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Recientemente se publicó en la URSS, Estados Unidos y Francia un libro significativamente titulado ¿Debemos ayudar a los rusos?, en el que varios economistas liberales soviéticos (y, por tanto, disidentes) se pronunciaban sobre la urgencia, la necesidad y la conveniencia de una ayuda directa por parte de Occidente como prueba de solidaridad con los cambios impulsados por Mijaii Gorbachov y su perestroika. La respuesta casi unánime de estos economistas era simplemente «no»: mientras la Unión Soviética y sus Repúblicas no se comprometan en una verdadera reestructuración política y económica, la ayuda occidental «ciega» servirá solamente para mantener el sistema que condujo al país a una situación crítica. De modo que el mejor modo de ayudar a los rusos puede ser, paradójicamente, no ayudarlos.

La edición francesa de este libro singular se abre con una introducción del economista y escritor francés Guy Sorman, del que publicamos algunos extractos:

«En diciembre de 1990, Mijail Gorbachov declaraba ante el Congreso de los Diputados: «La propiedad privada de la tierra será inmoral; estableció la dominación de los ricos sobre los pobres». La perestroika no es, pues, el abandono del socialismo, sino la creencia ilusoria de que el socialismo puede hacerse eficaz al precio de algunas reformas de detalle».

«La ayuda occidental será entregada a las autoridades soviéticas y distribuida por las milicias, el KGB o el ejército, según criterios que, evidentemente, no serán morales, sino de servidumbre política. Pues —y esto es lo esencial— ¡no se muere de hambre en la URSS! ¡No se muere por falta de cuidados! Se muere por la injusticia del sistema, por la desigualdad ante el poder político. ¡Seamos más explícitos! No todos los soviéticos hacen cota ante los almacenes vacíos, no todos los soviéticos están sometidos a racionamiento, no a todos los soviéticos les faltan medicamentos. La penuria no afecta más que a algunos de entre ellos, relacionados por el sistema».

«La URSS actual no es una democracia, sino un despotismo atemperado por la anarquía. No es una economía libre, sino un Estado omnímodo atemperado por el mercado negro. ¿Por qué un futuro Gobierno sería necesariamente peor que el actual, salvo para idealizar absurdamente lo que existe hoy? Se puede ser escéptico respecto del argumento según el cual el sucesor de Gorbachov sería peor que él. ¿En qué está garantizado?,^^ se puede imaginar, por el contrario, un sucesor que liberase de la tutela de Moscú a las naciones que constituyen el imperio soviético? ¿No se puede esperar de un sucesor que interrumpa la producción delirante de armas ofensivas que no han cesado de fabricar las fábricas soviéticas desde el principio de la perestroika? ¿No cabe esperar que un sucesor renuncie por las buenas al socialismo, lo considere irreformable e introduzca al país en la vía capitalista?»

«Las soluciones liberales para la URSS pasan por la restitución de la propiedad al pueblo, por la libre iniciativa de los individuos; en una palabra, por el capitalismo. Los liberales en la Unión Soviética son auténticos revolucionarios, adeptos de una revolución liberal única, según ellos, que podrá acabar realmente con el comunismo en las cabezas y en las estructuras… Los liberales son competentes, lo que no es el caso en los economistas en el poder. Tienen un proyecto, lo que tampoco ocurre con los equipos de la perestroika. Lo que sin embargo falta a los liberales soviéticos es nuestra solidaridad y ayuda, precisamente. La increíble paradoja de la ayuda occidental, que se dirige a sostener a los que quieren salvar el socialismo, el monopolio del Partido Comunista y la dictadura del imperio sobre los bálticos y los georgianos. Por contra, los dirigentes occidentales no escuchan y, sobre todo, no quieren escuchar a los que se proclaman liberales a la occidental y declaran que quieren ser «como nosotros», libres y prósperos.»

«Hace falta que los occidentales subordinemos nuestra eventual ayuda a actos concretos de liberalización, y que no apuntalemos el socialismo a perpetuidad. Sepamos elegir a nuestros aliados y nuestros amigos. Están presentes en las páginas del libro».

Periodista