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Lectores de Luis Cernuda habrá, especialmente en este año del centenario, que pudrían ayudarme a reencontrar unas palabras suyas sobre los clásicos griegos y latinos, en las que lamentaba entre sus déficits o un mejor y más temprano conocimiento de ellos —no recuerdo bien— o el no haberlos podido leer en su lengua original, o tal vez, ambas cosas. De todas formas, los términos exactos de la cita importan menos que el hecho mismo de que el poeta —y eso me consta— considerara importante el contacto directo con la obra de los autores que pusieron los cimientos de la tradición cultural de Occidente; pues como invitación a la lectura de los clásicos —que es de lo que aquí se trata— su testimonio tiene más fuerza que muchos argumentos.

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Leer a Homero en griego y a Horacio en latín sería, sin duda, la mejor forma de conocerlos. Pero no estar en condiciones de hacerlo tampoco es un motivo para la renuncia, porque, afortunadamente, son legión los especialistas en una u otra lengua que nos los pueden hacer accesibles en traducciones irreprochables.

Viene esto a cuento de que las dos colecciones de autores grecolatinos más extensas que tenemos, acaban de alcanzar recientemente cifras encomiables, con obras no menos importantes y redondas.

La Biblioteca Clásica Gredos (BCG), de la editorial del mismo nombre, celebraba hace poco la publicación de su número 300: el De Oratore ciceroniano, con introducción y en traducción de José Javier Iso, catedrático de Filología Latina de la Universidad de Zaragoza.

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Por otra parte, en la Col lecció dels Clàssics Grecs i Llatins, publicada por la Fundació Bemat Metge (Ed. Atlas), acaba de aparecer el 330, primer tomo de la historia de Roma (Ab Vrbe condita), de Tito Livio, que contiene el libro I, editado y traducido al catalán por Antoni Cobos, y (traducida también) una amplía introducción por Antonio Fontán, que a los otros muchos títulos que no hace falta recordar a los lectores de Nueva Revista, añade el de ser con toda justicia nuestro livianista más reconocido.

La exactísima sinopsis del De Oratore presentada por su traductor (p. 79-83) permite apreciar intuitivamente la atractiva combinación y alternancia de doctrina retórica, práctica forense y reflexión sobre el status del orador (intelectual, profesional del derecho, político) en la sociedad romana, y la envoltura casi teatral que caracterizan al diálogo ciceroniano. ¿Qué decir de Livio en dos líneas? Confiando nuevamente la argumentación a un solo ejemplo, que sin Livio por ejemplo no habría Maquiavelo. Para quien el catalán no sea un escollo insalvable, debe animarse a la lectura de la introducción particularmente agradable, desembarazada de notas — fluens, como la prosa de Livio—, escrita por quien habla no ex cathedra, sino ex abundantia cordis.

Las traducciones de la BCG (siempre con introducción y notas) deben ser la primera referencia para cualquier lector de lengua española interesado en el tema. El volumen tricentenario es recomendable además por otro motivo: el folleto de resúmenes que lo acompaña, una fuente de información sucinta e inmediata sobre todos y cada uno de los autores y obras incluidos en la colección, que es como decir sobre casi la totalidad de los autores griegos y latinos. La colección barcelonesa ofrece la ventaja propia de las ediciones bilingües de permitirle a uno adentrarse en el texto original (incrementada en su caso, para un castellanohablante medianamente versado en el latín o el griego, con la de mejorar como lector de catalán).

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El equivalente, en castellano, de la Bemat Metge, es la colección Alma Mater, editada por el CSIC, mucho menos extensa en autores y en obras. Para completarla, en lo posible, hay que recurrir a otras series, también limitadas, como la Biblioteca de Autores Cristianos, para la literatura patrística; la Colección Erasmo y la de Textos Latinos Bilingües, de la editorial Bosch; la Bibliotheca Graeca y Bibliotheca Latina, de Ediciones Clásicas, sin olvidar otras de la propia editorial Gredos, consagradas bien a los autores escolares o más difundidos, bien a textos medievales o renacentistas.

En el capítulo de las traducciones sin texto original, después de la BCG, deben mencionarse las series de Griegos y Latinos en la colección de Literatura Clásica de la editorial Akal, que abarca ya un considerable número de autores. Junto a otras colecciones de las ya citadas Ediciones Clásicas, son igualmente recomendables las incluidas en la serie Letras Universales, de Ediciones Cátedra (en algún caso, bilingües); Clásicos de Grecia y Roma, de Planeta/De Agostini, y Biblioteca de Clásicos de Grecia y Roma, de Alianza Editorial.

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¿Y un lector interesado por un autor ausente de las colecciones más conocidas, cómo podrá encontrar lo que busca? La consulta on-line del catálogo de la Agencia Española del ISBN permite la localización de las distintas ofertas disponibles para determinado autor, título, o materia (lengua, traductor, editor, fecha, lugar, etc.), o los fondos ofrecidos por cada editorial. Naturalmente, los resultados no siempre tienen la garantía de las colecciones más rigurosas- Pero junto a traducciones de dudosa procedencia, o indirectas, encontraremos referencias fiables. Entre las más seguras, las del Servicio de Publicaciones de las distintas universidades.