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Que otros se jacten de los libros que han escrito, a mí me enorgullecen los que he editado; podría declarar parafraseando a Jorge Luis Borges, sobre todo después de haber hecho la selección y el prólogo a Oficio, la antología de José Miguel Ibáñez Langlois que acaba de publicar la colección de poesía Númenor. Es muy posible que a usted el nombre de Ibáñez Langlois le diga poco. No se extrañe: con contadas excepciones, entre la literatura hispanoamericana y el público español hay un insondable océano de desconocimiento, como si alguien hubiese dibujado en los mapas monstruos marinos, figuras mitológicas y un lacónico aviso: non plus ultra. La intención de estas páginas es, por el contrario, ir más allá: presentarles a un poeta extraordinario y ofrecerles una pequeña antología de los Poemas dogmáticos, una de sus creaciones más representativas.

José Miguel Ibáñez Langlois nace en Santiago de Chile en 1936. Además de Teología, ha estudiado Filosofía y Periodismo. Crítico literario desde 1966 en el diario El Mercurio con el seudónimo de Ignacio Valente. Escritor abundante e infatigable, es autor de más de treinta libros, de los cuales, junto a varios ensayos filosóficos o teológicos y ocho de crítica literaria, once son de poesía.

Además (y sobre todo) es sacerdote. No es ése un dato privado para relegar entre las curiosidades biográficas: se trata de un aspecto central del personaje poemático, del hablante lírico, perfectamente integrado en su discurso, como ha observado el profesor Eddie Morales Piña en Lecturas sobre textos líricos (Facultad de Humanidades, UPLA. Valparaíso, 2004). José Miguel Ibáñez Langlois lo reafirma, adelantándose a las reticencias de un hipotético público laicista, con una provocadora naturalidad:

OFICIO
Soy cura
y qué
otros buscan perlas en el fondo del mar
o instalan ojos y oídos humanos en la estratosfera
yo trabajo en este y en el otro mundo
yo tengo el poder de expulsar demonios de las computadoras
yo transformo leprosos en arcángeles
y mujeres de Lot en estatuas de sal
yo me visto como ni los reyes para celebrar la Misa
yo hablo todas las lenguas de Pentecostés y algunas otras nuevas
yo soy la mano de Dios que borra los pecados más increíbles
yo soy el espejo de Dios que camina por la historia sagrada
otros tocan la flauta a las serpientes artificiales
yo resucito muertos
soy cura
y qué

El ministerio sacerdotal también resulta clave para encuadrar al poeta en su tiempo y entorno. Juan Manuel Martínez Fernández, en la laudable tesis doctoral Tres caminos y nueve voces en la poesía religiosa hispanoamericana contemporánea (Universidad Complutense de Madrid, 1999), estudia la abundancia de poetas sacerdotes, entre los que sobresalen, además, Joaquín Antonio Peñalosa, Ernesto Cardenal y Pedro Casaldáliga (que como poeta sobresale, todo hay que decirlo, bastante menos).

Tampoco es Ibáñez Langlois un caso insólito en lo referente a la forma. La influencia del humor y el coloquialismo de Nicanor Parra o de Ernesto Cardenal son fundamentales a pesar de las hondas divergencias teológicas e ideológicas. Escandalizarse por el tono o la audacia formal de nuestro poeta es no haberse hecho cargo del ambiente poético desde el que escribe, siempre en constante diálogo (y discusión) con sus contemporáneos. Si existiese, como entra dentro de lo posible, menos tolerancia hacia Ibáñez Langlois que hacia los aclamados y cáusticos Cardenal o Parra, habría que concluir, con G. K. Chesterton, que la ortodoxia es la última heterodoxia que de verdad le escuece a Occidente.

Por otra parte, la faceta más combativa de Ibáñez Langlois sigue dócilmente una venerable tradición occidental: la poesía epigramática. Como él mismo ha reconocido, los poemas de Ezra Pound son su antecedente más inmediato. Pero no sólo bebe del modernismo anglosajón, acude directamente a las fuentes. Conviene no olvidar que Ibáñez Langlois ha sido traductor de Catulo, sobre todo para entender cómo es capaz de escribir algo así:

Claudia, cuya virginidad cuidaron los ángeles
y el rocío de Dios corroboró por veinte primaveras
es hoy atravesada por el falo de su amigo López
con el complaciente OK de la divina providencia
que le brinda el oráculo de su confesor y padre
siempre que lo haga por elevado amor
y no por pura concupiscencia erótica.
Claudia, cuyas lágrimas los ángeles recogen.

El desparpajo de estos versos alarmará sólo a los que desconozcan la poesía de Roma o de nuestro Siglo de Oro, cuando los poetas zurraban a sus colegas de lo lindo con versos como varas. Ni más ni menos, eso es lo que hace en «Le défroqué»:

Después de diez años de mediocre continencia
y mediocre piedad
el Reverendo se enamoró de su secretaria
y descubrió de golpe que las herejías cristológicas del siglo IV
cuestionaban seriamente el dogma
y que la doctrina de la Iglesia
era inadecuada a los tiempos que corren.

Con todo, lo epigramático no agota el contenido de los versos ni, mucho menos, su propósito. Ibáñez está, en última instancia, ofreciendo un ejemplo de que la ortodoxia católica y el rigor teológico pueden ser inspiración y materia de una poesía actual, libérrima, vibrante, vivificadora.

A esa serie de poemas breves y punzantes, recogidos en libro en 1971, los tituló Poemas dogmáticos. Debió de quedar muy satisfecho del título, porque lo repite en una segunda colección, publicada veintitrés años después. El nombre tiene a su favor la polisemia: poemas que por un lado se basan en los dogmas de fe y que por el otro hacen de la contundencia un eficaz recurso retórico. El título se presenta, pues, con la elegancia y hasta con la gracia de ir con la verdad por delante en todos los sentidos.

En Poemas dogmáticos, Ibáñez encuentra su estilo. Antes había sido un poeta muy precoz: con dieciocho años se estrenó con Qué palabras, qué lágrimas, al que seguirán varios poemarios de tanteo y asimilación de influencias. No pierden por eso interés: en ellos no sólo se adivina un poeta, sino que se adivina el poeta que José Miguel Ibáñez Langlois será. Inaugura temas como la fe, su vocación poética, la crítica social o la reflexión metaliteraria. Y a la vez se va decantando por un versículo vigoroso y visionario. En su evolución, destaca el libro Eterno es el día (1968), donde hace su aparición el empeño de escribir poemarios que desarrollen un único tema central.

El primero de esos grandes libros unitarios es Futurologías (1980), compuesto por 131 cantos de extensísimas tiradas de versos más o menos endecasílabos sin signos de puntuación. Con resonancias bíblicas y dantescas, sus referentes contemporáneos son el Ezra Pound de los Cantares, el Pablo Neruda del Canto General y el Huidobro de Altazor. Ibáñez Langlois, desde sus convicciones y desde esta época, profetiza la sociedad de los tiempos venideros. Profecía que es, en realidad, una utopía y que como las mejores utopías tiene su parte más fecunda en lo que implica de crítica a la actualidad.

En Futurologías realiza un alarde de dominio formal. El culturalismo y el coloquialismo se dan la mano sin que ninguno avergüence al otro, la voz propia y la voces ajenas se unen en un coro sin ahogarse, la subjetividad y la objetividad, la libertad literaria y la coherencia interna, el dogma y la emoción, el humor y la trascendencia, las rimas internas y los versos blancos, la escritura semiautomática y el proyecto unitario, la sátira y la caridad, todo está aquí dispuesto para que quienes estén exentos de prejuicios ideológicos y estéticos disfruten.

Tres años después, con Historia de la filosofía, asistimos al hecho sorprendente de que se haga poesía con el devenir del pensamiento abstracto. Si Futurologías sorprende por su potencia, por su valentía y por la libertad de pensamiento, lo que ahora asombra es la capacidad del autor para escribir poemas con un tema tan prosaico como la crítica filosófica. Lograr emoción y belleza sin dejar de hacer filosofía, filosofía aristotélicotomista para colmo, se puede contar como otra conquista más de la poesía contemporánea, empeñada en enriquecer con temas y tonos el repertorio de lo poético. Véase un ejemplo:

Unaufgeklartheitsmoglichkeit
qué nombre más raro para una cosa que no existe
en la historia de la filosofía los nombres más complicados
se los llevan las cosas que no existen
las cosas que no existen
tienen una rara predilección por el alemán para no existir
prefieren no existir en alemán
lo cual es una forma de inexistencia mucho más perfecta
que dedicarse a no existir en sánscrito
o en inglés por ejemplo qué vulgaridad
o en latín por ejemplo donde todo existe.

En 1987 publica El libro de la Pasión, el más acabado de su obra. Se realiza en él un recorrido a través de los últimos días de Jesucristo, su pasión y cruz, intercalando reflexiones y diálogos. Ibáñez sigue los relatos evangélicos y otros libros piadosos, especialmente el Vía Crucis de San Josemaría Escrivá y La dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo de la beata Anna Katharina Emmerich. Sólo la temática religiosa de El libro de la Pasión y el hecho de que se publicara en Patmos, colección de espiritualidad de la editorial Rialp, pueden explicar que, por los compartimentos estancos que padece nuestra cultura, no tuviese una recepción más calurosa o, como mínimo, más atenta por parte de los lectores de poesía. Juan Manuel Martínez, tras un pormenorizado análisis de los múltiples aspectos literarios de este poemario, afirma que «si tuviésemos que quedarnos con uno, como orientador o aglutinador del estilo, elegiríamos el de fuerza poética». Y concluye: «Este magnífico libro no es sólo una narración, ni sólo una contemplación, ni sólo una catequesis, ni sólo una profundización, sino todas estas cosas a la vez».

Tras una segunda entrega de Poemas dogmáticos en 1994, Ibáñez Langlois publicó Rey David en 1998, su último libro hasta la fecha. En él, con la técnica de El libro de la Pasión, se centra en el personaje del Antiguo Testamento que más le ha fascina. La fascinación resulta contagiosa.

Cuando esa fascinación se siente además por una obra completa, antologarla resulta difícil: duele descartarse de poemas excelentes. Ya me costó mucho en las 336 páginas de Oficio, así que imagínense ahora. Ante las lógicas limitaciones de espacio, he preferido centrarme en las piezas breves de los Poemas dogmáticos antes que presentar unos pocos fragmentos entresacados de sus grandes libros unitarios. Consuela saber que la desinhibida fuerza de Futurologías, el trasfondo intelectual de Historia de la Filosofía o la fe encarnada de El libro de la Pasión se encuentran también en estos concentrados epigramas. Por suerte, con los poetas mayores (y José Miguel Ibáñez Langlois lo es sin duda) bastan apenas unos versos para que la potencia y la emoción se abran camino, y alcancen a los lectores.

PALABRAS
Qué son estas palabras
cuando un hombre se salva o se condena.
Qué son todos los libros de este mundo
a las puertas del cielo y del infierno.
Que Dios me deje ciego
si alguna vez me olvido de su Iglesia
por escribir palabras.

AD MISSAM
Con un Lienzo me cubro la cabeza, con polvo
y ceniza, con la profunda noche. La luna
se eleva en las montañas del valle de Josafat.
Una blanca Mortaja me ciñe ahora el cuerpo
mientras San Juan enciende los cirios. El infierno
vela en la faz de Dios el sudor de su sangre.
Las antorchas judías se acercan en la noche.
El Cíngulo en mis lomos: por los eternos siglos
empujan de esta soga los hijos de Israel.
En mi cuello la Estola. Estoy triste hasta la muerte.
Padre, si puede ser que este cáliz se aparte
sin que rueden los mundos en tus manos. Por fin
viene el Manto sagrado. Yo caigo de rodillas.
Jesús el miserable está en manos del cielo
con su oscuro terror. La misa ha comenzado.

PISCATORES HOMINUM
Para Dios lo mejor. Arrebato a la especie
los varones más fuertes, las hembras más hermosas.
Que el Espíritu Santo los convierta en sus templos
y el rebaño de imbéciles los llore por las plazas.

IDEAS
No hace más que comer y fornicar.
Con todo, no es un cerdo:
tiene un don superior que lo redime:
sus ideas.
Aunque su alma se pudra
sus ideas avanzan
por la historia.
La historia absolverá sus defectillos
porque es hombre
de ideas
a-van-za-das.

PROGRESO
Los antiguos pensaban
que el fiero mar se amansa a la orilla del mar
por voluntad de Dios
y que el día y la noche se suceden por obra
del Espíritu Santo.
Nosotros los modernos
sabemos que ello ocurre por causas naturales
de fácil comprensión
amén.

PROSCRITOS
Terroristas del mundo, alucinados,
drogadictos, pilotos de la muerte,
pervertidos de la profunda noche:
habéis equivocado los caminos.
En Dios está el terror y la violencia
y la gloria y el sexo y la ignominia.
En Dios está la ciencia y la locura
y el fruto prohibido y el horror.
Venid, adoradores, al peligro
y a los vértigos de su santo rostro.

CONFESIÓN
Diez años estudié con los filósofos
grandes y pequeños, griegos y alemanes.
A
Y cuanto más cavilo, más
catecismo
de los hermanos
de las escuelas
cristianas.
[De Poemas dogmáticos I]

RETORNO
Cada vez que entro al mundo de Tolkien
y tiemblo bajo el vuelo de los siete Nazgul
y oigo hablar y cantar a los pueblos en élfico
y miro hasta el fondo de los ojos de la Dama Galadriel
y estoy bajo la acción a distancia del Señor Oscuro y sus palantir
y soy un atrevido hobbit que etcétera etcétera
confieso que me da un dolor de cabeza horrible
volver al siglo xx y leer El Mercurio
la política nacional e internacional
oír el heavy rock de los muchachos del frente
que se creen satánicos y son cretinos.

RELEVO
El comunismo nos hacía mártires en las catacumbas
el neoliberalismo nos entierra en nosotros mismos
entierra viva a la Iglesia dentro de sus iglesias
dentro de sus hermosos cánticos funerarios
y cuando la Santa Madre quiere salir a la vía pública
debe hacerlo en la forma de esas viejas limosneras
que mendigan a la salida de las iglesias
que pordiosean a la salida de sí mismas
cuando veáis esas viejas ciegas de amor a Dios
sabed que son la Santa Madre Iglesia
en la forma que ella toma a la salida de misa
a la salida de sí misma en la ciudad neoliberal.

POSTMODERNO
El postmoderno es un perfecto imbécil
que vino al mundo en una época de sonido y furia
y lo celebra con una tremenda gracia personal.

FE
Si me dejaras
si un poco de Tu mano me dejaras
yo no creería ni en mi propia sombra
yo me convertiría en mi propia sombra
llena de teorías luminosas sobre sí misma
y el sol y bla la lá si me dejaras
yo me creería el sistema solar en persona
creado por mí mismo de la nada
en un acto de rara inteligencia
y contaría mi historia por bares y jardines públicos
y hasta los niños me sabrían idiota
si un poco de Tu mano me dejaras.
[De Poemas dogmáticos II]

BIBLIOGRAFÍA POÉTICA

José Miguel Ibáñez Langlois es autor de más de treinta libros, muchos dedicados a la filosofía y a la teología. Entre ellos, de poesía los siguientes:
Qué palabras, qué lágrimas, Josén Laurel, Santiago de Chile, 1954
Desde el cauce terreno, col. Adonais, Rialp, Madrid, 1956
La tierra traslúcida, col. Adonais, Rialp, Madrid, 1961
La casa del hombre, Talleres Gráficos Orbe, Madrid, 1961
Eterno es el día, Zigzag, Santiago de Chile, 1968
Poemas dogmáticos, Universidad Santiago de Chile, Santiago, 1971
Futurologías, Editorial Universitaria, Santiago, 1980
Historia de la Filosofía; Texto auxiliar para cursos de Historia de la Filosofía, Historia de la Cultura e Historia General, Andrés Bello, Santiago, 1983
Libro de la Pasión, col. Patmos, Rialp, Madrid 1987
Busco tu rostro; antología poética, Editorial Universitaria, Santiago, 1989
Poemas dogmáticos II, Editorial Universitaria, Santiago, 1994
Rey David, Editorial Universitaria, Santiago, 1998
Oficio (antología poética), Selección y prólogo de Enrique GarcíaMáiquez, Colección Númenor, Sevilla, 2006

Entre sus libros de ensayo pertenecen al dominio de la teoría y la crítica literaria:
La creación poética, Rialp, Madrid, 1964
El mundo pecador de Graham Greene, ed. Zigzag, Santiago 1967
«La poesía de Nicanor Parra». Prólogo a su antología Antipoemas. Barcelona: Ed. Seix Barral, 1972: 7-66.
Poesía chilena e hispanoamericana actual, Nascimiento, Santiago, 1975
Rilke, Pound, Neruda; tres claves de la poesía contemporánea, Rialp, Madrid, 1978
Introducción a la literatura, Nuestro tiempo, Eunsa, Pamplona, 1982
Sobre el estructuralismo, Nuestro tiempo, Eunsa, Pamplona, 1983
Veinticinco años de crítica, ed. Zigzag, Santiago, 1992
Diez ejercicios de comprensión poética, ed. Andrés Bello, Santiago, 2001
Josemaría Escrivá como escritor, Rialp, Madrid, 2002

Poeta, crítico literario y traductor.