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Selección y traducción de
[GUILLERMO PERIS]

Domingo, 29 de agosto de 1943

Voy a hacer una entrevista en AMGOT [Gobierno Militar Aliado de Territorios Ocupados]. Me aburre tanto todo lo que sea militar, que ya no consigo recordar ni los detalles más sencillos. N o me gusta el ejército. Quiero volver al trabajo. N o deseo vivir más experiencias nuevas. Tengo más que suficientes embotelladas y cuidadosamente almacenadas en la bodega, algunas todavía madurando, la mayoría listas para beber, unas pocas empezando a perder su cuerpo. Muy al principio de la guerra, le escribía a Frank que la principal utilidad de ésta sería la de curar a los artistas de la ilusión de creerse hombres de acción. En mi caso, la cura ha surtido efecto. También he logrado desentenderme en gran medida del resto del mundo. No me afectan sus notorios disparates, y no quiero ejercer influencia alguna sobre opiniones o acontecimientos, ni exponer memeces ni nada que se le parezca. N o quiero serle útil a nadie ni a nada. Solo quiero hacer mi trabajo de artista.

Carta al oficial jefe del Regimiento de adiestramiento de Caballería, fechada en Windsor el 24 de enero de 1944

Tengo el honor de solicitar un permiso de tres meses de duración, sin sueldo, por los motivos que a continuación expongo:
1. He alcanzado los 40 años de edad y el empleo de teniente en la Real Guardia Montada. Desde 1939 he prestado servicio en: a) La Real Infantería de Marina, b) El Comando número 8, c) Lay Forcé [unidad de comandos], d) El Cuartel General de la Brigada de Servicios Especiales, e) El Cuartel General de Operaciones Conjuntas, f ) El Regimiento de la SAS [fuerzas especiales].
No he recibido, por lo tanto, la preparación técnica que me haga útil para mi regimiento en su actual funcionamiento mecanizado.
2. Ya no poseo la agilidad física que requiere un oficial operativo en el tipo de operaciones para las que he sido adiestrado.
3. No poseo la experiencia administrativa requerida para el tipo de cargo habitualmente encomendado a un oficial de mi edad.
4. No poseo el conocimiento de lenguas extranjeras requerido para desempeñar un cargo en los departamentos de inteligencia o en departamentos para-militares.
5. En la vida civil soy novelista, y ya tengo el diseño de una novela nueva, cuya redacción precisará aproximadamente de tres meses.
6. Esta novela no tratará de la guerra en modo directo alguno, y no se pretende que tenga ningún valor propagandístico inmediato. Por otra parte, se confía en que sea motivo de inocuo esparcimiento y de descanso para un número indeterminado de lectores, considerando que la diversión es entendida últimamente como una contribución legítima a la empresa común de la guerra.
7. Es una peculiaridad de la profesión literaria el que, una vez la idea ha tomado cuerpo en la mente del autor, no pueda dejar de explotarse sin deterioro. De hecho, si el libro no se escribe ahora, nunca se escribirá.
8. Al término de su redacción estaré en disposición de incorporarme al servicio con la mente libre de preocupaciones y de la incertidumbre económica motivada por la necesidad de sustentar a una familia numerosa con el sueldo de teniente. Entonces estaré en condiciones de presentarme con la esperanza de que, en aquel momento, haya surgido la posibilidad de servir a mi regimiento.

Escrito el 31 de enero de 1944. Chagford, Devon

Después de aguantar solo en Londres (Laura [su esposa] aquejada de paperas), llevando una vida cada día más limitada, atrapado en un círculo vicioso de aburrimiento y apatía, decidí escapar y solicitar un permiso para escribir una novela, petición contestada por el coronel Ferguson, adjuntando una orden para adiestrar a los Home Guard en Windsor. Perseveré y finalmente conseguí tres meses, condicionados por el compromiso de trabajar a tiempo partido -muy partido- para el Ministerio de Propaganda. El sábado abandoné el hotel Hyde Park y mis uniformes, y marché a Pixton. Hoy he llegado a Chagford con la intención de empezar una ambiciosa novela mañana por la mañana. Sigo resfriado y anímicamente en baja forma, pero me encuentro rebosante de una fuerza literaria que solo esta misma tarde ha cedido su lugar a dudas sobre mi capacidad.

Martes, 1 de febrero de 1944

En pie a las 8:30, dos horas y media antes que en Londres, y trabajando antes de las 10. Encontré la mente agarrotada y mi dicción artificiosa, pero a la hora de la cena había completado 1.300 palabras, todas reescritas dos veces —muchas incluso tres— antes de lograr una secuencia temporal y unas transiciones satisfactorias, aunque creo que ahora están bien. He comprado un brebaje carísimo de aceite de halibut con el que esperaba recobrar mi vitalidad, pero que, tras leer la etiqueta, resulta ser un remedio para los sabañones. El hotel está lleno de señoras mayores que no me distraen del trabajo. Carolyn me ha dado la habitación que llaman «the middle lounge» a efectos de sala de estar privada, pero la chimenea produce tanto humo que debo elegir entre congelarme o acabar cegado.

Martes, 8 de febrero de 1944

Trabajando con constancia. Mucha reescritura; 1.500-2.000 palabras diarias. Muy ardua tanto la revisión como la puesta en limpio y reordenación en el día de hoy. Ha llegado un escrito inquietante del Ministerio de Propaganda dando a entender que mi permiso no está ni mucho menos garantizado. Norman ha ido a Stinchcombe a traerme un poco de mi propio vino clarete. La sidra es un pobre sustituto.

Domingo, 13 de febrero de 1944

Mi vino llegó el jueves. Al parecer, ha habido algún robo en la bodega; solo había tres botellas de Yquem donde yo había dejado once. El Pontet Canet del 34 no es bueno, pero lo bebo a gusto después de tanta sidra.

He caído en un cenagal de reescritura. Cada día parezco revisar lo que hice el día anterior, abreviándolo. Me estoy volviendo quisquilloso con el estilo.

La batalla de Nettuno no promete. Es duro estar luchando contra Roma. Hemos bombardeado Castelgandolfo [residencia veraniega del Papa]. Ahora los rusos proponen un reparto de Prusia oriental. Ya es un hecho que los alemanes se muestran como Europa contra el mundo. Gracias a Dios, Japón tampoco está de nuestro lado.

Lunes, 14 de febrero de 1944

Ayer, después de pasar el día mariposeando y leyendo periódicos, me senté tras la cena y escribí 3 . 0 0 0 palabras en tres horas. En consecuencia, hoy me he tratado a mí mismo como a un inválido o algo parecido, pero tendré acabado el tercer capítulo antes de acostarme.

Sábado, 26 de febrero de 1994

Esta mañana terminé el tercer capítulo (33.000 palabras en total) y, de muy buen humor, lo llevé a la oficina de correos. Tras la comida, justo cuando me disponía a empezar el cuarto capítulo, me llamaron por teléfono. Era el Coronel Ferguson desde Windsor. el Ministerio de Guerra me había denegado el permiso. Debían asignarme destino. Se me había encontrado uno como ayudante de campo de un general cuyo nombre se le había olvidado al coronel Ferguson; era un tipo muy agradable. Tenía que almorzar con él el lunes a las 12.45 en el restaurante Apéritif. Así se van al traste mis pretensiones de otros dos meses de trabajo serio. Vuelta a las frivolidades militares.

Londres, jueves 2 de marzo de 1944

Llegué el domingo a Londres, donde encontré a todo el mundo temeroso de los ataques aéreos y, en contraste con mi propia salud, muy pálidos y envejecidos. Estuve bebiendo todo el lunes en White’s, excepto la hora que pasé con Audrey y Phil en el Ritz, el té con Maimie y el almuerzo con el general Thomas, el cual me aceptó como ayudante de campo a pesar de mis advertencias en contra. Le juzgué un simple soldado, pero más tarde oí decir que es un hombre de ambición insaciable, sin miramientos respecto a los medios que emplea para su promoción personal. El martes fui a su cuartel general para trabajar una semana a prueba. Hoy he sido rechazado, lo cual es un gran alivio. Al parecer, la principal causa de su falta de simpatía hacia mí está motivada por el hecho de haberme encontrado ligeramente borracho en sus comedores la primera tarde. Yo le expliqué que no iba a cambiar las costumbres de toda una vida por un capricho suyo. El cuartel general era arquitectónicamente deplorable, y el personal triste y sombrío. Ahora me entero de que el Ministerio de Guerra ha rechazado mi solicitud y que he de volver a Windsor. En estos momentos solo me interesa mi novela.

Jueves, 9 de marzo de 1944

Tan pronto como me libran de un general, se sacan a otro de la chistera: Miles Graham; a juzgar por las apariencias, un tipo más humano que Tomkins. Fui a Pixton a pasar el fin de semana y me desperté el lunes con la vieja sensación de abatimiento que me era familiar en el campamento Stobs, y que no he vuelto a sentir desde entonces. Estuve con el general a las 3.45: me manifestó que esperaba no necesitarme hasta dentro de seis semanas, y que le sería posible darme permiso para escribir hasta entonces. Se me antoja demasiado bueno para ser verdad. Entretanto, he renovado mi solicitud a Brendan para conseguir un permiso total, pero todavía no sé nada del asunto.

Changford, sábado, 11 de marzo de 1944

Llamé por teléfono al general Graham aceptando su oferta de ser su ayudante personal, y me fue concedido el permiso de seis semanas. Es mejor de lo que hubiera podido desear. Telefoneé a Chagford y a Pixton, y llegué aquí ayer, recogiendo a Laura de camino. He pasado estos tres días en un estado de gran excitación nerviosa que debe remitir antes de empezar a trabajar. Pasé los últimos días de Londres frecuentando White’s. Sin ataques aéreos.

Lunes, 13 de marzo de 1944

Un fin de semana perfectamente delicioso en Chagford con Laura, procurando adquirir la calma que me permita empezar a trabajar hoy. Ayer, durante un paseo solitario, estuve planeando el trabajo de las próximas cinco semanas. Esta mañana ha llegado una carta del general Graham cancelando nuestro apaño.

Miércoles, 15 de marzo de 1944

De no haber sido por la conmoción de la mañana del lunes, habría convencido a Laura para que se quedase conmigo. He trabajado poco, en constante estado de sobresalto. He tenido que cambiarme de habitación a causa de la llegada de Lord Grantley con una actriz de cine que solicitaba mi sala de estar, por la cual, al estar usándola gratis, no podía hacer alegato alguno. Ahora su fulana se lo ha llevado y he vuelto a los mismos aposentos, aunque no con el mismo brío que tenía hace tres semanas. Un solo día, creyéndolo el primero de un largo periodo de trabajo, equivale a toda una semana de días azarosos aguardando en vilo la orden de incorporación a filas.

Jueves, 16 de marzo de 1944

Por fin he logrado retomar el ritmo, escribiendo 2.700 palabras, 700 de las cuales tendrán que ser reescritas mañana. Fatigado, pero no duermo y he estado tomando medicamentos todas las noches esta semana. No hay noticias de Windsor, a excepción de una nota de Hall diciendo que ya ha regresado. Londres castigada otra vez por el fuego enemigo. En Italia avanzamos en medio de la desolación que abrimos a nuestro paso.

Martes, 21 de marzo de 1944

Hoy he enviado otras 13.000 palabras al mecanógrafo, y ya estoy bien metido en harina con un nuevo capítulo. Los escritores ingleses, al cumplir los cuarenta años, o se ponen a profetizar o bien adquieren estilo. Gracias a Dios, me parece que estoy empezando a tener un estilo.

No hay noticias del Ministerio de Guerra. Es de justicia que, habiendo sufrido tan frecuente y agudamente sus dilaciones, acabe beneficiándome de ellas.

Miércoles, 22 de marzo de 1944

Mi tentación al escribir es siempre la misma: intentar que todo culmine en un solo día, en una hora y en una página, echando a perder todo el dramatismo y el suspense. De modo que me he pasado el día entero reescribiendo y estirando el texto hasta acabar entumecido.

Viernes, 24 de marzo de 1944

He enviado otras 8.000 palabras.

Lunes, 27 de marzo de 1944

He enviado otras 7.800 palabras.

Miércoles, 29 de marzo de 1944

Otras 8.500 palabras. Fin del Libro II (27.000 palabras, 62.000 en total). Laura me hizo la última visita antes del nacimiento de su hijo.

Sábado, 1 de abril de 1944

He recibido un telegrama de Londres ordenándome presentarme el martes por la mañana a un tal coronel Tufton —o Tusnon— en Londres. La noticia no es todo lo desastrosa que podría ser, ya que he llegado a un alto en el libro, y una semana o dos lejos de él no hará daño.

En los dos meses siguientes, la redacción del libro fue frecuentemente interrumpida por diversos acontecimientos. Al parecer, existía la intención de asignarle un trabajo en el departamento de Relaciones Públicas del Ejército, consistente en guiar a periodistas por el denominado «segundo frente». Tras dos semanas en Londres esperando «ociosamente» confirmación de dicho puesto, en el registro del 16 de abril, Waugh dice haber escrito a Relaciones Públicas desde Chagfbrd, haciéndoles saber su paradero en caso de que hubiese novedades. Ajínales de abril le comunican que no hay puesto para él. No es de extrañar la «manía persecutoria» que dice sufrir. Todavía le esperaban más órdenes de incorporación a tareas diversas, gestiones para eludirlas, contraórdenes, y los correspondientes periodos de tensa espera. Sin duda fue una experiencia que determinó la irónica visión del ejército que refleja su posterior trilogía sobre la guerra, titulada The Sword of Honor (1952- 1961).

Sin embargo, entre periodos de espera, acontecimientos sociales (en uno de los cuales, organizado para honrar al nuevo arzobispo de Westminster, comparte mesa con Graham Greene) y el nacimiento y bautizo de su segundo hijo, Harriet, su novela avanza. El registro del domingo 21 de mayo refleja su estado de Ánimo ante la perspectiva de encarar la recta final de la que consideraba su obra más ambiciosa: «He escrito en torno a 15.000 palabras durante esta semana. Estoy en un continuo vaivén de abatimiento y exultación acerca de mi libro. En cualquier caso, el final está ahora muy cerca. Pienso que quizá sea la primera de mis novelas, en lugar de la más reciente».

Sábado, 2 de junio de 1944

He retomado el trabajo con dos semanas de retraso por mis visitas a Pixton y a Londres, terminando el reordenamiento del Libro II. Lo llevé a correos y volví a empezar el capítulo que tenía entre manos cuando me reclamaron de Londres. Maltby, el encuadernador de Oxford, con quien he tratado desde mis tiempos de estudiante —hace ya más de veinte años- , me dice por carta que está demasiado ocupado con «encargos del gobierno local» como para atender los míos.

Lunes, 5 de junio de 1944

Ayer fui a Misa andando. Una pareja de recién casados de las Fuerzas Aéreas, alojados justo encima, me impidieron trabajar durante todo el día. Hoy he conseguido que los cambien de habitación. He puesto en orden los incisos, y estoy en la recta final, el último capítulo. Espero acabarlo para el día de Corpus Christi.

Martes, 6 de junio de 1944

Esta mañana el camarero me comunicó en el desayuno que se había abierto el segundo frente1. Me puse a trabajar temprano, escribiendo un estupendo fragmento sobre la última agonía de Lord Marchmain. Carolyn vino a decirme que se había abierto el frente popular2. Envié un sacerdote que le administrase los últimos sacramentos a Lord Marchmain. Seguí trabajando hasta las 4 en punto y terminé el último capítulo – e l diálogo final es pobre-, lo llevé al correo y regresé andando por el camino alto. Solo me queda el epílogo, que es pan comido. Mi único miedo es que la invasión sobresalte a mi mecanógrafo en St. Leonard’s, o al repartidor que le lleva mi manuscrito.

Ardchullery Lodge, Strathyre, Pertshire, sábado 24 de junio de 1944

El día de Corpus Christi de 1944, después de comulgar en Gidleigh, terminé la última versión de Retorno a Brideshead y la envié para ser mecanografiada. Al día siguiente Laura vino desde Pixton y pasó la semana conmigo, tiempo en el que hice las correcciones del libro, que McLachland ha pasado a máquina a una velocidad tremenda. El viernes 16 de junio fui a Londres. El día anterior, aunque no hubo mención alguna en los periódicos, había comenzado el bombardeo con «aviones sin piloto». Permanecí en Londres hasta el miércoles 21. Hubo constantes «alertas» y explosiones esporádicas. La incomodidad principal llegaba por la noche, cuando uno se sorprendía intentando captar el sonido de los aviones, indiscernible del de un motor de coche para un oído como el mío. Esto dificultaba mucho el sueño, obligándome a cerrar las ventanas del hotel y a tomar sedantes. Alrededor de la 1:30 de la madrugada del día 20, oí un avión volando raso y cerca: por primera —y espero que la última en mi vida— tuve miedo. Reflexionando sobre esta desagradable experiencia, creo que se debió al deterioro de mis nervios a causa de la bebida (estuve bebiendo desmedidamente todos esos días en Londres) y, en consecuencia, hoy he resuelto no emborracharme nunca más.

Pixton, domingo 2 de julio de 1944

Cuando aún quedaban por despejar algunas dudas sobre mi futuro, me llegan el 2 8 de junio una serie de recados diciendo que Randolph [Churchill, hijo del Primer Ministro] estaba en Londres y que me andaba buscando. Llegué a Londres el día de san Pedro y san Pablo por la mañana y, tras asistir a Misa en Brompton Oratory, fui a verle. Me pidió que le acompañase a Croacia, de acuerdo con el supuesto de que yo podría sanar el gran cisma existente entre la iglesia Católica y la Ortodoxa (algo que no conocía hasta ahora, y que entorpece la política de guerra de Randolph). Acepté entusiasmado, pero, hasta ayer, me parecía que tenía pocas posibilidades de acabar consiguiéndolo —he sufrido tantos tropiezos en los últimos tres años…-. Sin embargo, he recibido un telegrama asegurándome que todo está arreglado. El martes partimos en avión. He venido para despedirme de mi familia y marchar a Londres mañana lunes.

  1. Ese día tuvo lugar el desembarco en Normandía y la batalla para liberar a Francia.
  2. La Resistencia francesa recibió órdenes de salir de la clandestinidad y unirse en combate a las fuerzas aliadas.