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El domingo 25 de octubre de 2015, millones de argentinos acudieron a las urnas en una primera vuelta electoral que se presentaba electrizante. Por primera vez desde el regreso a la democracia en la Argentina existían posibilidades serias de que se celebre un balotaje entre los dos candidatos más votados.

Cabe destacar que lo que realmente se decidía en esta contienda era, según los sondeos, si habrá segunda vuelta electoral o no. ¿Por qué? La Constitución argentina tiene un sistema de elección de doble vuelta peculiar. Para ser elegido presidente sin necesidad de balotaje es necesario conseguir el 45% de los votos o, si se obtiene entre el 40 y el 45%, contar con una ventaja de más de 10 puntos sobre el segundo.

Todas las encuestas las encabeza el candidato Daniel Scioli, que arañaba en ese momento cerca del 40%. Scioli era el candidato del Frente para la Victoria, la fuerza política que gobernó la argentina por doce años. Scioli representaba la continuidad del kirchnerismo, y aunque intentaba, con algunos gestos y señales, diferenciarse en algunos puntos, lo cierto es que cada vez más es percibido desde dentro y fuera de la Argentina como parte del proyecto que lo eligió como candidato.

Mientras realizaba un infructuoso esfuerzo para diferenciarse y ser parte al mismo tiempo permanecía quieto en las encuestas con el mismo porcentaje de votos que obtuvo en las elecciones paso (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), celebradas en el mes de agosto.

En ese momento, en segundo lugar destacaba el candidato Mauricio Macri (actual presidente), que en las paso obtuvo el 30,5% de los votos. Macri, líder opositor al kirchnerismo durante todos estos años, alcalde de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, era el candidato de la coalición denominada Cambiemos, espacio político que reúne a Propuesta Republicana (su partido) y a la histórica UCR(Unión Cívica Radical).

Todo ello presagiaba un final abierto, competitivo y complejo donde nada estaba dicho y cada detalle podía ser determinante.

Ninguna encuesta había vaticinado que en primera vuelta la diferencia entre el candidato más votado y el segundo sería menor de tres puntos porcentuales. Sin embargo, la realidad se impuso frente a todos los sondeos que auguraban una holgada ventaja en favor del candidato oficialista y los resultados finales terminaron por otorgarle a Daniel Scioli el 36,86% de los votos, y a Mauricio Macri el 34,33%.

Así las cosas, por primera vez se llegó a una segunda vuelta electoral en la República Argentina.

Aquellas cifras representaron un auténtico cimbronazo para el kirchnerismo y especialmente para su candidato, porque esperaban un mayor caudal de votos y una ventaja amplia con respecto al segundo. En cambio, para Mauricio Macri y su proyecto los porcentajes constituyeron un poderoso impulso, en gran medida por el efecto psicológico que derramó en la sociedad la sensación de que el camino del cambio se había iniciado.

El pueblo argentino debía elegir entre la continuidad del modelo kirchnerista encarnado por la candidatura de Daniel Scioli o la alternativa de cambio liderada por Mauricio Macri.

Asimismo, todo ya parecía indicar que el cambio se había iniciado. Mauricio Macri obtuvo el domingo de la primera vuelta una importantísima victoria. El peronismo perdía la batalla electoral en su principal bastión, la provincia de Buenos Aires, donde gobernaba desde 1987 y en la que se concentra nada más y nada menos que el 37% de los votantes de toda la nación. María Eugenia Vidal, la candidata de Cambiemos, el frente liderado por Mauricio Macri, se alzaba con un triunfo épico la madrugada del domingo 25 de octubre frente al candidato kirchnerista, Aníbal Fernández. El mayor distrito del país, por primera vez, sería gobernado por una mujer.

Tras la perplejidad generada por los resultados, no tardaron en llegar los cortocircuitos, los reproches y los ajustes de cuentas dentro de las filas kirchneristas. Los sectores más duros del oficialismo cargaron sus tintas contra el candidato Daniel Scioli y su alejamiento del relato oficial, mientras que el círculo íntimo del candidato apuntó precisamente a un argumento diametralmente opuesto para explicar los resultados tan inesperados. Daniel Scioli manifestó que está dispuesto a debatir antes de la segunda vuelta, y Macri recogió el guante sin problemas. Fue una gran noticia: por primera vez hubo un debate presidencial cara a cara en Argentina. Cabe recordar que en la primera vuelta un confiado Scioli decidió no participar del debate, dejando el atril vacío.

Finalmente, el 22 de noviembre los argentinos eligieron al presidente que conducirá el destino del país los próximos cuatro años, en un balotaje que se presentó electrizante: Mauricio Macri era electo presidente de la República Argentina en una jornada histórica.

Hace treinta y ocho años el país atravesaba una sanguinaria dictadura, sin libertades ni pluralismo político, en ese momento, solo tres países de América Latina contaban con democracias.

Hoy, podemos estar orgullosos, tanto los argentinos como la mayoría de los latinoamericanos, de poder acudir a las urnas y elegir a nuestros mandatarios. La democracia se ha visto enriquecida, en Argentina, con un modelo competitivo donde la alternativa demostró que tiene capacidad de ganar.

Seguro que son muchos los retos y desafíos a los que tendrá que hacer frente este nuevo Gobierno —una economía en problemas, la pérdida de relevancia en el escenario internacional, la necesidad de atraer inversiones, la creciente inseguridad ciudadana o el déficit en materia de infraestructuras—, pero la decisión final del pueblo argentino estuvo determinada por la fuerza del cambio.

El presidente Macri contó con muy poco tiempo, solamente doce días hábiles, para realizar una transición.

Además del poco tiempo, tuvo muy poca ayuda de los que dejaban el mando. No hubo imagen icónica de la alternancia en el poder en Argentina. Los argentinos no pudieron tener la foto con la entrega de mando de la presidente saliente.

Cristina Fernández de Kirchner se negó a colocarle la banda presidencial a Mauricio Macri, un gesto con gran carga simbólica para la República de la entrega del poder que, en cambio, sí tuvieron Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y la propia presidenta saliente.

El kirchnerismo, que perdió el poder después de doce años, puso de manifiesto así desde antes incluso de la llegada de Macri a la Casa Rosada que tendrá enfrente una oposición dura.

La asunción se celebró el 10 de diciembre, con muy poco tiempo entre la victoria y la asunción, sin embargo, Mauricio Macri tuvo la capacidad y la destreza para conformar un muy buen gabinete —venía trabajando desde la fundación Pensar, desde hacía mucho tiempo para estar preparado— con una buena combinación que tiene equilibrio técnico y político; y con profesionales muy cualificados en cada materia que cuentan con credenciales inmejorables para desarrollar cada una de las responsabilidades que les han sido encomendadas.

En el gabinete de Mauricio Macri destacan dirigentes con gran capacidad de gestión y que han ocupado lugares clave en el sector privado y han dirigido empresas: Susana Malcorra (Cancillería), Francisco Cabrera (Producción), Guillermo Dietrich (Transporte), Esteban Bullrich (Educación), Pablo Avelluto (Cultura), Juan José Aranguren (Energía y Minería), Hernán Lombardi (Medios), Andrés Ibarra (Modernización), Ricardo Buryaile (Agricultura), y Gustavo Santos (Turismo).

Además de otros nombres con experiencia en la gestión pública y en la política: Marcos Peña (Jefe de Gabinete), Rogelio Frigerio (Interior), Alfonso Prat Gay (Economía), Jorge Triaca (Trabajo), Germán Garavano (Justicia), Julio Martínez (Defensa), Patricia Bullrich (Seguridad), Carolina Stanley (Desarrollo Social), Sergio Bergman (Ambiente y Desarrollo Sustentable).

Durante la campaña electoral Mauricio Macri y sus equipos demostraron tener un proyecto de país con ambición de futuro y atractivo. Se trataba de un proyecto que privilegiaba la unidad frente a la grieta que intentaba plantarle el kirchnerismo a la sociedad.

En su carrera hacia la Casa Rosada tomaron la decisión de mostrar a los argentinos que contaban con una agenda social, política y económica de reformas atractiva para reconducir al país hacia la normalidad y que lo podía llevar a la prosperidad.

El flamante mandatario en su primer discurso adelantó algunos de los lineamientos de su futura gestión. En cuanto a la pobreza, señaló: «Vamos a universalizar la protección social, para que ningún chico quede desprotegido. Vamos a trabajar para que todos puedan tener un techo con agua corriente y cloacas, y vamos a urbanizar las villas para transformar para siempre la vida de miles de familias». Con respecto al narcotráfico indicó: «Vamos a encarar este tema de frente, para devolver tranquilidad en todo el país». Con respecto a la corrupción subrayó: «Este Gobierno va a combatir la corrupción. […] Voy a ser implacable con todos aquellos que de cualquier partido de filiación política dejen de cumplir lo que señala la ley. No habrá tolerancia con esa práctica abusiva». Asimismo, en materia de justicia, el presidente subrayó que «en nuestro Gobierno no habrá jueces macristas», en clara referencia a la justicia «militante» de la etapa anterior, y en educación prometió una «educación amplia e inclusiva» y «mayor prestigio y valor a la vocación docente».

Los principales desafíos que tiene por delante el nuevo Gobierno se podrían sistematizar en los siguientes:

Primero: un congreso opositor, la alianza Cambiemos, de Macri, tendrá solo 91 de los 129 diputados necesarios para aprobar leyes y 15 de los 37 senadores requeridos a tal fin. En segundo lugar, la liberalización del cepo (control) cambiario y la posible devaluación de la moneda (el dólar cotiza en el mercado oficial a 9,67 pesos, contra 15,07 de la plaza ilegal). En tercer término, el ajuste fiscal: la Auditoría General de la Nación prevé un déficit fiscal del 7% del pib, lo que supone un incremento respecto del 2,5% de 2014. Cuarto: los juicios de los fondos y la eliminación de barreras proteccionistas son dos temas urgentes que el nuevo presidente se encuentra encima de su mesa.

Asimismo, en quinto lugar, la falta de crecimiento económico ya es un problema: en los últimos cuatro años Argentina ha crecido tan poco que ha caído la renta per cápita. Sexto: la inflación, desde 2007 ha superado el 20% anual. Séptimo: en materia de empleo, el gran problema es el trabajo informal, que afecta al 33,1% de los empleados, y con respecto a la pobreza: el 21,8% de los argentinos vive en la pobreza.

Por último, la inversión: alcanza el 20% del pib. La inversión extranjera en Argentina es menor que la de países latinoamericanos con economías más pequeñas, como Colombia y Chile.

En el terreno internacional, el nuevo gobierno tiene el desafío de retomar la normalidad de sus relaciones con socios sumamente estratégicos para Argentina. Macri y sus equipos se mostraron rápidos dando señales de su acercamiento al mundo y a los valores de democracia y respeto por los derechos humanos.

Tanto los diálogos que mantuvo ágilmente Macri en Brasil y Chile, como la recepción al canciller español, antes de la toma posesión, o la potente presencia de delegaciones extranjeras presentes en la asunción, hacen presagiar que las relaciones internacionales ocuparán un papel central no solo en el relanzamiento de la economía sino que ya se piensa en el país como un actor relevante en el escenario internacional.

En definitiva, un país con un horizonte de futuro y amplitud de miras que quiere formar parte de las soluciones a los problemas globales y no ser parte de ellos.

Las perspectivas de futuro son las de un país con mayor unión, espíritu de reconciliación, confianza y respeto por las normas de juego. Estos requisitos serán imprescindibles para incrementar la inversión genuina y encender el motor del desarrollo y el empleo.

Todo indica que los equipos del nuevo presidente tienen en su agenda una apuesta por más y mejor educación, un trabajo de políticas públicas orientado a una mayor competitividad y a la diversificación de la matriz productiva que serán clave para que la Argentina pueda aprovechar todo el potencial de su tejido social, caracterizado por una nutrida población joven y con talento.

El gabinete de Macri ha dado muestras de que conoce muy bien que el mundo transita a gran velocidad por un tiempo nuevo en el que el desarrollo de la economía del conocimiento será un factor determinante para configurar el grado de competitividad de las sociedades y son conocedores de que si Argentina opta decididamente por este modelo de desarrollo obtendrá logros importantes.

Todo indica que saben que el camino no es otro que el de adoptar políticas públicas concebidas para mejorar la calidad de los servicios, la transparencia y la rendición de cuentas de la Administración, junto con una fuerte y decidida apuesta por el talento y la educación y promover la modernización y una logística idónea en materia de infraestructuras.

En el espíritu de este equipo parece estar incorporada la idea de que todo ello debe hacerse al mismo tiempo que se continúan impulsando entornos de seguridad jurídica que dinamicen las economías.

En resumen, en la aplicación de esta agenda ambiciosa, estratégica y audaz de alcance iberoamericano reside un futuro de desarrollo y progreso para la Argentina. Una agenda que puede generar un efecto contagio muy beneficioso en otros países de toda la región.

En relación a España, después de los resultados obtenidos en las elecciones los empresarios españoles manifestaron un gran entusiasmo y optimismo que se debe aprovechar. En definitiva, todos ellos ansían que el nuevo gobierno abandone las posturas estatistas, proteccionistas y hostiles con la inversión extranjera, que han estado vigentes durante los últimos doce años.

Uno de los principales desafíos para la representación en un país tan importante para la Argentina será la de poder contar con una plataforma potente y efectiva de trabajo que atraiga inversiones, potencie la promoción exterior y que, en definitiva devuelva a nuestro país el papel relevante, que nunca debió perder, en uno de los países que cuenta con mayor volumen de inversiones en la nación.

En esta nueva etapa de las relaciones, además, Argentina puede incorporarse junto a España en la cabeza del proyecto iberoamericano, sería un mensaje positivo para el futuro de la comunidad y, al mismo tiempo, España puede ser un gran valedor dentro de la Unión Europea de la nueva Argentina.

El deseo de cambio demuestra audacia y poca aversión a las reformas. Así se comportó la mayoría del pueblo argentino. Esa audacia es la que empuja a las naciones hacia el progreso.

Argentina es una gran nación que ha sabido dar un salto hacia la democracia y el progreso en muchos momentos clave de su historia. Ojalá que el proyecto que lidera Mauricio Macri logre anclar definitivamente a la Argentina a la vanguardia de las naciones del mundo desarrollado. Es el sitio que le corresponde y del que nunca debió alejarse.

Profesor Universitario de Relaciones Internacionales. Analista