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En la Grecia arcaica los primeros «maestros de verdad» fueron los poetas1. Como sagaces consejeros y educadores que fueron, los poetas resultaron muy apreciados por todo el pueblo antes de que vinieran los filósofos a competir con ellos y disputarles el oficio de educadores. En primer lugar fueron tenidos por sabios los aedos épicos, luego los poetas líricos y, más tarde y ya en el Ática, los tragediógrafos, Pero, en el periodo arcaico, antes de que los filósofos se ejercitaran en el logos, destacaron también por sus sentencias los Siete Sabios, legisladores y moralistas en el siglo VI a.C. Esa sabiduría temprana era de tipo práctico, y se decía fundada en la inspiración divina ofrecida por las Musas (en el caso de los aedos), o bien en la tradición y la larga experiencia vital. Acuñado en breves gnomai —sentencias fáciles de memorizar—, perduraba ese tesoro de saber práctico en la tradición oral, que luego se puso por escrito. Así algunas máximas pronto fueron grabadas en las paredes del atrio del santuario de Apolo en Delfos. Como muestras de esta sagesse de tipo proverbial de la Grecia antigua podemos espigar unas cuantas máximas o apotegmas de Hesíodo, de los Siete Sabios y de algunos poetas líricos.

HESÍODO

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De Hesíodo, poeta épico del siglo VIII a.C., que compuso hacia fines de ese siglo la Teogonia y los Trabajos y días, citaremos unas cuantas sentencias de su segundo poema. Trabajos y días es un texto complejo, que contiene algunos mitos (el de las edades de la humanidad, y el de Prometeo y Pandora), la primera fábula (la del halcón y el ruiseñor) y consejos sobre agricultura y días favorables. Y, en medio de todo ello, numerosas gnomai de carácter moral.

A diferencia de Homero, que compone una épica guerrera y heroica, Hesíodo da consejos a su hermano Penses y sus conciudadanos. Él es el primer autor griego que elogia el esfuerzo del trabajo (virtud que no merecía gran atención en una ética aristocrática como la de la épica homérica) y que recomienda una sociabilidad cautelosa« solidaria y preburguesa, atenta a la economía y un tanto misógina. Citaré sus sentencias según la excelente traducción de Aurelio Pérez Jiménez2.

SENTENCIA S DE HESÍODO

De la maldad puedes coger fácilmente cuanto quieras; llano es su camino y vive muy cerca. De la virtud, en cambio, el sudor pusieron por delante los dioses inmortales; largo y empinado es el sendero hasta ella y áspero al comienzo.

[Trabajo y riquezas]

El trabajo no es ninguna deshonra; la inactividad es una deshonra. Si trabajas pronto te tendrá envidia el indolente al hacerte rico. La valía y la estimación van unidas al dinero.

Las riquezas no deben robarse; las que dan los dioses son mucho mejores; pues si alguien con sus manos quita a la fuerza una gran fortuna o la roba con su lengua como a menudo sucede —cuando el deseo de lucro hace perder la cabeza a los hombres y la falta de escrúpulos oprime a la honradez—, rápidamente lo debilitan los dioses y arruinan la casa de un hombre semejante, de modo que poco le dura la dicha.

[La mujer y e l matrimonio]

Que no te haga perder la cabeza una mujer de trasero vistoso, que susurre requiebros mientras le echa un ojo a tu granero. Quien se fía de una mujer, se fía de ladrones.

A madura edad llévate una mujer a casa [cásate], cuando ni te falte mucho para los treinta ni los sobrepases en exceso. La mujer debe pasar cuatro años de juventud y al quinto casarse. Cásate con una doncella, para que le enseñes buenos hábitos.

Procura tener un solo hijo, para conservar intacto el patrimonio. Así tu riqueza crecerá en la casa. ¡Ojalá mueras viejo si tienes alguno más! Con muchos hijos Zeus podría conceder una envidiable fortuna; a más hijos mayor preocupación y mayor rendimiento.

[Ética vecinal]

Al que te brinde su amistad invítale a comer; y al enemigo recházalo. Sobre todo invita al que vive cerca de ti; pues si tienes alguna dificultad en tu aldea, los vecinos acuden sin más y los parientes tienen que prepararse.

No seas reacio al banquete de muchos invitados; en grupo grande, mayor reconocimiento y gasto menor.

Nunca te atrevas a echar en cara a alguien la funesta pobreza que roe el corazón humano, regalo de los eternos bienaventurados.

El mejor tesoro en los hombres es una lengua parca; el mayor encanto, una discreta. Si hablas mal, pronto oirás algo peor.

[Actos rituales]

Nunca pases a pie el agua de un río perenne de bella corriente antes de orar mirando sus bellas ondas, con tus manos purificadas en la deliciosa y clara agua. Al que pasa un río sin purificar sus faltas, le aborrecen los dioses y le envían sufrimientos.

No te orines en las fuentes; guárdate bien de ello.

No te burles de los misterios cuando acudas a humeantes sacrificios; sin duda una divinidad se venga de eso.

LOS SIETE SABIOS

Los Siete Sabios gozaron de enorme prestigio desde muy pronto. Son todos ellos personajes históricos —de la primera mitad del siglo VI a.C. más o menos— y de distintas ciudades griegas. Con gran inteligencia práctica y ejemplar sensatez estuvieron al servicio de su comunidad cívica en esa época arcaica de la consolidación de la polis, con sus leyes escritas y sus instituciones fundamentales. Algunos fueron legisladores y poetas —Solón y Quilón—, alguno juez —Bías—, otros gobernantes —Pitaco y Periandro (un tirano que Platón quiso borrar de la lista de sabios), y Tales fue astrónomo, matemático y el primer filósofo.

De su saber nos han quedado algunas máximas, unas muy famosas, como la de «Conócete a ti mismo», otras menos. En conjunto insisten en la moderación —la sophrosyne— y en el equilibrio social, una ética que mereció el aplauso de los sacerdotes del Apolo délfico. De sus sentencias, recordaré las mejores de la lista que nos ha transmitido el erudito Estobeo (III, 1, 172). Para más datos sobre sus dichos y figuras remito a mi libro Los siete sabios (y tres más), Madrid, Alianza, 1989.

SENTENCIAS DE CLEÓBULO DE LINDOS

La medida es lo mejor.
Debes respetar a tu padre.
Mantén sanos el cuerpo y el alma.
Sé amigo de escuchar y menos de hablar.
Domina el placer.
No hagas nada por la violencia.
No te pelees con tu mujer ni la acaricies mucho delante de otros; lo primero parece embobamiento y lo segundo desvarío.
En el éxito no te ufanes, en la desdicha no te humilles.

SENTENCIAS DE SOLÓN DE ATENAS

Nada en demasía.
No hagas de juez, pues te enemistarás con el juzgado.
Rehúye el placer que conlleva pesar.
Atiende a la bondad de carácter, que es más segura que cualquier juramento.
Sella tus palabras con el silencio, y el silencio con la oportunidad.
No adquieras amigos deprisa ni rechaces deprisa a los que tienes.
Cuando exijas de otros cuentas, dalas tú también.
No trates con los malos.
Sé suave con los tuyos.

SENTENCIAS DE QUILÓN DE ESPARTA

Conócete a ti mismo.
Cuando bebas no hables mucho, pues te equivocarás.
A los convites de los amigos ve despacio; a sus apuros, aprisa.
Celebra tus bodas sin grandes gastos.
Prefiere un castigo a una ganancia vergonzosa. Lo uno aflige
una vez y lo otro para siempre.
Que tu lengua no se anticipe a tu mente.
Domina tu carácter.
No anheles lo imposible.
No muevas las manos al hablar, que es de locos.
Si eres injuriado, apela a la justicia; si maltratado, véngate.

SENTENCIAS DE TALES DE MILETO

Sal fiador y ya tienes tu ruina.
No embellezcas tu aspecto; sé hermoso en tus acciones.
No dudes en adular a tus padres.
Es difícil conocerse a sí mismo.
La actividad es un tormento.
La intemperancia es dañina.
La falta de educación es insoportable.
Mejor ser envidiado que compadecido.
No vayas a creer a cualquiera.

SENTENCIAS D E PÍTACO DE MITILENE

Conoce el momento oportuno.
Lo que quieras hacer, no lo avises; si fallas, se burlarán de ti.
Cuando castigues al vecino, no lo hagas directamente.
No hables mal de un amigo ni bien de un enemigo,
pues es inconsecuente.
La tierra es firme, el mar inseguro.
El afán de ganancias es insaciable.

SENTENCIAS DE BÍAS DE PRIENE

La mayoría de los hombres son malos.
Mírate al espejo. Si eres hermoso, obra hermosamente. Si eres feo, compensa el defecto físico con la belleza de tu conducta.
No seas ni bonachón ni taimado.
Acerca de los dioses di que existen.
Si eres pobre no censures a los ricos, a no ser que ganes algo.
No alabes a un hombre indigno a causa de su riqueza.
Lo que te salga bien atribúyelo a los dioses, no a ti mismo.

SENTENCIAS DE PERIANDRO DE CORINTO

Todo es práctica.
La serenidad es algo hermoso.
La precipitación es resbaladiza.
Los placeres son mortales, las virtudes inmortales.
La democracia es mejor que la tiranta.
En la dicha sé moderado; en la desdicha, prudente.
Para tus amigos, felices o desafortunados, sé el mismo.
No hagas ninguna re velación de cosas secretas.
Insulta como si fueras a hacerte luego amigo.
Sírvete de leyes antiguas y de alimentos frescos.
Castiga no sólo a quienes delinquen, sino también a los que quieren hacerlo.
Oculta tus desgracias para no regocijar a tus enemigos.

LOS POETAS LÍRICOS: SIMÓNIDES, PÍNDARO, TEOGNIS

Como ya he apuntado, también los poetas líricos eran tenidos por heraldos de una clara sabiduría acuñada en frases memorables. También ellos eran, a su modo, sabios –sophoí—. El oficio de poeta —ya no un mero recitador como los rapsodas, sino un creador (así lo indica la etimología de poietés) — gozaba de un arraigado prestigio ante la sociedad aristocrática. Con frecuencia los poemas líricos expresan no sólo un dolorido sentir personal, sino una enseñanza para la comunidad, y en ella abundan las sentencias o gnomai.

Eso puede decirse de casi todos ellos, pero muy especialmente de Píndaro. En sus Epinicios o Cantos de victoria las sentencias tienen un papel tan notable como los mitos y las referencias al triunfo atlético celebrado en el canto. Como ha escrito Alfonso Ortega en su prólogo a Píndaro. Odas y fragmentos3: Al mito y los datos sobre lugares y personas se integra, como tercer elemento, la gnómica, las sentencias, con una diversa función relacionante dentro del poema. La sentencia o proverbio es un modo robusto y plástico de formular lo que el hombre estima como esencia perenne de las cosas, fruto de observaciones logradas por uno mismo o transmitidas de generaciones anteriores. Su objeto es pronunciar un fallo sobre las cosas, o el intento de alzar un puente entre la realidad y el mundo ideal del poeta. Encanto y pedagogía son inseparables en Píndaro, porque él es el sophós en sentido pleno: tiene el don de las Musas y vocación de proclamar la verdad y dignidad del mundo.

Píndaro es en extremo consciente del papel del poeta como educador del mundo, pero también los otros líricos comparten esa visión de su oficio. Aquí recordaré algunas sentencias de Simónides de Ceos, de cuya obra sólo conservamos unos cuantos fragmentos; de Píndaro, sólo en breve y personal muestra; y del elegiaco Teognis de Megara. Cada uno de estos tres poetas tiene su propio estilo y su visión personal de la existencia, y algo de esto puede reflejarse en estas escuetas citas.

SENTENCIAS DE SIMÓNIDES DE CEOS

Siendo humano, jamás digas qué va a pasar mañana,
ni, al ver a alguien dichoso, cuánto tiempo lo será.
Porque ni el vuelo de una mosca de finas alas
es tan rápido [como el cambio de fortuna].

Pues ni siquiera aquellos que antes hubo
y fueron héroes, hijos de los dioses
soberanos, a su vejez llegaron
viviendo sin pesar, sin riesgo ni ruina.

El humo es vano y el oro no se mancha,
pero es en todo la verdad victoriosa.
Mas a pocos les dio un dios la virtud
hasta el fin. Que no es fácil ser noble.
Porque a uno, a su pesar, le domina
la codicia invencible o el aguijón
poderoso de la taimada Afrodita,
y las rivalidades muy impetuosas.
Quien no pueda a lo largo de toda la vida
avanzar por un impecable sendero,
bastará con que sea, en lo posible, bueno.

Hay un cierto relato que cuenta
que la Virtud habita sobre rocas de difícil acceso,
donde la acompaña un santo coro de ninfas.
No es tampoco accesible a las miradas
de todos los mortales, sino sólo a quien
le brota dentro el sudor de un ánimo esforzado,
y llega a la cumbre del valor.

Y bien, sin el placer, ¿qué vida humana
es deseable, o qué clase de poder?
Sin él, hasta la existencia de los dioses
dejaría de parecemos envidiable.

SENTENCIAS DE TEOGNIS DE MEGARA

A mis conciudadanos no puedo agradarles a todos.
No es nada extraño, Polipaides, pues ni el mismo Zeus
agrada a todos cuando llueve o detiene la lluvia.

Sé sensato y no intentes con actos innobles o injustos
conseguir distinciones ni méritos ni siquiera riqueza.
Sabe que es así. Y no tengas tratos con gente mezquina,
sino quédate siempre junto a los hombres de bien…
De los buenos aprenderás cosas buenas, y si a los malos
te mezclas, incluso la cordura que tienes echarás
a perder.

Ah, corazón, modifica según cada amigo tu artero talante,
acomodando tu modo de ser al que muestre cada uno.
Imita el carácter del pulpo que, muy flexible,
se muestra igual a la roca a la que se ha pegado.
Ahora asimílate a ésta, y luego cambia de color.
La astucia es mejor, en verdad, que ser intransigente.

De la riqueza no hay límite prefijado a los hombres.
Pues quienes poseen ahora más medios de vida
ansian el doble. ¿Y quién pude saciarlos a todos?
El dinero resulta a los humanos motivo de locura.
Y de ésta procede la ruina, que a veces envía
Zeus a los necios, y ahora uno, ahora otro la alberga.

Adula a tu enemigo. Y, cuando esté a tu alcance,
dale su castigo, sin buscar para eso pretexto ninguno.

Quien hace bien a los malvados obtiene dos males:
pierde sus bienes y no logra ningún agradecimiento.

Ni en exceso te angusties el ánimo en los apuros
ni te alegres en los éxitos. Es propio del hombre noble
sobrellevarlo todo.

¡Feliz quien tiene hijos queridos, caballos solípedos,
perros cazadores y huéspedes en el extranjero!

No es posible a los mortales combatir con los inmortales
ni moverles pleitos. A nadie le está permitido.

Muchos ignorantes tienen riquezas. Otros, en cambio,
anhelan los bienes oprimidos por la cruel pobreza.
La imposibilidad de obrar asedia a unos y otros;
a unos les falta el dinero, a otros la inteligencia.

No en vano, Pluto, te honran los hombres tantísimo.
¡Con cuánta holgura encubres, ah dios, la maldad!

De todas las cosas la mejor es no haber nacido
ni ver como humano los rayos fugaces del sol.
Y, una vez nacido, cruzar cuanto antes las puertas del Hades, y yacer
bajo una espesa capa de tierra tendido.

Goza de tu juventud, corazón mío. Pronto serán otras
las gentes y, ya muerto, yo seré negra tierra.

Insensatos y necios los humanos que lloran a los muertos
y no a la flor de la juventud que se va marchitando.

La inteligencia es, Cirno, el regalo mejor de los dioses.
El hombre con inteligencia domina los límites de todo.
Feliz quien la tiene en su alma. ¡En cuánto supera
a la prepotencia dañina y al corrosivo hartazgo!

SENTENCIAS DE PÍNDARO DE TEBAS

Suelta, como un piloto,
toda la vela al viento. No te dejes, amigo,
engañar por las ganancias atractivas.
Sólo el póstumo resplandor de la gloria
deja en claro la vida de los hombres que fueron,
a través de cronistas y poetas (P. 1).

¡Seres de un día! ¿Qué es uno? ¿Qué no es?
El hombre es el sueño de una sombra. Mas cuando le llega
un rayo de luz enviado por Zeus, un resplandor brillante lo
distingue entre las gentes y su existencia es gozosa (P. 8).

Amar quiero al amigo y contra el enemigo
como enemigo quiero atacar a la manera del lobo,
por acá y por allá avanzando por torcidas sendas.
En todo gobierno es provechoso el hombre de lengua veraz, en la tiranía, cuando rige el pueblo violento
y cuando los sabios protegen la ciudad (P. 2).

Ni el zorro pelirrojo ni los rugientes leones
podrían cambiar su nativo carácter (O. 11)

No pretendas una vida inmortal, alma mía,
pero esfuérzate hasta el fondo en lo posible (P. 3)

Pequeño en lo pequeño, grande en lo grande
quiero ser, y al espíritu, que en torno a mí anda,
por siempre cultivaré en mi alma, sirviéndole
con los medios a mi alcance (P. 3).

Quiero buscar los placeres que da el día,
y, tranquilo, viajar a mi vejez, y al destino asignado.
Todos morimos. Pero el destino es desigual.
Quien pone sus ojos demasiado lejos no logra pisar
el suelo broncíneo de la morada divina (I. 7).

La tranquilidad ama el banquete festivo; y la victoria recién florecida se realza con la dulce canción;
y la voz se hace audaz con la copa en la mano (N. 9).

Ni las negras tierras regalan su fruto
en todos los tiempos, ni los árboles muestran brotes fragantes, con
igual riqueza, siempre, sino por turno.
La misma regla utiliza el destino con los humanos,
aunque Zeus no ofrece ningún signo claro.
Por eso nos precipitamos orgullosos y planeamos nuestras acciones,
porque la insolente esperanza impone su yugo a
nuestro cuerpo, y la fuente de la previsión resulta
inalcanzable. Moderada ha de ser la ganancia perseguida,
pues el deseo insaciable alimenta la locura (N. 11).

Uno y el mismo es el origen de los hombres y los dioses.
De una misma madre respiramos unos y otros.
Pero nos separa un poder por completo distinto.
Lo de aquí es nada, y el cielo de bronce mantiene eterna
consistencia. Pero en algo, con todo, nos acercamos,
en nuestro espíritu o en nuestra naturaleza, a los inmortales,
aunque ni de día ni de noche sabemos nosotros
hacia qué meta nos prescribió correr el destino (N. 6).

Siempre ha existido la odiosa mentira,
compañera de palabras lisonjeras, la astucia,
la injuria dañosa, que desfigura la nobleza ilustre
y que levanta a grandeza vacua lo de sí oscuro.
¡No permitas, padre Zeus, que así sea mi talante!
Haz que conduzca mi vida por caminos verídicos
y que, a mi muerte, no legue a mis hijos mala fama.
Unos buscan el oro, tierras sin límite otros;
pero yo, ser grato a mis conciudadanos,
hasta que la tierra cubra mi cuerpo, elogiando lo digno
de elogio y sembrando el reproche sobre los malvados.
Se eleva la virtud, como un árbol crece
verdeciendo con el rocío, alzándose con ayuda
de los más sabios y rectos de los hombres
al fresco azul del cielo (N. 8).

En esta breve antología gnómica podemos advertir cómo los temas tópicos del pensamiento arcaico griego —la breve condición de la vida, el inevitable destino, el oscuro designio de los dioses, lo esforzado de la virtud, los desatinos de la injusta riqueza, la busca del placer y los gozos de la amistad, y el anhelo de gloria— se repiten, aunque con acentos un tanto diversos en las voces de los poetas (Teognis es un noble resentido, Píndaro un cantor de un mundo aristocrático en crisis, piadoso y conservador en su ética). La Colección Teognídea —formada sobre el núcleo de las elegías de Teognis de Megara con añadidos varios— se difundía en simposios de grupos de nobles, cuyos afanes y quejas expresaba con pasión. Los Epinicios de Píndaro, que reflejan una ideología aristocrática y la conciencia de la alta dignidad del poeta como heraldo de la fama heroica, eran cantados en las fiestas conmemorativas de los triunfos atléticos. Unos poemas y otros tenían como destinatario primero su público noble, pero las máximas introducidas en los poemas daban expresión elegante a un modo de sentir inteligente y útil, y podían ser admitidas por todos.

Las sentencias acuñadas por los sabios y por los poetas estaban destinadas a perdurar en la memoria popular. La frase gnómica se presta a ser recordada, por su brevedad y su vigor expresivo, y a ser empleada en múltiples ocasiones.

Posteriormente, también algunos filósofos se expresaron en máximas de estilo parecido. Heráclito es, pienso, el mejor ejemplo. Pero en él ya no se da ese equilibrio entre lo tópico y lo personal. Sus sentencias, como las de otros filósofos, resultan paradójicas: son parà dóxan, contrarias a la opinión común. En eso se distinguen de las máximas recogidas aquí. Los filósofos representan un nuevo tipo de saber que busca y avanza, con sus críticas y enfoques propios, más allá de la tradición sapiencial gnómica que hemos recordado en estas páginas.

NOTAS
1 · A ellos dedicó M. Detienne su claro libro Los maestros de verdad en la Grecia arcaica, Taurus, Madrid, 1981.
2 · En Hesíodo, Obras y fragmentos, Madrid, B. C. Gredos, Madrid, 1978.
3 · B. C. Gredos, Madrid, 1982, p. 37.