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Da la sensación de que la cultura occidental lleva encerrada en un bucle desde el final de la Primera Guerra Mundial del que no consigue escapar. A pesar de los incansables intentos pos por intentar superar esta situación o de las propuestas neo de dar por finalizada la historia constantemente aparecen obras interesantes sobre el malestar de la modernidad. Desde dos perspectivas distintas y con estilos narrativos muy diferentes, el catedrático de Sociología Víctor Pérez Díaz y el de Filosofía José Luis Pardo dan una nueva vuelta de tuerca a esta cuestión.

Pérez Díaz en El malestar de la democracia, trata de poner sosiego y aportar propuestas a lo que él considera como la consustancial crisis de la democracia liberal dentro de un único ciclo histórico que empezó hace veinticinco siglos. El libro es una radiografía de la situación de la democracia en 2008; sus orígenes, diferentes tradiciones, amenazas, desafíos y oportunidades.

No es éste un libro de coyuntura, sino de diagnóstico sobre la democracia en la sociedad occidental. Pérez Díaz advierte del peligro que supone para la democracia la estrategia de dominación de las oligarquías —de izquierda o derecha— y la utilización que hacen de sofistas diestros en manipulación a través del consumo de tópicos y estereotipos difundidos a través de los medios de comunicación y los sistemas educativos. La consecuencia de ello sería la inseguridad y la confusión de las masas.

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Que a mediados del sigo XIX John Stuart Mill hiciese una advertencia similar en su obra On Liberty contextualiza la situación real de nuestros desafíos y los contornos del progreso que se ha dado en el último siglo y medio. Pero Pérez Díaz rechaza la simplista visión, puramente individualista, del liberalismo clásico o paleoconservador, que él define como la tradición lockeana y reafirma el valor del tejido asociativo en el que el beneficio mutuo va más allá de la reciprocidad, así como el ámbito de la moral de la justa generosidad, liberalidad y benevolencia. Por esta razón entiende que la democracia no es un modus vivendi, sino el escenario de la búsqueda del bien común, una comunidad de discutidores sobre el bien de la ciudad.

La obra es una reivindicación del papel de la sociedad y de los valores cívicos del ciudadano para afrontar los desafíos de la democracia moderna, tal y como señala cuando recuerda que la función de las instituciones está en incentivar o desincentivar conductas, pero que lo esencial es la cultura de las gentes que subyace en el uso que hacen de las instituciones. Unos valores cívicos que no son un imaginario abstracto sino que son una forma de vida, como los describe Berlin en su encuentro con Ana Akhmatova en Cuatro ensayos sobre la libertad.

De especial interés son las páginas dedicadas a España, donde entiende como una anormalidad, respecto al resto de naciones de nuestro entorno, la existencia de un proyecto político hegemónico, esto es, excluyente del adversario, por parte del partido socialista, que impide, entre otras cuestiones, la presencia de una sociedad bien trabada. En cierto sentido, este acertado análisis es deudor del pensamiento de Rawls que hace de los consensos entrecruzados el eje de la democracia liberal frente a la amenaza que suponen las doctrinas comprehensivas como vertebradoras únicas y exclusivas del espacio público. Otra amenaza que entiende que se cierne sobre nuestro país es un riesgo de fragmentación ante el empequeñecimiento del horizonte y la intensificación de los conflictos.

Con un ritmo muy diferente, José Luis Pardo en Esto no es música. Introducción al malestar en la cultura de masas, a golpe de los Beatles, Don McLean o los Rolling Stones, se abordan los efectos de la cultura de la modernidad.

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Para ello utiliza como hilo argumental la portada del disco Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band en el que aparecen 71 personajes muy diferentes entre ellos, pero que para los Beatles eran sus principales referencias. Una broma que ya había utilizado Nietzsche casi un siglo antes cuando puso en el mismo plano la zarzuela de La Gran Vía y la ópera italiana con la intención de provocar a su amigo Wagner.

Esta portada con 71 personajes heterogéneos pero que los cuatro de Liverpool pusieron en un mismo plano —desde Einstein y Marx a Toni Curtis—, es para el autor el mejor incono de una propuesta cultural que ha concluido erosionando la política, la economía, la religión, la ciencia, la sociedad, el arte y la misma modernidad. Una crisis que para el autor es más dolorosa y evidente en el Estado del bienestar pero para la que niega que exista alternativa.

Para Pardo, los debates filosóficos tienen consecuencias y en las letras pop se ven esos debates y esas consecuencias. Al igual que Pérez Díaz, entiende que en la cultura occidental existe una unidad intelectual por lo que no duda en poner a dialogar en un mismo plano a Platón, Hegel o Deleuze. El propio hecho de dejar al margen de la obra a los pensadores hindúes que sí estaban en la portada del disco es sintomático.

El autor hace una propuesta arriesgada, con una imaginativa presentación escenográfica de la cultura de la modernidad pero con una conclusión de la trama muy desigual. Al fin y al cabo con los Beatles y la cultura pop de los sesenta y setenta no terminó todo, después vinieron The Stone Roses o Radiohead.

Independientemente de ello, tanto Pérez Díaz como Pardo hacen dos aportaciones muy interesantes al debate de la modernidad, una cultura sobre la que ambos entienden que no hay alternativa pero de la que hacen diferentes lecturas. Bob Dylan afirmaba hace años que los tiempos estaban cambiando, quizás no lo estuviesen tanto, pero expresaba de un modo accesible un anhelo muy moderno.

Pablo Hispán Iglesias de Ussel es licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Navarra. Universidad en la que se doctoró en Historia Contemporánea. Ha desempeñado distintos cargos en la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid. Es autor de varias publicaciones sobre diversos temas como la Economía sumergida, Política monetaria, Política regional, Globalización y temas de la Unión Europea.