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De la vida de Lope de Vega (1562-1635) destaca, en el recuerdo de todos, su fabulosa creatividad que da pie a una obra inabarcable, en teatro y en poesía. También ha quedado la intensidad de una vida amorosa donde se suceden y superponen amantes, mujeres, familias e hijos.

Del otro lado, y en contraste con esto, está la fe, que incendia como el amor profano toda la trayectoria del genio hasta llevarle a hacerse sacerdote, y también su supuesta conformidad con la España de su tiempo, como si Lope estuviera perfectamente integrado en su momento histórico.

Sólo con estos cuatro apuntes empiezan a verse las costuras, o las contradicciones, del personaje que llamamos Lope de Vega. Y hay más, como es la tensión entre el cultivo del teatro para el ”vulgo”, que corresponde a su defensa militante de una expresión llana y clara, en castellano neto, y otra tendencia clasicista, extremadamente elaborada y de apariencia más elitista, cada vez más relevante a medida que Lope va envejeciendo.

Contraste entre elaboración estética y espontaneidad

O el contraste entre la extraordinaria elaboración estética de muchas de sus obras, por un lado, y la impresión de espontaneidad que produce su literatura, como si Lope hubiera sido un improvisador perpetuo sobre el motivo de su propia vida.

Nos encontramos por tanto ante una figura que añade, a la dificultad para conocer la obra por sus extraordinarias dimensiones, toda una serie de contradicciones, reales o aparentes, que impiden una identificación sencilla o una lectura en clave ideológica. No cabe ver en él una de esas figuras ideales, como Cervantes, a las que se han prestado las más excelsas cualidades.

Aquello mismo que contribuye a explicar el éxito de Lope en su momento, y su integración en el canon de la literatura europea, permite comprender su relativa caída en desgracia posterior, hasta la situación paradójica en la que se encuentra en la actualidad, entre el reconocimiento oficial, los inagotables estudios académicos y una presencia relativamente escasa en el imaginario español.

Este es el telón de fondo en el que se publica una nueva biografía de Lope, a cargo de Antonio Sánchez Jiménez. Profesor de Literatura española en la Universidad de Neuchâtel, Sánchez Jiménez es uno de los mejores conocedores de Lope. Además de sus estudios sobre Lope y la pintura (El pincel y el Fénix) y sobre la creación del personaje (Lope pintado por sí mismo), también ha sido el responsable de algunas grandes ediciones críticas, entre ellas la de la Arcadia y el Isidro, y, con Antonio Carreño, la de las Rimas sacras. (Sánchez Jiménez es, además, autor de un excelente estudio sobre la Leyenda Negra, que debía ser más conocido ahora que tanto se habla de ella.)

Sánchez Jiménez entra en las estrategias editoriales y sociales mediante las cuales Lope fue elaborando su imagen

El título de su biografía es Lope, el verso y la vida, (Editorial Cátedra) Con sólo eso sabemos que Sánchez Jiménez ha entrado directamente, desde la perspectiva biográfica, en el tema que ha sido una de las constantes de sus estudios: las estrategias literarias, editoriales y sociales mediante las cuales Lope fue elaborando su imagen según sus necesidades, sus preferencias y las expectativas del público de su tiempo y los destinatarios de sus obras.

Hay que reconocer a Sánchez Jiménez la valentía. Entra en un terreno minado, donde a menudo se ha confundido la literatura con la vida (como hizo el propio Lope), lo que da por resultado visiones a medias entre la ingenuidad y la fantasía. También se obliga a salir del enfoque académico y poner a prueba su propio trabajo previo.

El resultado, fruto de la minuciosidad y la exigencia que cabía esperar, es excelente. Lo legendario, cultivado por el propio Lope, como el episodio novelesco de la participación en la Armada Invencible, queda deslindado de aquello de lo que quedan pruebas fehacientes.

Se acumulan sin pesadez, con buen pulso narrativo, los muy diversos episodios a los que da lugar una vida tan compleja como esta. Se aportan argumentos para cambiar algunas interpretaciones, como el arranque de la etapa de “senectute”, según la expresión de Juan Manuel Rozas, en 1621 y no en 1627. Y se insiste, con razón, en la importancia que va cobrando en los últimos años una estética elitista y transparente, que corrobora la filiación clasicista de Lope, y no sólo del de los últimos años.

En vez del genio eternamente eufórico, Sánchez Jiménez dibuja el retrato de un hombre introspectivo, con propensión a la melancolía

Sánchez Jiménez dibuja un retrato de Lope distinto del habitual. Lejos del personaje de genio improvisador que él mismo elaboró y difundió, Lope, que se pasó la vida entre libros y papeles, es también un monstruo de la reescritura y la revisión: minucioso, obsesionado con la precisión, y con una lucidez absoluta en cuanto al sentido de su proyecto estético y a la clase de verdad que persigue. Y en vez del genio eternamente eufórico, Sánchez Jiménez dibuja el retrato de un hombre introspectivo, con una propensión intensa a la melancolía, ajeno a cualquier supuesta ingenuidad.

El esfuerzo por separar lo literario de la vida, que permite comprender con claridad aspectos de la obra de Lope, vuelve, de forma nada inesperada, a ponernos ante uno de los más grandes y deslumbrantes misterios de la obra de Lope: cómo el impudor, el exhibicionismo e incluso la falta de escrúpulos lleva a la creación de una obra en la que la apuesta por la naturalidad, la “estética invisible”, la sprezzatura, sostiene a un tiempo la inmediatez emocional, como si la humanidad se hiciera presente en cada línea y en cada verso, y al tiempo un despego soberano de la circunstancia. Es el milagro de Lope, que esta biografía contribuye a iluminar.

La nueva vida de Lope, tras cuya sobriedad se adivina un intenso amor por el gran escritor, se añade así a otras aparecidas en los últimos años. Entre ellas se recordarán los trabajos de Pedraza, la biografía de Ignacio Arellano y Carlos Mata, y otra preciosa obra biográfica, por desgracia no traducida al castellano, de la estudiosa francesa Suzanne Varga, otra enamorada de nuestro autor, que sigue arrasando siglos después de su vida fulgurante.

Imprescindible selección del epistolario

Nada tiene de extraño el fenómeno si volvemos a leer las cartas de Lope en la nueva edición que Antonio Carreño publicó en Cátedra el año pasado. Del epistolario de Lope, descubierto existen varias ediciones. La canónica sigue siendo la de Agustín de Amezúa, actualizada por Ángel Rosenblat. Ha habido otras ediciones recientes, como la muy útil selección de Nicolás Marín en Castalia y la de Donald McGrady, además de la que el propio Carreño publicó en la Biblioteca Castro, sin notas.

Cartas (1604-1633). A cargo de Antonio Carreño. Cátedra. 688 págs.
Cartas (1604-1633). A cargo de Antonio Carreño. Cátedra. 688 págs.

 

Era imprescindible volver a publicar una amplia selección en una edición asequible para el lector actual, y de ello se ha encargado Carreño con la pericia y la erudición que le caracteriza, siendo también él uno de los grandes de la erudición lopesca, con ediciones de la Poesía selecta y de El perro del hortelano.

La introducción sintetiza bien las circunstancias de redacción de estas cartas, que son las que Lope cruzó con su protector, el duque de Sessa –más joven que él- entre 1604 y 1633, cuatro años antes de fallecer el escritor. El duque fue un hombre frívolo, mujeriego, aficionado a la vida nocturna. Nunca consiguió los cargos que su nombre y sus pretensiones parecían destinarle. Protegió a Lope, eso sí, aunque no del todo como este habría querido. Tampoco fue capaz de promocionar la carrera oficial en la Corte que el escritor deseaba.

A cambio, el duque se convirtió en el primer admirador de Lope, del que coleccionaba compulsivamente cualquier manuscrito, desde las cartas que le dirigía su protegido hasta sus obras de teatro. Gracias  a él se ha conservado un extraordinario corpus de documentos originales, ente los cuales se cuentan estas 312 cartas, la mayor parte de las cuales van dirigidas al duque.

Hay algún memorial a Felipe II, y unas cuantas cartas a Góngora, en las que Lope desarrolla y argumenta su posición anticulta, o anticulterana. Lo fundamental, sin embargo, es la relación entre Sessa y su “secretario” –nunca oficial-, que le escribía cartas y billetes amorosos, además de parte de su correspondencia oficial o social. La relación llegó a ser íntima, y Sessa se empeñó, y consiguió, que Lope le proporcionara copia de las cartas del propio Lope a Marta de Nevares, su última amante. Forma parte del intento por librarse de la esclavitud de la continua producción teatral a la que le encadenaban su talento, su inagotable inspiración y –también- su gusto por la independencia.

La paradójica situación da pie a unas cartas en las que se expresa un amplísimo registro de emociones y de deseos: desde las declaraciones de afecto más rendidas a Sessa –hasta el punto que el propio Lope tiene que reivindicar su propia sinceridad- hasta las protestas por las cartas de amor que le exigía Sessa y que resultaban incompatible con la condición de sacerdote de Lope. Pasamos de la exaltación y la risa más abierta, expresadas con toda la gracia y el descaro de Lope, hasta los momentos de depresión y melancolía, cuando Lope ve que sus ilusiones quedan sin cumplir o se enfrenta a adversarios más fuertes él.

En sus cartas siempre está presente el destinatario concreto: el duque, alguna de sus amantes, el “vulgo” de los corrales o el “público” hiperculto de la corte

Como siempre en Lope, la apariencia de sinceridad es engañosa. El escritor conoce muy bien la demanda del destinatario y se adapta a ella, del halago a la insolencia o las procacidades. Al mismo tiempo, nos encontramos ante un Lope quintaesenciado, porque Lope siempre escribe para alguien. No hay sinceridad, por tanto, pero sí un movimiento natural de comunicación. En Lope no hay nunca abstracciones y en cambio siempre está presente el destinatario concreto: el duque, un amigo, alguna de sus amantes, el “vulgo” de los corrales o el “público” hiperculto de la corte o de las académicas en las que participó. Y es ese impulso de seducción, o de confesión, el que está en el fondo de su actitud y su creación literaria.

Estas cartas no son un epistolario sofisticado y literario como el de Madame de Sévigné, o una crónica social, como las de Madame Palatine, o bien cartas morales matizadas de sentimientos personales, como las de Cicerón a su hermano o las de Séneca a Lucilio.

Aquí asistimos a la musa de Lope trabajando en directo… y transformando la vida en literatura como naturalmente, sin mediación aparente. Las musas, en realidad, viven con Lope y Lope nunca deja de estar acompañado.  Así que a su valor de testimonio sobre la vida del autor se añade el placer de ver en directo cómo la vida se literaturiza en una fórmula literaria de intensidad extraordinaria, como si escucháramos, más que nunca, la propia vez de Lope. Jamás agradeceremos lo bastante al duque de Sessa la conservación de esas cartas.

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Ediciones Insólitas publicará próximamente «El verdadero amante. Lope de Vega y el amor», de José María Marco.

Escritor. Profesor de Literatura y Relaciones Internacionales. Universidad Pontificia de Comillas.