Tiempo de lectura: 3 min.

La publicación el 16 de junio pasado de una declaración del disidente cubano Gustavo Arcos Bergnes en el diario El Nuevo Herald, de Miami, suplemento en castellano del The Miami Herald, desencadenó una verdadera tempestad en los círculos del exilio cubano, sobre todo entre los más veteranos e intransifentes. La declaración de Gustavo Arcos (ex embajador de Castro en Bruselas, ex preso político y actualmente secretario general del Comité Cubano pro-Derechos Humanos) estaba fechada en La Habana y en ella se proponía una «concertación pacífica» entre el régimen castrista, los disidentes y exiliados «interiores» y los exiliados del exterior. «Bajemos cada uno de nuestros viejos burros —decía Arcos en su declaración— y efectuemos de manera civilizada, honesta y respetuosa la próxima conferencia de cubanos en Cuba, invitándose a todas las organizaciones de las distintas corrientes de opinión que están dentro y fuera». En su declaración, Arcos reconocía que «alimentar a todos los ciudadanos con las calorías necesarias para vivir, asegurar la atención médica y la educación escolar gratuita y otros logros sociales sobresalientes para un país de América Latina no es suficiente». También reconocía: «Es cierto que hay en Cuba una parte considerable del pueblo que respalda al Gobierno cubano y a sus dirigentes», algo que muy pocos disidentes y ningún exiliado se había atevido a decir abiertamente en el pasado.

Como era de esperar, la declaración del embajador Arcos provocó reacciones encontradas, casi todas hostiles, en el exilio cubano, sobre todo el asentado en Estados Unidos. Abrió fuego el poeta y ex preso político Armando Valladares con una declaración publicada en el Diario Las Américas, también de Miami. Valladares hacía gravísimas acusaciones contra Arcos —compañero suyo de presidio durante años— e incluso llegaba a señalar que su propuesta de diálogo era una traición sugerida por el propio régimen castrista para desbaratar la unidad de acción del exilio y de la oposición interna. La declaración de Valladares fue seguida de una carta abierta firmada por la española Mary Paz Martínez Nieto, presidenta de la Coalición Europea pro-Derechos Humanos en Cuba y dirigida al también disidente y exiliado, Ricardo Bofill, que apoyó la tesis de Arcos.

La Asociación de Municipios Cubanos, en el Exilio, los médicos cubanos en el exilio, «Cuba Independiente y Democrática» (la organización que dirige el comandante Huber Matos), la «Junta Patriótica Cubana» que encabeza Manuel Antonio de Varona, Alfa 66 y un largo etcétera de organizaciones, grupos, tendencias y «sensibilidades» del exilio histórico cubano, reaccionaron con inquina y despego a la iniciativa porque «no es posible negociar con asesinos»:

Pero hubo también importantes grupos y personalidades del exilio cubano que han expresado su apoyo a la idea del «encuentro» de Arcos. El comandante Gutiérrez Menoyo, el profesor Aguilar León, el escritor Alberto Müller, la embajadora Marta Frayde, entre otros, declararon su simpatía por cualquier proyecto de reconciliación «entre cubanos» sea cual sea su ideología. Se trata, según todas estas personalidades, de «evitar que Cuba sea una nueva Rumanía», algo en lo que coinciden también los disidentes y opositores del interior.

El régimen castrista reaccionó, por su parte, con la intransigencia acostumbrada, en primer lugar, , despreciando al promotor de la idea que, según Roberto Robaina (dirigente de las Juventudes Comunistas de Cuba), «cuenta apenas con unos cuantos familiares» en su organización de derechos humanos. La posibilidad de que en el diálogo o «encuentro» participasen también representantes del exilio fue tajantemente rechazada por otros portavoces castristas, utilizando la fraseología acostumbrada de «gusnos, peones del imperialismo yanqui», etc.

Todo indica, sin embargo, que hay sectores del régimen castrista para quienes el «modelo rumano» resulta excesivo. O dicho en otras palabras, no están dispuestos a desaparecer junto con el fundador y líder máximo, Fidel Castro. Estos sectores —»tecnócratas», según la terminología de Castro— parecen más dispuestos a iniciar un diálogo en el que, naturalmente, el mayor peso correspondería a los disidentes y opositores del interior. Castro, sus generales y sus policías parecen dispuestos, sin embargo, a descabezar de un tajo a quienes «quieren pactar con la gusanera». El recuero del general Ochoa, fusilado por su participación en una imaginaria operación de narcotráfico, sigue pesando sobre la clase política del régimen.

Aspecto importante de esta polémica es, sin dunda, la postura de Estados Unidos. Hasta ahora tanto el presidente Bush como el Departamento de Estado habían rechazado la eventualidad de cualquier negociación, diálogo o transacción con el régimen castrista. Pero las cosas parecen estar cambiando. El presidente Bush se mostró recientemente mucho más cauto a cualquier «encuentro» entre opositores y castristas peor dijo también que está deseoso de que se le planteen alternativas nuevas para que Cuba salga de la dictadura y se encamine hacia un régimen representativo. Algo está cambiando, pues, en las entrañas del establecimiento político norteamericano con respecto a Cuba- Mientras tanto, un grupo de personalidades de todo el mundo acaba de solicitar el Premio Novel de la Paz para Gustavo Arcos.

Periodista