Si faltaba algún ingrediente para certificar definitivamente la defunción de la URSS, se encargó de aportarlo Ucrania. La proclamación de su independencia, respaldada de manera aplastante por una población de 52 millones de personas, abre definitivamente las vías para la instauración de un nuevo mapa en el este de Europa y la consiguiente remodelación de relaciones internacionales con las repúblicas soberanas de la antigua Unión Soviética. La celebración del referéndum de Ucrania y su incontestable resultado en favor de la escisión del poder central del Kremlin aceleró la muerte política del presidente Mijail Gorbachev.
Convertido ya en una figura trágica, el autor de la perestroika se ha visto sacudido por un huracán de acontecimientos que le desbordaban desde hacía mucho tiempo. Su patética advertencia a las repúblicas, especialmente a Ucrania, de que «la desunión conduce inevitablemente a la guerra», denotaba una evidente falta de realismo, Las repúblicas han procedido a su separación del antiguo imperio por varias razones, de las que dos sobresalen de manera especial: el rechazo a la fuerza como razón básica de su integración en la URSS, v la total ausencia de ventajas políticas y económicas de permanecer bajo la tutela de Gorbachov una vez que el caos se ha adueñado de todas las facetas de la vida de los ciudadanos.
Kravchuk
Leonid Kravchuk. elegido democráticamente primer presidente de la nueva Ucrania independiente, rechaza por completo los malos augurios de Gorbachov. Antiguo comunista, experimentado en la política regional, Kravchuk está realizando todo un alarde de propósitos moderados: garantías de que Ucrania procederá a la destrucción de las armas nucleares situadas en su lerritorio. conforme a los tratados sucritos por la vieja URSS: respeto y protección de los derechos de la minoría rusohablante. que afecta a 14 millones de personas; promesa formal de velar por los derechos humanos, y sumisión expresa a los acuerdos de la Conferencia Europea de Seguridad y Cooperación. Occidente no toleraría otro comportamiento en principio, consciente de que una Ucrania independíenle —superior en extensión a Alemania y Gran Bretaña juntas, granero de la ex-URSS y con una apreciable producción minera e industrial—. puede convertirse a corto plazo en una gran potencia europea.
El aldabonazo ucraniano ha acelerado si cabe la inevitable fragmentación de la antigua superpotencia soviética. El proceso de división está resultando doloroso y aún quedan etapas muy duras que atravesar, como el establecimiento de las cuotas de deuda exterior y la transformación del Ejército Rojo en Fuerzas Armadas nacionales correspondientes a las repúblicas escindidas. Por formación, historia y tradición, muchos generales de la cúpula militar sienten la tentación de preservar la unidad por la fuerza de las armas. Una situación de caos, desabastecimiento y hambre abona tales apetencias aunque la población comprende cada vez mejor que un dictador militar no les traerá el pan de la noche a la mañana. De todos modos, en un proceso tan delicado de trasformación hay que esperar numerosos sobresaltos, que en muchas ocasiones pueden estar teñidos de gran violencia. La cuestión principal es que haya claridad y consenso en el objetivo final, que no es otra cosa en el fondo que la transición pacífica de la URSS a un conglomerado de países soberanos.
Estados Unidos
Factor fundamental en el proceso será la actitud de la CE y Estados Unidos. El presidente George Bush ha experimentado una drástica transformación en su comportamiento. En su visita a Kiev tras !a última cumbre de julio en Moscú, declamó la misma partitura que Gorbachov respecto de los maléficos peligros de una ruptura independentista. Con mucho más realismo, Bush acepta ahora lo que ya entonces era inevitable, limitándose a exigir garantías a Ucrania (al igual que a Rusia y a Kazajstán) de que respetarán en su parle alícuota correspondiente los compromisos contraídos por Mijail Gorbachov cuando éste era un presidente poderoso que. aún sin haber pasado por el tamiz de las urnas, representaba a la URSS. Para Occidente, la existencia de un telón de acero y de un bloque monolítico al otro lado se tradujo durante medio siglo en la comodidad de saber en todo momento dónde estaba el centro de decisión sobre las vidas y haciendas de casi 300 millones de personas. La explosión y fragmentación de la URSS requiere por el contrario grandes dosis de talento y trabajo para establecer un nuevo marco de relaciones que colme el hambre e impulse el desarrollo de repúblicas independientes. Porque, de su estabilidad dependerá en gran medida la de los países, que hoy ocupan la vanguardia del bienestar y la renta per cápita.