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Las dos grandes transiciones del pueblo turco son, según el autor del libro, su islamización (apenas milenaria) y su apertura a la modernidad desde mucho antes de Ataturk (en realidad, bicentenaria); y añade que «el islam es el segundo y más decisivo factor constituyente de la identidad turca después de la lengua». Pero también que, «de forma abrumadora, para los turcos hoy día comprometidos con la religión, su vida religiosa es parte de su compromiso con la modernidad, no un medio para oponerse a ella» (p. 226). Sin embargo, los obstáculos para alcanzar la modernidad serían, según el autor, la reverencia que la sociedad turca guarda respecto del poder del Estado y de las fuerzas armadas, algo que en Occidente parece contrario al sentido de la modernidad, que se vence más hien del lado de la sociedad civil.

La modernización de cada uno de esos rasgos constitutivos del desarrollo históricosocial de la Turquía actual, o de su economía o su estado de bienestar, debería contar, en mi opinión, con el total apoyo de Europa y de Occidente. Pero eí intentar y lograr esa modernización debe ser una decisión incondicionada e incondicional de Turquía.  El desarrollo de una saciedad civil turca vigorosa e independiente es algo deseable para Turquía y que sólo Turquía puede desear y conseguir. Por tanto, su modernización y su ingreso en la UE deben ser tratadas como variables independientes.

Lo que, sin embargo, constituye un hecho invariable es la pertenencia de Europa y Turquía a dos espacios geopolíticos y geohistóricos distintos e inconfundibles, en cada uno de los cuales pueden cumplir destinos admirables, enriquecedores, en su diversidad, de la experiencia humana.

Analista de Relaciones Internacionales