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Antón Chéjov (1860-1904), uno de los grandes autores de la dramaturgia contemporánea y figura fundamental de la escena europea, empezó su faceta literaria con textos breves y generalmente humorísticos, donde satirizaba las costumbres de la vida rusa. Paulatinamente fue perfeccionando la técnica del relato corto, llegando a ser uno de los autores más destacados en este género.

Al igual que en sus piezas dramáticas, en los relatos breves Chéjov nos acerca a la Rusia decadente de finales del siglo XIX y principios del XX: una Rusia en vísperas de la revolución que ya Chéjov no vivió, que asiste a la degradación económica, cultural y moral de la nobleza latifundista.

Cuentos completos (4 volúmenes). Editorial Páginas de Espuma, 2017.

Con este telón de fondo crea un abanico de personajes complejos, cuya reflexión supera en muchos momentos a su acción, y a los cuales podemos asomarnos a través de sus palabras, en forma de monólogo también en los cuentos, y ver la complejidad del alma humana bajo el conflicto de la angustia ante el vacío de sus existencias.

El relato breve contemporáneo supone una síntesis narrativa y una condensación de la fábula que necesita de la pintura rápida de personajes y facilita la tensión de la acción, acercando el género, en algunos casos, más a la poesía que a la narrativa tradicional.

Chéjov acude al monólogo interior, que nos muestra el pensamiento de sus personajes

En el caso de Chéjov, los relatos se abren dejándonos ver una situación de estatismo y aburrimiento que vertebra las vidas de sus personajes, hastiados de ese tedio pero establecidos en él. Tal es el caso de Gurov, protagonista del conocido cuento La dama del perrito; de Nadia, de La novia; o del complejo personaje de Anna Akímovna, protagonista de El reino de las mujeres, relato que profundiza en ese mundo en proceso de cambio. Todos desean cambiar, o al menos evitar, su situación, dar un sentido a su vida; para ello Chéjov acude al monólogo interior, que nos muestra su pensamiento, y a los diálogos banales que sumergen al lector en esa sensación de que nada ocurre mientras el alma de los personajes bulle.

La atmósfera, marcada por la sensorialidad impresionista, enmarca una acción que a menudo arranca de forma anecdótica y que se desencadena precipitadamente hasta llegar a lo más íntimo del alma de los personajes: jardines, grandes casas plagadas de notas de violín y piano, abedules, tilos, estanques, conmueven a los personajes llenándolos de angustia o de desdicha, pero también protegiéndoles en su melancolía y su rutina.

Con enorme economía narrativa, Chéjov aboga por la belleza sincera de las almas y desdeña la mediocridad, fuente para él de todos los males. Lo ético unido a lo estético, para acercarnos a lo inquietante de la existencia humana, como en El estudiante; a la fuerza de un carácter en trance de decidir su destino, como en La novia; a la ensoñación como alternativa a la realidad, como en El beso; o, sencillamente, a la grosería, la ignorancia y la adulación, en relatos como La muerte de un funcionario.

Chéjov vuelve en los cuentos a ofrecernos su mirada compasiva pero no resignada sobre el hombre contemporáneo, y sienta las bases de la narración breve posterior, influyendo en autores como Cortázar o Nabokov.

Profesora ordinaria del Dpto. de Dramaturgia y Ciencias Teatrales. Escuela de arte dramático de Castilla y León