Ignacio Aréchaga

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Periodista de ACEPRENSA
Familia de clase media norteamericana. © Wiki Commons

El declive de la clase media en Occidente y sus consecuencias

La clase media, que ha conocido un boom desde el final de la Segunda Guerra Mundial, está en declive en Occidente. Era sinónimo de desarrollo económico y de ascensor social, pero está menguando en el conjunto de la población y retrocediendo respecto a la clase alta.
Cartel sobre derechos humanos ® Shutterstock

La libertad de expresión, amenazada en Occidente por nuevas formas de censura

El jurista británico Paul Coleman advierte en el libro "La censura maquillada" que las leyes contra el discurso del odio pueden terminar creando un Estado policial.

El valor de la sociedad civil

Cuando el proceso de transformación de los países de Europa centrooriental sigue aún abierto, el profesor Ralf Dahrendorf presenta sus reflexiones sobre las esperanzas y los riesgos que la nueva situación plantea. La esencia de su argumentación es que estos países «no han desechado su sistema comunista para abrazar el sistema capitalista: han desechado un sistema cerrado para crear una sociedad abierta», en la que hay muchas vías diferentes hacia la libertad. El profesor de Oxford es reacio a interpretar estos cambios como una batalla entre sistemas. Los sistemas le parecen siempre algo cerrado, mientras que la libertad reclama una evolución constante. En este sentido, confiesa sentirse más cercano a Popper que a Hayek («Como Marx, Hayek conoce todas las respuestas»). Esta postura no implica que sugiera a estos países una «tercera vía», que sería a su vez otro sistema. Al contrario, éste es uno de los espejismos que expresamente rechaza. A este respecto, advierte a los países excomunistas que la socialdemocracia no es hoy un camino intermedio, pues está agotada. De una parte, porque muchas de sus reivindicaciones han sido ya asumidas, y su propio éxito le ha privado de su base social tradicional; de otra, porque la gente quiere hacer las cosas a su manera en lugar de depender de una burocracia. Buscar vías de desarrollo Lo importante es crear el marco constitucional y social que permita el desarrollo de una sociedad libre. A partir de ahí, se pueden elegir diversas soluciones. El capitalismo de tipo norteamericano es sólo uno de los caminos posibles, y pocos países lo han adoptado. Las estructuras económicas de los países desarrollados difieren en muchos aspectos significativos. Y también los países de Europa central tendrán que buscar cada uno su propio camino. Dahrendorf señala tres procesos paralelos que se requieren para recorrer la senda hacia la libertad: la reforma constitucional, el cambio económico y la creación de una sociedad civil. Y de las tres condiciones, la tercera es la clave. La sociedad civil es la que permite superar las divergentes escalas de tiempo y las tensiones entre las reformas política y económica. Sólo un cimiento social firme puede hacer que la Constitución y la economía aguanten tanto los tiempos de bonanza como los tormentosos. Así pues, una de las grandes tarcas de estos países es alentar la variedad de asociaciones e instituciones que pueden enriquecer el tejido de la sociedad civil. Por último, Dahrendorf se plantea las repercusiones que tendrá la emancipación de los países del Este en el proceso de la unidad europea. Un proceso en el que detecta tanta esperanza como confusión, y que se complica con el resurgir de los nacionalismos. El libro de Dahrendorf, escrito en forma de carta, no pretende ser un tratado ni un recetario. Nada más lejos del talante del profesor de Oxford, enemigo de los puristas y de los visionarios. A su juicio, la clave del progreso no es una concepción alternativa completa, sino una serie de cambios estratégicos que permitan el desarrollo de la libertad. Después, hay cien caminos que...

El despegue iberoamericano

Tras las dolorosas reformas económicas aplicadas en Iberoamérica, parece que empieza a verse la luz ai final del túnel. Al menos, los distintos organismos internacionales coinciden en hacer predicciones optimistas. El descenso de la inflación, la mejora del sector exterior y la vuelta de las inversiones extranjeras están sentando las bases para la recuperación del crecimiento económico. Por ahora, la dura realidad es que en 1990 el PIB global de la región volvió a disminuir: un 0,8%, según el informe que acaba de publicar el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), o un 0,5%, de acuerdo con las estimaciones de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). Sin embargo, el BID piensa que la mayoría de los países latinoamericanos reanudarán el crecimiento económico en la primera parte de la década de los noventa. Ei pronóstico es compartido por el Fondo Monetario Internacional (FMI), que en su informe anual publicado el pasado octubre prevé un crecimiento del 2,2% para 1992. El FMI considera que «si la política de reformas continúa, nuestro juicio sobre el crecimiento a medio plazo es bastante positivo». El optimismo se ha contagiado incluso a la CEPAL, que predice un crecimiento del 2,4% para este año. La CEPAL estima que el clima de estancamiento e inflación de los pasados años está superándose: «Aumenta el número de países que vuelven a encontrar la senda del crecimiento económico, aunque en muchos casos el crecimiento es modesto y sus bases frágiles». Como notas positivas, el informe del BID destaca, además del descenso de la inflación, la mejora de! sector exterior en la mayoría de los países y el aumento de las inversiones privadas extranjeras. En 1900, el valor total de las exportaciones de la zona aumentó un 8,6%, con lo que se consiguió igualar la cota obtenida en 1980, antes de que se desencadenara la crisis. Además, muchos de estos países se han ganado la confianza del capital extranjero: en 1990 se produjeron inversiones netas del exterior por valor de 14.(XX) millones de dólares, casi tres veces más que el año anterior. Vuelta a la disciplina del mercado Los responsables del BID instan a los países de la zona a mantener el rigor de sus políticas económicas, estimulando las reformas que supongan una apertura al mercado exterior y una potenciación del sector privado. Al mismo tiempo, consideran que los gobernantes deberán aprovechar la recuperación económica para fortalecer sus sistemas de seguridad social y aminorar así los costes humanos de la modernización económica. Los pronósticos optimistas no alcanzan en igual medida a todos los países. Pero hay un consenso sustancial en el tipo de reformas que están aplicando los distintos gobiernos: liberalización de actividades económicas que estaban sometidas a múltiple« controles y reglamentos; privatización de empresas públicas artificialmente mantenidas por el Estado; reducción de las tarifas arancelarias para abrir a la competencia internacional industrias antes superprotegidas; hacer hincapié en la exportación y crear zonas de libre comercio con los países vecinos; reducción del déficit público y control del crecimiento monetario; concebir la lucha contra la inflación como un...

El Papa y la guerra

Hay dos modos de trivializar las intervenciones de Juan Pablo II a propósito de la guerra del Golfo. Uno es ver sus llamadas a favor de la paz como el simple cumplimiento de un deber de oficio: así como un general debe arengar a sus tropas, lo que se espera de un Papa es que predique la paz. El otro es identificar su rechazo de la guerra con un aval al pacifismo a cualquier precio: de este modo, algunos han visto su actitud como una postura unilateral, incluso antiamericana, en la que coincidía con algunos sectores izquierdistas. Para despejar estos equívocos hay que tener en cuenta los principios que han inspirado la actividad del Vaticano ante el conflicto. Desde el primer momento, Juan Pablo II afirmó que la solución exigía la retirada iraquí de Kuwait. Calificó la invasión de «violación brutal de la ley internacional». Y mantuvo que cuando un país quebranta de este modo el derecho «es toda la coexistencia entre las naciones la que se cuestiona». Lejos de contemplar este hecho con resignación, reconoció que la comunidad internacional no podía eludir «el imperioso deber de preservar el derecho internacional». ¿Era lícito utilizar las armas para expulsar a Sadam de Kuwait? Juan Pablo H no ha riegado el derecho de la alianza internacional a recurrir a la fuerza. Si los kuwaitíes tienen derecho a defender su tierra, tampoco se puede negar el de la comunidad internacional a correr en su ayuda. Pero si no ha negado ese derecho. tampoco lo ha alentado, y ha sugerido que debían buíscarse otros caminos para lograr ese fin. El Papa no se ha parado a discutir si la guerra era justa o injusta. Lo que ha asociado es la justicia y !a paz. «No queremos la paz a cualquier precio, sino una paz justa», aclaró, como para desmarcarse de cualquier postura simplemente «pacifista». En esa búsqueda de una solución justa al conflicto, ediálogo y la negociación debían prevalecer sobre el recurso a las armas. Pues, en un momento en que lo que preocupaba a ambas partes era si podían ganar la guerra, Juan Pablo II llamaba la atención sobre las consecuencias que provocaría el conflicto en cualquier caso: devastaciones, víctimas humanas, posible extensión del conflicto, mayor enfrentan! iento entre los pueblos de la región y entre Occidente y los árabes. Por eso, en la carta que dirigió a Bush, recordaba que «la guerra no puede solucionar adecuadamente los problemas internacionales». Y advertía que aunque con ella «pudiera solucionarse momentáneamente una situación de injusticia», sus consecuencias «podrían ser devastadoras y trágicas». Tras el alto el fuego, quedan dos países destrozados. En la coalición internacional se respira satisfacción por haber ganado la guerra con un mínimo de bajas en sus filas. Pero, a no ser que uno considere que la vida de un occidental vale más que la de un árabe, no puede ver las decenas de miles de iraquíes muertos —el balance es aún desconocido— como una mera estadística. La tozudez y el aventurerismo de Sadam están en...

Juan Pablo II de nuevo en Africa

Con su séptimo viaje africano, en el que ha visitado Tanzania, Burundi y Ruanda, además de hacer una escala en Yamoussoucro (Costa de Marfil), Juan Pablo II ha estado ya en 30 de los 54 países del continente. Lo cual muestra que, lejos de tratar a las iglesias africanas como «parientes pobres», está muy atento a su desarrollo y a su futuro. No en vano van a contar cada vez más en el porvenir de la Iglesia. Los católicos africanos son 75 millones, poco más del 13,1 por 100 de la población total. Pero África es el continente donde el catolicismo registra un crecimiento más rápido: un 50 por 100 en los últimos 10 años. Y, junto con Latinoamérica, forma parte del hemisferio sur, que probablemente contendrá la mayoría de los católicos en el siglo XXI. Nuevo marco En casi todos los países africanos la Iglesia apenas tiene 100 años de antigüedad. Pero, aunque se trate de iglesias jóvenes, Juan Pablo II ha hablado a menudo de una «nueva era en la evangelización» de África. El acceso de estos países a la independencia ha cambiado el marco en que se desenvuelve la tarea de la Iglesia. Durante el período colonial, la evangelización fue obra exclusiva de los misioneros. Hoy, las tres cuartas partes de los 487 obispos son nativos: y el sostenido crecimiento de las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa hace que la evangelización dependa cada vez más de los propios africanos. Otro factor importante de este nuevo período es la competencia del Islam, que no excluye el uso del poder político y económico para sustituir la influencia cristiana en muchos países. Por otra parte, el fracaso del desarrollo hace que ya no se pueda seguir echando todas las culpas al pasado colonialismo y tras la decepción de los «socialismos africanos», hoy se buscan nuevas soluciones políticas, económicas y sociales, que conjuguen la libertad con el desarrollo. En este nuevo contexto, un tema central del mensaje del Papa ha sido el impulso a la evangelización permanente de África que, como dijo en Tanzania, «no puede reducirse a mantener lo que ya se ha logrado». Una tarea que compete no sólo al clero y a los religiosos, sino también a los laicos, «que deben desempeñar un papel directo en la transformación del mundo en que viven, que han de llevar la fe a la realidad de la vida diaria». Al mismo tiempo, animó a difundir el Evangelio «en manera auténticamente africana», teniendo en cuenta las costumbres y tradiciones del país. Para el Papa, estos elementos de la vida local «representan una maravillosa riqueza» , siempre y cuando sean «iluminados y purificados por el Evangelio y asumidos en la unidad católica». Una de las mejores tradiciones africanas es el valor de la familia, entendida como familia «extensa» con lazos de solidaridad con todos los parientes. Para conservar estos valores familiares, Juan Pablo II ha insistido a los matrimonios africanos en los mismo s aspecto s que proclama en otras latitudes: respeto reciproco, fidelidad durante toda...