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En el transcurso de una cena de antiguos compañeros de colegio, surgen, entre broma y veras, recuerdos de una época juvenil teñida por luces y sombras.

A lo largo de la velada, uno de los bachilleres, convertido con el paso del tiempo en juez prestigioso e intachable, cuenta el caso de Adler, uno de sus camaradas de curso, al que le correspondió juzgar como imputado por el asesinato de una prostituta. Al hilo de la tertulia, el relato describe de modo magistral la mentalidad de aquellos escolares, sus prejuicios, egoísmos, pequeñas y grandes crueldades de las que, según propio testimonio, hicieron víctima a Adler, al que envidiaban por su brillantez intelectual y al que no perdonaban su ascendencia judía. La acción se desarrolla en un país centroeuropeo en los últimos años del Imperio Austro húngaro.

Detalles ambientales que vienen a coincidir con la biografía del propio Werfel, de origen judío, nacido en Praga en 1890, soldado en el ejército austriaco en la I Guerra Mundial, residente en Viena y obligado al exilio en 1938, bajo la amenaza de Hitler, hasta fijar su residencia en Estados Unidos, hasta su muerte, en 1945. En las palabras del juez, resuenan ecos de cierto remordimiento, aunque ponen de relieve las contradicciones del alma humana y la capacidad de hacer daño que se esconde incluso entre personas dedicadas, como el juez del relato a una profesión noble. La novela de Werfel acredita sus excelentes dotes literarias, ya demostradas en otros relatos como Los 40 días de Musa Dagh (1933) y en sus obras posteriores: La Canción de Bernadette (1941) llevada al cine con gran éxito (1943) y Una letra femenina azul pálido (1941).