Como pocas otras naciones europeas, Austria y España han caminado en paralelo -distantes pero hermanadas- a lo largo de los siglos. Las casas dinásticas tanto como numerosas manifestaciones culturales -desde la música hasta el arte ecuestre, pasando por los estilos pictóricos- han logrado mantener vivos los vínculos históricos entre autriacos y españoles, por más que algunos de ellos hayan podido desdibujarse en la conciencia de las generaciones más jóvenes. Para remozar la memoria de ese pasado común, la editorial Bohlau, en Viena, publica un extenso estudio del doctor en Derecho y agregado cultural de la embajada de España en aquel país, el barcelonés Xavier Sellés-Ferrando. Su obra se abre con un capítulo consagrado a los orígenes de esa relación, que se remontan al Camino de Santiago, ese itinerario europeo -el primero- decisivo para la configuración de nuestro continente, y que ha recibido este año el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Por su interés histórico y político, y como ocasión para sumarnos al reconocimiento de ese premio, hemos traducido al castellano algunos párrafos del libro de Sellés-Ferrando, que ofrecemos a continuación.
Diversos anales austríacos nos informan de que en 1212, en respuesta al llamamiento del Papa Inocencio III a una cruzada contra los mahometanos que ocupaban el sur de España, Leopoldo VI, duque de Austria y de Estiria, se puso en marcha con un gran séquito «hacia el país de Santiago».
En España los caballeros austríacos trabaron contacto efectivamente con el culto jacobeo y con la más famosa ruta de peregrinación de Europa, el «Camino de Santiago» -el camino de los caminos-. Impresionados por la robusta fe de los españoles, trajeron consigo la idea de la peregrinación a Compostela y de la veneración a Santiago. Una leyenda cuenta el milagroso hallazgo de una imagen de Santiago en el río Wien por el propio Leopoldo VI, quien, así se nos dice, mandó edificar una capilla para conmemorarlo.
En los siglos XII y XIII se dedicaron varios templos al nuevo santo de los peregrinos en los alrededores de Viena, junto a las más importantes rutas comerciales y de peregrinación. Tal es el caso de las iglesias de Heiligenstadt y Schwechat, de las situadas en la ruta de los cruzados, que seguía la antigua línea del limes a lo largo del Danubio, y de las ubicadas en el Wiental, en Penzing -en la ruta militar que se adentra en el Wienerwald- y en Wiener Neustadt, de camino a Venecia.
En la misma ciudad de Viena, el convento de los Escoceses era un centro de veneración a Santiago, en la época de las Cruzadas. Aproximadamente cien años después de la campaña de Leopoldo VI en España, el santo nacional español y el camino que conducía a su tumba eran ya ocasión de un constante contacto de los habitantes de la región danubiana con la cultura de la península Ibérica.
En los años siguientes a 1299 esa relación se vio intensificada por las negociaciones políticas mantenidas entre el emperador de Alemania y duque de Austria, Alberto I de Habsburgo, y el rey Jaime (esto es, Santiago) II de Aragón, que condujeron al establecimiento de los primeros lazos familiares entre las respectivas casas gobernantes. De esta manera, en 1312 Austria tuvo por primera vez una «española» como duquesa: Isabel de Aragón, esposa del asimismo emperador de Alemania y duque de Austria Federico el Hermoso.
SANTIAGO, ROMA, JERUSALÉN
El camino de Santiago no fue solamente una ruta religiosa de peregrinación a un lejano santuario, por más que en la Edad Media disfrutase de la misma fama que Roma o Jerusalén; sino que era la ruta, el «Camino» por excelencia. Dante Alighieri escribió en su Vita Nuova: «Sólo puede llamarse verdaderamente peregrino quien haya ido a Santiago de Compostela». Ya entonces la peregrinación podía tener los más variados motivos.
En las Siete Partidas, un código legal del siglo XIII, se afirma que una peregrinación puede emprenderse por tres razones principales: libremente, en cumplimiento de un voto, o como penitencia. También había peregrinaciones de impetración de favores y de acción de gracias. Lacras físicas y de otros tipos motivaban asimismo la partida esperanzada hacia la tumba del Apóstol. Las peregrinaciones penitenciales y expiatorias también desempeñaban seguramente una función de higiene social. Lo normal era ponerse en camino uno mismo, pero también había quien encargaba a otro que lo hiciese por él: es el caso de los denominados «peregrinos delegados», que especialmente al final de la Edad Media podían cumplir ese encargo por varios comitentes a la vez. El placer de viajar y el anhelo de conocer tierras lejanas reforzaban en ocasiones el fervor religioso. Las deudas y otros problemas irresolubles en casa, probablemente también. Y, finalmente, no dejaba de ponerse en camino en hábito de peregrino algún que otro pícaro, ataviado tal y como se representa con mucha frecuencia al Apóstol mismo: «chaqueta» (en francés «jaquette», por «Jacques», es decir, Jacobo o Santiago), pesada capa y zurrón en bandolera, en cuya tapa se puede ver la concha de Santiago, que adorna también el ala del sombrero, ancha y doblada hacia arriba. Completaban el equipo de peregrino la calabaza a modo de cantimplora y el bordón con punta metálica, que permitía mantener a raya a los perros peligrosos y a otros posibles atacantes.
La veneración al Apóstol y los caminos de peregrinación fueron especialmente fomentados por la abadía francesa de Cluny y por todas las abadías benedictinas que surgieron posteriormente en Europa entera. En 950 llegaron a la tumba del Apóstol los primeros peregrinos extranjeros, dirigidos por el obispo Godescalco de Puy, mientras que en 1080 fue el obispo de Maguncia Sigfrido quien desencadenó una ola de peregrinaciones en el Sacro Imperio. Los millones de peregrinos que desde entonces llegaron a Santiago la convirtieron en una de las ciudades más ricas de Europa. A partir de 1135 los arzobispos de Santiago eran también cancilleres de los reinos de Castilla y de León. La ciudad misma se convirtió en un centro de cultura y ciencia cristiana, y por lo tanto en un contrapolo de Córdoba, la capital del Califato, que con un millón de habitantes era la mayor ciudad de Europa y el brillante centro del islam en este continente. De aquella época procede la expresión, que aún hoy se sigue utilizando, de «estar en camino» (es decir, hacia Santiago).
En una crónica árabe del siglo XIII leemos lo siguiente: «Santiago de Compostela es el templo cristiano más importante, no sólo de España, sino de todo el universo. La iglesia de esta ciudad significa para ellos [los cristianos] lo mismo que para nosotros la Kaaba. Hacen voto de acudir allí en peregrinación desde las regiones más lejanas. Llegan a su tumba incluso desde Libia, desde el país de los coptos y desde las zonas más remotas de Egipto».
UNA NUEVA CULTURA
Y sin embargo el camino de Santiago no es un tema meramente español. El fenómeno del culto jacobeo se sitúa en el momento histórico en que está naciendo Europa, y por ello en el comienzo de las relaciones habituales de los españoles con todos los pueblos cristianos del continente, sin excepción alguna; y gracias a una densa red de caminos también en el comienzo de las relaciones de esos pueblos entre sí. Las peregrinaciones a la tumba del Apóstol, ubicada en el extremo del mundo entonces conocido, cerca del cabo Finisterre, hacen surgir una nueva cultura.
Fomentan el desarrollo del arte románico a lo largo de las rutas de peregrinación y la aparición de nuevas lenguas y de una literatura y una música también nuevas. El culto a Santiago ha creado además un espacio sacro específico, la «basílica de peregrinación». El arte románico evoluciona de forma paralela al culto jacobeo y a las peregrinaciones. La influencia es tan clara -también en el área geográfica de lengua alemana- que realmente se puede decir que a lo largo de las rutas de peregrinación el arte románico adquiere rasgos propios. Se trata de un arte románico que ya está evolucionando hacia el gótico. Se aprecia la tendencia a conservar las formas estáticas del Románico, y al mismo tiempo a combinarlas con el dinamismo propio del Gótico. Cabe afirmar también que la cultura del camino de Santiago contribuyó a que tuviese lugar una transición gradual y tranquila desde el arte románico hacia otros estilos europeos.
Junto con el estilo románico se desarrolla también la iconografía jacobea. Existen tres tipos iconográficos fundamentales: Santiago como peregrino a pie, Santiago sedente con bastón; y Santiago a caballo. El Santiago ecuestre tiene un significado más político que religioso. Es el Santiago de la Reconquista, también denominado «Santiago Matamoros». El Santiago sedente es la representación más habitual en los grandes centros de las vías de peregrinación, concretamente en la portada de los templos. Existen variantes de esta tipología en casi todas las iglesias de peregrinación enclavadas a lo largo del Camino, si bien el tipo más difundido es el Santiago peregrino. Santiago Matamoros triunfa en Hispanoamérica, pero también se lo puede ver en lo más alto de la fachada principal de la catedral de Innsbruck, dedicada a Santiago, como «Santiago Mataturcos».
NARRATIVA
Los primeros datos que tenemos de un peregrino procedente de fuera de la península Ibérica son de 930 y se refieren concretamente a un sacerdote que vivía en la región del lago Constanza, probablemente en Reichenau. Los relatos de viajes de peregrinos son numerosos y se escribieron en muchos idiomas. Una persona deja su tierra natal en el norte, el centro, el este o el sur de Europa y cuenta todo lo que le pasa en su viaje. Va surgiendo así en Europa una literatura de viajeros, diarios de viaje en los que se narran todas las aventuras y los acontecimientos más destacables, aventuras de la Edad Media, pero también de la Edad Moderna. Peregrinos que seguían el Camino y descubrieron un nuevo mundo. La meta de la peregrinación, que podía durar dos años, era el punto extremo de Occidente. No se trataba de viajes meramente religiosos. El deseo de acometer empresas osadas y el afán de aventuras eran también importantes motivos.
El viaje por el camino de Santiago es asimismo un constante memento mori. En esos relatos se nos informa de compañeros de camino que no resistieron las fatigas o que murieron por mano violenta. Vados poco seguros podían ser tan fatídicos como algunos puertos de montaña con justa fama de terribles. Junto a los muchos hospitales se preparaban cementerios de peregrinos, a menudo separados según los distintos países de procedencia.
DESDE TODA EUROPA
En el centro de Castilla se encuentra Burgos, aproximadamente a la mitad de los 787 kilómetros de la parte española del camino de Santiago. En su mejor época mantenía abiertos treinta y cuatro hospitales y albergues de peregrinos. Ya Carlomagno consideró la idea, al menos en sueños, de viajar a Santiago, una idea que San Francisco de Asís llevó a la práctica.
En los siglos XII y XIII también peregrinaron a Santiago gentes del Norte. Viajaban hacia España cruzando Alemania y los Países Bajos y atravesando después toda Francia. En un ambicioso programa de investigación se está estudiando actualmente este aspecto, sin olvidar tampoco a Centroeuropa. Sabemos de peregrinos a Santiago polacos y húngaros. No en vano el nombre de Jacobo está muy difundido en toda Europa. También hay huellas en Austria: basta pensar en los topónimos con «Jakob». Muchos monasterios relacionados con el Sur tenían su área de influencia en Austria, sobre todo a lo largo de la ruta que, procedente del Este, cruza Viena, remonta el Danubio, pasa por Salzburgo y el Tirol y atraviesa los Alpes y parte de Suiza hasta llegar a la abadía benedictina de Einsiedeln, importante punto de encuentro de diversas rutas. No es de extrañar que en Suiza se publicase hace algunos años un estudio sobre los distintos «caminos de Santiago» que discurrían por ese país. También en Austria convendría dedicar atención a este fenómeno. Ningún austríaco ha publicado hasta ahora un estudio científico acerca de «los caminos de Santiago en Austria», pese a los muchos datos disponibles al respecto. Por ejemplo, en todos los Länder austriacos existen numerosas parroquias dedicadas a Santiago: más de doscientos en el conjunto del país.
SANTIAGO EN AUSTRIA
Con el año 1000 se inician las fundaciones de monasterios e iglesias en honor de Santiago. Existen relativamente buenos indicios para datar el surgimiento de la veneración a Santiago en Austria. Desde comienzos del siglo IX aparece «Jakob» como nombre de pila en listas de testigos. Su festividad se recoge en el más antiguo misal de Salzburgo, del siglo XI, así como en otros calendarios eclesiásticos antiguos. Es probable que ya en el siglo IX estuviesen dedicadas iglesias a Santiago, pero esa veneración esporádica no produjo grandes efectos hasta que en los siglos XI y XII comenzaron las peregrinaciones a «San Jago». Del siglo XII tenemos noticias para Baviera, Salzburgo y el Tirol acerca de peregrinaciones a Compostela. Esas noticias nos muestran cómo están relacionadas con las peregrinaciones las donaciones a iglesias: en parte para el caso de que el peregrino no volviese con vida de la peregrinación, en parte como expiación por una peregrinación a Santiago prometida pero no realizada. Prueba de ello es ya la coincidencia en el tiempo de la puesta de templos o capillas bajo la advocación de Santiago y el inicio de las peregrinaciones a Compostela. Aporto a continuación algunas noticias acerca de peregrinaciones a Santiago.
La Jakobskapelle -una capilla de peregrinación dedicada a Santiago-, situada en una garganta de montaña cerca de Unterleutasch, en el Tirol, fue erigida quizá en conmemoración de la peregrinación a «San Jago» de la familia Plaikner. De esa peregrinación dejaba constancia en otro tiempo una pintura de la iglesia de Leutasch, y que aún hoy se representa en la llamada «capilla Plaikner». Después de la peregrinación parece que se constituyó una cofradía de Santiago que subsistió hasta la Reforma protestante.
El altar de Santiago de la capilla de Wilten fue dedicado en 1181 como donación sustitutiva de una peregrinación a «San Jago» no realizada. Se pusieron bajo el patrocinio del Apóstol numerosos hospitales y cofradías dedicados a la atención de peregrinos y enfermos, y también se le invocaba como protector de las embarazadas…
De ahí también que se dedicase preferentemente a Santiago, el patrón de los peregrinos, iglesias levantadas junto a caminos, en lugares de descanso y en puertos de montaña. La de St. Jakob am Arlberg está situada en la antigua ruta de los correos. Esa iglesia debe su origen al tráfico a través del paso de Arlberg, muy intenso a partir del siglo XIII. En el Pustertal las iglesias dedicadas a Santiago en Nasen, Straßen y Lienz se alzan en los lugares dedicados a la celebración del mercado, situados a las afueras de la población y junto a caminos muy transitados. La iglesia de Nasen se menciona en documentos de 1395. En una imagen de altar del siglo XVIII se representa a María recibiendo a Santiago como peregrino. Es interesante que la iglesia de Santiago de Straßen se encuentre en la aldea de Messensee, enclavada en una colina sobre Straßen: puede que el antiguo camino pasase precisamente por ese punto más elevado. Por su parte, la iglesia de Santiago de Lienz se menciona ya en 1308.
Vent se halla al fondo del valle del Ötz. La dedicación a Santiago de la iglesia de este alto pueblo de montaña resulta comprensible tan pronto se tiene en cuenta que política y eclesiásticamente Vent pertenecía al Vintschgau, de donde según viejas tradiciones procedían sus primeros pobladores. También es de mencionar que entre los patrones de la capilla dedicada en Telfs en 1133, Santiago aparece mencionado en primer lugar, según corresponde a su ubicación en un pueblo situado junto a un camino.
Con las peregrinaciones a «San Jago» de Compostela guardan directa relación la mencionada capilla de Santiago situada en una garganta cercana a Unterleutasch y a la frontera con Baviera, el asimismo ya citado altar de Santiago de la iglesia de Wilten y probablemente también el patrocinio jacobeo de la iglesia conventual de Georgenberg. En 1204, tras su reconstrucción, esta iglesia fue puesta bajo la advocación de Santiago y de San Jorge. La elección de Santiago como patrón principal de una iglesia dedicada al principio solamente a San Jorge y situada en el Georgenberg o «montaña de San Jorge» demuestra que por aquel entonces las peregrinaciones a Compostela estaban muy de moda. La fuerte veneración a Santiago hizo sombra al anterior patrón, si bien peregrinar a Compostela sólo resultaba posible para unos pocos. Cabe pensar por ello que esa dedicación respondiese a la necesidad de erigir un santuario a Santiago en el más famoso lugar de peregrinación del Tirol.
En el tímpano de la Puerta de los Escoceses de la abadía de Santiago de Ratisbona se representa al santo (antes de 1189), en su calidad de patrón, como apóstol revestido de túnica: está demostrada la influencia sobre la iglesia de los Escoceses de Viena. En el Kunsthistorisches Museum de Viena se conserva un relieve del Maestro de Raigern en el que aparece el traslado de los restos del Apóstol de Palestina a Galicia. Max Reichlich, activo en el Tirol y en Salzburgo, y que en 1506, en las tablas de un altar procedente de la colegiata de canónigos agustinos de Neustift bei Brixen, pintó el bautismo del sayón Josías por Santiago, la decapitación del Apóstol y el milagro del toro ante un paisaje típicamente danubiano, estaba intentando presentar los sucesos de la forma más accesible para las personas de su época y de su ámbito geográfico.
CONCLUSIÓN
La civilización europea es impensable sin las peregrinaciones a Santiago. El culto jacobeo y las peregrinaciones a Compostela marcan el comienzo de un intercambio cultural y espiritual en toda Europa increíblemente intenso: el Románico se desarrolló hasta convertirse en el primer estilo artístico paneuropeo. También la música y la literatura encontraron nuevas formas. Las leyendas sobre gloriosas hazañas de guerreros míticos se difundieron por todas partes. No cabe duda de que sin el culto jacobeo Europa no hubiese llegado a ser lo que es hoy en día. A lo largo del camino de Santiago surgieron incomparables obras maestras del Románico y el Gótico. El Consejo de Europa ha decidido, por todo ello, declarar el camino de Santiago «Primer Itinerario Cultural Europeo».