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Hace un año comenzaban las protestas en Deraa, al suroeste de Siria, por la detención de unos adolescentes que hacían graffitis contra el régimen. Se escucharon gritos contra Irán y Hezbolá, su rama político-militar en Líbano. Era la primera vez que una multitud arremetía contra los dos grandes aliados del presidente Bachar el-Asad en Oriente Próximo.

La República de Irán es el único Estado chií del mundo, mientras Siria es en un 75% suní. El 25% restante de sus veintidós millones de habitantes se divide en minorías de chiíes, alauíes, ismaelitas, drusos, cristianos, kurdos, armenios y refugiados palestinos e iraquíes.

En 2000 Bachar «heredó» un sistema opaco de su padre, Hafez al-Assad, en el poder desde 1971. Hafez, hijo de campesinos pobres alauitas, una rama minoritaria del islam chií considerada por la mayoría suní como una «secta esotérica», se había enrolado en el Ejército abrazando el partido Baath, extremista, nacionalista y socialista.

Bachar prometió reformas pero el soplo de libertad apenas duró un año. Continuó la tiranía, aunque la modernización económica favoreció al clan al-Asad, que convirtió el Estado en un negocio familiar. Sus hermanos, cuñados y primos dominan el Ejército, los servicios de inteligencia (la muhabarat) y la economía. Los alauitas son conscientes de que en una era post-Asad, pasarían de privilegiados a perseguidos. Su espíritu de cuerpo (asabiya) prevalece sobre cualquier otra consideración.

El cínico plebiscito del pasado 26 de febrero para una reforma constitucional carece de valor. La oposición y su principal grupo, el Consejo Nacional Sirio, rechazó esta medida dilatoria e inútil.

Nuevo protagonismo de la Liga Árabe y el miedo a Irán

La Liga Árabe, durante mucho tiempo un club de autócratas, se está transformando en un actor regional que ya no rehúye los asuntos «internos» de sus miembros. Esto es especialmente significativo en el caso de Siria que — lejos de ser un miembro cualquiera— tiene un alto valor simbólico en la denominada «arabidad» (al-uruba).

Las rebeliones cobran de inmediato una dimensión geopolítica. Los nuevos gobiernos tienden a reevaluar su política exterior. Esta interacción es aún más clara en una zona turbulenta con conflictos abiertos como el israelo-palestino y la lucha para la hegemonía en el Golfo Pérsico.

Israel está más aislado desde la caída de Mubarak. El nuevo gobierno en El Cairo será más crítico con Israel y apoyará a los palestinos, cuyas dos administraciones en Cisjordania y Gaza parecen encaminarse hacia la unidad. La frustración israelí reducirá su disposición al diálogo y puede traducirse en más violencia. Israel no puede vivir al margen y las revoluciones demandan un cambio de actitud.

Pero el miedo de los países árabes hacia Irán es similar al que le tienen a Israel. Y las diferencias religiosas entre chiíes y suníes son más inmediatas. Los saudíes afirman que si Irán obtiene armas nucleares ellos también las obtendrán.

Para Irán, la revolución en Siria supondrá la pérdida de su principal aliado en el Levante, lo que es visto como una oportunidad para Israel y Estados Unidos y sobre todo los saudíes y Qatar. Así pues, hay una conexión con la lucha por el poder en el Golfo Pérsico. El conflicto asimismo seguirá impactando en la situación en Bahrein, en detrimento de los que buscan el cambio pacífico.

Papel de la ONU y diferencias entre los intereses de Rusia y China

El mes pasado Rusia y China vetaron en el Consejo de Seguridad la «Hoja de Ruta» propuesta por la Liga Árabe que preveía el fin de los ataques, una transferencia del poder al vicepresidente y la posibilidad de tomar «medidas suplementarias».

El veto forzó la presentación de una resolución ante la Asamblea General aprobada por mayoría. Sin embargo, dado que estas resoluciones no son vinculantes, su aprobación sólo podría dar cobertura moral a una coalición ad hoc.

Para Moscú, vital aliado de Damasco, representaba una puerta abierta a la posibilidad de intervención militar de Occidente como en Libia. En aquella ocasión Rusia se sintió «engañada» tras abstenerse. El Kremlin tiene una base naval en el puerto mediterráneo de Tartús y ha vendido a Siria más de 4.000 millones de dólares en armas en los últimos años. El presidente Putin ha criticado el nuevo borrador estadounidense de resolución tachándolo de no ser más que una versión ligeramente maquillada de la anterior.

El veto de China ha sufrido el rechazo de los Estados árabes con los cuales mantiene intensas relaciones comerciales. Para entender la posición china hay que tener en cuenta que no necesariamente se opone al cambio siempre y cuando no tenga lugar vía Consejo de Seguridad o Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas (Acción en caso de amenazas a la paz). Aunque existe un fuerte vínculo comercial, a China más que el futuro político de Asad le preocupa dar luz verde a Occidente para intervenir en países que pueden afectar a sus intereses en Asia.

China ha presentado un plan que prevé el cese completo e incondicional de la violencia por «ambas partes» para iniciar el diálogo político. Siria afirma «dar la bienvenida» a este plan y «cooperar» con el enviado conjunto de la ONU y la Liga Árabe, Kofi Annan.

Los rusos piden un precio por derribar a Asad. Los chinos quieren garantías de que los métodos y los resultados del cambio no afecten a sus intereses. La política china no es de confrontación sino diplomática y cautelosa. Lo más probable es que una vez se hayan asegurado sus intereses, Pekín no participe activamente en la lucha por el futuro de Siria.

¿Resurgimiento terrorista?

Mayormente ignorada por los movimientos árabes de reforma, la organización terrorista Al Qaeda ha mostrado su apoyo a la oposición en Siria. El pasado 11 de febrero, se colgó en Internet un vídeo de ocho minutos de su líder, Ayman al Zawahiri, llamando a la yihad para derrocar al gobierno de Bachar al-Asad.

Esto para algunos es una prueba de la presencia del movimiento terrorista en el país. Los recientes atentados en Alepo refuerzan esta tesis. Mas no se olvide que existieron declaraciones similares alabando la revolución hace meses. Y a las demás manifestaciones de la «Primavera Árabe». Si ahora se le presta demasiada atención se simplifica una situación muy compleja favoreciendo además a la dictadura que alega luchar contra los «terroristas». Al fin y al cabo, el régimen de Asad ayudó a «inventar» el coche-bomba que ha venido utilizando con frecuencia para sus fines.

Tras meses de manifestaciones no violentas, algunas tropas desertaron llevándose sus armas, hartas de matar a su propia gente. Una vez que el «Ejército Sirio Libre» comenzó a defenderse, arraigó el pretexto gubernamental de luchar contra «terroristas» entre las numerosas minorías que temen el dominio sunita.

La represión del gobierno aumenta y hay decenas de muertos cada día. Un enfrentamiento armado favorece a Asad. Los insurrectos, más organizados, están ganando terreno. Y llegan armas, sí. Pero el régimen tiene 400.000 soldados, dos millones y medio de militantes y está dispuesto a todo para mantenerse en el poder. Tal y como afirma el economista sirio Jam Ehsani, «sin intervención extranjera, puede aguantar más de lo que muchos creen».

Al Qaeda trata de explotar las tensiones sectarias, jugando con los resentimientos de muchos suníes frente a la supremacía de la minoría alauí. El mensaje de al-Zawahiri atrajo poca atención en las redes sociales lo que no quiere decir que no pueda tener algún alcance en el futuro si se prolonga la anarquía.

La complicada situación de Turquía e Irak

Ambos países comparten la mayor frontera con Siria. Turquía es, además, el único país miembro de la OTAN limítrofe con Siria y afronta una crítica prueba de sus aspiraciones regionales y globales.

El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, volvió a declarar en Turquía que la Alianza no intervendrá militarmente. Se espera —y desea— una solución regional. Rasmussen tranquilizó a Turquía respecto al uso del escudo antimisiles controlado por la OTAN. Disipó temores turcos de que Israel, debido a su disputa con Irán, podría tener acceso a la información recogida por el radar instalado en la provincia turca suroriental de Malatya.

Turquía y Siria todavía tienen disputas fronterizas; un escenario de tropas turcas cruzando la frontera podría reforzar a Asad. Aun así, Turquía está en la mejor posición para intervenir: trabajando estrechamente con los comités de coordinación locales que realizan un seguimiento puntual de las víctimas a través de una red de informadores sobre el terreno.

El ministro de Exteriores turco, Ahmed Davutoglu, fue el primero en presentar la idea de establecer una zona de exclusión aérea en la frontera sirio-turca hace tres meses. No obstante, desde entonces la única iniciativa verdadera vino de la Liga Árabe al enviar monitores y formular un plan para la transición política. Tras vetarse ese plan en la ONU tampoco se llegó a acuerdos significativos en la pasada conferencia en Túnez de «países amigos de Siria» propuesta por Davutoglu.

Con toda probabilidad un nuevo gobierno sirio estará dominado por suníes, por lo que primarán los dividendos para la proyección regional de Turquía.

Iraq, por su parte, sentirá el peso de la caída de Asad. Su conflictividad interior y la rivalidad regional se incrementa después de la retirada norteamericana. El primer ministro chií de Iraq, Nuri al-Maliki, representa el gobierno árabe más pro-Asad de la región. Iraq es, junto al también Estado vecino del Líbano, uno de los países que se han opuesto dentro de la Liga Árabe a aplicar sanciones a Damasco.

Si cae el régimen, lo que preocupa a los turcos es su frontera noreste donde viven los kurdos sirios. Esta población kurda vendría a añadirse a la propia población kurda rebelde en Turquía. La cuestión kurda afecta igualmente a Iraq.

Nueva revolución mediática

En los últimos meses y gracias al coraje de cientos de manifestantes se ha documentado la situación. Se trata de mucho más que de las noticias e imágenes de los medios tradicionales. Por esta difusión directa de lo que acontece se está pagando un altísimo precio. Un nombre entre las miles de víctimas anónimas: el periodista y ciudadano Amr al-Suri, matado mientras trataba de ayudar a los heridos en la ciudad rebelde de Homs, de un millón de habitantes, bautizada ya «la capital de la Revolución».

Cuando comenzó la protesta y el régimen intentó vetar el acceso de los medios, los sirios inventaron nuevos caminos para documentar y mostrar lo que ocurría con la esperanza de restringir así la violencia.

Al iniciarse la revolución, se pensaba que la masacre ocurrida en Hama en 1982 (pudo causar hasta 25.000 muertos) nunca hubiera ocurrido —o al menos no en esa manera— de haber podido documentarse como se está haciendo hoy. La amarga realidad indica que los sacrificios están siendo en vano.

En Damasco manifestaciones sin precedentes muestran cómo el movimiento avanza y estrecha el cerco alrededor del poder. Hasta ahora, la capital había sido básicamente escenario de manifestaciones de apoyo a Asad, más que de concentraciones opositoras.

Conclusión

La oposición —un conjunto muy heterogéneo y cambiante de grupos no coordinados— vuelve a llamar a la «desobediencia civil». Y ante la ausencia de una intervención extranjera el instrumento más efectivo contra la tiranía es la manifestación masiva no violenta.

El presidente Asad trata de imponer la guerra civil sectaria forzando a los grupos minoritarios a apoyarle por miedo a la alternativa. Los cristianos —como las demás comunidades— no deben prestarse a este juego y participar en la creación de una Siria democrática.

Un sistema internacional anacrónico y pendiente de urgente reforma bloquea casi todas las iniciativas. Se estudia el envío de Cascos Azules solicitados por la Liga Árabe pero rechazados por Siria. Los EE UU en año de campaña electoral descartan —por ahora— una intervención. La UE sigue paralizada por su grave crisis.

Las sanciones están surtiendo efecto y la debilitada dictadura alauí está al borde del colapso económico. La dimisión del viceministro de Petróleo y Minas supone la primera adhesión de un alto cargo civil a la revolución. La presión internacional se intensifica y junto al reforzamiento logístico deben establecerse corredores humanitarios para proteger a la población.

Politólogo y jurista