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Ver productosUna historia divulgativa del medio que hace posible las transacciones económicas y sus dos caras: motor de desarrollo, por un lado, y de crisis y desigualdad, por otro

19 de noviembre de 2025 - 7min.
David McWilliams. Economista y ensayista. Ha sido asesor del Banco Central de Irlanda y consultor de diversas entidades bancarias de la Unión Europea. Profesor de Economía Global en el Trinity College de Dublín.
Avance
Aparentemente el dinero es imparcial. De ahí la frase, pecunia non olet (el dinero no huele) atribuida al emperador Vespasiano. Sin embargo es propulsor de prosperidad y, a la vez, generador de desigualdades y crisis. Por eso es tan interesante comprender su naturaleza esquiva, y a ese tarea se entrega el economista David McWilliams en este ensayo.
Se trata de un viaje del dinero «por el torrente de la historia», desde los primeros vestigios en África hasta el bitcoin, presidido por una idea nuclear: «El dinero es una ilusión colectiva, fruto de un convenio social que hace posibles las transacciones económicas». Funciona porque decidimos creer en él, de suerte que si se pierde esta confianza colectiva, el dinero se evapora, como nos recordó la crisis financiera de 2008. Aunque las crisis lo acompañan desde la Antigüedad, como se vio en el año 31 d.C., durante el gobierno de Tiberio. Con el progreso alcanzado por Europa de los siglos XVII y XVIII, el dinero se convierte en papel moneda, y esa licuación progresiva da origen a la economía moderna y a la ciencia monetaria. En el siglo XX cobran protagonismo los bancos centrales y las instituciones financieras globales que regulan o influyen en los flujos monetarios; pero con la dependencia del crédito interconectado a nivel mundial, el dinero se torna de nuevo esencialmente frágil. Y llegamos a la actualidad en la que corre a sus anchas por las nuevas tecnologías el dinero digital, con nuevos actores y agentes transnacionales.
La principal conclusión que cabe extraer de una lectura tan amena es que el dinero es como la energía, «una fuerza tan inmensa que, si no la controlamos, puede domeñarnos y dejarnos inermes». Razón por la que McWilliams aboga por canalizar el torrente, mediante contrapesos regulatorios.
Es el dinero un ente complejo, peculiar y con un fondo arcano que la propia filosofía no sabe bien cómo categorizarlo. Pero no solo ella; como reconoce el autor del libro que nos ocupa, muchos de nosotros no comprendemos bien qué es el dinero. Por eso, todo esfuerzo por esclarecer qué cosa sea, su exacta naturaleza e historia, debe ser bienvenido, especialmente si se hace con la lucidez, el entretenimiento y la agilidad que vierte el periodista, economista y profesor irlandés David McWilliams en Dinero. La fuerza que mueve el mundo.
En el libro se examina cómo el dinero —esa creación humana aparentemente imparcial— ha sido el motor que ha marcado el rumbo del desarrollo, las crisis y las desigualdades en la era moderna. Y cómo no se restringe a ser únicamente un medio de intercambio, sino también una herramienta de poder, confianza y manipulación que moldea la política, la cultura y la vida cotidiana. Estaría, pues, actuando incesantemente en la infraestructura misma, en la base económica sobre la que se cimenta nuestro edificio social.

El punto de partida y la idea nuclear que enhebran los veintiún capítulos del libro es que el dinero es una ilusión colectiva, fruto de un convenio social que hace posibles las transacciones económicas. No posee valor propio, sino que funciona porque, como sociedad, decidimos creer en él, con todos los riesgos que este «acuerdo colectivo» implica: si se pierde la confianza, el dinero se evapora, como nos recordó la última crisis financiera de 2008, que puso de manifiesto su esencial fragilidad.
El volumen se divide en cinco partes que narran ese «viaje épico» del dinero por el torrente de la historia. En la primera parte, El dinero antiguo, McWilliams traza un recorrido desde su aparición como forma de registro de intercambios, según muestra el «hueso de Ishango», hace 18.000 años en el Congo, hasta su expansión por las culturas babilónicas, su institucionalización en la mentalidad comercial helénica y su desarrollo en forma de crédito en el Imperio romano. Destaca en este período la primera crisis crediticia del mundo, acaecida bajo el mandato del emperador Tiberio en el año 31 d. C.
El dinero aparece, pues, desde su mismo origen como una «tecnología social»: un instrumento que los seres humanos desarrollamos para gestionar un mundo cada vez más complejo. No es ya, desde esta fase inicial, un mero objeto —la moneda—, sino un sistema francamente original que permitió a la humanidad pasar de comunidades pequeñas a grandes sociedades complejas, lejanas en el espacio pero unidas por el elemento dinerario.
En la segunda parte, El dinero medieval, se aborda cómo, con la caída del Imperio romano de Occidente, gran parte de Europa desarrolla una economía feudal con escaso uso del dinero, donde la tierra y su labranza sustituyen inicialmente al comercio, retornándose al trueque en numerosas ocasiones, lo que debilita la acuñación de moneda.
Pero hacia el año 1000, la invención del arado pesado, introducido en Hungría, produjo un incremento espectacular de las cosechas que, a la postre, haría reaparecer las monedas como expresión del gran crecimiento del comercio y de la importancia de la urbe, que encontrarían su magnífica expresión en las catedrales. El surgimiento de los banqueros italianos, junto con la aparición del crédito, la contabilidad y la figura del mercader-banquero, y la introducción masiva del oro y la plata tras los descubrimientos geográficos, provocan que el dinero sustituya al sistema feudal y prepare el gran progreso económico de la Europa de los siglos XVII y XVIII.
Este periodo es el que se aborda en la tercera parte, El dinero invisible, donde el autor muestra que el medio de cambio empieza a dejar de ser solo monedas de metales preciosos y se convierte en algo más etéreo y menos tangible: papel moneda, crédito, pagarés bancarios… Comienza así su licuación progresiva, que supone un cambio ciertamente revolucionario en su naturaleza, con una consecuencia fundamental: ya no tiene que estar físicamente presente para representar valor, lo que abre camino a nuevas formas de intercambio, deuda y confianza.
Ello da lugar al nacimiento y desarrollo de la economía monetaria moderna y de la ciencia económica monetaria, por lo que la reflexión y el estudio sobre el dinero dejan de ser anecdóticos y pasan a ser centrales para entender la economía de los estados modernos, los imperios y los mercados globales. Todo lo cual prepara nuestro mundo actual como derivado suyo, con las correspondientes consecuencias morales, sociales y políticas profundas, como nos advierte –y previene– McWilliams.
En El dinero moderno, cuarta parte del volumen, se aborda en detalle el papel de los bancos centrales (Reserva Federal, BCE) y las políticas monetarias, así como el de las instituciones financieras globales que regulan o influyen en los flujos monetarios. Junto a ello, describe la globalización del dinero en nuestros días, con la complejidad de los mercados financieros, que rebasa la simple circulación de la antigua moneda.
Dicha globalización, junto con la dependencia del crédito interconectado a nivel mundial, hace que el dinero actual sea esencialmente frágil, como demuestran las recientes crisis financieras en torno a 2008. Parece como si hubiéramos iniciado una nueva ecuación ciertamente peligrosa: a mayor globalización, mayor fragilidad, como hemos aprendido dolorosamente en esta primera veintena del siglo XXI.
En la última parte del libro, El dinero anda suelto, McWilliams establece que, al desprenderse (soltarse) el dinero de las ataduras del oro, del papel moneda y de los bancos centrales, corre a sus anchas por las nuevas tecnologías en forma de dinero digital, con nuevos actores y agentes transnacionales. Ello provoca que quede también liberado del conjunto de controles y normas regulatorias que tenía el dinero hasta nuestros días.
El autor aboga por implantar un control regulatorio que no haga quebrar la confianza en esta nueva fisonomía dineraria. Finaliza con un análisis de las implicaciones humanas que tiene para todos nosotros este «dinero liberado», que incluye nuestra riqueza y deuda individual.
Con todo ello, McWilliams da cuenta y razón del subtítulo del libro: la fuerza que mueve el mundo. Ciertamente, en gran parte lo es según se desprende de su amena lectura, dirigida tanto a lectores no especializados como a economistas. Una fuerza tan inmensa que, si no la controlamos y la dejamos suelta a su aire, puede domeñarnos y dejarnos inermes colectiva e individualmente, como tantas otras tecnologías.
Imagen de cabecera: Anverso del billete de un dólar estadounidense, serie 2003. El archivo de Wikimedia Commons se puede consultar aquí.