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Un análisis de la novela contemporánea no puede dejar de lado la situación editorial, para mí una de las claves que explican parte de la evolución y las tendencias de la novela española última. Hoy más que nunca, la industria editorial condiciona más de lo que parece, en nuestro país y en otros muchos, la manera de hacer literatura y la proliferación de los argumentos de moda. En este sentido, las editoriales, sobre todo las grandes, imponen su sello y su estilo. Por eso, antes de entrar en el análisis de la literatura española contemporánea, conviene apuntar algunas notas distintivas de nuestra realidad editorial.

EN MANOS DEL MARKETING

Vivimos un momento de acusada concentración editorial, que tuvo su momento álgido con la adquisición del grupo multinacional Peguin Random House de la editorial Alfaguara y de otros sellos del grupo Prisa. Desde el punto de vista económico, la crisis ha afectado de lleno al sector, que hace lo que puede para mantener el tipo ante las convulsiones de la crisis y la amenaza del libro digital. Aquí podemos recuperar las conclusiones del ensayo La edición sin editores (Destino), de André Schiffrin, donde ponía el dedo en la llaga en algunos de los problemas del mundo editorial: la desaparición de los editores tradicionales y la irrupción desbocada de las estrategias del marketing.

Ahora, sin disimulo, sobre todo en las grandes editoriales (simplificando el análisis bastante, pues para ser justos habría que hacer muchas excepciones), lo que se busca es vender como sea y de manera masiva.

APOTEOSIS DEL BEST-SELLER

Muchas editoriales, por cuestión de supervivencia, reafirman su fe en las estrategias del best-seller, la manera más eficaz de llegar a un amplio número de lectores que buscan, sin más, entretenimiento al por mayor, tendencia que ya está determinando la elección de los títulos que se publican y que es una advertencia para aquellos escritores que no cuenten con estas premisas. No parece que muchos escritores sufran por esto, pues se prestan sin rubor a escribir novelas con una explícita vocación comercial. Y si no los hay, convertimos a famosos en escritores, sobre todo a los presentadores televisivos, rostros conocidos para el gran público: Mara Torres, Mónica Carrillo, Sandra Barredo, Maxim Huerta, Christian Gálvez, Marta Fernández, David Cantero, Luján Argüelles…

La obsesión por el best-seller se traslada también a las técnicas literarias. El best-seller busca públicos masivos, por eso un buen número de autores estudian las estrategias de los grandes escritores extranjeros que han pegado el pelotazo internacional y marcado el camino (por ejemplo, Dan Brown. E.L. James y Ken Follett, y la lista es amplia). En muchas ocasiones, lo peor de este fenómeno no es el libro que triunfa, sino los sucedáneos que vienen a continuación, las obras clónicas que los imitan sin rubor. Menciono algunos autores de best-seller españoles, eficaces representantes de una manera de escribir que, hay que reconocerlo, ha servido también para que miles de lectores se acerquen a la literatura: María Dueñas, Julia Navarro, Carlos Ruiz Zafón, Matilde Asensi, Ildefonso Falcones, Javier Sierra, Luz Gabás, Paloma Sánchez-Garnica, Javier Moro…

Un fenómeno singular en este panorama es Arturo Pérez-Reverte, uno de los escritores más leídos en nuestro país, que aporta en su literatura un gran trabajo de documentación, los ingredientes más vistosos de la novela histórica y policíaca y los temas del best-seller culto, a los que hay que sumar un estilo ágil, trabajado, dinámico, repleto de intriga y de una calidad muy superior a la de otros autores que van en esta línea, de ahí su éxito. Entre sus últimas novelas, Algunos hombres buenos (2015) contiene, sin embargo, una tópica trama histórica que le sirve al autor para hacer una sesgada radiografía de la España del siglo XVIII, con mucha moraleja; me ha resultado más novedosa y lograda El francotirador paciente (2013), una novela de aventuras sobre el mundo clandestino de los grafiteros.

EL ESPECTÁCULO DE LOS PREMIOS LITERARIOS

Este reconocible estilo editorial se ha trasladado a los premios más populares (Planeta, Nadal, Alfaguara, Primavera, Azorín…), que son un ejemplo redondo de esta vocación mercantilista de la literatura. Los premios, con su correspondiente boato de marketing, no buscan nuevos valores literarios ni obras en verdad originales, sino escritores y libros que puedan venderse al por mayor. Esto lo tienen muy claro los jurados.

Ante este panorama comercial, la crítica literaria ha adoptado una postura complaciente, pues no resulta ni fácil ni agradable convertirte permanentemente en un pepito grillo que cuestione la validez de tantos libros prescindibles. Además, estos libros son los que tienen visibilidad, los que marcan tendencias, los que imponen su sociología y los que garantizan el mercado y la pujanza de la industria editorial. Sin embargo, la crítica ha olvidado demasiadas veces su papel de señalar las diferencias que existen entre una obra de calidad y una obra de usar y tirar y en ocasiones parece un eslabón más, hasta programado, de las campañas de marketing de las editoriales.

NUEVAS EDITORIALES, NUEVOS LECTORES

Así, resumiendo este panorama, podemos apuntar la coexistencia de una apabullante literatura comercial con una literatura minoritaria que se dirige a un lector más literario y más interesado en la calidad literaria que en el cómodo entretenimiento.

Y aquí quiero destacar un fenómeno editorial: la consolidación de las editoriales pequeñas e independientes: Libros del Asteroide, Impedimenta, Nórdica, Periférica, Minúscula, Funambulista, Sajalín, Gallo Nero, Ático de los Libros, Menoscuarto, Errata Naturae, Alpha Decay, Gadir… Aunque para el tema de este artículo no nos son de mucha utilidad (salvo excepciones, publican poca literatura contemporánea española), sí que son un testimonio de la pujanza del sector y de la variedad de lectores actuales, pues no todos se dejan seducir por lo comercial.

AUGE DE LOS SUBGÉNEROS

La huella de lo que más vende se manifiesta también en la moda de los géneros populares. De hecho, algunos auto-res se han convertido en verdaderos fenómenos, como es el caso, en la novela histórica, de Santiago Posteguillo. En este género, también han conseguido popularidad Javier Negrete, Jesús Sánchez Adalid, María Gudín, José Javier Esparza y una inabarcable lista de autores que frecuentan uno de los géneros de moda en la actualidad.

Y lo mismo pasa en la novela policiaca con Dolores Redondo, Lorenzo Silva, Domingo Villar, Reyes Calderón, Carlos Zanón y un largo etcétera, pues estamos ante uno de los géneros más leídos en toda Europa. La novela policiaca tiene un interés añadido, pues a los ingredientes habituales del género hay que añadir el análisis crítico que hacen de la sociedad actual, con sus peligrosas sombras y corruptelas, característica que han tomado de la novela policíaca nórdica.

ESCASO EXPERIMENTALISMO

En la literatura última no se aprecian grandes maestros, autores que marquen tendencia y que impongan su magisterio. No domina ninguna escuela ni ningún magisterio, ni tampoco una única manera de escribir y de cuestionar la realidad. Hoy, en tiempos de una espumosa y líquida posmodernidad, se imponen la heterogeneidad y la pluralidad. Son muchas las voces que describen y analizan la realidad, casi siempre desde una perspectiva realista y tradicional, la más asequible para un amplio número de lectores.

Hay experimentalismo, porque hay de todo, pero no es una tendencia dominante. Este experimentalismo se manifiesta en determinados autores y fenómenos teóricos (como la denominada Generación nocilla, con Agustín Fernández Mallo y, entre otros, Vicente Luis Mora), con escasa visibilidad comercial y literaria, salvo algunas excepciones. Eso sí, hay un caso singular que merece la pena destacar, y mucho: Enrique Vila-Matas. El escritor catalán continúa con una carrera insólita, sorprendente, alejada del realismo y con la que ha abierto nuevas vías narrativas, muy imaginativas, como ha demostrado en su última novela, Kassel no invita a la lógica (2014), una nueva vuelta de tuerca a su ya de por sí ingeniosa y vanguardista trayectoria literaria.

SENTIMENTALISMO Y AGUADO EXISTENCIALISMO

El individualista posmodernista suele ser el protagonista de muchas novelas contemporáneas. La novela actual es un buen catálogo de los comportamientos individuales, sean los que sean y descritos desde múltiples puntos de vista. Este individualismo muestra muchas caras, tantas como escritores, predominando en su análisis la perspectiva sentimental sobre la existencial.

El peso de los sentimientos, si no se canaliza convenientemente, puede acabar siendo incluso un peligro literario, pues los límites entre la novela sentimental y la cuasi-rosa son difusos. Para mí, el sentimentalismo epidérmico y narcisista, con sus dosis de literatura de autoayuda y de moralina light, invalida la literatura como radiografía de las complejidades de la individualidad (y hasta de la sociedad). Y eso que a algunos autores, desde un punto de vista comercial, les está yendo muy bien este camino.

Por otra parte, la perspectiva existencial, salvo excepciones, tiene escasa entidad, pues el desasosiego del que se hace gala suele ser prefabricado y muy literario, más una moda que una auténtica inquietud. No son creíbles muchos conflictos existenciales que se plantean, más cerebrales que reales, ni tampoco el cómodo pesimismo, el hastío y el hartazgo que arrastran muchos antihéroes, demasiados.

UNA LITERATURA TESTIMONIAL Y CRÍTICA

Como tímida novedad en la novela actual, podemos destacar el intento de algunos autores por presentar una visión testimonial y comprometida de la realidad como hacía décadas que no se daba. En algunos autores, ha sido crítica, realista, ideológica, con gran calidad literaria, destacando con rigor las sombras de un sistema deshumanizado, como ha hecho Rafael Chirbes con ciertas dosis de amargura en sus mejores novelas, Crematorio (2008) y En la orilla (2013).

Sin embargo, en otros escritores este análisis social y político de lo que está pasando ha caído en un maniqueísmo ideológico partidista.

Destaco, sin embargo, algunas recientes novelas que describen literariamente y con calidad las consecuencias de la crisis económica —Julio Fajardo Herrero, en Asamblea extraordinaria (2016)— y también la conflictiva realidad política del País Vasco —asunto que aborda la ambiciosa Patria, de Fernando Aramburu (2016)—.

LOS CONSAGRADOS

En estas vertientes literarias, hay autores consolidados que han sabido mantener el listón alto de su compromiso y calidad, eso sí, con sus lógicos desniveles. Algunos de estos autores consagrados han continuado en los últimos años recreando el conflictivo pasado con unas reconocibles y personalísimas señas de identidad instaladas en la posguerra y el franquismo, como ha hecho Juan Marsé, aunque sus últimas novelas (como Esa puta tan distinguida, 2016), igualmente ambientadas en su territorio reconocible de los barrios populares de la Barcelona de posguerra, están muy lejos de las mejores de su dilatada, sólida y lograda trayectoria.

Lo mismo podemos decir de Eduardo Mendoza, que se ha prodigado en publicar novelas humorísticas y policiacas (El enredo de la bola y la vida, 2012, y El secreto de la modelo extraviada, 2015, cuarta y quinta entregas de las novelas protagonizadas por su anónimo y divertido detective), en las antípodas de sus obras de más entidad narrativa: ni siquiera Riña de gatos, premio Planeta 2010, ambientada en la guerra civil, está a la altura de las anteriores.

Parecida sensación de cansancio se aprecia en las últimas novelas de Álvaro Pombo: en unas porque el exceso de originalidad ha descafeinado sus mejores y reconocibles ingredientes y en otras porque se aprecia ya una saturación de su mundo novelesco. Sus últimas novelas publicadas son La transformación de Johanna Sansíleri (2014), Un gran mundo (2015) y La casa del reloj (2016), novela esta última donde consigue recuperar por momentos los mejores rasgos narrativos de su literatura. Tanto Juan Goytisolo, premio Cervantes, como Luis Goytisolo, poco han aportado últimamente a sus cuajadas trayectorias literarias.

LOS MÁS PRESTIGIOSOS

Hay autores actuales con una reconocida proyección nacional e internacional. Antonio Muñoz Molina sigue sirviéndose en sus novelas de su historia personal y colectiva para realizar un lúcido análisis de cuestiones contemporáneas, como ha hecho en la última de ellas con bastante originalidad en la estructura y en los temas, Como la sombra que se va (2014). Javier Marías le sigue sacando partido literario a los mareantes vaivenes del pensamiento, donde es más importante el estilo que la trama, aunque en sus últimas novelas se aprecia un cierto ensimismamiento endogámico que a algunos entusiasma y a otros saca de quicio: Así empieza lo malo (2014) y en Los enamoramientos (2011).

Javier Cercas incorpora a sus novelas las técnicas de la autoficción, la crónica y el reportaje con las que construye unos ingeniosos argumentos con los que también analiza de manera crítica, no sin polémica, la historia reciente de nuestro país, como ha hecho en El impostor (2014), una sutil alegoría sobre la Transición.

Y continúan desarrollando una interesante carrera literaria, en algunos casos no siempre a la altura de las expectativas que levantan con cada novedad, escritores como Luis Landero, Julio Llamazares, Ignacio Martínez de Pisón, Andrés Barba, Juan José Millás, Vicente Molina Foix, Soledad Puértolas, José María Merino, Luis Mateo Díez, Bernardo Atxaga, Juan Bonilla, Abel Hernández, Felipe Benítez, Ignacio Vidal-Folch, Justo Navarro, Juan Manuel de Prada, Andrés Ibáñez, Benjamín Prado, Rosa Montero, José María Guelbenzu, José Ángel Mañas, Almudena Grandes, Juan Cruz, Ricardo Menéndez Salmón, Elvira Lindo, Cristina Fernández Cubas, Ray Loriga, Pablo d’Ors, Marcos Ordóñez, Manuel Rivas, Jorge Carrión, Belén Gopegui, Isaac Rosa, Adolfo García Ortega, Javier Pérez Andújar, Gustavo Martín Garzo, Alberto Olmos, Eduardo Lago, Víctor del Árbol, Usue Lahoz, Espido Freire…

Y también una larga lista de jóvenes promesas de la que, por mencionar solo unos cuantos nombres y para no caer en un listado de guía telefónica, cito a Milena Busquets, Jesús Carrasco, Sergio del Molino, Sara Mesa, Llucia Ramis, Natalia Sanmartín, Vicente Valero, Jenn Díaz… Y no hablo en este artículo de los escritores que se han especializado en cultivar el relato, un género todavía más minoritario, que cuenta con excelentes representantes que no voy a destacar, para no liarnos. (Ya sé que de estas largas listas de consolidados y promesas quedarán dentro de unos años una docena, como mucho.)

VARIEDAD DE REGISTROS

No resulta fácil encontrar hilos conductores en la narrativa española contemporánea. En unos autores domina el análisis crítico del pasado (con especial obsesión por la guerra civil española, que sigue siendo un recurso muy utilizado hoy día, para mí demasiado); hay escritores con un estilo más europeo que emplean un existencialismo denso y complejo; otros que han optado por las posibilidades narrativas del memorialismo, muy presente en la literatura última; en otros se mezcla la investigación histórica con el análisis de la condición humana en circunstancias a veces enrevesadas.

Hay también autores que deliberadamente se han ideologizado, a ver si así rascan bola y público, y que ponen hasta en su biografía a qué partido votan; otros mezclan los ingredientes policiacos con la narrativa más analítica; y están los que imitan de mala manera algunas corrientes de autores norteamericanos para bucear literariamente en el alcohol, el sexo y las drogas… Los hay que apuestan por un realismo de corte tradicional y testimonial y los que tienen una querencia más fantástica; los que utilizan como argumento temas sociales y políticos candentes de nuestro tiempo y los que se mueven en el territorio de la alegoría de la actualidad… Como decíamos antes, mucha heterogeneidad y pluralidad, sin excesos.

LA LITERATURA DEL YO

Otra consecuencia del acusado individualismo estético de la literatura última es su marcado carácter memorialístico, interesante rasgo que viene repitiéndose en las últimas décadas. Esta arrolladora presencia del yo es el ingrediente fundamental en el mundo novelesco de algunos escritores —que utilizan como ingrediente fundamental su biografía personal o la autoficción, como ya hemos apuntado— o aparece en unos géneros, los libros de diarios y de memorias, que han sido minusvalorados en la historia de la literatura española y que ahora mismo, sin embargo, gozan de mucho prestigio.

Los diarios o dietarios actuales, para mí una de las tendencias más sobresalientes de la literatura española, tienen como referente a autores del siglo XX que han dotado a sus diarios de un trabajo literario similar al de otros géneros, sin considerarlo un género secundario o de menor entidad. En este sentido, El cuaderno gris, de Josep Pla, es el libro más prestigioso e influyente.

La muestra de diaristas contemporáneos es sobresaliente: Andrés Trapiello, José Luis García Martín, Iñaki Uriarte, Valentí Puig, José Carlos Llop, José Jiménez Lozano, Miguel d’Ors, Karmelo C. Iribarren, Enrique García-Máiquez, Gabriel Insausti… Para todos ellos, el diario no es una actividad literaria secundaria o marginal sino que encaja perfectamente dentro de su trayectoria literaria, siendo, quizá, lo que más les define como escritores, como le sucede, por ejemplo, a Andrés Trapiello, quien ha publicado ya diecinueve volúmenes (el último, Seré duda, 2015) de unos diarios a los que ha dado el título genérico de Salón de pasos perdidos y que para mí son una de las aventuras literarias más sobresalientes de la literatura española última.

PERIODISMO Y COLUMNISMO

Por último, el yo tiene también más presencia en el articulismo literario actual. Las fronteras entre el periodismo y la literatura están desapareciendo en muchos casos, y el periodismo, para sobrevivir, necesita ofrecer algo más. Hay pues, hoy día, un estilo de periodismo que merece también nuestra atención literaria. Lo han hecho las editoriales, que han recuperado los mejores libros de los grandes maestros españoles del género (como Manuel Chaves Nogales, Julio Camba, Josep Pla, Gaziel, Augusto Assía, Eugeni Xammar, Azorín, Fernández Flórez, César González Ruano, Jaime Campmany, Vázquez Montalbán, Umbral…), muy leídos hoy día y que son el declarado ejemplo para los columnistas actuales más jóvenes que gozan de más popularidad: Manuel Jabois, David Gistau, Hughes, Jorge Bustos, Antonio Lucas…, que se suman a la larga lista de escritores famosos y periodistas que publican columnas políticas, sociales, costumbristas, literarias, etc., en la prensa nacional y de provincias, aportando vitalidad al periodismo y también buena literatura (en este sentido, el periodismo literario ha recibido un fuerte espaldarazo con la elección de la bielorrusa Svetlana Alexiévich como Premio Nobel de Literatura 2015).

EL FUTURO ESTÁ EN LOS LECTORES

En el futuro, la escasez de lectores literarios puede agrandar todavía más el peso de lo comercial en la industria editorial, ya que no habrá muchas editoriales dispuestas a arriesgarse a publicar a autores noveles y obras minoritarias que no conecten con lo comercial. Además, la literatura está perdiendo peso como vehículo para reflexionar de manera crítica sobre la realidad y el hombre contemporáneo, pocos autores se atreven a ir en esta dirección; cada vez más, la literatura, especialmente la novela, forma parte de la todopoderosa industria del ocio, siendo una pata más en una larga lista de ofertas de entretenimiento. Sería un peligro que las editoriales pequeñas perdiesen espacio y oxígeno, pues ahora, al dirigirse a lectores más exigentes, aportan variedad, intensidad y originalidad.

Hacen falta, pues, editoriales literarias y escritores literarios que vayan por libre y analicen críticamente la realidad, buscando formas y técnicas nuevas, sin plegarse a los intereses de un mercado cada vez más acrítico, plano y clónico. Será la manera, también, de provocar nuevos lectores que conviertan la lectura en una profunda experiencia estética y vital.

Adolfo Torrecilla (Madrid, 1960) es profesor y crítico literario. Dirige la sección de literatura de la agencia Aceprensa y colabora en diferentes revistas y medios de comunicación. Entre otras publicaciones, es autor de "Dos gardenias para ti y otros relatos".