han estudiado alguna carrera de ingeniería) no trabaja en actividades que puedan ser consideradas «de ingeniería». Este mismo informe pone también de manifiesto el riesgo que supone a medio plazo para la economía española los malos índices obtenidos en el Informe PISA (niveles académicos de nuestros estudiantes de secundaria) y su relación con la formación de los profesionales responsables de consolidar un cambio de modelo productivo: los ingenieros.
En relación con la formación universitaria, actualmente, Europa está terminando el proceso de transformación de las enseñanzas universitarias en el llamado Proceso de Bolonia: la creación del deseado Espacio Europeo de Enseñanza Superior que nos permita competir con Estados Unidos en la captación de estudiantes de alta capacidad.
Bases de este proceso son la estructuración de los estudios universitarios en tres niveles (Bachelor, Máster y Doctorado), la adopción de una métrica común basada en el esfuerzo del estudiante (ECTS, European Credit Transfer System) y el establecimiento de un proceso de acreditación de titulaciones que, a través del establecimiento de relaciones de confianza mutua entre agencias de acreditación, garantice la calidad de las enseñanzas universitarias en cada uno de los países y su reconocimiento por el resto. En España, al contrario de lo sucedido en otros sistemas educativos europeos, la adaptación a este EEES ha llevado pareja una profunda reforma de la estructura de las titulaciones universitarias.
En la mayoría de los sistemas educativos europeos (2), los estudios del primer nivel universitario (Bachelor) se han establecido en una duración de tres años asignando al Máster dos años de duración, lo que se conoce como estructura de 3+2. En España se ha adoptado una duración de cuatro...