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La Unión Europea vive la situación más delicada de su historia derivada de las dificultades de la unión monetaria en un contexto de crisis económica y en ausencia de una unión fiscal.Desde hace tres años, las instituciones europeas y los gobiernos nacionales están ideando soluciones para superar esta situación.En Bruselas, los acuerdos parecen empezar a emerger: la salida de la crisis requiere crear instrumentos capaces de exigir requisitos y pautas de actuación común en ámbitos tan cruciales como el financiero o el de los presupuestos públicos, pero igualmente en asuntos que tengan un impacto directo sobre la capacidad competitiva de la economía. Un ejemplo de ello es la regulación del mercado de trabajo, cuya flexibilización se ha exigido desde las instituciones europeas, de manera urgente,a países como España.

Pero, además, la Unión Europea es una sociedad del conocimiento y en ello basa su principal fortaleza competitiva. Por esta razón, la educación, la investigación y la innovación son determinantes. La eficiencia, sin embargo, de los sistemas educativos en unos y otros países de la UE es muy diferente. Hay grandes asimetrías: los resultados son en algunos casos excelentes y en otros, como España, deficientes. Esta realidad tiene dos tipos de consecuencia desde una perspectiva europea. Hacia dentro, hace más difícil la movilidad laboral y profesional, dificultando así el desarrollo del mercado único europeo y, por tanto, la escala imprescindible para el desarrollo de una economía competitiva. Hacia fuera, merma su capacidad de competir en una economía globalizada en la que el equilibrio de fuerzas está cambiando de forma acelerada.

Sin embargo, la educación continúa siendo una competencia exclusivamente nacional de la que poco se habla cuando se exigen desde las instituciones europeas reformas estructurales. Tanto la competencia global como el replanteamiento del gobierno económico europeo para salir de la crisis de la moneda única nos lleva a preguntarnos si habrá llegado el momento de avanzar también en una cierta armonización de elementos fundamentales, vinculados a la eficiencia, sobre los que se deban organizar los sistemas de educación en la UE, ¿cuáles deberían ser estos y cuál su valor vinculante?, ¿plantea la crisis de la UE nuevas exigencias o incluso constituye una oportunidad histórica en este campo? Y respecto de la investigación y de la innovación, ¿qué fortalezas y debilidades tienen instrumentos como, entre otros, el Programa Marco de Investigación o el más reciente Instituto Europeo de Tecnología?

Sobre las premisas anteriores se ha preparado este número de Nueva Revista, con la idea de generar un debate que creemos relevante y de pensar más allá de las urgencias del corto plazo y de los lenguajes burocráticos, en la tradición del libre debate de ideas que anima desde sus orígenes a esta publicación. El número reúne grandes conocedores de la realidad educativa y se organiza en tres bloques.

En el primero, sobre educación escolar, Francisco López Rupérez se pregunta por las bases para una educación de calidad y si es necesaria una cierta una armonización de criterios en la Unión Europea. José Luis Gaviria analiza la transparencia y la evaluación de los sistemas educativos, interrogándose sobre unos criterios comunes en la UE y Javier Valle repasa los proyectos destinados a mejorar la formación de los profesores. Xavier Gisbert aborda la política sobre el bilingüismo y José Luis Mira la formación profesional, la movilidad y el Mercado Único, para dar razón de lo que queda por hacer en esta área educativa.

El segundo bloque se abre con una reflexión de José Luis González Quirós sobre cómo de atractivas son las universidades europeas en un contexto globalizado. Julio Iglesias de Ussel y Daria Mottareale ofrecen un balance del proceso de Bolonia en la creación de un espacio abierto europeo para la enseñanza superior. María José Canel aborda el importante asunto de la evaluación de las universidades, los criterios comunes y la controversia sobre los rankings. Julián M.ª Montaño reflexiona sobre la universidad humanista que necesita Europa y José M. de Areilza analiza la oportunidad de convertir en competencia compartida a la educación superior con motivo del debate abierto por el rediseño del euro.

El tercer bloque, sobre investigación e innovación, lo abre Gonzalo León con un análisis sobre los resultados del Área Europea de Investigación en relación a sus objetivos e instrumentos. El Programa Europeo de Investigación Horizonte 2020 es tratado por Cristina Gutiérrez-Cortines desde el valor añadido de la excelencia. Maria da Graça Carvalho aborda en su artículo los programas europeos para la innovación y la participación de las empresas y José Manuel Leceta García se pregunta por la aportación del nuevo Instituto Europeo de Tecnología.

Este número se completa con una selección de libros sobre temática no estrictamente europea, pero que pueden servir para repensar algunos de los principios y valores fundamentales de la Unión.