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Tras las dolorosas reformas económicas aplicadas en Iberoamérica, parece que empieza a verse la luz ai final del túnel. Al menos, los distintos organismos internacionales coinciden en hacer predicciones optimistas. El descenso de la inflación, la mejora del sector exterior y la vuelta de las inversiones extranjeras están sentando las bases para la recuperación del crecimiento económico.

Por ahora, la dura realidad es que en 1990 el PIB global de la región volvió a disminuir: un 0,8%, según el informe que acaba de publicar el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), o un 0,5%, de acuerdo con las estimaciones de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). Sin embargo, el BID piensa que la mayoría de los países latinoamericanos reanudarán el crecimiento económico en la primera parte de la década de los noventa. Ei pronóstico es compartido por el Fondo Monetario Internacional (FMI), que en su informe anual publicado el pasado octubre prevé un crecimiento del 2,2% para 1992. El FMI considera que «si la política de reformas continúa, nuestro juicio sobre el crecimiento a medio plazo es bastante positivo».

El optimismo se ha contagiado incluso a la CEPAL, que predice un crecimiento del 2,4% para este año. La CEPAL estima que el clima de estancamiento e inflación de los pasados años está superándose: «Aumenta el número de países que vuelven a encontrar la senda del crecimiento económico, aunque en muchos casos el crecimiento es modesto y sus bases frágiles».

Como notas positivas, el informe del BID destaca, además del descenso de la inflación, la mejora de! sector exterior en la mayoría de los países y el aumento de las inversiones privadas extranjeras. En 1900, el valor total de las exportaciones de la zona aumentó un 8,6%, con lo que se consiguió igualar la cota obtenida en 1980, antes de que se desencadenara la crisis. Además, muchos de estos países se han ganado la confianza del capital extranjero: en 1990 se produjeron inversiones netas del exterior por valor de 14.(XX) millones de dólares, casi tres veces más que el año anterior.

Vuelta a la disciplina del mercado

Los responsables del BID instan a los países de la zona a mantener el rigor de sus políticas económicas, estimulando las reformas que supongan una apertura al mercado exterior y una potenciación del sector privado. Al mismo tiempo, consideran que los gobernantes deberán aprovechar la recuperación económica para fortalecer sus sistemas de seguridad social y aminorar así los costes humanos de la modernización económica.

Los pronósticos optimistas no alcanzan en igual medida a todos los países. Pero hay un consenso sustancial en el tipo de reformas que están aplicando los distintos gobiernos: liberalización de actividades económicas que estaban sometidas a múltiple« controles y reglamentos; privatización de empresas públicas artificialmente mantenidas por el Estado; reducción de las tarifas arancelarias para abrir a la competencia internacional industrias antes superprotegidas; hacer hincapié en la exportación y crear zonas de libre comercio con los países vecinos; reducción del déficit público y control del crecimiento monetario; concebir la lucha contra la inflación como un objetivo prioritario, en lugar de acostumbrarse a vivir con ella: apertura a las inversiones extranjeras, antes tildadas de «imperialistas». En suma, redescubrir la disciplina del mercado.

Estos cambios estructurales están dando ya frutos en algunos de los más importantes países del continente. México, Chile, Colombia, Venezuela y Argentina presentan, con distintos matices. un cuadro esperanzador: índice de inflación inferior al 30%. lo cual es una cifra moderada para los estándares iberoamericanos; mejora del saldo de la balanza comercial; aumento de las inversiones; expectativas de crecimiento para este año en torno al 2-5%, según los casos. El alumno retrasado en la clase de los grandes es Brasil, donde la inflación ha vuelto a desatarse al ritmo del 20% mensual, mientras la economía está en recesión por tercer año consecutivo.

La audacia de los demócratas

Otro signo alentador es que la aplicación de los programas de austeridad no ha dado al traste con los regímenes democráticos instaurados durante la década de los ochenta. La frustración de los votantes ante los duros planes de estabilización hizo que algunos gobiernos perdieran las elecciones. Pero el relevo en el poder se produjo de modo normal y los nuevos gobernantes no tuvieron más remedio que continuar con las políticas de ajuste. Pero también se ha visto que cuando la inflación baja y vuelven las expectativas de crecimiento. los votantes mantienen su confianza en los gobiernos. Así ha ocurrido en las recientes consultas electorales de Argentina, Colombia y México.

Este apoyo de las urnas ha permitido que algunos gobernantes acometan reformas a las que no se habían atrevido anteriores gobiernos dictatoriales. Éste es el caso del plan de liberalización de la economía argentina, anunciado por el presidente Carlos Menem a principios de noviembre. Sintiéndose fortalecido por su reciente éxito electoral y los signos positivos de la evolución económica, Menem ha eliminado de un plumazo los principales organismos de control estatal sobre la economía, vigentes desde la época de Perón, y ha establecido nuevas reglas salariales que reducen el poder de los sindicatos.

En un continente que ha sufrido tantas revoluciones estériles, las reformas económicas emprendidas en los últimos años por buena parte de los países latinoamericanos suponen un giro de 180 grados. La cura ha sido traumática. Según la CEPAL, la renta per cápita en la región ha descendido al nivel de 1977. Ahora se trata de ver si la previsible mejora económica cambiará la suerte de los que más han sufrido con el ajuste.

Periodista de ACEPRENSA