«Tomás de Aquino», de Oliver Keenan

El legado del filósofo y teólogo sirve para dar respuesta tanto a las cuestiones más perentorias del presente como a las que, por su carácter universal, se plantea siempre todo ser humano

Tomás de Aquino en el Paraíso de Dante. CC Wikimedia Commons
Ernesto Baltar

Oliver Keenan. Profesor de filosofía y decano del Ripon College Cuddesdon (Universidad de Oxford). Exdirector del Instituto Tomás de Aquino y fellow en Teología Sistemática en Blackfriars Hall (Oxford).

Santo Tomás de Aquino. (Roccasecca, actual Italia 1225-Abadía de Fossanova 1274) fraile dominico, filósofo y teólogo. Fue uno de los máximos representantes de la escolástica. Autor de la Summa theologiae, compendio de la doctrina católica, y de la Summa contra gentiles, apología filosófica de la fe.

Avance

El título original en inglés de este libro Why Aquinas Matters Now  provoca inmediatamente las preguntas: ¿qué puede interesar en el siglo XXI la obra que un fraile escribió hace ochocientos años? y ¿qué aporta un filósofo medieval a un mundo tan complejo como el nuestro, sujeto a tantas disrupciones, conflictos, guerras e incertidumbres? Oliver Keenan proporciona una lectura actualizada del legado de Tomás de Aquino que sirve para dar respuesta tanto a las cuestiones más perentorias del presente y poder salir del impasse actual como a las que, por su carácter universal, se plantea siempre cualquier ser humano.

Dividido en ocho capítulos y una introducción, el libro sintetiza y contextualiza las principales ideas de la filosofía tomista, con ejemplos ilustrativos. Algunos se adentran en la metafísica, como el titulado «Realidad», analizando problemas de primera magnitud, como la contraposición entre ser y devenir o la distinción real entre esencia y existencia. Dedica otros, como «Pertenencia», a cuestiones relacionadas con la libertad, la felicidad, la prudencia, la amistad o la justicia, siguiendo la estela de Tomás de Aquino. Para este, hay tres formas de pertenencia humana: la biológica, la cultural y la teológica, de donde se sigue que nuestras vidas no pueden ser «pequeños proyectos aislados y autosuficientes, sino que dependen de las relaciones que forjamos dentro del mundo, con los demás y con Dios». Otro de los hilos conductores para reconstruir los pilares fundamentales de la realidad es la buena comunicación: «Al igual que una conversación, el universo puede ser agradable y gratificante. Cuando reina la mala comunicación, la manipulación o el engaño, puede volverse agitado e incluso devastador». Porque, recuerda Keenan siguiendo al filósofo medieval, «ser es pertenecer a un mundo que habla».

La vida no se da solo como un hecho establecido, sino como «un proyecto, una tarea y una obligación», que demanda una respuesta personal. Tomás de Aquino, explica el autor, no aboga por un repliegue, una huida del mundo, sino todo lo contrario, invita a «un compromiso más profundo y confiado (y también más humilde) con la cultura que nos rodea, incluso cuando esa cultura es enormemente hostil hacia el cristianismo». Una cultura en la que muchos están alienados. «Estar alienado» significa «estar desconectado de los ritmos del mundo natural, sentirse desarraigado en la sociedad, aislado y sin hogar, y sin representación política». Las mentes alienadas «son presa fácil del cinismo barato y simple», apunta. Santo Tomás, al que el autor describe como poeta, maestro de la palabra y pedagogo, nos enseña a vivir en armonía con nuestra corporalidad, a valorar la sensualidad y la pasión y a habitar de manera humana y humanizadora en el mundo.

Conjuga el libro la profundidad y la claridad expositiva, lo que proporciona una lectura muy estimulante al lector culto no especializado. Por todo ello, y por su capacidad para despertar inquietudes por la filosofía y su conexión con la vida, merecería ser incluido como lectura obligada en la universidad, siquiera en los estudios de humanidades. 

ArtÍculo

Los libros de alta divulgación, que tanta tradición tienen en el ámbito anglosajón, no parecen haber cuajado todavía en el mundo editorial español, salvo honrosas excepciones.  Decimos esto porque el libro que nos ocupa es un modelo ejemplar de alta divulgación: profundo, interesante, informado, madurado, pensado y repensado, además de excelentemente escrito y traducido. Diríamos que hasta casi resulta un poco adictivo. Tomás de Aquino: Una mirada inspiradora del erudito, poeta y santo para nuestro presente es un ensayo que reúne todas esas valiosas características, que es lo más que se le puede pedir a un libro.

Oliver Keenan. «Tomás de Aquino». La Esfera, 2025

Quizá el título original en inglés, Why Aquinas Matters Now, (Por qué importa ahora Tomás de Aquino) revela mejor las intenciones originarias o últimas del autor: ofrecer una lectura actualizada del llamado Doctor Angélico que pueda servir de instrumento conceptual para abordar las cuestiones más importantes y perentorias del presente, incluidas las preguntas de fondo ineludibles que se plantea cualquier ser humano en toda época.

El libro está dividido en ocho capítulos — «Conversar», «Realidad», «Mundo», «Sinfonía», «Frontera», «Pertenencia», «Consumación» y «Postludio», además de una excelente «Introducción»— en los que Keenan va dando cuenta de las principales ideas del Aquinate, contextualizándolas y ofreciendo ejemplos siempre ilustrativos y sugerentes.

Una manera de ver el mundo

Comienza destacando el autor la riqueza, interés y relevancia de las enseñanzas del Doctor Común en nuestros días: «Puede apuntar hacia una nueva forma de vida, hacia un nuevo horizonte para la indagación humana o hacia una nueva perspectiva sobre lo que significa ser humano, pero nos enseña más de lo que dice; su pensamiento expande el mundo de nuestro pensamiento», pues «nos puede mostrar una manera de ver el mundo que, de lo contrario, ignoraríamos para perjuicio nuestro».

¿Qué nos puede decir todavía, a los 800 años de su nacimiento, Santo Tomás de Aquino? Entre otras muchas cosas, Keenan subraya la capacidad que tiene el Aquinate de abordar de forma directa «el sentimiento generalizado de alienación que acecha a nuestro mundo», donde «estar alienado» significa «estar desconectado de los ritmos del mundo natural, sentirse desarraigado en la sociedad, aislado y sin hogar, y sin representación política». Y añade: «Los cuerpos alienados se encuentran inquietos, estresados y quemados. Las mentes alienadas son presa fácil del cinismo barato y simple».

Ante un mundo en descomposición (abrumado por las guerras, las injusticias y los conflictos de todo tipo), Tomás de Aquino nos ofrece «un sólido relato de comunidad, justicia, amistad y paz» que nos enseña a vivir en armonía con nuestra corporalidad, a valorar la sensualidad y la pasión, a habitar de manera humana y humanizadora en el mundo, etc.

Ser es pertenecer a un mundo que habla

Un hilo conductor del libro es la idea de la comunicación, de la conversación, que implica también estar en comunión con el mundo y con los otros: «Compartir la vida, dar y recibir; aprender a vivir, moverse y actuar en armonía con los demás». Ser es pertenecer a un mundo que habla, formula categóricamente Oliver Keenan. «Al igual que una conversación, el universo puede ser agradable y gratificante. Cuando reina la mala comunicación, la manipulación o el engaño, puede volverse agitado e incluso devastador».

Hace hincapié Keenan en la condición de poeta, maestro de la palabra y pedagogo de santo Tomás, que además de cultivar el rigor académico y la capacidad de síntesis, era capaz de ofrecer «una morada intelectual en el seno de la cual podemos oír el mundo que habla y renovar nuestro compromiso de conversación con el mundo de una manera responsable moral y políticamente».

Ni erizo ni zorro (según la famosa imagen de Isaiah Berlin), o mejor dicho ambas cosas a la vez, en elegante equilibrio, santo Tomás respondió con éxito al reto de lograr una síntesis armoniosa entre dos concepciones de la naturaleza potencialmente contradictorias: «La primera, tomada de la filosofía natural de la Antigüedad, interpretaba la naturaleza como un principio interno de movimiento que operaba dentro de las cosas para guiar su movimiento hacia la realización. La segunda concepción, abiertamente teológica, había sido heredada de los teólogos de la Iglesia primitiva y subrayaba el carácter del mundo natural como el teatro de la autocomunicación divina. Según esta interpretación teológica, la naturaleza se realiza en la expresión de algo que está fuera de ella: la naturaleza existe por el poder creador de Dios y es el instrumento de la providencia de Dios» (p. 41).

Sorprende la claridad con que Oliver Keenan sintetiza problemas filosóficos y teológicos que han dado pie a múltiples disputas e interpretaciones a lo largo de los siglos, y lo hace siempre de una manera argumentada y convincente, además de —insistimos— magníficamente expresada.    

De este modo, asistimos en sus páginas a una reconstrucción de los pilares fundamentales de la realidad como «centros de discurso dinámicos y comunicativos», del horizonte infinito y eterno que representa Dios y la «sinfonía de júbilo» que protagoniza, de las formas humanas de conversación interior, de los proyectos de significado que encarnan las vidas de las personas, y un largo etcétera de temas relevantes y sugestivos en los que aquí no podemos entrar por cuestiones de espacio. Solo nos cabe animar al lector a que se lance a leerlo y a descubrirlo por sí mismo.

Por destacar un apartado de entre los muchos brillantes que despliega el libro, podemos centrarnos en el capítulo sobre la «Realidad», donde Oliver Keenan aborda con gran claridad problemas metafísicos de primera magnitud: la clásica contraposición entre ser y devenir, la distinción real entre esencia y existencia, la doctrina del Esse tomista, su concepción de la forma, la dualidad de significado y propósito y la importancia de las causas finales, las almas que se mueven por sí mismas, la distinción entre sustancia y accidentes, la doctrina de la verdad, etc.

Por ejemplo, explica la conexión e interacción entre el dinamismo y la particularidad en tres niveles de complejidad entrelazados:

«El primero se refiere a la pregunta más básica que se puede plantear sobre cualquier cosa: el hecho de su existencia (su eso-idad). El segundo se refiere a la identidad de algo que existe: la quididad que determina que algo que existe sea algo particular que pertenece a cierto tipo de realidad. El tercero indica la manera en que una realidad se manifiesta en los detalles concretos de su existencia: la como-idad de la aparición de algo en el mundo, los contornos de su crecimiento y cambio, y su desarrollo en el tiempo y en relación con otras realidades del mundo» (p. 58).

Quizá al lector no especializado este tipo de pasajes más difíciles le reclamará un esfuerzo de comprensión que muchos no estén dispuestos a realizar, pero creemos que es el mínimo exigible que se puede asumir y requerir. Y al lector familiarizado con la metafísica tomista le resultará fácil y hasta gozoso reencontrarse con nociones ya conocidas pero expresadas con semejante soltura y sencillez. Esto no implica, como es natural, que algunas de las propuestas del libro no puedan ser criticadas o impugnadas desde diversas tradiciones académicas del tomismo.     

Libertad, felicidad, prudencia, amistad

En el capítulo «Pertenencia» aborda Keenan las cuestiones principales que tienen que ver con la vida moral: la libertad, la felicidad, la prudencia, la amistad y la justicia, entre otras. Para Santo Tomás, nuestras vidas no pueden ser pequeños proyectos aislados y autosuficientes, sino que dependen de las relaciones que forjamos dentro del mundo, con los demás y, en última instancia, con Dios. La pregunta que inevitablemente tenemos que plantearnos consiste en «cómo elegimos desplegar nuestra vida y nuestra identidad única dentro de los contextos particulares en que nos encontramos».

En este sentido, Tomás nos puede ayudar a «pensar con coherencia y rigor sobre las categorías centrales que subyacen a estos debates: la identidad, la pertenencia y el delicado equilibrio entre los derechos de los individuos y de las sociedades a las que pertenecen» (p. 172), de modo que mediante la unión del ser, del devenir y de la pertenencia humanos alcancemos «un modo de evaluar nuestra vida con objetividad, identificando mejor las maneras más y menos libres, y excelentes, de establecer nuestras identidades individuales»,

Distingue Tomás, según Keenan, tres maneras de pertenencia humana: la biológica, la cultural y la teológica. La primera consiste en la naturaleza propia de todos los miembros de la misma especie, que heredan una historia evolutiva particular que se refleja en nuestras facultades y capacidades. La cultural corresponde a nuestra capacidad para crear e intercambiar significados y forjar los medios lingüísticos para hacerlo. Y la tercera, la teológica, responde a la realidad de toda persona humana, que «es un hijo singular de Dios, producto de su amor y libertad y, por tanto, pertenece, de hecho o en potencia, a la Iglesia» (no podemos «anestesiar completamente en nosotros las preguntas sobre el significado último», pues como criaturas morales «vivimos nuestras vidas ante Dios»). Aunque de cada uno de estos tres ámbitos de pertenencia se ocupa una ciencia distinta (la biología, la filosofía moral y la teología), están interconectados de manera irremediable.

La vida como proyecto y tarea 

Termina Oliver Keenan el libro apelando de nuevo a la relevancia y vigencia del pensamiento de Santo Tomás: «El Aquinate nos enseña que no podemos escapar al significado comunicativo de nuestras vidas: nuestra humanidad no se da solo como un don, un hecho establecido, sino como un proyecto, una tarea y una obligación. Solo podemos ser plenamente humanos (estar plenamente vivos) asumiendo la responsabilidad de cómo nos comunicamos con el mundo que nos rodea. Qué respuesta demos a la inevitable e ineludible cuestión del significado de nuestra vida determina necesariamente cómo pertenecemos al mundo y cómo impactamos en él», pues «Tomás nos ha mostrado el valor de ver las cosas con ojos imaginativos renovados por la admiración y la gratitud» (pp. 264-265).

Frente a la «opción benedictina» propugnada por Rod Dreher, Tomás de Aquino no aboga por un retiro sino por «un compromiso más profundo y confiado (y también más humilde) con la cultura que nos rodea, incluso cuando esa cultura es enormemente hostil hacia el cristianismo».

Y concluye Keenan: «Tomás de Aquino importa ahora porque solo haciendo lo que hizo él, cultivando nuevos modos de compromiso social, con el apoyo de instituciones en las que sean posibles el pensamiento libre y la investigación racional que Tomás ejemplifica, podemos superar el impasse actual» (p. 268).

En definitiva, nos encontramos ante un libro que puede proporcionar una lectura muy estimulante y placentera al lector culto no especializado y que quizá merecería ser incluido como lectura obligada en el ámbito universitario, al menos en los grados de Filosofía.


Ilustración de cabecera: Detalle de «El Paraíso de Dante», pintura de Giovanni di Paolo (siglo XV). Representa el primer círculo del Cielo, donde aparecen Virgilio, santo Tomás de Aquino (en el centro) y san Alberto Magno. El archivo de Wikimedia Commons se puede consultar aquí.