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Jordi Sevilla. Economista. Presidente del Consejo Social de UNIR. Ha sido ministro de Administraciones Públicas. Autor de varios libros de economía y política, también ha hecho su incursión en la novela negra.


Avance

Ampliar el campo tradicional de la economía, humanizándola, ha sido el gran logro de Amartya Sen (Santiniketan, India, 1933), el factor decisivo a la hora de convertirlo en un prestigioso y premiado economista que tocó techo en el año 1998 con la concesión del Nobel. Por mucho que tocara techo, Sen nunca dejó de pisar el mismo suelo que sus compatriotas y tenerlos presentes: así aprendió que la economía tradicional, ortodoxa, partía de un ser humano artificial, inexistente, ajeno a la realidad de hechos y afectos que influyen sobre la toma de decisiones como pueden ser desde el lugar de nacimiento hasta los principios éticos. El autor de este texto, el economista y exministro, Jordi Sevilla lo recuerda y traza un perfil biográfico e intelectual de Amartya Sen al hilo de sus Memorias. Un hogar en el mundo, publicadas por Taurus.

Destaca, en su lectura, la importancia de algunas vivencias, como la hambruna bengalí de 1943, decisivas en su aprendizaje teórico y en su enfoque abierto y multiperspectivista de la economía. Hablando de la teoría, no ha de pasarse por alto la influencia de figuras como Kenneth Arrow y Karl Marx que Sen estudió y revisó con análisis innovadores y audaces.

Miembro de la élite intelectual de una India recién independizada, estudió en el Trinity de Cambrigde y en «el otro Cambridge» en Massachussets, Estados Unidos. Así es como conoció de primera mano las corrientes económicas del momento y a sus protagonistas. Y dio lugar a la suya: el enfoque basado en las capacidades «para que cada persona pueda convertir en libertad real, sus derechos y que se presenta a lo largo de su obra, como alternativa al utilitarismo de la economía del bienestar y al principio de bienes básicos de Rawls», explica Jordi Sevilla. El autor valora así la importancia de su aportación: «Sin alharacas, se entiende muy bien justificado su Premio Nobel, ya que se puede decir que el conocimiento económico de la sociedad, sus problemas y soluciones, tienen un antes y un después con Amartya Sen: sin renunciar a las matemáticas, supo incluir en esta disciplina aspectos sociales, políticos y culturales. En un momento, se pregunta: “¿Por qué a la economía dominante le interesaba tan poco la vida de los seres humanos?”». Su empeño fue trabajar en la dirección contraria y que a la economía le empezara a interesar la vida y las condiciones de vida de las personas reales. «Todo su análisis –prosigue Jordi Sevilla– concluye resaltando la necesidad de incorporar la lógica de lo público como distinta a la del mercado e introduciendo la filosofía moral en el análisis económico (como, por cierto, hizo Smith) ya que «la discusión y la persuasión forman parte de la elección social tanto como el voto». El autor concluye con una reflexión personal en forma de pregunta: «De ahí, añado yo, la importancia y actualidad de la publicidad, la propaganda, las fake news y el relato, ¿no?».


Artículo

Leyendo estas interesantes Memorias de quien fue, en 1998, Premio Nobel de Economía y en 2021 Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, se entiende que el corazón de sus preocupaciones y su manera de pensar se forjaron ya en su infancia en la India. De igual manera se entiende también el origen de las preocupaciones intelectuales de Amartya Sen: las mismas que le llevaron a ensanchar el campo de la economía al considerar que el análisis ortodoxo partía de un ser humano artificial, ajeno a la realidad de hechos y afectos que influyen sobre las decisiones de los mismos, como son la ética o el lugar de nacimiento.

Amartya Sen: Un hogar en el mundo. Memorias. Taurus 2021

Amartya, el inmortal

Nacido en 1933 en el seno de una familia de larga tradición intelectual, se educó en una escuela creada por su abuelo junto al también Premio Nobel de Literatura, Rabindranath Tagore, gran amigo de su familia hasta el punto de reconocer el autor que «tuvo una prolongada presencia en mi vida, desde mi niñez» (pág. 56). De hecho, fue Tagore quien propuso a sus padres cuando nació, el nombre de Amartya, que significa inmortal en sánscrito.

Se educó, pues, en un ambiente innovador para la época, donde «cualquier tipo de orientación hacia los exámenes y las calificaciones se desincentivaba con firmeza». Un entorno donde «se defendía la prioridad absoluta de la razón» (pág. 111) en un clima de libertad de opinión donde se podía criticar el nacionalismo, la religión o las castas. Una época, que le trae recuerdos de «los maravillosos años que pasé en la escuela». Allí estudió, sobre todo, matemáticas y sánscrito. Adquirió un profundo conocimiento de la literatura y los «relatos» tradicionales de la India, lo que llevó a reconocer la pluralidad de identidades que confluyen en el ser humano y a desconfiar de quienes se empeñan en reducirlas a una solo, sea la nación, la clase o la religión. Así dice: «La intuición de que la identidad humana no precisa de un ámbito específico me llegó con fuerza de los clásicos antiguos» (pág. 127). Años después, desarrolló estas «intuiciones» en su libro Identidad y violencia publicado en 2006.

La ambición de justicia, la realidad del hambre

En esta misma época, estudia con profundidad el mensaje de Buda (se proclamó budista durante un tiempo) del que resalta, sobre todo, su enfoque de la ética, en la medida en que defendía, a diferencia del planteamiento occidental del contrato social, que «hacer el bien no debe de ser un acto transaccional, que las personas tienen el deber de hacer lo que consideran bueno de forma unilateral, incluso cuando los demás no cumplen con sus correspondientes obligaciones» (pág. 123) en algo que recuerda a los estoicos e, incluso, al muy posterior imperativo categórico de Kant. Sobre estas tempranas ideas que afectan a la conducta aquí y ahora, publicó en 2009 su importante libro La idea de la justicia, discrepando del enfoque contractualista de Rawls.

Amartya Sen creció en un ambiente donde «se defendía la prioridad absoluta de la razón» y donde se podía criticar el nacionalismo, la religión o las castas

Viviendo en Bengala, Amartya tropezó con dos realidades que marcaron una parte de su trabajo académico posterior: «Fui testigo de la hambruna bengalí de 1943» (pág. 142) que provocó la muerte a en torno a tres millones de personas. Y, también vio cómo los efectos de esta hambruna se repartían de manera desigual según las clases sociales: «El hambre es una característica de la gente que no puede comprar comida suficiente en el mercado, no tiene que ver con la cantidad de comida que hay en el mercado» (pág. 145). Retomaría estos asuntos en sus libros Sobre la desigualdad económica (1973) y Poverty and Famine: An essay on entitlement and deprivation (1981).

Observando las fuertes tensiones religiosas de la época entre hindúes y musulmanes que condujeron, tras la independencia, a la división de la India y al surgimiento de Pakistán comprendió «la necesidad imperiosa de incluir la clase económica en la comprensión» tanto de la pobreza, como de la misma violencia religiosa ya que la pobreza «despoja a una persona de sus libertades» reales (pág. 153). Esta visión social de la libertad –no eres libre de elegir, si te mueres de hambre– la desarrollo en uno de sus más célebres ensayos: Development as Freedom (1999).

La influencia de Kenneth Arrow y Karl Marx

En 1951 se traslada a vivir a Calcula para estudiar en la Universidad. Y, continuando con su trayectoria intelectualmente elitista, lo hizo en el Presidency College cuyo largo historial «le dio un brillo académico que lo hacía único» (pág. 229). Se matriculó en matemáticas y economía porque «saber algo de economía seria vital en el trabajo de transformar la India» y trabajar por una India diferente ya formaba parte de sus inquietudes.

Su época universitaria en Calcuta está marcada por dos «descubrimientos» intelectuales que marcaron el futuro de su propio trabajo académico: en las aulas, «el estudio revolucionario de Kenneth Arrow sobre la teoría de la elección social», publicado en 1951 y fuera de las aulas, en las tertulias de los cafés, Marx, al que dedica un capítulo y del que dice: «en el corpus de los escritos de Marx hallé conceptos que me parecieron importantes y dignos de debate».

Arrow, con su teorema de la imposibilidad, demostró matemáticamente que era imposible encontrar una regla democrática para agregar, de forma eficiente, las preferencias individuales de las personas, con las reglas axiomáticas de comportamiento que se exige en el marco normativo de la economía dominante. Las implicaciones políticas y sociales de este teorema eran de largo alcance ya que se utilizó para cuestionar la democracia en el marco de una sociedad capitalista. Como esto era inaceptable para Sen, dijo que «no estaba convenido del todo de que no pudiéramos elegir otros axiomas que también fueran racionales y que permitieran una elección social no dictatorial» (pág. 246). Trabajó este asunto en Elección colectiva y bienestar social publicado en 1970.

Su época universitaria en Calcuta está marcada por dos «descubrimientos» intelectuales que marcaron el futuro de su propio trabajo académico: Kenneth Arrow y Karl Marx

Respecto a Marx, dice que, en su época estudiantil, aunque no se hablara de él en las clases de economía de la Universidad, «nadie podía competir con Marx en lo tocante a posición y estatura intelectual» (pág. 247). Hace un análisis muy interesante de lo «mucho que había que aprovechar de la obra de Marx» pero en un sentido muy alejado de las rutas del marxismo ortodoxo de la época. Porque «para obtener el máximo provecho de Marx, tenemos que ir mucho más allá de las prioridades reflejadas en su propia obra» (pág. 264).

Para su análisis posterior, se queda con dos ideas marxianas que Sen utilizó en su propia obra: la importancia de la libertad real de opciones para la riqueza de la vida de las personas y, sobre todo, el conflicto entre las necesidades humanas y las reglas sociales de reparto según las capacidades expresadas en el trabajo.

Las capacidades: el nacimiento de una teoría

De aquí surgirá una de las grandes aportaciones de Sen: el enfoque basado en las capacidades para que cada persona pueda convertir en libertad real, sus derechos y que se presenta a lo largo de su obra, como alternativa al utilitarismo de la economía del bienestar y al principio de bienes básicos de Rawls. (ver Commodities and Capabilities, 1985, y Capability and Well-being, 1993). En palabras del autor «en un tiempo me sentí profundamente impresionado por la magnitud intelectual del marxismo, pero sin sentir la tentación de convertirme en marxista» (pág. 262). Entonces, al parecer, esto era posible.

Miembro de la élite intelectual de una India recién independizada, cuando su padre le financia una estancia de tres años en Inglaterra, Amartya no lo duda: «O Trinity, o nada» (pág. 285). En aquellos años, el Trinity, en Cambridge, representaba el centro mundial donde se estaba desarrollando el nuevo pensamiento económico tras la deconstrucción sufrida como consecuencia de las doctrinas de Keynes, miembro de su claustro.

En los albores de la Guerra Fría, el nuevo enfoque de la economía que se estaba construyendo en Inglaterra, bebía sin problemas de los autores clásicos, sea Smith, Ricardo, o Marx. Para nuestro autor, era el caldo de cultivo perfecto. Al menos, hasta que se trasladó, más adelante, «al otro Cambridge» en Massachussets, Estados Unidos.

Miembro de la élite intelectual de una India recién independizada, estudió en el Trinity, en Cambridge, donde se desarrollaba el nuevo pensamiento económico

Del Cambridge inglés acabaría saliendo la corriente poskeynesiana mientras que, en duro debate intelectual, del Cambridge norteamericano saldría la economía neoclásica, con nuestro autor con el corazón más en el primero, donde estaban sus amigos Sraffa, Dobb, Robertson o Robinson, pero dispuesto, sin sectarismos, a aceptar lo positivo que encontraba también en el segundo, impulsado por autores con los que Sen trabajó como Paul Samuelson.

Humanizar la economía

En 1953 llega al Trinity y, pronto, se sumerge en el debate del momento: ¿Qué teoría económica era la adecuada? (a ello dedica el espléndido capítulo 18). Aunque más centrado en la narración de personas y anécdotas que reflejan muy bien el espíritu de la época tal y como se vivió en los centros universitarios y en una larga lista de personajes que tuvo ocasión de conocer y que fueron muy relevantes con posterioridad en distintos ámbitos, nuestro autor aprovecha para ir soltando con cuentagotas los principales problemas que han centrado su investigación académica, apuntando con un párrafo apenas, cuál ha sido su aportación, en la mayoría de ellos, determinante.

Sin alharacas, se entiende muy bien justificado su Premio Nobel, ya que se puede decir que el conocimiento económico de la sociedad, sus problemas y soluciones, tienen un antes y un después con Amartya Sen: sin renunciar a las matemáticas, supo incluir en esta disciplina aspectos sociales, políticos y culturales. En un momento, se pregunta: «¿Por qué a la economía dominante le interesaba tan poco la vida de los seres humanos?» (pág. 312). De este hilo extraerá un enfoque del desarrollo social que atiende, desde el principio, las privaciones reales, como el analfabetismo, la miseria o la ausencia de sanidad y educación públicas, sin dejarlo todo en manos del crecimiento económico y, por otro lado, el gran agujero que encuentra «sobre el lugar de la libertad personal en la teoría política de izquierdas» (pág. 441). En los 90, ayudará a implantar el Informe sobre Desarrollo Humano de la ONU.

Un socialdemócrata puro

Esto hace de Sen un socialdemócrata puro, que equipara la libertad a la equidad, elaborando una teoría de la justicia separada de la de Rawls y partiendo de otra de sus grandes aportaciones vinculada a «evaluar el bienestar colectivo de los individuos que participan en una sociedad (…) como principal problema de la teoría de elección social» (pág. 340), disciplina donde fue pionero.

Es decir, analiza cómo puede existir una «racionalidad colectiva», teniendo en cuenta la imposibilidad de Arrow (a la que nuestro autor ofreció una solución matemática, cambiando y mejorando los supuestos de partida) y «que una sociedad no puede involucrarse en reflexiones integradas del modo en que lo hace un individuo» (pág. 438).

Todo su análisis concluye resaltando la necesidad de incorporar la lógica de lo público como distinta a la del mercado e introduciendo la filosofía moral en el análisis económico (como, por cierto, hizo Smith) ya que «la discusión y la persuasión forman parte de la elección social tanto como el voto» (pág. 457). De ahí, añado yo, la importancia y actualidad de la publicidad, la propaganda, las fake news y el relato, ¿no?

Economista. Presidente del Consejo Social de UNIR. Ha sido ministro de Administraciones Públicas.