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Isak Dinesen, o la baronesa Blixen, como preferimos llamarla los aristocratizantes, publicó esta novela en 1947, pero la firmó con otro nombre: Pierre Andrézel. Cabe pensar que porque no la consideraba una gran obra. Ayuda a sostener esa sospecha cierto tono lúdico de pastiche. Un crítico tan renombrado como Robert Langbaum sugirió que podía ser una parodia de la novela gótica, siguiendo muy de cerca la Jane Eyre de Charlotte Brontë. Añadía, sin embargo, el crítico que, aunque es una novela mucho más ligera que el resto de obras de Blixen y que recurre al efectismo melodramático, salta a la vista que es todavía la obra de una escritora superior.

Isak Dinesen: Vengadoras angelicales. Alfaguara, 2002

Hasta 1956, en una entrevista en Paris Review, Blixen no reconoció a “este hijo ilegítimo”. Como la novela es deliciosa y trepidante, cabe preguntarse las razones para ese desapego. Por supuesto, está la explicación más plana: no está a la altura de su obra mayor. Luego, hay una razón histórica: se escribió en la Dinamarca ocupada por los nazis, un momento poco propicio para el grato recuerdo y el reconocimiento feliz. La autora se justificó: “Cuando una tiene nazis en el jardín y judíos en la cocina, lo mejor es ponerse a escribir una novela”. Algunos han visto en las peripecias de sus personajes atrapados una alegoría de la situación política de su país. Otros, en cambio, consideran que la autora rechazaba en realidad la frivolidad de marcarse una novela gótica en plena guerra mundial, aunque quizá ella se puso la venda antes de la herida con una frase de la propia novela: “Vosotros, los serios, no deberíais ser demasiado severos con los seres humanos que prefieren divertirse mientras están encerrados en una prisión y no se les permite ni siquiera decir que son prisioneros. Si no me divierto un poquito y pronto, moriré”.

Mi tesis es que los diez años que tardó en reconocer a este “hijo ilegítimo” se explican porque la novela, como tantos hijos ilegítimos, salió con más parecido a su progenitor que cualquiera de los legítimos, aunque más basto. Muchos de los grandes temas de Karen Blixen están aquí, como la situación ambivalente (débiles y fuertes) de las mujeres, la indisimulada preocupación religiosa, un elegante protocatolicismo, la obsesión por la aristocracia y sus deberes, la admiración por la nobleza de espíritu de la servidumbre, el rechazo por la hipocresía moral, el profundo problema del mal y la milagrosa presencia de la inocencia. Todo, aquí, de un modo más directo, menos tamizado y entre líneas que en el resto de su obra. ¿Sería tanta evidencia la que inquietaría a la sutil baronesa?

No a mí, que no olvidaré nunca su profunda comprensión del mal y de la misericordia y el perdón, siempre más fuertes, y terribles, vistos desde la maldad. También son memorables los dos personajes principales, Zosine y Lucan, con una hermosura que salta fuera del papel. Ojalá estas frases transmitan algo de su encanto:

La primerísima facultad que uno necesita para comportarse como una persona razonable y sensata es la imaginación.

 

Un baile para una jovencita no es solo una experiencia ni una aventura: es una revelación.

 

[La gracia del silogismo que se hacen las chicas para darse ánimos: Hércules mismo habría caído contra el mundo, de manera que, contra el mundo, a todos los efectos, ellas tienen la fuerza de Hércules:]

En nuestro caso toda la clave está en evitar enfrentarnos con ningún ser humano en particular. Desafiemos al mundo, Lucan. Entonces seremos tan fuertes como Hércules.

 

[Sobre la vanidad del diablo, explicado por Mr. Pennhallow, que sabe del asunto]

Seguramente el no aceptaría ningún regalo nunca.

 

[Noël, amante desesperanzado hace esta promesa a Lucan]

Honraré a mi futura esposa y la haré feliz porque es una mujer como tú.

 

Lucan estaba segura de que el reino mágico de la belleza, de la dulzura y de la poesía en este mundo está a disposición de los amantes como sus legítimos herederos.

 

No puede ser como usted dice. Pienso que hay perdón para toda persona de la tierra. Hay una gracia infinita en el mundo.

 

Ahora, si nuestra historia fuese una novela que hablase de ti y de mí, el lector podría saltarse unas cuantas páginas cuando esto se volviese o demasiado lento o en exceso excitante, y se distraería o se tranquilizaría. A veces, siento que podría ser igual en la vida, sólo que no sabemos como saltarnos las páginas. […] Si hoy pudiésemos saltarnos dos o tres páginas de nuestra vida, ¿no sería delicioso?

 

[Lema de la familia materna de Zosine. Dan ganas de adoptarlo y, ojalá, de merecerlo.]:

Durior Ferro. Purior Auro.

 

 “Hay una gracia infinita en el mundo ¡Tened misericordia!”

 

 

[pide Lucan, y nada hace tanto daño a Mr. Pennhallow, que se ríe de las maldiciones y amenazas de Zosine]

“¡Sí. Gracia!”, susurró Lucan, sin saber que lo decía. “¡Perdón! ¡Misericordia!”

 

[Puro efecto “donna angelicata”, como en Dante, salvando las distancias. Noël se confiesa indigno de Lucan]:

pero igual que, en el mar, cualquier barco mercante o barco pesquero guía su curso por las estrellas, yo debo, esté donde esté, marcar mi rumbo por tu voluntad.

 

[El joven noble del lugar, recién enterado de los peligros que ha pasado Zosine, se indigna, en principio, reclamando su aristocrático derecho de asumir el deber]:

¿Quién tiene el derecho, aquí en mi tierra, de proteger a una chica inocente y de castigar a sus perseguidores, si no soy yo? ¡Si no soy yo, que te amo!

[Pero la frase acaba con ese giro maravilloso: la fuente del derecho al deber más aristocrático es el amor.]

Durante los tres días que habían pasado desde su boda, había sentido con una sorpresa matinal y feliz que había sido relevada de su puesto de vigilancia [sobre sí misma]. Ella había entregado su legítima propiedad, su tesoro enterrado a su marido. Había sido guardado para hacerle rico para siempre, y ahora era él quien tenía que conservarlo.

 

Ángelicas Vengadoras
Pierre Andrézel (Isak Dinesen (Karen Blixen))
Alfaguara, 2002
Pág. 392

Poeta, crítico literario y traductor.