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redentores.jpgEnrique Krauze es, sin duda alguna, el gran historiador liberal latino de las últimas décadas. Su prestigio como intelectual se ha ido incrementando y, por tanto, las obras de este discípulo de Octavio Paz ejercen un influjo importante en la discusión de las ideas latinoamericanas. Krauze es consciente de ello y por eso, tras El poder y el delirio, una pieza en la que disecciona los resortes del populismo de Hugo Chávez, avanza un paso más con Redentores, volumen en el que nos presenta las semblanzas de varios actores importantes de la política y la academia hispanoamericana: Mario Vargas Llosa, José Enrique Rodó, Gabriel García Márquez, Samuel Ruiz, Eva Perón, José Vasconcelos, el Che Guevara, el subcomandante Marcos, José Carlos Mariátegui, José Martí, el propio Octavio Paz y Hugo Chávez. Se trata, como el mismo Krauze afirma, de «figuras que vivieron apasionadamente el poder, la historia y la revolución, pero también el amor, la amistad y la familia. Vidas reales no ideas andantes».

El redentorismo está ampliamente ligado a la sociedad latina. Carl Schmitt, un intelectual que, al igual que tantos latinoamericanos del mundo de la política y las letras fue seducido por el espejismo de Siracusa, sostuvo que todos los conceptos significativos de la moderna teoría del Estado son, en esencia, «conceptos teológicos secularizados». Esta lección ha sido aprendida cabalmente en Latinoamérica, donde la política y las artes con frecuencia han sido prolongaciones de espasmos ideológicos teñidos de fervor religioso. Detrás del redentorismo subyace toda una teología del poder que abraza la escatología y el mesianismo como claves de acción política. El populismo latinoamericano, sin dejar de ser un estilo concreto de la acción pública, está enraizado en una cultura política proclive al autoritarismo y a la sacralización de los detentadores del poder. Así ha sido con todos los caudillos latinos, desde Porfirio Díaz hasta Perón.

Este redentorismo ha sido una de las grandes constantes en la historia latina y lejos de desaparecer, continúa en boga. El socialismo del siglo XXI se nutre de él y, de la misma forma, la tensión entre el mito revolucionario (tan bien intuido por José Carlos Mariátegui) y el ethos democrático. La acción pública de los redentores no se comprende sin la fuerza del mito. De la misma manera en que, desde algunos parapetos se defiende una especie de progreso indefinido liberal (denunciado por North, Wallis y Weingast), desde otros goza de buena salud el mito revolucionario pseudocientífico de la lucha de clases y la sociedad ácrata. Contra todos estos redentorismos, que en el fondo son voluntarismos utópicos, se rebela Krauze rescatando en sus semblanzas no solo la bondad y solidaridad de los personajes (cuando es posible) sino también sus claroscuros y errores de apreciación.

El estilo llano de Krauze convierte a esta obra en una pieza fácil de leer. El dominio de la literatura básica de cada uno de los personajes, la capacidad de síntesis del autor y la posición crítica que asume ante cada uno de sus Rendentores nos obligan, de alguna forma, a tomar partido, a compartir o rechazar sus utopías, a buscar en medio de tanta acción pública los mecanismos íntimos de sus decisiones. El matrimonio entre un sector del liberalismo y la socialdemocracia en Latinoamérica —defendido por Vargas Llosa en un reciente artículo sobre esta obra— permite, además, que gran parte de la generación de Krauze regrese sin mayores traumas a un viejo amor de juventud, sin rendir las banderas ante el caudillismo.

A lo largo de la historia del pensamiento político latino son muchos los que han defendido la necesidad de redentores para realizar las transformaciones sociales que precisa el continente. La teoría del «gendarme necesario» de Laureano Vallenilla Lanz, apoyada por varios arielistas de la talla de García Calderón y Lugones, fue ampliamente invocada a lo largo del siglo XX para legitimar la acción de caudillos iluminados capaces de mantener el equilibrio entre la fronda aristocrática y el desborde popular. Semejante inclinación, antes que desvanecerse, pervive y cobra auge con la irrupción de eso que algunos politólogos denominan «autoritarismos competitivos», siempre en la estela de las viejas autocracias. La figura del caudillo-redentor está íntimamente ligada a la historia latina y pese a la visión esperanzadora de Krauze, pervive en nuestra cultura política como un pesado yugo difícil de eliminar.

La solución a estos redentorismos, Krauze nos lo recuerda, es la libertad. Es preciso introducir en el diseño de las instituciones los incentivos adecuados capaces de mejorar la cultura política de nuestros pueblos educando en valores democráticos a las nuevas generaciones. Las democracias de calidad y los Estados eficientes (high performance government) solo pueden desarrollarse cuando la libertad se materializa en instituciones impersonales, remedio contra los caudillismos mesiánicos que en su afán de traer orden, provocan dictaduras. He allí un gran reto para Latinoamérica. El libro de Krauze, en este sentido, es un aporte fundamental que exorciza el mito redentormesiánico desde el orbe liberal. En suma, una obra imprescindible para comprender las grandes ideas latinas y los hombres que las pusieron en práctica.

Martín Santiváñez Vivanco es investigador del Navarra Center for International Development de la Universidad de Navarra y doctor en Derecho por la misma universidad. Miembro Correspondiente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y miembro del Observatorio para Latinoamérica de la Fundación FAES.