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Si de algo se siente segura Transparencia Internacional (Ti) es que ha logrado que no se dude más sobre el terrible significado de la corrupción para los países -sobre todo, para los más pobres-. Un logro, sin embargo, que ha tenido que vencer muchas y recias resistencias. Silke Pfeiffer, directora regional de las Américas, recuerda que el inicio de la lucha parecía una empresa de locos, «porque la corrupción era un tema tabú sobre el que regía el cinismo, la resignación y la ignorancia. El reto al que nos enfrentábamos consistía en poner el tema en la agenda mundial. Después de once años de trabajo, podemos hablar de un movimiento anticorrupción que va mucho más allá de TI y que incluye organizaciones de la sociedad civil, instituciones públicas, gobiernos, sector privado y organismos internacionales».


En la actualidad, el movimiento Transparencia Internacional está presente en noventa países, detalle que le convierte en un grupo fuerte en el mundo. Su fuerza le ha permitido promover diversas convenciones internacionales anticorrupción, como la Convención Antisoborno de la OCDE, la Convención Interamericana y finalmente la Convención Anticorrupción de las Naciones Unidas. «TI también trabajó duro para lograr que se incluya un décimo principio en el Pacto Global de las Naciones Unidas, a través del cual las empresas se comprometen a luchar contra la corrupción en todas sus formas», dice Pfeiffer.


Desde la Secretaría mundial del movimiento, sita en Berlín, se refieren algunos de sus logros con mucho orgullo. En el sudeste de Europa, por ejemplo, los respectivos capítulos regionales crearon los centros de ayuda legal y de incidencia (ALAC, según el acrónimo de la expresión inglesa). En África y Latinoamérica hubo varias iniciativas para aumentar la conciencia cívica, vigilar procesos de contrataciones públicas y promover el acceso a la información. «Una estrategia global coordinada, para prevenir la corrupción en la ayuda humanitaria tras la tragedia el tsunami en 2004, fue uno de los logros más destacados», dice un boletín de prensa del 11 de agosto pasado.


El trabajo empecinado de TI apunta a lograr más resultados frente a los discursos anticorrupción. Una forma, según la directora regional, es reforzar el vínculo entre la agenda anticorrupción y la agenda antipobreza, sobre todo, en un contexto en el cual los países industrializados consideran aumentar su aporte a la lucha antipobreza en el continente africano.


ÍNDICE DE PERCEPCIÓN DE CORRUPCIÓN


De la corrupción se habla tanto como del fútbol, pero cuando más fuerte suena es cuando TI publica cada año el Indice de Percepción de Corrupción (IPC). En él, los países aparecen con puntuaciones que oscilan entre cero y diez -la cifra menor, para el país más corrupto; la mayor, para el más libre de ella-. El año pasado, 106 de 146 ilaciones calificadas obtuvieron un puntuación inferior a cinco, lo que muestra, según la TI, que la corrupción es una epidemia.


La publicación anual del IPC produce una fuerte sacudida en las naciones más pobres, que protestan airadamente contra el informe. TI siempre aclara que son percepciones que se sustentan en hechos reales de analistas y empresarios tanto nacionales como extranjeros, que tienen conocimiento directo de, por ejemplo, la solicitud de sobornos en licitaciones públicas o en concesiones.


Peter Eigen, fundador y presidente de TI, dice que «la corrupción corroe la integridad de sociedades, mercados e instituciones. Al alertar sobre las prácticas ilegales y profundizar sobre el significado y constitución de un acto de corrupción, TI ha ayudado a reducir la tolerancia hacia la corrupción y desterrar prácticas corruptas que arruinan vidas».


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La Secretaría de Berlín sostiene que cada año el IPC obliga a los gobiernos a tomar postura frente a la calificación de sus respectivos países. «En algunos casos, como Corea del Sur, el presidente anunció públicamente que consideraría el Indice como un indicador de su gestión, señalando el número de posiciones que se propone mejorar en el baremo del IPC durante los próximos años».


En otros países, el Indice representa una plataforma importante para impulsar los esfuerzos de los «campeones de la reforma», como los llama TI: aquellas personas o instituciones que exigen a las autoridades correspondientes que respondan con estrategias y medidas concretas para combatir la corrupción.


En 2004, TI contribuyó a la evaluación sobre corrupción de los países candidatos a la Unión Europea. Y tienen también repercusiones en el sector privado, pues sus informes llegan a manos de inversores extranjeros, quienes analizan la situación política y jurídica de las naciones antes de decidirse a invertir en ellas.


En América Latina, una forma de medir el impacto del trabajo de TI es, según Pfeiffer, que «no puede haber candidato a la presidencia que llegue al poder sin una plataforma anticorrupción, algo que refleja la prioridad del tema en la agenda y que es un logro al cual claramente hemos contribuido».


CRÍTICAS AL IPC


No es de extrañar, por ello, que estos informes también reciban críticas. Para el subdirector del diario El Comercio de Ecuador, Marco Arauz, lo grave del IPC es que se basa en percepciones. «La crítica es precisamente por falta de parámetros objetivos para medir la corrupción. Los informes causan mucho daño a los países más débiles».


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Los gobiernos latinoamericanos rechazan anualmente los informes, pero no niegan que la corrupción sea uno de sus principales problemas. En Ecuador, la población considera a este mal como el tercer gran problema que debe resolver el país, después de la pobreza y de la inseguridad.


María Pilar Verla, ex directora de Prevención de la Comisión Anticorrupción de Ecuador, considera que a veces el trabajo de TI no es comprendido, sobre todo, en lo relacionado con el índice de Percepción de Corrupción. ¿Por qué? A TI le hace falta explicar más sobre cómo se hace el IPC e insistir en que se trata de una percepción. «Es complejo tener una medición precisa sobre corrupción, porque nadie roba con factura, pero hay una propensión a que esa información sea manipulada por los agentes políticos interesados en descalificarla, a lo que se suma la poca claridad de TI en explicar el índice como tal».


Vela también considera que la percepción no es tan subjetiva como suelen objetar ciertos sectores de las sociedades. «Si los informantes del Indice están permanentemente al tanto de lo que sucede en los países calificados, es muy probable que su percepción no esté alejada de la realidad, incluso de la propia percepción que pueden tener los ciudadanos sobre la corrupción en sus países».


Andrés Tobar, coordinador del área de Transparencia Internacional en Ecuador, cree que el peso está en la corrupción y no en el pronunciamiento. «Los ciudadanos y los Estados no podemos negar que la corrupción es el gran problema de fondo. Negarlo o tratar de deslegitimar los informes sólo significa no querer afrontar los problemas».


TI también tiene que luchar contra el fantasma de ser un movimiento imperialista, que con su dedo índice clasifica a los países en buenos y malos. Por ello, afirma que es un movimiento que promueve respuestas locales contra la corrupción y no tiene una receta que se debe aplicar en todas partes. Según Pfeiffer, también «enfatizan en que la corrupción no es sólo un triste privilegio de los países en vías de desarrollo, también hay mucha corrupción en el norte, donde de igual manera trabajamos. Es un fenómeno que cruza fronteras, en el marco de lo cual muchas veces los actores del norte (bancos, empresas, etc.) se hacen cómplices de la corrupción en los países del sur».


OTRAS HERRAMIENTAS


Pero TI es una organización que siempre suma y que soporta las críticas hasta el año siguiente, cuando en septiembre u octubre presenta el nuevo informe y hace públicas sus otras herramientas para medir la corrupción, tales como el Barómetro Global de la Corrupción o el Indice de Fuentes de Soborno.


Para fortalecer su trabajo anticorrupción, también impulsa proyectos de transparencia en la contratación pública, promueve el acceso a la información y apoya estrategias sobre cuentas claras en el financiamiento político de las campañas electorales. Además, colabora con los gobiernos y las empresas privadas en delinear estrategias para la transparencia, como los famosos pactos de integridad en los procesos de contratación, que ya se aplican en varios países.


En Ecuador se empleó esta herramienta en el proceso de concesión de la tercera empresa de telefonía móvil. La Corporación Latinoamericana para el Desarrollo (CLD), capítulo ecuatoriano de Transparencia Internacional, participó como observadora técnica en el proceso que terminó con la adjudicación a la empresa italiana Alegro PCS.


Según Tobar, los precios en el mercado de telefonía celular bajaron hasta en un 25% de los usuarios de Ecuador. ¿Cuál fue su aporte? Vigilar todo el proceso de concesión, para procurar en lo posible casos de corrupción como el pago de sobornos.


EL FUTURO DEL MOVIMIENTO


Y la cuenta de financiación del movimiento sigue sumando con ceros a la derecha. Su trabajo de once años ha sido la puerta por la que han accedido donantes bilaterales y multilaterales, fundaciones privadas y el sector público. En 2004, el movimiento TI tenía en su cuenta 6,5 millones de euros. Ahora se prepara para un gran cambio. Peter Eigen dejará la presidencia en noviembre próximo, después de once años de dirigir el movimiento internacional. Quien lo suceda en el cargo se encontrará con una estructura montada y en funcionamiento y, sobre todo, con un gran movimiento internacional que ya camina solo.

Periodista de Ecuador. Máster Balboa para periodistas Latinoamericanos, de las fundaciones Diálogos y Carolina (España)